"ABYA YALA: TIERRA EN PLENA MADUREZ"

miércoles, 10 de abril de 2013

BIOGRAFÍA DE EMILIANO ZAPATA Por Valentín López González

Hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar. La familia Zapata Salazar se mantenía precariamente de la venta y compra de animales, y de la producción raquítica de sus estériles tierras. Anenecuilco, dividido en dos por el río del mismo nombre, cobijaba dos historias diferentes, la de las tierras fértiles que beneficiaban a los propietarios de la hacienda del Hospital, y la de las estériles sobre las cuales se asentaba el caserío de Anenecuilco. Así, ante la pobreza de tierras de qué disponer, la familia Zapata diversificó sus actividades, encaminándolas a la pequeña ganadería. Los animales les permitieron autonomía de la hacienda azucarera vecina. Don Gabriel. ZAPATA SALAZAR , Emiliano (1879-1919). Nació en Anenecuilco, el 8 de agosto de 1879.
Zapata instruyó a sus hijos en las labores del campo y en las del ranchero criador de ganado; les enseñó que "para comer en la casa hay que sudar en el surco y el cerro, pero no en la hacienda". Por su parte, Emiliano Zapata recibía la educación primaría en la escuela de corte lancasteriana de la población. A los 16 años perdió a su madre y 11 meses más tarde, a su padre. El patrimonio que heredó fue reducido, pero suficiente para no tener que prestar sus servicios como peón en alguna de las ricas haciendas que rodeaban Anenecuilco.
Su máximo interés lo ocupaban los caballos. Fue un gran conocedor de estos animales y se le consideraba una autoridad en la materia. De 1902 a 1905 participó auxiliando a la comisión del pueblo de Yautepec que tenía problemas con la hacienda Atlihuayán, propiedad de Pablo Escandón; los acompañó en sus viajes a la ciudad de México, donde acudían ante las diferentes instancias para pedir se les hiciera justicia.
El 15 de abril de 1906, los habitantes de Anenecuilco enviaron un escrito al gobernador del estado, Manuel Alarcón, planteándole sus problemas de tierra; éste convocó una reunión ante el jefe político de Cuautla, a la que asistieron el administrador de la hacienda del Hospital, representantes del pueblo de Villa de Ayala y de Anenecuilco, entre los que se encontraba Emiliano Zapata. En la reunión no se llegó a ninguna solución.
En 1909, al llevarse a cabo las elecciones para gobernador del estado, Emiliano participó apoyando al candidato independiente, Patricio Leyva, quien se enfrentó al candidato oficialista Pablo Escandón, quien finalmente ganó las elecciones. El 12 de septiembre de ese año, en una asamblea realizada en Anenecuilco, fue elegido representante de su pueblo para seguir la lucha por la restitución de tierras. Al terminar la junta, los hombres más viejos de la comunidad lo llamaron y le hicieron entrega de los documentos de la comunidad.
El 11 de febrero de 1910 fue enrolado por sorteo en el 9º (Noveno) Regimiento del ejército con sede en Cuernavaca. El 18 de marzo fue dado de baja por influencias del dueño de la hacienda de Tenextepango, Ignacio de la Torre y Mier, quién además se lo llevó como caballerango a la ciudad de México. Emiliano no duró mucho en este puesto y decidió regresar a su pueblo.
A mediados de ese año, ante la indiferencia del gobierno por resolver los problemas de tierras de la comunidad, repartió las tierras del llano de Huajar, que los de Villa de Ayala ya iban a sembrar con el permiso de la hacienda del Hospital. A fines de año volvió a repartir tierras en Anenecuilco, Villa de Ayala y Moyotepec.
Emiliano no participó de manera activa en la campaña presidencial de Francisco I. Madero, pero cuando éste promulgó el Plan de San Luis, en cuyo contenido se manifestaba la restitución de tierras a las comunidades despojadas, inmediatamente se aprestó a apoyarlo.
Participó en una reunión secreta a la que acudieron Pablo Torres Burgos, Margarito Martínez, Catarino Perdomo y Gabriel Tepepa, entre otros. Ahí decidieron enviar a Pablo Torres Burgos a San Antonio, Texas, para que se entrevistara con Madero y le pidiera instrucciones sobre los pasos a seguir. A su regreso trajo las instrucciones de nombrar a Patricio Leyva líder del movimiento y, en caso de no aceptar, el propio Torres asumiría el nombramiento.
Se proclamaron en rebelión el 10 de marzo de 1911 en Villa de Ayala, y formaron la primera guerrilla con 70 hombres, entre los cuales estaban Rafael Merino, Próculo Capistrán, Catarino Perdomo, Manuel Rojas, Juan Sánchez, Cristóbal Gutiérrez, Julio Díaz, Zacarías y Refugio Torres, Jesús Becerra, Viviano Cortés, Maurilio Mejía, Serafín Plascencia y Celestino Benítez. Días más tarde tomaron Jojutla; después fueron asesinados Pablo Torres Burgos y sus hijos por las fuerzas federales que los combatían en los linderos de Villa de Ayala.
El 29 de marzo, Emiliano Zapata asumió el mando de las fuerzas maderistas y sus primeros hechos de armas fueron la toma de Axochiapan, el asalto a la hacienda de Chinameca, la toma de Jonacatepec en los primeros días de mayo y el sitio de la ciudad de Cuautla, entonces defendida por lo más selecto del ejército porfirista: el 5º (Quinto) Regimiento de Oro que comandaba el Coronel Eutiquio Munguía, así como el Cuerpo de Rurales al mando del Comandante Gil Villegas y la policía municipal. Estableció su cuartel general en Cuautlixco, desde donde dirigió el ataque a Cuautla; el 13 de mayo se inició el fuego y después de seis días de furiosos combates cayó la ciudad, último reducto porfirista, pues Cuernavaca había sido evacuada por sus defensores el 20 de mayo.
Nombró a Teófano Jiménez presidente del Concejo Municipal y a Frumencio Palacios como inspector de policía. Siete días más tarde, Porfirio Díaz se embarcaba en Veracruz en el Ipiranga para dirigirse a Europa. El 27 de mayo, Emiliano Zapata entró con cinco mil hombres a Cuernavaca, donde ya estaba con tropas del General Manuel D. Asúnsolo, y ordenó la reorganización de los servicios públicos.
El 2 de junio, de acuerdo con los Tratados de Ciudad Juárez y el gobierno federal, Juan Nepomuceno Carreón, gerente del Banco de Morelos, fue designado gobernador provisional del estado sin que Zapata estuviera de acuerdo. Esto hizo que el día 6 se trasladara a la ciudad de México con sus principales jefes para entrevistarse con Madero, quien lo recibió en la estación Colonia y posteriormente en su casa de las calles de Berlín. Madero lo invitó a almorzar el día 8; a este desayuno asistieron Emilio Vázquez Gómez y Venustiano Carranza.
Madero y Zapata cambiaron impresiones, el primero pidió el desarme de las fuerzas zapatistas y el segundo la devolución de las tierras; el jefe de la Revolución le aseguró que iría a Morelos tan pronto le fuera posible. El 12 de junio inició su viaje al sur, en ferrocarril, acompañado de su esposa y una nutrida comitiva en la que venía el Ingeniero Tomás Ruiz de Velasco, defensor de los hacendados.
A su llegada a Cuernavaca, Zapata le preparó una gran recepción y lo acompañó desde la estación hasta el Palacio de Cortés, donde lo recibió el gobernador Juan N. Carreón. Los hacendados de la entidad, al conocer la idea de Madero referente a nombrar otro gobernador del estado, según acordó con Zapata, tuvieron un gran disgusto y comenzaron una campaña de desprestigio a través de la prensa de la ciudad de México en contra del Caudillo del Sur, a quien hacían aparecer como un bandido y rebelde que debía desaparecer.
El Imparcial fue el más duro en sus ataques. Mientras Zapata iniciaba el licenciamiento de sus tropas y entregaba 3 500 armas, en la ciudad de México le lanzaban acusaciones de haberse levantado nuevamente en armas. Ante estos ataques, el 24 de junio se trasladó a la capital del país en compañía de su hermano Eufemio, de Abraham Martínez, jefe de su Estado Mayor, y de los hermanos Magaña, para entrevistarse con Madero y así informarle del licenciamiento de tropas, y pedirle que ambos fueran a hablar con el presidente Francisco León de la Barra.
El día 24, Zapata le expuso su plan a Madero, y al día siguiente éste le informó que su entrevista con León de la Barra había sido satisfactoria y le pedía que regresara a Morelos a seguir licenciando sus tropas. Zapata le respondió que era urgente que procediera a restituir las tierras a los pueblos despojados, así como designar al nuevo gobernador estatal.
Por su parte, el gobernador Juan Carreón y el presidente de la República, Francisco León de la Barra, pusieron en marcha las elecciones para el Congreso local, y el 9 de agosto el presidente dirigió instrucciones al General Victoriano Huerta para que marchara al estado y terminara por la fuerza con el licenciamiento de las tropas zapatistas "porque no debían tratar con bandidos".
Al día siguiente Zapata envió a Madero su demanda por escrito pidiendo respeto a la soberanía del estado; la separación del gobernador Carreón, por ser del Partido de los Científicos; que el gobernador suplente se designara de acuerdo con las aspiraciones del pueblo y con la aprobación de los principales jefes de su ejército; que las tropas federales no fueran las encargadas de la seguridad pública, y que estaba dispuesto a licenciar sus tropas, pero antes pedía se seleccionaran de entre ellos a los elementos para la seguridad pública.
Solicitó también que las autoridades y los empleados con quienes no estaban conformes los pueblos fueran designados conforme a la voluntad de los mismos. Dijo estar dispuesto a retirarse a la vida privada pero que antes deseaba la paz del pueblo.
Los latifundistas hicieron cada día más difícil la situación y el 17 de ese mes Zapata le dirigió a Madero otro mensaje en el que decía: "Causa mucha indignación en el pueblo y el ejército, el amago de las fuerzas federales que están en intención de ataque contra nosotros." También le escribió otra carta al presidente interino León de la Barra donde le decía: "La presencia de las fuerzas federales ha venido a trastornar el orden público. El pueblo se indigna más con la presencia y el amago"; en este texto le ruega que retire las fuerzas en bien de la patria y le ofrece que él conseguirá la paz en 24 horas. "El pueblo -dice- tiene entendido que un grupo de hacendados 'Científicos' ha provocado este conflicto."
Madero, con el propósito de solucionar el conflicto, se trasladó a la ciudad de Cuautla el 18 de agosto por la mañana, acompañado de su Estado Mayor. Zapata lo esperó en la estación y al descender le dio efusivo abrazo. Se encaminaron a la plaza principal, donde Madero pronunció un discurso en el que reprobaba la campaña emprendida contra Zapata, y, ofreció que cumpliría las promesas hechas por la Revolución; mencionó que llevaba la calma y la tranquilidad y que no saldría de Morelos hasta que no estuvieran tranquilas las conciencias.
Al terminar el mitin ambos dirigentes sostuvieron prolongadas conferencias en el hotel Mora, después de lo cual Madero envió un mensaje al presidente interino León de la Barra, comunicándole que Zapata y sus principales jefes estaban conformes en aceptar al Ingeniero Eduardo Hay para que gobernara el estado; que igualmente aceptaban como jefe de armas al Teniente Coronel Raúl Madero, y que al día siguiente principiaría el licenciamiento de las fuerzas zapatistas.
Cuando todo parecía estar en calma, los terratenientes redoblaron esfuerzos para conseguir que León de la Barra enviara tropas a batir a Zapata, movilización que se inició el 19 de agosto. Después de cambiar impresiones en Yautepec, Madero y Zapata reanudaron el licenciamiento en esa ciudad, pero el día 21, ante la amenaza de las fuerzas federales de Huerta, fue suspendido definitivamente.
Aunque el convenio era que las tropas no avanzarían, sino que se reconcentrarían en Cuernavaca y Jonacatepec, el día 23 marcharon sobre Yautepec. Zapata preguntó a Madero dónde estaba la autoridad del jefe de la Revolución, y añadió: "acuérdese usted, señor Madero, que al pueblo no se le engaña y si usted no cumple sus compromisos, con las mismas armas que lo elevamos, lo derrocaremos".
Madero le contestó: "No, General Zapata, voy a México y, arreglaré todo. Esta actitud de Huerta ni yo mismo me la explico". "Se me hace que no va a haber más leyes que las muelles -respondió Zapata, mostrándole su 30-30-; mientras se siga desarmando a los elementos revolucionarios y se les dé apoyo a las fuerzas federales, la revolución y usted mismo están en peligro. Claro vemos que cada día se entrega usted más en manos de los enemigos de la revolución."
Eufemio Zapata sugirió la conveniencia de aprehender a Madero, añadiendo que estaba "muy tierno para jefe de la revolución, sería bueno quebrarlo". Emiliano respondió: "No, Eufemio, sería una grave responsabilidad para nosotros y no debemos cargar con ella". Entonces se dirigió a Madero diciéndole que se fuera a México. "y déjenos aquí, nosotros nos entenderemos con los federales, ya veremos cómo cumple usted cuando suba al poder".
Zapata se reconcentró en Villa de Ayala, y el 27 de ese mes lanzó un Manifiesto al Pueblo de Morelos, donde exponía la gravedad del problema. Como respuesta a esta proclama, el 29 de agosto el presidente León de la Barra celebró un Consejo de Ministros donde se acordó que Victoriano Huerta activara la persecución de Zapata hasta lograr su exterminio.
Huerta ocupó con sus fuerzas la plaza de Cuautla el 31 de agosto; el 12 de septiembre atacó la hacienda de Chinameca, donde se encontraba Zapata invitado a comer por el administrador de la hacienda. Tropas al mando de Federico Morales rodearon el lugar y en seguida se entabló nutrido tiroteo entre ambas fuerzas. Zapata pudo escapar dé esta trampa gracias al conocimiento que tenía de la zona y logró salir a pie entre los cañaverales que minutos después incendiaban los federales.
Después de esto, Zapata tomó una actitud ofensiva y el 22 de octubre de ese año sus fuerzas ocuparon Topilejo, Tulyehualco, Nativitas y San Mateo en el valle de México, y la noche del 23 avanzaron sobre Milpa Alta. Estos ataques causaron alarma en la ciudad de México, y la Cámara de Diputados los consideró de importancia nacional.
En la sesión del 25 de octubre de 1911, los diputados José María Lozano y Francisco M. Olaguíbel reconocieron que la actitud del Caudillo del Sur era reflejo de los anhelos del pueblo. En el pueblo de Ayoxustla, municipio de Huehuetlán el Chico, Zapata y Montaño redactaron el Plan de Ayala; posteriormente los coroneles Severiano Gutiérrez y Santiago Aguilar recorrieron los campamentos comunicando la orden de Zapata para una reconcentración en el pueblo de Ayoxustla, y el 28 de noviembre, ya reunidos, firmaron todos los jefes el histórico plan.
Se nombraron comisiones y tomaron el camino de Morelos, acampando en Ajuchitán y en el mineral de Huautla; allí Emiliano ordenó a Bonifacio García, Emigdio Marmolejo y Próculo Capistrán que invitaran al cura de Huautla para que fuese al campamento con una máquina de escribir. El sacerdote sacó las copias necesarias y le dijo a Zapata: "era lo que ustedes necesitaban". De las copias a máquina, unas se enviaron a la ciudad de México y otras a los jefes revolucionarios que operaban en diversas regiones del país, como Pascual Orozco.
El Diario del Hogar de la ciudad de México lo reprodujo, previa consulta hecha al presidente Madero, quien opinó: "publíquenlo para que todos conozcan a ese loco de Zapata". En cumplimiento con los postulados del Plan de Ayala, el 30 de abril de 1912 Emiliano Zapata hizo el primer acto de reivindicación agraria en el pueblo de Ixcamilpa, Puebla
En enero de 1912, Madero nombró al General Juvencio Robles jefe de la campaña en la entidad, quien, hasta agosto incendió y devastó el estado. Madero, queriendo enmendar sus errores, nombró al General Felipe Ángeles en sustitución de Juvencio Robles. Después de la Decena Trágica que trajo como consecuencia el asesinato de Madero, Zapata giró instrucciones de batir a las fuerzas usurpadoras en cuantas ocasiones se presentara la oportunidad.
Huerta emprendió una campaña en el sur, tendente a que los jefes zapatistas reconocieran al gobierno implantado por el cuartelazo. Vázquez Gómez le escribió a Zapata en marzo de 1913, diciéndole que era conveniente la "cesación de la guerra". El Caudillo del Sur le respondió que la revolución que nació en el estado y proclamó el Plan de Ayala, se había propagado en varias entidades federativas con los ideales de Tierra y Libertad, y seguía luchando a costa de mayores sacrificios para hacer realidad los principios que sostenía.
Emiliano Zapata lanzó otro manifiesto a la nación el 20 de octubre, donde justificaba su actitud rebelde y hacía un llamado a todos los mexicanos para que se unieran a la Revolución.
Este llamado fue secundado por grupos como el de Maximiliano Castillo en Chihuahua, Calixto Contreras en Durango, los hermanos Saturnino y Cleofas Cedillo en San Luis Potosí, Eutimio Figueroa en Michoacán, Roberto Martínez y Martínez en Hidalgo, Honorato Teutle y Domingo Arenas en Tlaxcala, Marcial E. Hernández y Pancracio Martínez en Veracruz, Teodimiro Rey, Miguel Romero, Jerónimo Olarte, Miguel Salas y otros en Oaxaca. Con anterioridad ya operaban bajo la bandera del Plan de Ayala Jesús H. Salgado, Encarnación Díaz, Baltazar Ocampo, Adrián Castrejón y J. Trinidad Deloya en el estado de Guerrero; Pedro Saavedra, Francisco V. Pacheco, Everardo González, Antonio Beltrán, Vicente Navarro, Valentín Reyes, Antonio Barona, Julián Primitivo y José Gallegos en el Estado de México; Eufemio Zapata, Francisco Mendoza, Dolores Damián Flores, Gabino Lozano, Marcelino Alamirra y Agustín Cortés en Puebla; Maurilio Mejía, Francisco Alarcón, Genovevo de la O, Zacarías y Refugio Torres, Felipe Neri, Amador Salazar y otros en la entidad morelense.
Las fuerzas zapatistas tomaron Chiautla, en el estado de Puebla; casi todo Guerrero, incluyendo Chilpancingo; todo Morelos con su capital, Cuernavaca; parte de Hidalgo incluyendo Pachuca; parte del Estado de México y el sur del Distrito Federal. El 14 de julio de 1914 se reunieron en San Pablo Oxtotepec, tomaron el acuerdo de ratificar el Plan de Ayala, nombraron a Emiliano Zapata jefe de la revolución, en sustitución del "ex general Pascual Orozco", y pidieron que las peticiones en materia agraria de dicho plan fueran elevadas a preceptos constitucionales. Victoriano Huerta renunció el 15 de julio y se nombró en su lugar a Francisco S. Carvajal.
Cuando se creía que la lucha iba a terminar, pues se esperaba que Carranza hiciera suyos los postulados del Plan de Ayala; después de ocupar la ciudad de México el 14 de agosto declaró que tenía 60 mil rifles para combatir a Zapata y que no permitiría su entrada en la capital por ser bandido sin bandera.
Manifestó además sus ideas antiagraristas y dijo "que la paz sólo se hacía con la sumisión incondicional de las fuerzas zapatistas a las constitucionalistas", y que no podía reconocer lo que los surianos habían "ofrecido" porque los hacendados tenían sus derechos sancionados por las leyes y no era posible quitarles sus propiedades para darlas a quien no tenía derecho.
A pesar de esto, el 17 de agosto Zapata escribió a Carranza y le dijo que no debía temer por ninguna "cláusula del mencionado Plan de Ayala, sino que con todo desinterés y patriotismo dejara que la grandiosa obra del pueblo que sufre se realizara".
Más tarde trató de tener arreglos con el general carrancista Lucio Blanco, pero conforme al Plan de Ayala. Desde Milpa Alta lanzó un manifiesto Al Pueblo Mexicano, donde reiteró la posición del grupo suriano: que la Revolución no se había hecho para satisfacer intereses de una persona, de un grupo o de un partido, sino para cumplir fines más hondos y nobles; que se había lanzado a la revuelta no para conquistar ilusorios derechos políticos que no dan de comer, sino para procurarse un pedazo de tierra que habría de proporcionarle alimento y libertad, un hogar y un porvenir independiente; que no se conformaría con la abolición de la tienda de raya, si la explotación y el fraude continuaban bajo otras formas; ni con las libertades municipales, si no había base para la independencia económica y no se resolvía el problema agrario.
Venustiano Carranza envió a la entidad una comisión formada por el General Antonio I. Villareal, el Licenciado Luis Cabrera y Juan Sarabia, la cual conferenció el día 29 de agosto con el Gral. Emiliano Zapata, Manuel Palafox y Alfredo Serratos, por parte del Ejército Libertador del Sur. La comisión carrancista regresó a la ciudad de México con la propuesta de Emiliano Zapata de que Carranza hiciera suyos los postulados del Plan de Ayala, a lo que éste se negó.
Más tarde, con el objeto de acordar las reformas sociales, fijar la fecha de las elecciones, formular el programa de gobierno y discutir otros asuntos de interés nacional, Carranza convocó a sus gobernadores y generales a una Convención que se llevó a cabo en el recinto de la Cámara de Diputados de la ciudad de México el 1º (Primero) de octubre de 1914.
Cinco días después la Convención suspendió sus trabajos al reconocer el grave error cometido por haber menospreciado la participación de zapatistas y villistas. El 13 del mismo mes, a iniciativa del General Felipe Ángeles, la Convención acordó invitar a Emiliano Zapata para que asistiera o enviara representantes a participar en los trabajos.
El día 15 se designó una comisión integrada por los generales Felipe Ángeles, Rafael Buelna y Calixto Contreras, los coroneles Guillermo Castillo Tapia y Antonio Galván, quienes se trasladaron a Cuernavaca, a fin de poner en manos del Caudillo del Sur la invitación dirigida a él -fechada el mismo día 15 y firmada por el presidente de la Convención-.
El General Zapata, deseoso de que se hiciera la paz en la República, así como de que se implantaran los postulados contenidos en el Plan de Ayala, aceptó la invitación de los convencionistas y designó una comisión para que asistiera a la Convención, que ahora sería en Aguascalientes, con instrucciones precisas de luchar hasta conseguir que la asamblea hiciera suyos los principios sostenidos por el Ejército Libertador del Sur.
Los representantes zapatistas Paulino Martínez y Antonio Díaz Soto y Gama lograron que la Convención hiciera suyos los postulados del Plan de Ayala en su sesión del 28 de octubre.
En la del 30 de octubre la Convención acordó el "cese" de Carranza como Primer jefe, designando a Eulalio Gutiérrez como presidente provisional de la República. El 24 de noviembre por la noche se apoderaron de la capital de la República las fuerzas del Ejército Libertador del Sur, al mando del General Antonio Barona, obligando al General Obregón a abandonarla.
El 27 llegó a la metrópoli el General Zapata acompañado de su hermano Eufemio, alojándose en un hotel muy cercano a la estación de San Lázaro. El viernes 4 de diciembre se reunieron por primera vez los generales Emiliano Zapata y Francisco Villa en Xochimilco, Distrito Federal, donde suscribieron un pacto por el cual se comprometieron a luchar juntos en contra de Carranza, y el día 6 de diciembre desfilaron por las principales calles capitalinas, al frente del Ejército Libertador del Sur y de la División del Norte, respectivamente.
Para dar cumplimiento a lo dispuesto en los artículos 6º (Sexto) y 7º (Séptimo) del Plan de Ayala, el General Zapata creó las primeras Comisiones Agrarias, las cuales supervisaba a través del secretario de Agricultura y Colonización, el general zapatista Manuel Palafox; estableció el Crédito Agrícola; fundó la Caja Rural de Préstamos que funcionó con éxito en el estado de Morelos durante 1915 y 1916; reorganizó la industria azucarera, pues comprendía que era la única fuente de trabajo de que se podía disponer, por lo que puso en marcha los ingenios del Hospital y de Zacatepec a fines de 1914.
En julio de 1915 el gobierno de la Convención fue trasladado primero a la ciudad de Toluca; el 19 de octubre a Cuernavaca, donde fue reorganizado; días después partió a Jojutla, lugar donde se disolvió a principios de mayo de 1916. Antes se expidió una Ley Agraria con fecha de 22 de octubre de 1915, y el reglamento de esa ley el 18 de abril de 1916.
El General Zapata lanzó un Manifiesto al Pueblo Mexicano, en Quilamula el 10 de julio de 1916, donde hace responsable a Carranza de la Expedición Punitiva y llama a la unidad nacional para acabar con los traidores. En 1917, el ejército agrarista finalmente logró expulsar a las tropas carrancistas de los estados de Morelos y Guerrero, reinstalando :su cuartel general en Tlaltizapán, donde continuó trabajando por la implantación de los postulados del Plan de Ayala.
Para continuar manteniendo el orden de sus tropas, el General Emiliano Zapata redactó el 24 de febrero un documento en el cual nombró al Gral. Brig. Prudencio Casals R. inspector general de la zona dominada por las tropas revolucionarias, y en donde especificaba que todo individuo sorprendido en delito de robo, violación, allanamiento de morada o rapto con violencia sería juzgado en consejo sumario y pasado por las armas.
El 20 de abril publicó una Ley Orgánica Municipal, donde estableció que los municipios serían administrados por los ayuntamientos y los ayudantes electos popularmente; éstos no se mezclarían en la política y no serían reelectos. En circular número 2 de fecha 13 de abril de 1917, instruía a los ayuntamientos para dar un "impulso generoso tendiente a la educación de la niñez, que constituye la generación del mañana".
En la circular número 12 del 17 del mismo mes en Tlaltizapán, giró instrucciones para reactivar la apertura de las escuelas oficiales, llamado que volvió a hacer mediante un oficio con fecha 22 de agosto, en el que insiste que nombren a una persona responsable de sus zonas correspondientes, e instalen el mayor número de escuelas.
El 20 de abril, también en Tlaltizapán, lanzó un Manifiesto al Pueblo, donde señaló los errores del gobierno carrancista y exhortó a los revolucionarios y a los mexicanos en general a unirse a su movimiento.
El 20 de mayo lanzó otro manifiesto donde decía que la caída del gobierno carrancista era una exigencia; reafirmaba la liberación de la tierra y, la emancipación del campesino, sin capataces ni amos. Calificó a los soldados carrancistas de aventureros sin escrúpulos ni conciencia, de no hombres sino furiosos adversarios sin bandera ni principios, que tenían como programa el pillaje y como ideales el saqueo y el botín.
El 18 de agosto de 1918, los carrancistas se apoderaron nuevamente de las plazas principales del estado, con Pablo González en Cuautla, quien dirigió encarnizada persecución contra el Caudillo del Sur y sus hombres. Las actividades militares en forma de guerrillas se redoblaron y gracias a eso los carrancistas no pudieron expulsar al jefe de la revolución agraria, quien trasladó su cuartel general a las estribaciones del Popocatépetl.
En ese año, el movimiento zapatista atravesó por graves circunstancias; no solo tuvo que enfrentar a las tropas de González, sino que en su círculo director se suscitaron algunas divisiones y disputas. Un año antes, el Profesor Otilio Montaño, primer ideólogo del zapatismo, fue acusado de traicionar la causa zapatista, por lo que fue fusilado.
En mayo de 1918 defeccionó Manuel Palafox, hombre clave de la facción revolucionaria del sur. Algunos jefes menores como Victoriano Bárcenas y sus hombres aceptaron la amnistía que les ofrecía el gobierno, e incluso llegaron a enfrentarse a sus ex compañeros de lucha.
Pero si bien es cierto que ocurrieron algunas separaciones de cierta importancia y que otros aceptaron la amnistía, el caso de Bárcenas fue excepcional, pues la mayoría de quienes aceptaron la rendición se fueron a sus casas y no se convirtieron en apóstatas, ya que siguieron prestando sus servicios al zapatismo de una manera silenciosa, como informantes o proveedores de alimentos.
En los cuadros superiores se logró una permanencia organizativa, y jefes vitales como Genovevo de la O, Ayaquica, Mendoza, Capistrán, Francisco Alarcón, Timoteo Sánchez, Pedro y Francisco Saavedra, Ceferino Ortega y Mejía, mostraron su fidelidad a la causa. No obstante su unidad y el apoyo que recibieron de las comunidades y poblados morelenses, el zapatismo perdió terreno, posiciones y hombres.
A pesar de su notoria debilidad, seguía siendo uno de los principales problemas del gobierno de Venustiano Carranza. A principios de 1919 la efervescencia política en el país era evidente a causa de las elecciones presidenciales.
Hombres como el Gral. Pablo González; el Gral. Álvaro Obregón Salido, carismático y victorioso que para estas fechas había logrado doblegar al villismo y se perfilaba como la primera figura del Ejército Nacional, y los partidos políticos nacidos del carrancismo, buscaban consolidar sus posiciones.
Para algunas de estas facciones el zapatismo era un obstáculo. Se inició una serie de medidas para vincular el zapatismo con hombres disidentes del carrancismo, muchos de ellos en el exilio. Se realizaron contactos con grupos que apoyaban al General Obregón.
La insolencia política mayor de Emiliano Zapata al régimen carrancista la constituyó su carta abierta del 17 de marzo de 1919, en la que acusaba públicamente al Presidente de ser la causa de todos los males que sufría el país. El tono agrio y la crítica profunda de este documento exasperaron a Venustiano Carranza, quien reafirmó su decisión de aniquilar al movimiento del sur y a su caudillo.
El Primer Jefe Constitucionalista estaba dispuesto a darle una última lección al zapatismo, que se iniciaría con la muerte de su caudillo. Era opinión común en los círculos militares y políticos dominantes de México, que muerto Emiliano Zapata el zapatismo por añadidura sería sometido. Esta idea la compartían tanto el jefe del Ejecutivo como el General Pablo González, y a este propósito encaminaron sus esfuerzos, los cuales se vieron concretados la tarde del 10 de abril de 1919.
Las secuelas de la muerte del caudillo resultaron sorpresivas para quienes pensaban que muerto él la pacificación del estado sería inmediata. El zapatismo acéfalo se reorganizó y, si bien muchos hombres dejaron las armas, jefes como Genovevo de la O, Gabriel Mariaca, Francisco Mendoza y Fortino Ayaquica hicieron público su afán de consumar los ideales por los que tantos años habían luchado y vengar la muerte de Zapata. En Tochimilco, sede del cuartel zapatista, Gildardo Magaña, tras un corto proceso de lucha para alcanzar la jefatura del movimiento, se convirtió en el sucesor de Emiliano.
Así, ante la equivocada opinión del General Pablo González, el movimiento agrario morelense no fue finiquitado por la desaparición de su caudillo y se mantuvo en rebeldía hasta 1920, en que estableció una alianza con la facción revolucionaria obregonista, la cual triunfó a través de la rebelión de Agua Prieta.

ZAPATA, EMILIANO, muerte de. Se presentan a continuación una serie de documentos que muestran en conjunto cómo se sucedieron los acontecimientos que desembocarían con la muerte de Zapata.
La correspondencia que cruzaron Zapata y Guajardo, así como la documentación oficial sobre la muerte del primero y la ubicación histórica de los documentos son los tópicos a tratar.
Comisionado para inspeccionar varios destacamentos, el Coronel Jesús M. Guajardo se había dedicado a cometer tropelías en cada pueblo por donde pasaba. Los padres de las hijas atropelladas por el militar elevaron sus quejas y la Secretaría de Guerra comunicó al gobernador José G. Aguilar que ordenara a Guajardo que se presentara en la ciudad de México a responder de las acusaciones.
La situación de Guajardo se agravó cuando el Licenciado José G. Aguilar y el General Pablo González lo sorprendieron escandalizando en el interior del hotel Providencia, frente al cual caminaban rumbo al teatro Carlos Pacheco, después de observar las obras de reconstrucción del Hospital Militar de Cuautla.
Visiblemente ebrio, a caballo y empuñando una pistola, el Coronel Jesús M. Guajardo recorría las instalaciones del hotel. Irrumpía en las habitaciones y amenazaba a los huéspedes.
El Licenciado Aguilar le llamó la atención a grito abierto y le advirtió que el General Pablo González estaba afuera y que estaba enterado de su escándalo. Guajardo frenó a su animal a las puertas del comedor, pidió al Licenciado Aguilar que le permitiera salir y hundiendo sus espuelas en los ijares del caballo al tiempo que lanzaba un grito, abandonó el establecimiento.
Para atenuar la falta del carrancista, el gobernador de Morelos le dijo al General Pablo González que Guajardo había cumplido sus órdenes antes de embriagarse. Esto calmó al general en jefe, quien sin decir palabra continuó su caminata hacia el teatro Carlos Pacheco.
Dos días después, mientras el Coronel Guajardo esperaba conocer el castigo que le impondría el General Pablo González por su escándalo, el gobernador José G. Aguilar recibió en su casa a un fotógrafo ambulante convertido en uno de los más activos espías de los federales en el campo zapatista, quien le entregó una carta que le dirigía Emiliano Zapata al Coronel Jesús M. Guajardo.
En esa carta, que líneas adelante transcribimos, Zapata invitaba a Guajardo a unirse al zapatismo, argumentándole que sabía que el General González lo había injuriado y lo iba a procesar por el incidente en el hotel Providencia.
El gobernador llevó inmediatamente la carta de Zapata al general en jefe, Pablo González, quien, después de leerla, le ordenó que al día siguiente a la hora de comer, le llevara a Guajardo, para ver qué provecho se le podía sacar a la misiva.
González, que era hombre de costumbres disciplinadas, se sentaba a la mesa a las 13 horas, y lo acompañaban el Señor Sánchez Neira, su secretario particular, Juan Sarabia y el gobernador José G. Aguilar.
El día que fue Guajardo, sólo estuvieron en la mesa el General González y el gobernador Aguilar. Durante la comida, el general, a través de sus lentes oscuros, examinaba cuidadosamente a Guajardo y platicaban de asuntos ajenos a los incidentes pasados.
A la hora de los postres, González pidió al Coronel Guajardo le explicara por qué causas lo citaban en la Secretaría de Guerra. Guajardo contestó que se trataba de puras calumnias y de malas voluntades que se había acarreado en el desempeño de comisiones en los pueblos donde había muchos espías zapatistas.
-¿Así que son calumnias de los zapatistas?- dijo el general González...
- Sí, mi general; si usted me deja que le explique todo el caso...
- Bueno coronel, ¿cómo me explica usted, dijo socarronamente el General Pablo González, sus relaciones con Emiliano Zapata?
-¿Con Emiliano Zapata? -preguntó sorprendido Guajardo.
-Sí, mi coronel, con Emiliano Zapata -insistió el Gral. González.
-No es posible, mi general,--contestó Guajardo.
-Tan es posible, coronel, que aquí tengo una carta que Zapata le dirige, añadió don Pablo, y entregándosela al gobernador Aguilar agregó: Léala licenciado, léala en voz alta para que la reconozca el Cor. Guajardo...
"Cuenca, marzo 21 de 1919. Señor Coronel Jesús M. Guajardo. Donde se encuentre. Muy señor mío: Ha llegado a mi conocimiento que por causas que ignoro ha tenido usted con Pablo González algunas dificultades, y en las que ha sido usted amonestado sin tener causa justa. Esto y la convicción serena y firme que tengo del próximo triunfo de las armas revolucionarias, me alientan para dirigirle la presente, haciéndole formal y franca invitación para que si en usted hay voluntad suficiente, se una a nuestras tropas entre las cuales será recibido con las consideraciones merecidas. No creo oportuno por ahora, ya que usted estará bien informado, hablarle del gran incremento que la Revolución ha alcanzado en todas las regiones del país, y bástele saber a usted que contra lo que tanto se ha dicho, nuestro movimiento está perfectamente unificado y persigue un gran fin, el efectivo mejoramiento de la gran familia mexicana. En espera de sus apreciables letras, quedo de Ud. atento y s.s. -El General Emiliano Zapata".
Durante la lectura, don Pablo sonreía, mientras que Guajardo, hosco y sorprendido, escuchaba con atención.
-Buen servicio de espionaje nos tiene Zapata, cuando ya ven, a unas horas del incidente en el hotel, lo supo --comentó el General González y, dirigiéndose a Guajardo, comentó: -Coronel, desde este momento tendrá usted correspondencia con Emiliano Zapata. El Lic. Aguilar escribirá las cartas y usted las firmará. Vamos a ver para qué nos sirven estas se relaciones.
Horas después, el mismo espía que había traído la carta, llevó la contestación de Guajardo a Emiliano Zapata. que decía:
"C. Jefe de la Revolución del Sur, don Emiliano Zapata, Donde se encuentre. Por su carta fechada en Cuenca el 21 de los corrientes, quedo enterado de la invitación que se ha servido hacerme para que me una con sus tropas á fin de que ya á sus órdenes trabaje por la Causa que tiene por objeto el mejoramiento de la gran familia mexicana. Le manifiesto a Ud. que en vista de las grandes dificultades que tenemos Pablo González y yo, estoy dispuesto a colaborar a su lado siempre que se me den garantías suficientes para mí y mis compañeros, y a la vez mejorando mis circunstancias de revolucionario que en esta ocasión como en otras se trata de perjudicarme sin razón justificada. Cuento con elementos suficientes de guerra, así como municiones, armas u caballada, tengo en la actualidad otro Regimiento á mis órdenes, así como otros elementos que sólo esperan mi resolución para contribuir á mi movimiento. En espera de sus letras y suplicándole una reserva absoluta sobre este asunto tan delicado, quedo su afmo. y s.s. J. M. Guajardo".
"Campamento revolucionario en el Estado de Morelos, al primero de abril de 1919. Señor Coronel Jesús M. Guajardo. San Juan Chinameca. Muy señor mío: Con mucha satisfacción me he enterado de su muy atento escrito fechado en San Juan Chinameca, en el que me dice que está dispuesto a unirse á la causa revolucionaria que tiene por objeto el mejoramiento de la gran familia mexicana. Como le dije a usted en mi anterior, tanto a usted, como a los jefes, oficiales y soldados que lo acompañen, se les recibirá con los brazos abiertos y gozarán de toda clase de garantías, pues se les verá como compañeros. Jefes que han llegado del Norte, y a los que tengo con mando de fuerzas en Xochimilco, me han dado excelentes referencias de su gestión revolucionaria en aquella región, y por ellos mismos he sido informado de que es usted hombre de convicciones, y que aun cuando distanciado de nosotros, sus ideas son firmes. Aquí con nosotros contribuirá usted al triunfo de la gran causa revolucionaria que lucha por el bien general de la clase humilde, y cuando hayamos llegado al triunfo, tendrá usted la satisfacción de haber cumplido con un deber y su conciencia quedará tranquila por haber obrado con justicia. La carta de usted deja ver que es franco y sincero, y lo juzgo como hombre de palabra y caballero, y tengo confianza en que cumplirá al pie de la letra el asunto de que se trata; por mi parte, sólo sé decirle que sé cumplir mi palabra, mientras no se dé al pueblo lo que necesita. Una vez estando usted aquí con nosotros, tendrá todo lo que desea, sus circunstancias como revolucionario mejorarán y tengo la seguridad de que estará satisfecho de estar a nuestro lado. El regimiento de que habla, ya entiendo poco más menos cuál es y exacto que ya está de acuerdo, así como de que está cerca de esa. Creo conveniente decir a usted que deseo haga su movimiento el jueves, y como Victoriano Bárcenas es un mal elemento, es necesario que comience usted con él, al fin está muy cerca. Prepárese bien para dar ese golpe, que es por donde se debe comenzar; al desarmar a Bárcenas y los suyos, dejará usted la tropa desarmada en Chinameca hasta nueva orden y a Bárcenas y todos los jefes que están con él, me los remitirá al rancho de Tepehuaje, previo aviso; ya después acordaremos los trabajos que debemos seguir haciendo. Advierto a usted que se necesita obrar con mucha actividad. En Cuautla tengo yo arreglados varios jefes, así como otros que están destacamentados fuera de allí. Dichos Jefes sólo esperan que se les diga el día en que deben salirse para que se incorporen a nosotros, así es que el movimiento va a ser de importancia y con satisfacción digo a usted que una vez realizado el movimiento, habremos dado un gran paso hacia el triunfo de la revolución. En la actualidad me encuentro en esta región, debido, entre otros urgentes asuntos, a que se me comunicó la presencia de unos correos enviados por varios jefes, entre ellos del C. General Cipriano Jaimes, que últimamente se unieron a la revolución en el estado de Guerrero. Para terminar, juzgo conveniente entrar en algunos detalles acerca de la situación, por más que deben ser ya de su conocimiento: el Señor Don Francisco Vázquez Gómez, a quien con placer recordamos todos los revolucionarios, está haciendo los últimos trabajos cerca de la Casa Blanca para cruzar territorio nacional y ponerse frente de las columnas revolucionarias que mandan los Generales Villa, Felipe Ángeles y Martín López, que perfectamente organizados y con abundancia de elementos, están atacando plazas importantes y atrayéndose la atención de los compatriotas y extranjeros. En términos generales, la revolución prepotente y arrolladora está rápidamente dominando toda la extensión del territorio nacional. En espera de sus apreciables letras y de que me diga si hará el movimiento que le indico, quedo de usted afmo. Atto. y S.S. El General Emiliano Zapata".
"Campamento revolucionario de San Juan Chinameca, Morelos. C. Jefe de la Revolución del Sur, don Emiliano Zapata. Muy estimado Jefe: Con satisfacción me he enterado de su extensa carta fechada hoy, y en debida contestación manifiesto a usted que, con relación a sus instrucciones respecto a Bárcenas, no es posible dar cumplimiento para el jueves, por encontrarse éste en Cuautla, llamado por Pablo González, encontrándose en ésta únicamente Ramón N. Gutiérrez, uno de sus jefes, como con 40 hombres. Otro motivo principal es el de tener en dicha ciudad provisión por valor de diez mil pesos, la que nos haría mucha falta, si ésta se perdiese, así como el Cuartel General tiene un pedido de mi parte de 20 000 cartuchos, los que me entregará del 6 al 10 del presente mes; la provisión de referencia estará también para la misma fecha en ésta. Motivo de satisfacción es para mí fijarme a la gran causa revolucionaria por la que usted ha luchado, así como los informes que ha tenido de distintos jefes, de que soy hombre de convicciones y de ideas firmes, lo cual demostraré a usted con hechos. Ya me encontraba en antecedentes que el señor Doctor Francisco Vázquez Gómez trabaja activamente por la unificación de todos los elementos revolucionarios que se encuentran en este país y en el extranjero, y que desea el mejoramiento de nuestro suelo patrio. He tenido conocimiento que los cc. Generales Francisco Villa y Felipe Ángeles, como otros, han tenido brillantes triunfos en el Norte de nuestra Republica. Una vez reunidos en nuestro poder los elementos a que hago referencia y que hice en mi anterior, daremos el primer golpe a Bárcenas y seguiremos trabajando con éxito. Me permito ofrecer a usted, desde luego, víveres como artículos de primera necesidad, u otros que pudieran hacerle falta dejando a su respetable opinión la forma más conveniente para que lleguen a su poder. Hago de su conocimiento que diariamente mando mulada con arrieros a Cuautla, por lo que suplico se sirva, si lo cree conveniente, ordene a los jefes que operan por esa región, no obstruccionen el paso a los individuos de referencia. Sin más asunto que tratar por ahora, aprovecho la oportunidad para protestarle mi adhesión y respeto. El Coronel J. M. Guajardo".
"Campamento Revolucionario en Morelos, a 2 de abril de 1919. Señor Coronel J .M. Guajardo. San Juan Chinameca. Muy estimado señor Coronel: Con mucha satisfacción doy respuesta a su atenta fecha el 1º (Primero) del actual, habiendo quedado enterado de lo que en ella se sirve expresarse, recomendándole especialmente el asunto de Bárcenas. Con relación a los víveres y municiones que en la ciudad de Cuautla tiene usted, juzgo pertinente los deje allá, aún cuando bien comprendo que por de pronto pudieran hacernos falta, pues creo firmemente que muy poco tiempo después esos elementos se pueden recobrar y hay el inconveniente de que el mismo individuo que le recomiendo, pudiera enterarse del asunto, en cuyo desgraciado caso, esté usted seguro que lo haría víctima. Además creo conveniente que en la primera oportunidad que se le presente arregle de una vez a Bárcenas, sin esperar la fecha del 6 al 10. Su carta ha sido para mí la confirmación de las referencias que sobre usted me habían sido proporcionadas y no dudo que como usted me indica, sea sostenido con hechos y sinceramente nos felicitamos por su patriótica actitud, ofreciéndole en lo particular mi amistad franca y abierta. Respecto a los víveres de que me habla, efectivamente estamos escasos, yo le agradezco mucho su buena disposición para proporcionármelos y esté seguro de que recibiré con gusto todo aquello que sea su voluntad mandarme. Ya ordeno a la gente que se encuentra entre esa y Cuautla, no entorpezca el paso a sus arrieros. Sin más por ahora y en espera de sus apreciables letras, quedo de usted afmo. General Emiliano Zapata".
"Hacienda de San Juan Chinameca, abril 3 de 1919. C. Jefe de la Revolución del Sur, don Emiliano Zapata. Donde se encuentre. Muy estimado Jefe: Con fecha de ayer noche me fue anunciada la presencia en ésta de su enviado, el señor Feliciano Palacios, a quien recibí gustoso y después de tener una larga y franca entrevista, le expuse los motivos para alargar el plazo de capturar a Bárcenas y los suyos, cosa que estima prudente por ser de esencial importancia para el tiempo futuro, tener en nuestro poder la cantidad de parque a que ya le he hecho mención. No creo oportuno entrar en otros detalles, pues entiendo que su enviado al escribirle a usted le dará cuenta de ellos. Por su enviado quedo enterado que usted ha acordado que este punto sea mi campamento, cosa que es de mi agrado, me permito consultarle si las familias puedo dejarlas en ésta o mandarlas a otro lugar. Le mando un caballo que espero será de su agrado, así como mercancías que le serán necesarias. Si usted no puede darme sus instrucciones amplias y verbales, las espero entonces por escrito, indicándome qué plaza debo atacar después del golpe de Bárcenas. Tengo en proyecto Jojutla, Tlaltizapán o Jonacatepec. El trabajo que tengo que efectuar con su recomendado, será el lunes y lo tendrá en su poder en el punto indicado. Yo tengo que ir a Cuautla a recibir el parque y venir enseguida con la gente que tengo en Santa Inés y algunos oficiales. Me es honroso protestarle mi subordinación. El Coronel J. M. Guajardo".
"Campamento revolucionario en Morelos, 6 de abril de 1919. Señor Coronel J. M. Guajardo. San Juan Chinameca. Muy estimado señor coronel: Por su estimable, me he enterado de la entrevista que tuvo usted con mi enviado, y en cuanto al movimiento, le manifiesto que la base principal es ésta; que con las fuerzas de su mando marche a Tlayecac, en donde están al mando del capitán Salomé G. Salgado, cien hombres; que el mismo capitán Salgado reunirá más tropas en Tenextepango; una vez organizado allí marchará sobre Jonacatepec, el que una vez tomado, regresará a San Juan Chinameca a recibir instrucciones, y marchará sobre Jojutla y Tlaltizapán; apoderándose de esta plaza, ya se puede reorganizar la columna y, después de reforzada, llevar a cabo trabajos de mayor importancia. Este movimiento debe hacerse inmediatamente que usted reciba la presente, al fin que Bárcenas pasó rumbo a Cuautla y ya le pongo gente a retaguardia para ver si es posible ayudarlo a combatir, pues por más que últimamente he pretendido hacerle presentar combate, anda escabulléndose para no tener encuentro. Como el movimiento de usted va a ser por el rumbo opuesto al que lleva el mencionado Bárcenas, puede prestar oportunidad para que al regresar a esa hacienda lo capture usted, y para mayor éxito puede usted dejar en ese punto un jefe con cien hombres y las respectivas instrucciones. En cuanto a la impedimenta de las familias, pueden quedar, por lo pronto, en ese lugar, y ya en vista de los movimientos que haga el enemigo, se verá si es conveniente trasladarlas a otro sitio; pero de antemano creo que habrá esa necesidad. Con el fin de despistar al enemigo, voy a distribuir fuerzas en guerrillas, por lugares más convenientes, cercanos a Cuautla, aparte de una columna competente, formada con las tropas que puedan reunirse, para el mejor éxito de las operaciones. Adjunto a usted una orden para el C. Capitán Salomé que, como le digo antes, se encuentra a mis órdenes en Tlayecac, para que se incorpore a la columna de usted llevando consigo a sus fuerzas y las de Tenextepango. En el mismo caso del capitán Salgado, se encuentran otros muchos jefes, que esperan la primera oportunidad para hacer su movimiento; y por lo mismo, es necesario que desde luego lo efectúe, sin esperar más tiempo los pertrechos que ha de recibir, los que se compensan con los elementos que se han de incorporar después. Sin más asunto por ahora, y deseándole feliz éxito, quedo de usted afectísimo amigo y atento y seguro servidor. General Emiliano Zapata".
