José Gregorio Linares
No son nuevos el reconcomio y el odio de la oligarquía
santanderiana contra Venezuela y los venezolanos. Razones geohistóricas que se
remontan a la Colonia contribuyeron a atizar esa hoguera de resentimientos.
Nueva Granada, la actual Colombia, era un Virreinato de vieja data (1717),
organizado y rico, cuya élite gozaba de prerrogativas que la hacían creerse
superior, mientras que Venezuela era una simple Capitanía General, creada mucho
después (1777), pobre y en aluvional proceso de conformación del Estado. Pero
cuando el incendio de la guerra de independencia arrasó con el antiguo régimen
y la sociedad entera entró en crisis, los venezolanos se encumbraron como
bravos guerreros por encima de los neogranadinos. Se destacaron en valor e
intrepidez. No dieron tregua a España, y aun en las más adversas condiciones,
la enfrentaron, la hostigaron y, finalmente, la derrotaron.
En comparación con los habitantes de Nueva Granada, en
general más apacibles y condescendientes, los pobladores de Venezuela
sobresalieron como héroes aguerridos e indómitos. Así los vio el general
español Pablo Morillo, jefe de los realistas, quien en marzo de 1816 le escribe
al Ministro de Guerra de España una carta donde le expresa: “El habitante de Santa Fe se ha mostrado
tímido; el de Venezuela, audaz. Probablemente los habitantes del Virreinato no
nos habrían resistido con tanta obstinación si no hubieran estado ayudado por
los venezolanos. Por igual motivo ha sido que Cartagena se ha sostenido tanto
tiempo contra nosotros. Al lado derecho de las márgenes del Magdalena han dado
algunos combates: los que más se han distinguido en ellos han sido igualmente
los venezolanos. La estéril provincia de Antioquia nos ha declarado una guerra
a muerte por dos ocasiones, y ha cerrado el paso de sus montañas: los
venezolanos han sido lo que a ello la han excitado. Santa Fe ha tomado las
resoluciones más desesperadas en virtud de las insinuaciones de los emisarios
de Venezuela. En una palabra, todo en la lucha actual es la obra de este
maldito pueblo”.
La carta que, sin proponérselo, hablaba tan elogiosamente de
los venezolanos, fue interceptada por los patriotas y publicada dos años más
tarde, en 1818, en el Correo del Orinoco. Esto no fue del gusto de los
neogranadinos, que se sintieron ultrajados en su honor por las alusiones que en
relación a ellos hiciera el jefe realista.
Para entonces, buena parte de los fuerzas patriotas
neogranadinas habían sido abatidas por Morillo y buscaban refugio en Venezuela,
donde los soldados patriotas venezolanos se batían con denuedo contra los
realistas. La convivencia entre los venezolanos, que no se rendían y daban la
batalla en su territorio; y los recién llegados neogranadinos, que venían de
sufrir una dura derrota, trajo como consecuencia que se desarrollara una suerte
de animosidad y recelo entre los oriundos de ambas naciones. En medio de la
camaradería que se da entre quienes combaten de por una misma causa,
aparecieron también las diferencias regionales. Los venezolanos comenzaron a
sentir que el arrojo y la perseverancia hacía de ellos un pueblo de
libertadores y, seguramente, se lo hicieron saber a sus hermanos en apuros, con
la sorna y el sentido del humor que nos caracteriza. Mientras, entre los
militares pertenecientes a las élites de Nueva Granada, la mamadera de gallo a
costa de ellos, fue incubando rabia y resentimientos.
El general Pablo Morillo, tuvo el coraje de reconocer el
valor militar y la valentía de los soldados venezolanos que estaban en el
Ejército Patriota y que lo derrotaron bajo la conducción de Bolívar.
Entre los oficiales neogranadinos que se habían asilado en
los llanos de Venezuela, se encontraba Francisco de Paula Santander. Fue
admitido en el ejército patriota venezolano en 1817, en junio de 1818 se
incorpora “con el empleo de coronel efectivo de infantería”; y luego es
ascendido a general de brigada.
Éste, con rabia mal disimulada publica en el Correo del
Orinoco una carta (6 de julio de 1818) dirigida al editor del periódico en la
que “vindica el honor” de los neogranadinos a quienes Morillo “ha imputado
cobardía y timidez”; a la vez que con maña y sofismas intenta disminuir los
méritos de los venezolanos en la cruenta guerra que se libra contra España.
Recuerda el papel de los neogranadinos en la Campaña Admirable de 1813, dirigida
por Bolívar, que le dio la libertad a Venezuela, y a la que se unieron muchos
de sus compatriotas. Escribe: “Usted ha
procedido justamente en haber recordado los hechos y conducta de los hijos de
la Nueva Granada cuando bien conducidos libertaron el territorio que media
entre el Táchira y los muros de La Guaira”. Por supuesto que no dice que en
esta Campaña Admirable, él se enfrentó a Bolívar y se negó a participar. Todo
lo contrario de lo que hicieron sus paisanos Antonio Ricaurte y Atanasio
Girardot.
