El imperialismo se podría definir como las relaciones de dominación que existen entre sociedades que tienen una estructura material y una superestructura sofisticadas y complejas y otras que, por el contrario, tienen una estructura material y una superestructura que no tienen capacidad efectiva para oponerse al pragmatismo y la fuerza bruta que anima generalmente a los estados predadores, naturalmente expansivos.
- Julio César Briceño,
- Nacimiento del Huevo,
- 1981
El vehículo de expansión de los estados predadores
imperialistas, es el colonialismo. Mediante esta accion se apoderan de
las riquezas materiales que pertenecen a otros pueblos más débiles,
imponiendo sus valores y normas sociales y culturales, desarraigando sus
culturas, propiciando formas de identificación social para
transformarlos en simples apéndices de la sociedad imperial
metropolitana.
Visto desde la lógica formal, el modelo de relaciones de dominación
imperialismo-colonialismo, si bien ha conducido en todos los casos a la
consolidación del poder imperial del estado o la sociedad predadora, ha
sido también en última instancia la causa de su colapso. Visto desde la
óptica del materialismo dialéctico, la expansión de la sociedad
predadora imperialista hacia su periferia menos desarrollada no es un
proceso lineal. En la mayoría de los casos engendra contradicciones
sociales, políticas y económicas nuevas que condicionan incluso el
desarrollo de la sociedad predadora, imperialista, en el tiempo y en el
espacio.
La dialéctica es -dicen Woods y Grant- [1]
un método de pensamiento y de interpretación del mundo, para analizar
el universo. Parte del axioma de que todo se encuentra en un estado de
permanente flujo y cambio. El cambio y el movimiento no tienen una
relación lineal sino contradictoria, actúan a través de contradicciones,
por lo cual lo que podríamos denominar progreso no se expresa como una
proyección continua, sino de acumulación progresiva de tensiones que
hacen que los cambios cuantitativos se aceleren y se transformen en
cambios de la cualidad, en la creación de nuevas situaciones.
Las sociedades, tanto las predadoras o imperialistas como las dominadas
por éstas pasan décadas o siglos de aparente calma o indiferencia frente
a las situaciones históricas en las cuales viven.
Pero esa calma es engañosa. Bajo la superficie, aparentemente
tranquila, se producen multitud de incidentes, de cambios que
generalmente no son posibles de identificar, ya que cada uno de ellos,
tomado individualmente, no tiene un sentido aparente. Solo cuando la
acumulación y agregación de dichos cambios se expresa en una coyuntura
histórica determinada y se produce una explosión social, podemos
apreciar en toda su extensión el tejido de cambios cuantitativos que
sirvió de soporte a la aparición de la nueva cualidad social. En estas
situaciones, la aparición del elemento catalizador ayuda a orientar y
darle dirección al movimiento que se inicia, preparando el espacio, la
condición del movimiento, para que éste pueda llegar a concretarse en
una nueva situación dialéctica.
El colapso de los imperios
Un tema que se ha puesto de actualidad es el relativo al colapso de
los imperios y, particularmente, su expresión actual más conspicua, el
que representa el gobierno de Estados Unidos. El imperio como tal se
puede relacionar con el todo más desarrollado del sistema capitalista
que comienza a gestarse a partir del siglo XII de la era cristiana. Sus
representaciones, las soiedades predadoras, han sido variadas: España,
Holanda, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. De manera característica,
cada una de esas representaciones del imperio agotó sus posibilidades
de crecer y expandirse de manera lineal y continua.
El Imperio Romano
El ejemplo clásico de un colapso imperial, Roma, nos ilustra sobre la
manera como se comportó una sociedad predadora de la antigüedad, para
poder consolidar su dominación sobre las colonias de su periferia. Desde
el punto de vista diplomático y militar, Roma trató de blindar sus
fronteras con un sistema defensivo integrado por los jefes tribales que
eran sus aliados y satélites o clientes. Éstos conservaban su
independencia para actuar fuera de las fronteras romanas a cambio de
subvenciones financieras, apoyo político y militar. Un porcentaje
relativamente alto de los generales, oficiales y soldados de élite de
las legiones romanas eran bárbaros, particularmente germanos.
La influencia romana cambió las características de la estructura
social de los llamados pueblos bárbaros que habitaban la periferia de
ese imperio, alterando los procesos de estratificación social y
diferenciación social existentes entre los clanes de las diferentes
tribus. El medio para inducir esos cambios fue la consolidación de la
autocracia política, los rangos o clases sociales, el interés por
enriquecerse y la disciplina militar entre los jefes tribales. De esa
manera, Roma consolidó en los pueblos bárbaros el surgimiento de clases
nobiliarias que sustentaban su poder en la propiedad de la tierra,
suplantando el igualitarismo social que caracterizaba la estructura
clánica originaria. De la contradicción y la simbiosis de ambas
sociedades, la romana y la bárbara, se gestó el colapso del imperio
romano y la transformación de la sociedad tribal, surgiendo como
síntesis de ambas el Feudalismo [2].
La aventura colonial de España en América fue de naturaleza diferente
a la expansión imperial romana en el mundo antiguo. La narrativa de los
Cronistas de Indias ha tendido a resaltar la facilidad con que las
huestes castellanas afirmaron su supremacía sobre civilizaciones
indígenas, técnicamente diferentes. Sin embargo, fuera de los casos
particulares de México y Perú, la conquista de los pueblos y sus tierras
fue penosa y lenta. En muchas regiones de Mesoamérica y en las tierras
bajas de Sur América, los castellanos sufrieron muchas derrotas a manos
de nuestros pueblos originarios como fue el caso de los araucanos en
Chile, de los semínola en la península de Florida, los pueblos indígenas
del norte de la Nueva España o México y los de la pampa argentina,
entre otros.
En muchas otras partes, como ocurrió en el Orinoco, los pueblos caribes
sólo pudieron ser reducidos bien entrado el siglo XVIII, mediante los
métodos de "coerción pacífica" utilizados por los misioneros católicos [3].
El estado incaico resistió en la región selvática de Vilcabamba hasta
1572. Dicho estado continuó existiendo clandestinamente hasta que en
1780 se produjo la rebelión encabezada por José Gabriel Condorcanki
Tupac Amarú, quien combinaba su apariencia de un caballero español con
la sangre real de un emperador inka, se proclamó como José I, por la
Gracia de Dios, Rey Inka del Perú.
Donde existieron complejas sociedades estatales prístinas como
sucedió en México, Perú, Bolivia, la región del Río de la Plata y la
región andina de Colombia, los castellanos conservaron las antiguas
estructuras imperiales de dominación política colocando, en lugar de la
antigua nobleza indígena, una sociedad cortesana virreinal donde
coexistían los nobles castellanos con la nobleza mestiza aborigen. En
los territorios que se hallaban en la periferia de los virreinatos y
existían pueblos aborígenes cuya estructura social era generalmente
igualitaria, se crearon estructuras administrativas más sencillas como
las Capitanías Generales. Pero en ninguno de los casos pudo el Imperio
Español reproducir estados a su entera imagen y semejanza. Por esa razón
las élites criollas decidieron, llegado el momento oportuno, conformar
estados nacionales independientes siguiendo la ideología política
"exportada" desde Francia por la República de la Ilustración.Consumada.
Con la pérdida de sus colonias de ultramar, el imperio español colapsó,
quedando España reducida a un país de segundo orden dentro de la Europa
Occidental.
Ciertamente, los otros imperios europeos, económica e industrialmente
más desarrollados que España se confabularon para quebrar la hegemonía
comercial que mantenía dicho país en sus posesiones americanas. Buena
parte de la riqueza arrancada de las mismas fue a engrosar las arcas de
los países industrializados, cuota inicial que pagamos los
iberoamericanos para consolidar el régimen capitalista europeo. Las
oligarquías que gobernaron las nuevas repúblicas no crearon nuevas
monarquías, tampoco democracias sino regímenes despóticos diseñados para
defender sus propios intereses.
El Imperio Británico
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el naciente Imperio
Británico ya había comenzado a expandirse hacia aquellas regiones del
mundo que estaban fuera del control español. A través de su compañía
comercial, East India Company, logró penetrar en la India, gobernada
entonces por el Imperio Mughal, desmantelando su naciente producción
industrial, de manera tal que el 1 de noviembre de 1858, la Reina
Victoria fue proclamada por el gobierno inglés como Emperadora de la
India
Dondequiera que se asentaron los colonizadores, tanto ingleses como
franceses, impusieron su sistema político, su lengua y sus costumbres,
pero trataron en lo posible que la población nativa quedase confinada a
desempeñar oficios auxiliares para la administración colonial. Sólo en
la India, país cuya organización política, económica y cultural ya había
alcanzado un alto desarrollo en el siglo XVIII, pudo seguirse formando
una élite ilustrada que hizo posible la reconquista de su independencia
en 1947, para luego dividirse en dos naciones mortalmente enfrentadas
por asuntos religiosos, culturales y económicos: India y Pakistán. La
independencia de la India, la Joya de la Corona, marcó la declinación
del Imperio Británico en todo el mundo.