Al mismo tiempo Zapata recibió una carta de Eusebio Jáuregui, en la que éste daba amplias referencias de Guajardo, lo que sumado a las anteriores, Emiliano Zapata creyó en la sinceridad de Guajardo. Hablamos arriba de alguna intervención de Jáuregui, ex zapatista que gozando de libertad, y sin respetar su palabra de honor, reincidió en sus simpatías hacia Zapata y hacia el zapatismo.
Eusebio Jáuregui perdonado de la vida pues se le capturó con las armas en la mano, no desperdicia ocasión para expresar a los espías del enemigo algún dato o cierta información que favoreciera a los suyos. Se sospechaba de su conducta, pero no había testimonio que confirmara tal sospecha.
Guajardo, por otra parte, debía también aprovechar la circunstancia y pide a Eusebio una carta de presentación con Zapata; no se niega el favor, y por el contrario, la carta sobre todo el final, expresa claramente sus inclinaciones a la rebeldía. Expide, pues, la carta que copiamos enseguida.
"Cuautla, abril 8 de 1919. C. General Emiliano Zapata. Donde se encuentre. Muy estimado general: He hablado con el coronel Jesús M. Guajardo, y me ha manifestado todos los arreglos que usted y él tienen para la fecha, relativos a que ha reconocido de una manera incondicional los ideales que usted tiene la alta honra de representar y como no dudo sea un hecho, me permito manifestar a usted sepa apreciar los buenos elementos de este ameritado jefe que ayudará e impulsará nuestra revolución. Espero que mi recomendado le comunicará a usted lo que yo tengo pensado, a fin de que la revolución obtenga mayores elementos y con esto grandes triunfos. Debo manifestar a usted, mi general, que el Coronel Guajardo no cumplió con su orden el día citado, en vista de que tuvo que atravesar por grandes dificultades. Protesto a Ud. mi general, mi subordinación y respeto. Jáuregui".
Guajardo, conforme a las instrucciones verbales que recibía del General González, seguía ratificando su adhesión al General Zapata, encontrando siempre algún pretexto para indicarle que debía esperar varias semanas más aliado del gobierno. Pero Zapata, ante la situación incolora de Guajardo, le pidió de una vez por todas que definiera su actitud. Ante la exigencia del caudillo suriano, el Coronel Guajardo se presentó ante el General Pablo González, pidiéndole órdenes y resolviendo don Pablo dar el golpe final.
La oportunidad para realizar los planes del Ejército Federal se presentaron cuando Zapata exigió a Guajardo que se le incorporara; señalándole la obligación de llevar al campo zapatista al General Capistrán, que se había rendido al gobierno y enseguida atacar y tomar la plaza de Jonacatepec. El cuartel general federal interceptó una comunicación del General Zapata dirigida a Eusebio Jáuregui, donde le daba instrucciones para que aprehendiera al General González.
Eusebio Jáuregui se había rendido hacía varias semanas, pero, según la comunicación interceptada, la rendición había sido preparada con el objeto de gestar un movimiento dentro de Cuautla. Al descubrirse los planes de Zapata, el General González ordenó al gobernador José G. Aguilar que procediera a la aprehensión de Jáuregui, que tenía la ciudad por cárcel. El General Pablo González dio la orden de traer a Emiliano Zapata vivo o muerto. González dijo a Guajardo:
-Por lo que respecta a las pruebas que le pide Zapata, provea a su gente de parque de salva y ataque la guarnición de Jonacatepec. Yo daré instrucciones al General Daniel Ríos Zertuche para que también provea a sus soldados de la misma clase de parque para que, después de sostener un tiroteo con las tropas de usted, se retire a un punto convenido en aparente desorden, y como no es posible que se lleve a Capistrán, pues Zapata le fusilaría inmediatamente, llévese a doce zapatistas que están condenados a muerte y que si los fusila su ex jefe pagarán bien pagados los crímenes que han cometido.
Según el parte de Guajardo, el día 8 de abril de 1919, después de recibir las órdenes de Pablo González, salió con su escolta a las 8:15 horas con rumbo a Chinameca. Llegó a Moyotepec a las 11 horas de ese mismo día, donde la esperaba una escolta de 50 hombres, y prosiguió a Chinameca llegando a las 15 horas.
Con motivo de que varios grupos de campesinos se presentaron ante Guajardo para quejarse de los desmanes de la gente de Bárcenas, exigiendo pronta justicia, Guajardo impuso como castigo el fusilamiento de 59 soldados que militaban a las órdenes de Margarito Ocampo y del Coronel Guillermo López. Esta orden se cumplió en un lugar llamado Mancornader. De esta forma demostró Guajardo su rectitud y lealtad a Emiliano Zapata.
Esto decidió a Emiliano Zapata a concederle la entrevista, por lo que Palacios le comunicó a Guajardo, que se encontraría en Tepalcingo. Guajardo, al día siguiente a la 1 (Primera) hora, con su gente montada y bien municionada dejó la hacienda de Chinameca y salió rumbo a Huitzila, donde llegó a las 9 horas, dándole forraje a sus caballos, y recibió las últimas instrucciones para atacar a Jonacatepec; a las 12:45 horas estuvo frente a esa plaza, donde le esperaba la gente que llevaba el Capitán Salgado, del 66 Regimiento.
Guajardo procedió al ataque de la plaza donde se combatió media hora y, según el parte oficial de Guajardo, se perdieron dos individuos de tropa que murieron en el combate. No se explica cómo pudo ser esto, pues iban a hacer sólo disparos de salva. En el ataque a Jonacatepec, el General Ríos Zertuche distribuyó a sus soldados, pues ya había recibido la orden del cuartel general; simuló la defensa de la plaza y después sus oficiales hicieron huir a la gente en completo desorden. Abandonada la plaza, el Coronel Guajardo, con la mayor parte de sus tropas -ya que algunos se negaron a voltearse- entró victorioso a Jonacatepec gritando "Viva el General Zapata".
El asalto simulado a Jonacatepec hizo creer al caudillo suriano en la lealtad de Guajardo. Poco después del asalto a Jonacatepec, recibió órdenes de presentarse a Zapata. A las 16 horas salió del pueblo y, por primera vez, frente a la estación del ferrocarril denominada Pastor llevando un número aproximado de 600 hombres, se entrevistaron y Zapata le dijo:
-Mi General Guajardo, la felicito a usted sinceramente y acordó el ascenso de él y de la oficialidad. Zapata le manifestó el deseo de que pasara a Tepalcingo. Guajardo fingió un dolor de estómago y Zapata la llevó a medicinarse. Como a las 24 horas, Guajardo recibió órdenes de Zapata para que dejara a su gente en un lugar llamado Los Limones, mientras que él, Guajardo, debería esperar nuevas órdenes en la hacienda de Chinameca.