A Santander le molesta sobre todo la expresión de Morillo
“Todo es obra de los venezolanos”; sin embargo, no le queda otro camino que
reconocer el coraje y patriotismo de los habitantes de Venezuela. Expresa: “Es verdad que los venezolanos fueron los
primeros que proclamaron los derechos de su patria, y han mostrado la senda a
otras regiones: ellos han sido los que los han sostenido y defendido con una
constancia que admira; ellos son los que han pulverizado las tropas enviadas de
la península; son los venezolanos los que actualmente asombran al mundo
combatiendo sin recursos contra ejércitos a quienes todo ha sobrado y son
seguramente los venezolanos los que arrojarán de la Nueva Granada a los tiranos
que la oprimen”. Agrega: “Dos años de
guerra en Venezuela en la actual época me han dado ocasión de admirar al
soldado venezolano. Felices los venezolanos que han tenido en su seno al genio
de la América, que ha sabido poner en movimiento tan sublimes virtudes, y guiar
a sus conciudadanos a la cumbre de la gloria”.
Pero mientras reconocía esto públicamente, era otra cosa la
que realmente pensaba. Su corazón estaba lleno de resentimiento y reconcomio
contra Venezuela y sus aguerridos habitantes. A pesar de que ilustres militares
venezolanos como Bolívar, Mariño, Soublette y Sucre, entre otros, le brindaron
su amistad, y reconocieron sus virtudes como soldado y político al punto de que
fue ascendido a general de brigada, pero no era gratitud lo que albergaba su
corazón, sino hiel y rencor hacia Venezuela y los venezolanos.
Atentado al Libertador en Bogotá en septiembre de 1828,
organizado, planificado y dirigido por Francisco de Paula Santander. Al ser
descubierto y apresado, después de juzgado y condenado a la pena de muerte, la
generosidad de Bolívar le perdona la vida.
La oportunidad de mostrar estos bajos sentimientos llegó
cuando en agosto de 1818 el Libertador lo designa responsable militar en
Casanare, como paso previo para la liberación de Nueva Granada : “La operación que intento sobre la Nueva
Granada debe necesariamente producir, tanto para ella como para Venezuela,
incalculables ventajas”, dice Bolívar. (Carta a Páez, 19 de agosto de
1818).
Pero Santander no entiende de geopolítica ni de unión. Sus
bajas pasiones contra Venezuela y los venezolanos lo dominan. Mientras marchaba
hacia Casanare escribió una carta a su paisano el coronel Pedro Fortoul, donde
le invitaba a él y a los demás neogranadinos que se hallaban en Apure, a ir a
reunírsele, y entre otras cosas le decía: “Es
preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos para libertar nuestra
patria y para abatir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos”.
La carta fue interceptada por Páez y enviada al Libertador,
quien prefirió pasar por alto la grave falta, habida cuenta de que la libertad
de Nueva Granada no podía aguardar: águila no caza moscas. En efecto, desde
Casanare partió un ejército dirigido principalmente por oficiales venezolanos
(Simón Bolívar, José Antonio Anzoátegui, Carlos Soublette) e integrado sobre
todo por venezolanos aguerridos y nobles que estaban dispuestos a inmolase para
conquistar la independencia de sus hermanos neogranadinos. Así lo hicieron en
la Batalla de Pantano de Vargas (25 de julio de 1819) donde el coronel Juan
José Rondón salvó la Patria; así lo hicieron en la Batalla de Boyacá (7 de
agosto de 1819) que selló el triunfo de las armas patriotas sobre España en el
antiguo virreinato.
A pesar de que sin los venezolanos la Nueva Granada no
habría alcanzado su independencia en 1819, Santander guarda animadversión y
resquemor contra Venezuela y los venezolanos. Por esta razón cuando el
venezolano Leonardo Infante le descubre escondido detrás de unas tapias y le
reclama por la cobardía que exhibe en el frente de combate, Santander renueva
su odio y espera el momento oportuno para vengarse. En la primera oportunidad
que se le presenta, le monta un juicio amañado donde le condenan a muerte.
Aprovecha la ausencia de Bolívar, y con saña y alevosía manda a fusilar a un
venezolano ejemplar que arriesgó su vida por darle libertad a su patria. Más
tarde, intenta enjuiciar a Páez, quien no cae en la trampa. Después se vuelve
contra Bolívar a quien ya no considera “genio de la América”, y planifica el
intento de magnicidio de 1828. Igualmente propicia la disolución de Colombia,
la gran nación creada por el Libertador. Todo, “para abatir el orgullo de esos
malandrines follones venezolanos”.
Fue más noble Pablo Morillo, que en el fondo reconocía
nuestra grandeza y asumió que la derrota de España en la guerra fue “obra de
los venezolanos”, mientras que para Santander, pese al internacionalismo,
sacrificio y solidaridad de los venezolanos, no éramos más que “malandrines
follones”.
Pues bien, ese sentimiento de animadversión de Santander
contra Venezuela y los venezolanos está presente en los corazones – si es que
lo tienen- de la oligarquía y el Estado colombianos. Por esta razón a lo largo
de la historia, desde Colombia se han atizado resentimientos contra nuestra
Patria, alimentados casi siempre por los herederos de Santander y el gobierno
de EEUU. Así ocurrió a comienzo de siglo XX cuando Colombia invadió Venezuela y
sus huestes fueron derrotadas “por obra de los venezolanos”. Así ocurrirá en el
siglo XXI si, de espaldas a su pueblo que luchó junto al nuestro, los militares
colombianos inspirados en Santander- olvidando los lazos que nos unen y la
mutua gratitud que nos merecemos- se prestan para invadir nuevamente nuestro
territorio y para traicionar a Bolívar y a los venezolanos, quienes fueron los
principales libertadores de Colombia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario