Eric Hobsbawm (1917-2012) |
El historiador marxista Eric Hobsbawm, quizás el intelectual
británico más admirado y respetado en el mundo desde hace varias
generaciones, ha fallecido en la madrugada del lunes en el Royal Free
Hospital de Hampstead, apenas a unos cientos de metros de su casa, a los
95 años de edad. A pesar de que nunca renegó de su ideología comunista,
su intelecto, su capacidad para analizar hasta el más mínimo detalle y
al mismo tiempo su facilidad para sintetizar la historia le granjearon
la admiración lo mismo desde la izquierda que desde la derecha política,
especialmente en los últimos años de su vida.
Autor de una veintena de libros, se especializó en la historia de los
siglos XIX y XX. La tetralogía La era de… ha sido considerada su obra
cumbre. Una serie que arrancó en 1962 con la publicación de La era de la
Revolución: Europa 1789-1848 y que continuó en 1975 con La era del
Capital: 1848-1875, en 1987 con La era del Imperio: 1875-1914 y cerró en
1994 con La era de los extremos: el corto siglo XX, 1914-1991.
Aunque nacido en 1917 en Alejandría (Egipto), en el seno de una
familia judía de origen polaco, su padre era británico de segunda
generación pero él se crió en Europa central. “Cada historiador tiene su
nido, desde el que observa el mundo”, escribió una vez. “El mío está
construido, entre otros materiales, de una niñez en la Viena de los años
20, los años del ascenso de Hitler en Berlín, que definieron mis ideas
políticas y mi interés por la historia, y de Inglaterra, y especialmente
el Cambridge de los años 30, que confirmaron los dos primeros”.
El joven Eric vivía en Viena cuando su padre murió de forma repentina
en 1929 de un infarto y su madre dos años después debido a la
tuberculosis. Él y su hermana Nancy se mudaron a Berlín, donde vivía su
tío Sidney. De allí, la familia se fue a Londres en 1933 cuando la
empresa de Sidney le trasladó a Inglaterra.
Empezaron entonces esos años de Cambridge, en los que Hobsbawm
coincidió con historiadores como Christopher Hill, Rodney Hilton, John
Saville y se afilió al Partido Comunista, una militancia en la que
compaginó la fidelidad –nunca abandonó el partido: fue el partido el
que le abandonó a él al disolverse en 1989– con el espíritu crítico, lo
que le granjeó el respeto de quienes admiraban su trabajo pero
discrepaban de su ideología.
Al estallar la II Guerra Mundial se ofreció a trabajar para la
inteligencia pero la oferta fue declinada precisamente por su militancia
política. Acabó ayudando a la construcción de las defensas costeras en
East Anglia. Una experiencia que permitió al sólido intelectual entrar
en contacto real con la clase obrera. “Esa experiencia en tiempos de
guerra me convirtió para siempre a la clase obrera británica. No eran
muy inteligentes, excepto los escoceses y los galeses, pero eran muy,
muy buena gente”, escribió años después.
Quizás esa fidelidad frustró sus aspiraciones de entonces de acabar
enseñando en Cambridge y acabó dando lecciones en el Birkbeck College de
Londres.
En los años 80 se convirtió en una especia de gurú del Partido
Laborista y en especial del que fue su líder desde 1983, Neil Kinnock,
que le describiría como “mi marxista favorito” en agradecimiento a la
influencia que Hobsbawm acabó teniendo en la reforma del partido y su
acercamiento a territorios que luego desembocarían en el Nuevo Laborismo
de Tony Blair.
En los últimos años ha seguido teniendo una gran influencia. Nunca ha
dejado de trabajar (deja escrito un último libro que aparecerá el año
que viene) y de participar en tertulias intelectuales y mediáticas.
En una de las últimas entrevistas que concedió a EL PAÍS desglosó
algunas de las claves a través de las que narró la historia del último
siglo.
- Weimar y Hitler. "Era inevitable politizarse en aquellos días.
Vivía entonces en Alemania, y no podía ser socialdemócrata (eran muy
moderados), ni nacionalista (era inglés y judío), ni me interesaba el
sionismo".
- El poder del marxismo. "Los marxistas creían que la clase obrera
iba a crecer, cuando lo que ha pasado es que ha decrecido y que países
como Estados Unidos o Inglaterra incluso se están desindustrializando".
- Los fundamentalismos. "Afecta a todas las religiones. En el caso
islámico, la revolución que triunfó en Irán tenía una fuerte voluntad de
consolidar un Estado, centralizarlo y modernizarlo. Los
fundamentalistas judíos son desde 1967 los más acérrimos defensores de
Israel y reclaman sus ambiciones imperialistas. Y no hay que olvidar el
giro fundamentalista de los católicos con los últimos papas y de las
comunidades protestantes en Estados Unidos".
- El terrorismo islamista. "Su poder militar es mínimo. El atentado
en Nueva York no llegó a desestabilizar la ciudad salvo durante unas
horas. Hay que subrayar que hay lugares (Afganistán, Pakistán, el
Oriente Medio) donde los grupos terroristas juegan políticamente un
papel importante, y no se los puede despreciar. Otra cosa es el
terrorismo islamista en nuestros países. Responde a una reacción
antiimperialista".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario