Natalia Ruiz Díaz Un atlas de la tierra guaraní da cuenta del despojo y explotación que
padecen los integrantes de una de las culturas más viejas y ricas del
continente, a manos de gobiernos, empresarios y terratenientes de tres
países
Asunción,
Paraguay. Unos 100 mil guaraníes viven en la región fronteriza de
Argentina, Brasil y Paraguay, revela un mapa sobre la territorialidad
ancestral de este grupo indígena, que también evidencia las amenazas de
destrucción de su hábitat natural.
“Los guaraníes tienen una conciencia de su territorio, pero no
cuentan con los medios técnicos para ponerlos sobre papel. Este mapa
muestra que, a pesar de que están dispersos, existe una territorialidad
guaraní”, dijo a IPS Bartomeu Meliá, coordinador nacional del equipo
interinstitucional que elaboró el Mapa Guarani Retâ.
El estudio fue presentado oficialmente en noviembre pasado en
Asunción y da cuenta de que existen aproximadamente 500 aldeas y
comunidades en la zona fronteriza de los tres países. En los hechos, el
núcleo del territorio guaraní abarca zonas del sur del Brasil, la región
oriental de Paraguay y la provincia de Misiones de Argentina.
Apunta, además, que los guaraníes constituyen una de las poblaciones
indígenas de mayor presencia territorial en América del Sur, si se
incluyen los que habitan el litoral del Océano Atlántico, el Chaco, el
nordeste de Argentina y el oriente de Bolivia.
Dentro del área definida por el mapa viven cuatro pueblos guaraníes:
los mbya, los pâi tavyterâ (conocidos en el Brasil como kaiowá), los avá
guaraní (en Brasil llamados ñandéva) y los aché, antes conocidos como
guayakí.
Los guaraníes, autodenominados étnicamente como avas (hombres), son
originarios de la Amazonia, desde la que se desplazaron paulatinamente
hacia diferentes áreas del sur. Pero fue en torno a la Cuenca del Plata,
una vasta zona que abarca desde las nacientes de los ríos Paraná y
Uruguay hasta su desembocadura en el Río de la Plata, donde consolidaron
sus mayores asentamientos desde fines del siglo XV, en especial en
Brasil y Paraguay.
La población actual guaraní en Brasil asciende a 45 mil 787 personas;
en Paraguay, a 42 mil 870, y en Argentina, a 6 mil, con base en
estimaciones de fuentes gubernamentales y no gubernamentales de los tres
países durante los últimos 20 años, recogidas por el informe.
“Éstos son pueblos vivos, con culturas diferentes”, dijo el
presidente de Paraguay, Fernando Lugo, en el acto de presentación del
mapa, del que fue anfitrión. El mandatario lamentó que lo que fue un
territorio “abierto y natural ayer”, hoy no pertenezca a sus legítimos y
naturales propietarios.
Actualmente, las tasas de fecundidad de las guaraníes, el promedio de
hijos de cada mujer, serían de cinco a seis. Los índices de mortalidad
infantil son elevados y se estiman en 80 muertos por 1 mil nacidos
vivos, dentro de una población eminentemente joven, ya que cerca de 45
por ciento del total tiene menos de 14 años.
Vivan donde vivan, son pueblos muy parecidos en aspectos
fundamentales de su cultura, pero se diferencian en el modo de hablar la
lengua guaraní, de practicar su religión y en la forma de relacionarse
con la naturaleza.
“El mapa muestra la gran cantidad de comunidades, el tamaño de las
mismas, y que la relación que tienen ellas entre sí no es rara, porque
están muy cercanas unas de otras”, explicó el sacerdote católico Meliá,
afamado indigenista de origen español que vive en Paraguay desde 1954 y
se ha especializado en el universo guaraní.
Según el estudio, los guaraníes ven su mundo como una región de
selvas, campos y ríos, y un territorio donde viven según su modo de ser y
su cultura milenaria.
Esta visión se contrapone con la realidad que se vislumbra en el
mapa, donde se indican los sitios en los que aún existen bosques y
aquellos donde prácticamente no queda un árbol, debido al avance del
cultivo extensivo.
El estudio señala que el territorio guaraní se encuentra en gran
parte destruido y bajo amenaza por los cultivos industriales de soya,
caña de azúcar y la forestación con especies de árboles foráneos, como
el eucalipto y el pino en la provincia argentina de Misiones.
Además, la introducción de pastos exóticos provenientes de África ocasionó un desastre para la agricultura guaraní.
“Alambradas, pasturas y grandes latifundios los expulsaron de sus
tierras”, dijo Lugo en el Palacio de López, sede de la presidencia,
antes de demandar la atención de toda la sociedad de los derechos del
pueblo guaraní.
Otro aspecto que se cita en el estudio como causante de la
transformación de la ecología de la región, es la construcción de las
represas hidroeléctricas en las fronteras de los tres países: Itaipú,
compartida por Brasil y Paraguay, y Yacyretá, argentino-paraguaya.
El mapa refleja que varias aldeas de los mbya y avá guaraní quedaron
bajo el agua, a causa de los embalses de las represas construidos.
Para Hipólito Acevei, presidente de la Coordinadora por la
Autodeterminación de los Pueblos Indígenas, una de las grandes
preocupaciones en la actualidad es la deforestación, porque se produce
“la invasión masiva de territorios indígenas”.
Indicó que el mapa se presenta como una herramienta para las
reclamaciones de las organizaciones indígenas sobre la situación de
destrucción que sufre el entorno natural de las comunidades nativas.
Las organizaciones indígenas tuvieron una participación en la
elaboración del material, específicamente en la identificación de los
diferentes pueblos.
“Trabajamos durante un año en las consultas de la revisión, sobre
todo para determinar si los territorios de los pueblos guaraníes estaban
bien ubicados, lo que significó para nosotros una importante tarea”,
indicó Acevei.
El material fue elaborado por el Equipo de Trabajo Interinstitucional
Guarani Retâ, con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo y el Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia.
A través de una articulación de organizaciones no gubernamentales, el
mapa será distribuido en los tres países, con el propósito de llamar la
atención de los Estados sobre la situación de los pueblos guaraníes.
“Los gobiernos provocaron que las políticas nacionales sean
diferentes en el sistema de salud, educación, economía, que afectan a
los pueblos guaraníes”, indicó Meliá.
Detalló que las políticas de Estado tienen un impacto distinto sobre
las comunidades. “La economía argentina no es la misma que la de
Paraguay, y la de Brasil es claramente soyera (basada en el cultivo de
soya), lo que modificó sustancialmente su ecología”.
El estudio refiere que para los guaraníes, la tierra en cantidad
suficiente y segura no es sólo un derecho como pueblo indígena, sino que
resulta imprescindible para prevenir un etnocidio inminente.
En este sentido, Acevei concluyó que los gobiernos de la región están
obligados a defender, en todo sentido, los derechos de los pueblos
indígenas, que a su vez avanzan cada vez más en el fortalecimiento de
sus organizaciones.
Algo en que coincidió Lugo, quien calificó el estudio como “una
herramienta para el diálogo, a fin de coordinar acciones del gobierno,
la cooperación internacional y la sociedad civil”.
Unas acciones que deben tener como fin, dijo el presidente, que los
guaraníes, “que deambulan en la zona transfronteriza de Paraguay, Brasil
y Argentina, sean integrados a la sociedad, respetando sus identidades
culturales”.
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