En
el mes de octubre se han celebrado muchos actos en España en
conmemoración del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. El 12
de octubre de 1492, Colón llegó al continente al que más tarde se llamó
América. Había dejado las Islas Canarias 33 días antes y al llegar al
nuevo continente creyó haber alcanzado Asia, el continente deseado, que
era inaccesible en aquel entonces desde el oeste de España. Se podía
acceder a Asia a través del Medio Oriente, tal como había hecho Marco
Polo 200 años antes. Pero Turquía había conquistado Constantinopla y el
Mediterráneo del este, por lo que resultaba imposible llegar a Asia
por tierra. Los portugueses habían abierto la vía para llegar a Asia por
mar, bordeando África por el cabo de Hornos. Colón sabía que la Tierra
era redonda y veía que la única manera de acceder a Asia era a través
del entonces desconocido océano que se encontraba al oeste de la
península.
La razón de su viaje era llegar a Asia para conseguir oro y esclavos. Y la existencia de oro en las islas que encontró parecía confirmar lo acertado de su viaje. Pero pronto descubrió que el oro no era tan abundante como esperaba, lo que hizo que se centrara en la búsqueda de esclavos, que fueron los indios arawak, quienes recibieron a Colón con los brazos abiertos hasta que descubrieron sus intenciones. Más tarde, los arawak se rebelaron y mataron a los españoles que Colón había dejado en un fuerte militar cuando este volvía a España para mostrar el oro y los esclavos con los que pensaba que los Reyes Católicos (siguiendo la promesa que le habían hecho) le darían el 10% de las riquezas traídas junto con el título de gobernador de las nuevas tierras y almirante de los Océanos.
Colón convenció a los Reyes Católicos de que había llegado a Asia, con lo cual consiguió 17 barcos y 1.200 hombres que constituyeron la primera oleada de invasores de aquel continente en una campaña de saqueo, robo y asesinatos, que supuso uno de los genocidios conocidos más horrorosos de la historia de la humanidad. No fue intención de los conquistadores matar a las poblaciones indias nativas, sino que su intención era convertirlos en esclavos. Pero la manera de conseguirlo supuso la muerte de millones de indígenas. Lo que hizo Colón con los indios arawaks, lo hizo Cortés con los aztecas más tarde en México y Pizarro con los incas en Perú. Tanto en México como en Perú los indios recibieron a los españoles con toda cordialidad (tal como habían hecho los arawak con Colón) hasta que se dieron cuenta de las intenciones de los conquistadores, que eran las de quitarles su tierra y sus riquezas y esclavizarlos. Y, como consecuencia de la superioridad de las armas de los españoles, lo consiguieron.
Tal como lo definió y documentó Bartolomé de las Casas, aquella conquista fue una auténtica masacre y genocidio de las poblaciones indígenas que existían en aquel continente. Sus datos han sido confirmados, uno por uno, por el profesor de Historia de la Universidad de Harvard, Samuel Eliot Morison, quien, en su libro Christopher Columbus, Mariner, escrito en 1954, utilizó por primera vez el término genocidio para definir aquella conquista.
Una última observación. El Congreso de EEUU ha pedido perdón, en nombre del Gobierno federal de EEUU, por el genocidio cometido en contra de los nativos indígenas del continente norteamericano. ¿Cuándo el Parlamento español pedirá perdón a los indígenas del centro y sur de América por el genocidio realizado contra sus pueblos? Dada la mala prensa que el Gobierno boliviano, presidido por el indígena Evo Morales, tiene en España, parece que las probabilidades de que ello ocurra son mínimas. Los herederos de los conquistadores continúan aferrados a su concepción civilizadora en aquel continente –ver mi artículo “El racismo del Nacional Catolicismo”, Público, 14-01-10–. Tal genocidio, por cierto, fue continuado por los sucesores de los conquistadores que, una vez independizados de sus progenitores, continuaron la eliminación de la población indígena. La situación, sin embargo, está cambiando, y una nota de extraordinario valor es el surgimiento de movimientos basados en esta población indígena que desea recuperar su identidad y sus recursos, siendo el caso de Bolivia el más llamativo, aunque no el único.
En España, las fuerzas progresistas y, muy en especial, las izquierdas, han mostrado siempre mayor sensibilidad hacia la responsabilidad que el Estado español tuvo en el genocidio realizado por el imperio español que las derechas, cuya concepción racista de la etnia española y su necesidad de purificarla ha sido una constante que ha justificado toda una serie de atrocidades frente a los grupos de la población sobre los que se imponían. De ahí que el día en que se celebraba el inicio de aquel genocidio (el 12 de octubre) se llamara el Día de la Raza, celebración que llegó al extremo durante el periodo fascista (1939-1978) que las derechas españolas ahora quieren ocultar, negando que tales hechos ocurrieron y denunciando una supuesta campaña de desprestigio llevada a cabo desde fuera de España por rojos, judíos y masones (y ahora le añaden anglosajones).
Sería un indicador de madurez democrática y dignidad ética que el Estado español y la Corona pidieran perdón a las poblaciones indígenas de aquel continente. En lugar de ello, el jefe del Estado, el monarca, sucesor de los conquistadores, tuvo la osadía de pedirle en público al presidente Chávez, presidente de un Estado latinoamericano, el venezolano, que se callara. Y los medios de mayor difusión de España incluso le aplaudieron. No es de extrañar que grandes sectores indígenas de América Latina quieran distanciarse de lo que aquí, en España, se llama “la madre patria”. A la luz de tanta ignorancia y arrogancia, desean quedarse “huérfanos”.
La razón de su viaje era llegar a Asia para conseguir oro y esclavos. Y la existencia de oro en las islas que encontró parecía confirmar lo acertado de su viaje. Pero pronto descubrió que el oro no era tan abundante como esperaba, lo que hizo que se centrara en la búsqueda de esclavos, que fueron los indios arawak, quienes recibieron a Colón con los brazos abiertos hasta que descubrieron sus intenciones. Más tarde, los arawak se rebelaron y mataron a los españoles que Colón había dejado en un fuerte militar cuando este volvía a España para mostrar el oro y los esclavos con los que pensaba que los Reyes Católicos (siguiendo la promesa que le habían hecho) le darían el 10% de las riquezas traídas junto con el título de gobernador de las nuevas tierras y almirante de los Océanos.
Colón convenció a los Reyes Católicos de que había llegado a Asia, con lo cual consiguió 17 barcos y 1.200 hombres que constituyeron la primera oleada de invasores de aquel continente en una campaña de saqueo, robo y asesinatos, que supuso uno de los genocidios conocidos más horrorosos de la historia de la humanidad. No fue intención de los conquistadores matar a las poblaciones indias nativas, sino que su intención era convertirlos en esclavos. Pero la manera de conseguirlo supuso la muerte de millones de indígenas. Lo que hizo Colón con los indios arawaks, lo hizo Cortés con los aztecas más tarde en México y Pizarro con los incas en Perú. Tanto en México como en Perú los indios recibieron a los españoles con toda cordialidad (tal como habían hecho los arawak con Colón) hasta que se dieron cuenta de las intenciones de los conquistadores, que eran las de quitarles su tierra y sus riquezas y esclavizarlos. Y, como consecuencia de la superioridad de las armas de los españoles, lo consiguieron.
Tal como lo definió y documentó Bartolomé de las Casas, aquella conquista fue una auténtica masacre y genocidio de las poblaciones indígenas que existían en aquel continente. Sus datos han sido confirmados, uno por uno, por el profesor de Historia de la Universidad de Harvard, Samuel Eliot Morison, quien, en su libro Christopher Columbus, Mariner, escrito en 1954, utilizó por primera vez el término genocidio para definir aquella conquista.
Una última observación. El Congreso de EEUU ha pedido perdón, en nombre del Gobierno federal de EEUU, por el genocidio cometido en contra de los nativos indígenas del continente norteamericano. ¿Cuándo el Parlamento español pedirá perdón a los indígenas del centro y sur de América por el genocidio realizado contra sus pueblos? Dada la mala prensa que el Gobierno boliviano, presidido por el indígena Evo Morales, tiene en España, parece que las probabilidades de que ello ocurra son mínimas. Los herederos de los conquistadores continúan aferrados a su concepción civilizadora en aquel continente –ver mi artículo “El racismo del Nacional Catolicismo”, Público, 14-01-10–. Tal genocidio, por cierto, fue continuado por los sucesores de los conquistadores que, una vez independizados de sus progenitores, continuaron la eliminación de la población indígena. La situación, sin embargo, está cambiando, y una nota de extraordinario valor es el surgimiento de movimientos basados en esta población indígena que desea recuperar su identidad y sus recursos, siendo el caso de Bolivia el más llamativo, aunque no el único.
En España, las fuerzas progresistas y, muy en especial, las izquierdas, han mostrado siempre mayor sensibilidad hacia la responsabilidad que el Estado español tuvo en el genocidio realizado por el imperio español que las derechas, cuya concepción racista de la etnia española y su necesidad de purificarla ha sido una constante que ha justificado toda una serie de atrocidades frente a los grupos de la población sobre los que se imponían. De ahí que el día en que se celebraba el inicio de aquel genocidio (el 12 de octubre) se llamara el Día de la Raza, celebración que llegó al extremo durante el periodo fascista (1939-1978) que las derechas españolas ahora quieren ocultar, negando que tales hechos ocurrieron y denunciando una supuesta campaña de desprestigio llevada a cabo desde fuera de España por rojos, judíos y masones (y ahora le añaden anglosajones).
Sería un indicador de madurez democrática y dignidad ética que el Estado español y la Corona pidieran perdón a las poblaciones indígenas de aquel continente. En lugar de ello, el jefe del Estado, el monarca, sucesor de los conquistadores, tuvo la osadía de pedirle en público al presidente Chávez, presidente de un Estado latinoamericano, el venezolano, que se callara. Y los medios de mayor difusión de España incluso le aplaudieron. No es de extrañar que grandes sectores indígenas de América Latina quieran distanciarse de lo que aquí, en España, se llama “la madre patria”. A la luz de tanta ignorancia y arrogancia, desean quedarse “huérfanos”.
Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra, y profesor de
Policy Studies and Public Policy, The Johns Hopkins University
Ilustración de Mikel Jaso
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