El imperio estadounidense y su Joya de la Corona
A partir de 1824, una vez sellada la independencia de Iberoamérixca
de España, Inglaterra se hizo cargo de los "asuntos de Venezuela,
designando" para ello una especie de Procónsul o Lord Protector, Sir
Henry Ker Porter. Su intervención no fue muy exitosa debido, quizás, a
la profunda destrucción que sufrió la infraestructura productiva y
humana de Venezuela durante nuestra mortífera Guerra de Independencia, o
a la discreta influencia norteamericana que no veía con buenos ojos la
presencia de competidores europeos en su "patio trasero".
Fue sólo a partir de 1898, cuando llegaba a su clímax la guerra de
independencia de Cuba, que Estados Unidos comenzó a intervenir
militarmente en América Latina, logrando apoderarse de Cuba, Puerto Rico
y la Zona del Canal de Panamá. Para finales del siglo XIX, la
civilización industrial de occidente había comenzado a moverse
utilizando petróleo, desechando el carbón mineral. Todas las regiones
del mundo donde existían yacimientos petrolíferos comenzaron a ser
anexadas o controladas por los imperios occidentales. Venezuela era un
pequeño país, pobre y atrasado, gobernado por élites corruptas e
ignorantes, que albergaba una fabulosa riqueza petrolera. El naciente
imperio estadounidense se hizo con la tajada más jugosa del negocio, al
sumar a sus propias reservas petroleras las de Venezuela.
Las experiencias coloniales anteriores, incluyendo la española y la
británica, deben haber enseñado a los grupos oligárquicos de Estados
Unidos la necesidad de utilizar nuevas técnicas para controlar a las
poblaciones neocolonizadas a los fines de preservar el orden y la
seguridad en sus enclaves coloniales. Una de las premisas esenciales era
conservar, como había sido tradicional en el caso de Venezuela, una
casta militar que defendiese, en nombre de la civilización occidental,
los intereses económicos de las compañías petroleras extranjeras.
Julio César Briceño, Huevo andante,1981 |
Simultáneamente, la casta militar debía servir como elemento de
contención de cualquiera indisciplina política contra el poder de las
transnacionales petroleras que iniciasen los políticos civiles. De esa
manera, el régimen político ideal para gobernar a Venezuela era la
dictadura militar encabezada por el Gendarme Necesario, tal como expuso
Vallenilla Lanz en su obra "El Cesarismo Democrático".
Como complemento del tutelaje militar, Estados Unidos fue imponiendo
progresivamente los valores éticos, sociales e ideológicos de su
american way of life, la llamada Cultura del Petróleo. Esta inducción
ideológica tuvo como destino estratégico la naciente clase media
venezolana, la cual habría de integrar las élites empresariales,
profesionales y técnicas, religiosas y sobre todo las militares. El
ejército de Estados Unidos brindó una especial atención a la formación
ideológica y técnica de los oficiales de un ejército venezolano que le
servía como auxiliar y aliado en la región. Tan apreciado era su apoyo,
que llegó incluso a proporcionarle los famosos cazabombarderos F16, cuya
concesión está reservada a los aliados militares más confiables.
La política de captación o de cooptación ideológica de las élites
venezolanas dispensó extraordinarios beneficios al dominio colonial de
Estados Unidos. La casi totalidad de los técnicos y gerentes petroleros,
formados en universidades norteamericanas, mostraban una lealtad
inquebrantable al sistema neocolonial. Los meritócratas de PDVSA se
sentían ciudadanos estadounidenses, responsables por mantener el
petróleo venezolano a la disposición inmediata y sin condiciones de su
patria adoptiva. La dirigencia de los partidos políticos de la IV
República: Acción Democrática y la Confederación de Trabajadores de
Venezuela, COPEI, MAS, y posteriormente Proyecto Venezuela, el
Movimiento Miquilenista, Primero Justicia, Causa R, Bandera Roja, Súmate
y su pléyade de supuestas ONG’es (Organizaciones No Gubernamentales),
se sumó con armas y bagajes al proyecto colonial estadounidense,
estimulada por los jugosos salarios en dólares que recibían y siguen
recibiendo regularmente del Departamento de Estado y la CIA a través de
la Nacional Edowment Foundation [4].
La ceguera y la soberbia típica de los burócratas que planifican la
política colonial del gobierno estadounidense hacia Venezuela, los
llevaron a pasar por alto la existencia de sectores numerosos de
venezolanos, civiles y militares que deseábamos tener una patria libre
de toda dominación extranjera, dueña de su propio destino. Esa mayoría
de venezolanos patriotas, inspirados en las ideas libertarias de Simón
Bolívar, finalmente logró ganar entre 2002 y 2003 la primera batalla
frontal contra el imperialismo estadounidense y sus secuaces locales.
El Talón de Aquiles del Imperio Estadounidense
Una lección histórica que la oligarquía estadounidense parece no
querer recordar cuando se trata de Venezuela, es que el colapso de los
imperios comienza por el de sus relaciones de poder con la periferia.
Ningún imperio conocido hasta el presente ha logrado sobrevivir en esas
condiciones, ya que el derrumbe de la dominación de la periferia indica
que el centro del imperio ya ha comenzado a desagregarse.
Uno de los objetivos de la cultura del petróleo es el de convencernos sobre las maldades del petróleo: "el excremento del diablo"- dicen los representantes del imperialismo- "es
el culpable de nuestro atraso histórico. A los venezolanos no nos gusta
trabajar porque tenemos una cultura de recolectores cazadores modernos,
vagos acostumbrados a medrar de la renta petrolera. Para que aprendamos
a trabajar" –dicen- "debemos regalarle el petróleo a Estados
Unidos, quienes sí saben utilizarlo bien. La chusma que conforma el 80%
de la población venezolana debe ser obligada a pasar necesidades para
que aprenda con sangre las virtudes calvinistas del trabajo y del
ahorro, de manera que el restante 20% pueda vivir tranquilamente como si
estuviera en New York y Miami pasando vacaciones en Caracas".
Tal falacia ha servido para ocultar la debilidad manifiesta del
imperio estadounidense en el área energética, de la cual depende su
vida. Las reservas petroleras más cercanas que le permitirían conservar
su hegemonía política y comercial sobre todo el mundo, ya no se
encuentran en Texas, ni en el golfo de México ni en Alaska ni en
Oklahoma. Se encuentran en el golfo de Paria, en el golfo de Venezuela,
en el lago de Maracaibo, en la Faja Petrolífera del Orinoco, sin
mencionar la extensa reserva que existe en el piedemonte andino que va
desde Lara hasta el estado Apure y la que probablemente existe también
en Amazonas y Guayana. La única contrariedad es que ese pequeño país,
Venezuela, ahora pertenece a un pueblo que se siente dueño finalmente de
su riqueza petrolera y a un gobierno bolivariano que invierte sus
ganancias en el desarrollo social, económico y cultural de los
venezolanos y coopera con los pueblos caribeños y suramericanos para
aliviar su crisis energética.
No es coincidencia, como apuntamos en una anterior nota de Questión [5],
que el sabotaje y el golpe petrolero de los ex- meritócratas de la
vieja PDVSA coincidiese con la invasión de Irak por parte de Estados
Unidos e Inglaterra, con el apoyo de la España de Aznar. El objetivo
era, como dicen los jugadores de dado corrido, buscar un topo a todo
donde el ganador se queda con todas las apuestas que están en la mesa.
Pero quizás, felizmente, el Presidente Chávez habría dicho como el poeta
llanero Luís Ernesto Rodríguez, cual si fuera La Patria: "… voy jugando a Rosalinda, y el dado en la noche linda me devolvió mis corotos…"
Perder a Venezuela y al mismo tiempo no ganar la guerra de Irak al
apenas comenzar la invasión del país, ha marcado el inicio del declive
del Imperio. En los actuales momentos, invadir a Irán, el otro coloso
petrolero mundial y triunfar en breve plazo, ya no es militarmente
posible. Vencer en Irak, donde Irán ya controla parte del gobierno
títere, es muy incierto. Por otra parte, la salida de los tanqueros que
llevan el petróleo extraído de Arabia Saudita y los otros emiratos del
golfo Pérsico, está a merced de las baterías de misiles tierra-mar de
fabricación china, Gusano de Seda, instalados por el ejercito iraní a lo
largo de su costa sobre el golfo. Los yacimientos de petróleo del mar
del norte y del norte de África también están en decadencia luego de
años de sobreexplotación por parte de las empresas privadas. China y la
India surgen como las superpotencias económicas y tecnológicas del siglo
XXI, con el poder para controlar y absorber la mayor parte de la
producción petrolera mundial por lo que resta del siglo.
En estas condiciones geopolíticas ha ocurrido lo que el imperio
siempre quiso ocultar: Venezuela, que siempre había sido La Joya de la
Corona de ese nuevo imperio, se ha convertido en el punto neurálgico del
sistema capitalista y el salvavidas del american way of life. La
dantesca tragedia ocasionada por el huracán Katrina en el golfo de
Mexico, y en los estados de Luisiana y Alabama, ha puesto de relieve la
absoluta incapacidad de la mafia de los Bush, padre e hijos, para
gobernar con acierto a Estados Unidos.
La receta neoliberal aplicada a países menos desarrollados como
Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia y Bolivia, entre otros, ha
producido un increíble empobrecimiento de la población y la perdida de
todos los activos que hubiesen servido como garantía para un desarrollo
endógeno independiente del imperialismo estadounidense. Pero en Estados
Unidos, el desmantelamiento de los servicios de salud y seguridad social
y el nivel de pobreza generalizada producido por la vuelta de tuerca
neoliberal que aplicó la mafia de los Bush al pueblo de dicho país,
nunca se habría revelado de no haber ocurrido la tragedia de Katrina.
Como dijo en una ocasión el Presidente Fidel Castro: "cuando
estalle la burbuja del neoliberalismo, Estados Unidos y el resto de los
ocho países desarrollados se verán en un gran aprieto". La
privatización en Estados Unidos de los servicios sociales, incluyendo el
servicio militar, demuestra que la mano del mercado si bien sirve para
enriquecer a una minoría, no tiene ninguna capacidad de respuesta frente
a las grandes emergencias. El estado, o lo queda de él, se ve obligado a
negociar contratos con las compañías privadas que deben hacer las
intervenciones humanitarias, lo cual, como vemos, conduce a un caos
generalizado que afecta la vida de las mayorías empobrecidas, negras o
blancas, que sobreviven –como en Nueva Orleans- con salarios de miseria,
sin salud, sin seguridad social y sin posibilidad ninguna de escapar
del ciclo inexorable de la pobreza.
Estados Unidos está prisionero de una serie de situaciones
dilemáticas: se hallan empantanados en Irak, si se quedan no podrán
salir jamás, si se van no retornarán nunca. En el golfo de México, por
el daño producido a las instalaciones petroleras han perdido hasta ahora
una producción equivalente a 1.5 millones de barriles diarios, que debe
ser repuesta utilizando la reservas estratégicas.
En el corto plazo, la lógica indica que debería negociar con
Venezuela una salida política. Pero la soberbia de la mafia de los Bush y
la ceguera proverbial de la clase política estadounidense, impedirán
que se negocie con un ser que ellos consideran inferior, negro y por
añadidura comunista. La lógica del fascismo, desde los tiempos inefables
de Herr Adolfo Hitler, aconsejaba asesinar a los seres que ellos
consideraban para la época como sub-humanos, untermenschen: judios,
eslavos, gitanos, negros, discapacitados, enfermos mentales, etc. La
matriz de opinión creada por la llamada oposición venezolana, de
considerar al Presidente Chávez como un dictador psicópata, le hace el
juego a los llamados a asesinarlo por parte de fascistas como el
Reverendo Robinson y de payasos como Orlando Urdaneta, entre otros.
La tesis de los imperialistas estadounidenses, cubano americanos y
venezolano americanos incluidos, susentada en la lógica formal, es que
asesinando a Chávez se acaba todo el proceso bolivariano, abriendo el
camino para que las mascotas de Bush que habitan en Súmate, el MAS,
Acción Democrática, Proyecto Venezuela, Primero Justicia, Causa R y –por
supuesto- los meritócratas de la vieja PDVSA, le entreguen nuestro
petróleo, recibiendo a cambio la posibilidad de lamer la mano del amo y
obtener jugosas comisiones en dólares por su fidelidad, descontándoles
por supuesto los millones que ya recibieron de la NED y los
correspondiente impuestos federales.
Esta tesis simplista obvia un hecho fundamental para el análisis
dialéctico de la situación: el Presidente Chávez representa para los
pueblos oprimidos de América Latina, la esperanza de que es posible
lograr los cambios sociales para salir de la pobreza, desarrollando la
democracia participativa. Asesinarlo prueba que el imperialismo nunca
permitirá que por las buenas o por la vía democrática se logre erradicar
la pobreza. El asesinato de Salvador Allende es una demostración
palpable.¿Cuál sería la única esperanza de los pueblos excluidos?: la
revolución violenta. La guerra de Vietnam y luego la de Irak han
mostrado que Estados Unidos, con todo su enorme arsenal militar, no es
capaz de ganar guerras asimétricas. Asesinar al Presidente Chávez no
resolvería el dilema del imperialismo. Los secuaces de la mafia Bush
nunca podrán tomar el poder en Venezuela a menos que Estados Unidos
lance una invasión militar. Pero no podría hacerlo mientras el ejército
colombiano, su principal aliado para invadir a Venezuela, siga
empantanado en la guerra interna contra las FARC. Negociar la paz con el
ELN y luego con las FARC para que Álvaro Uribe sea reelecto como
Presidente de Colombia, requisito estratégico para la invasión, es un
proceso que puede tomar meses sino años [6].
Embarcarse en una acción suicida contra Venezuela en las presentes
condiciones, no garantiza a Estados Unidos que el petróleo barato
comience a fluir libremente hacia su territorio 72 horas luego de haber
atacado. Es muy posible que la guerra convencional dure no más de una
semana, pero la guerra asimétrica, la guerra de resistencia puede tomar
largo tiempo, cerrando definitivamente la posibilidad de apoderarse del
petróleo barato y sobre todo de la gasolina barata. Las refinerías y los
campos petroleros venezolanos serán las primeras víctimas de un
conflicto cuyo fin ni los más osados meritócratas de la vieja PDVSA
podrían prever. En tanto, ¿cuál petróleo y a qué precio refinara la
CITGO una vez que sea expropiada por el gobierno federal estadounidense
en caso de un conflicto? Quá pasará con Cuba, Colombia, Brasil y
Argentina? ¿Se acomodarían China, la India y Rusia a una renovada
hegemonía mundial de Estados Unidos? ¿Cuál sería la reacción de Irán?
Estados Unidos está tratando de transformar las Naciones Unidas en una
especie de Santa Alianza actualizada, a los fines de poder perseguir,
con el apoyo legal y material de sus aliados occidentales, a los estados
petroleros que ellos denominan delincuentes porque no siguen sus
mandatos con docilidad y –sobre todo- porque no les quieren entregar
combustible barato. Pero esta vía es difícil, ya que potencias
emergentes como China y la India que casi tienen en sus manos el control
de la economía mundial, es posible que veten cualquier resolución que
perjudique sus proyectos políticos.
El proyecto de asesinar a Chávez, de invadir a Venezuela, no es
imposible de llevar a cabo, pero es muy difícil realizarlo con éxito. El
riesgo de producir una conflagración mundial que se llevaría por
delante al sistema capitalista, es muy evidente. La razón aconsejaría a
la banda de espíritus supremáticos que gobiernan actualmente a Estados
Unidos, reconocer que por esta vez no llevan consigo todas las de ganar.
Para evitar un colapso similar al de la Unión Soviética, que podría
degenerar en un Gottdamerung, en un Ocaso de los Dioses más terrible que
el cantado por Wagner, sería conveniente negociar, como gente sensata,
con los que tienen en sus manos la posibilidad real de resolver la
encrucijada histórica en la que nos hallamos embarcados todos los
pueblos del mundo.
[1] Alan Woods y Ted Grant. 1995. Razón y Revolución.
[2] Perry Anderson. 1979. Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo.
[3] Sanoja Mario e Iraida Vargas Arenas. 2005. Las Edades de Guayana.
[4] Eva Golinger 2005. El Código Chávez
[5] Mario Sanoja e Iraida Vargas.2004. Abril de 2002:Tres Días que Conmovieron al Mundo. Question #24.
[6] James Petras 2004. El Nuevo Orden criminal.
http://www.voltairenet.org/article130305.html
[2] Perry Anderson. 1979. Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo.
[3] Sanoja Mario e Iraida Vargas Arenas. 2005. Las Edades de Guayana.
[4] Eva Golinger 2005. El Código Chávez
[5] Mario Sanoja e Iraida Vargas.2004. Abril de 2002:Tres Días que Conmovieron al Mundo. Question #24.
[6] James Petras 2004. El Nuevo Orden criminal.
http://www.voltairenet.org/article130305.html
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