Éste, al día siguiente acampó con su fuerza a tres kilómetros de la hacienda y procedió a entrar a ella a las 6:30 horas quedando toda la tropa acuartelada. A las 8 horas Emiliano Zapata llegó frente a la hacienda con unos 400 hombres, comandados por Pioquinto Galis, Gil Muñoz Zapata, Adrián Castrejón, Timoteo Sánchez, Joaquín Camaño, Jorge Méndez, Juan Lima, Jesús Chávez, José Rodríguez, Feliciano Palacios, y los coroneles Jesús Salgado, Clemente Acevedo, Salvador Reyes Avilés y otros.
Algunos se habían disgregado en algunas de las chocitas en busca de alimentos, otros en la plaza platicaban. Zapata fue saludado por Guajardo en ese lugar, y estaban en eso cuando corrió la noticia de que se acercaban fuerzas federales. Emiliano Zapata dio orden a Guajardo de que se mantuviera en la hacienda, y Zapata se posesionó del lugar llamado Piedra Encimada para repeler el ataque.
Desde ese lugar Emiliano Zapata observaba con unos prismáticos. Después de cerciorarse, ordenó a Feliciano Palacios que fuera a ver a Guajardo, para que éste entregara el armamento y municiones que había ofrecido a Zapata. Palacios salió acompañado de Jorge Méndez y Juan Lima; los dos últimos se quedaron en el puente de entrada de la hacienda, y sólo Feliciano Palacios entró a la finca. Como Palacios no regresaba, Zapata envió al Coronel Agustín Carreón para que le sirvieran unas cervezas. Carreón regresó sin haber visto a Feliciano Palacios.
Como a las dos de la tarde, Zapata se retiró a la Piedra Encimada y se dirigió a la tienda de raya de la hacienda, donde saludó al español que la regenteaba, y en la bodega preguntó al General Juan Lima por Feliciano Palacios, a lo que éste contestó que se encontraba preso por órdenes de Guajardo, y le participó que Guajardo lo invitaba a comer.
Contrariado el General Zapata por la información que le dio Juan Lima, aceptó la invitación pero dijo que iría a caballo, por lo que su asistente, Agustín Cortés, le arregló su montura y ordenó a Juan Lima y a Jorge Méndez que escogieran diez hombres para que lo acompañaran a la cita que le había hecho el Coronel Guajardo.
La comitiva fue compuesta por los generales Juan Lima, Jorge Méndez, Miguel Zúñiga, y el Coronel Clemente Acevedo, más los asistentes de cada uno de ellos. Guajardo había dispuesto que en el momento en que entrara Emiliano Zapata se le hicieran los honores de general y después de la segunda llamada de honor hicieran fuego, estando el resto de la tropa dispuesta para combatir.
A las 14:10 horas, Emiliano Zapata se presentó en la puerta de la hacienda, en una de cuyas piezas tenían a Feliciano Palacios. Al aproximarse Zapata a la hacienda, una banda de guerra formada tocó llamada de honor y, sin terminar ésta, una trompeta tocó a fuego. Como los soldados presentaban armas al pasar el General Zapata, el primero en disparar fue el centinela y a continuación siguieron las descargas que hacían en su contra.
Zapata quiso sacar la pistola en los últimos momentos que le quedaban de vida y, tratando de dar media vuelta, el caballo arrojó su cadáver al suelo. A su lado quedó su fiel asistente Agustín Cortés, y dentro de las habitaciones de la hacienda quedó el infortunado Feliciano Palacios que fue asesinado también en el momento en que caía Zapata.
Las descargas de fusilería se convirtieron en mortífero fuego general contra los zapatistas desde los puestos en que los federales se encontraban apostados. Bajo el cerrado fuego de fusilería, ametralladoras y bombas que simultáneamente estallaban, las despavoridas fuerzas zapatistas huían sin saber lo que había pasado y tratando de ponerse a salvo del furioso ataque de que fueron víctimas.
Una vez fuera del alcance de los proyectiles, comenzaron a reunirse para conocer las causas del ataque. Los mismos que iban atrás de Zapata informaron la funesta noticia de la muerte de su jefe.
El parte oficial de Guajardo dice que quedaron muertos Emiliano Zapata, Zeferino Ortega y otros generales habiendo causado bajas, entre muertos y heridos, como 30 hombres, que no fue posible identificar. Guajardo aseguró que él personalmente hizo fuego en contra de Palacios, Bastida y Castrejón, a los que mató en el acto. Posteriormente, se ha podido comprobar que ni Zeferino Ortega ni Gil Muñoz Zapata fueron sacrificados en aquella ocasión.
Después de este artero ataque se procedió a levantar los cadáveres y se dispuso que se persiguiera al enemigo por todos los rumbos hasta dispersarlo completamente, haciendo gran número de bajas entre muertos y heridos.
Con el objeto de conducir el cadáver de Zapata, se tocó botasilla y, media hora más tarde, a las 16 horas del jueves 10 de abril de 1919, Guajardo salió de la hacienda de Chinameca con la fuerza a su mando, rumbo a Cuautla, a donde llegó a las 21:10 horas, haciendo entrega del cadáver al General Pablo González.
Mientras la tragedia sucedía en San Juan de Chinameca, el General Pablo González estaba muy inquieto porque no sabía si Guajardo ya había matado a Zapata. Como a las ocho de la noche llegó un propio desde Villa de Ayala con el lacónico mensaje "sigo para ésa con Zapata".
Aunque Pablo González tenía una gran confianza en su coronel, la ciudad fue puesta en estado de alerta y don Pablo González salió rumbo al camino de Villa de Ayala para esperar a Guajardo.
El cadáver de Zapata lo llevaban amarrado al lomo de una mula, y cuando llegaron a las puertas de Cuautla, adelantándose Guajardo adonde estaba Pablo González, le informó: -Mi general, sus órdenes han sido cumplidas.
Los despojos de Emiliano Zapata fueron llevados a los bajos de la presidencia municipal de Cuautla. Para identificar el cadáver, se hizo traer a Eusebio Jáuregui, que había sido jefe del Estado Mayor de Zapata, quien declaró ante el notario Ruiz Sandoval.
El cadáver de Emiliano Zapata fue expuesto al público, colocándosele sobre una caja en la inspección de policía: Allí empezaron a acudir centenares de curiosos y vecinos del lugar. Para evitar la descomposición del cadáver se ordenó que el Doctor Loera y varios practicantes lo inyectaran, realizado lo cual, se ordenó que fuera puesto en exhibición.
Previamente se le practicó la autopsia y se comprobó que solamente había ingerido alimentos líquidos, y el cuerpo presentaba siete perforaciones correspondientes a siete tiros que le debieron haber causado la muerte casi instantánea. El cadáver no presentaba ni una herida en el rostro.
Al cadáver de Emiliano Zapata le fue cambiada la ropa; se le quitó el traje de charro que llevaba y se le puso ropa limpia. Todos los curiosos que acudieron a ver el cadáver de Zapata, lo primero que le buscaban era el lunar que tenía arriba de un ojo.
El General Pablo González envió a la ciudad de México al coronel y licenciado Miguel Cid Ricoy para que comunicara los hechos al presidente Carranza. Inmediatamente se dio el boletín a la prensa nacional.
La noticia produjo verdaderas peregrinaciones rumbo a Cuautla con el objeto de ver el cadáver de Zapata. Se especuló en la ciudad de México que el cuerpo iba a ser trasladado a esa ciudad, pero al ser entrevistado por los periodistas, el señor Ricoy declaró que no creía que hubiera necesidad de trasladarlo a la capital, salvo que hubiera una orden en contrario dictada por la Secretaría de Guerra.
En la prensa nacional se dieron algunos datos sobre Guajardo, diciendo que se había incorporado a las fuerzas revolucionarias el año de 1913, que había empezado su carrera como soldado raso y que sus ascensos se debían a su singular valor. Aseguraron que en Saltillo, Puebla, Guerrero y el Estado de México tuvo participación en importantes combates y que siguió a la Revolución en todo su formidable avance desde el norte.
Dentro de sus datos biográficos señalaban que su abuelo había dado muerte a un famoso bandido apellidado Villegas, cuyas hazañas se consignaban en los anales del bandolerismo de aquella época. Villegas fue apodado El Endiablado.
Se citó también en la prensa nacional, que Guajardo había empleado cuatro días en la realización del ardid que dio como resultado la muerte del cabecilla morelense. Se consignó como dato original el de que Zapata le había regalado un caballo al Coronel Guajardo cuando consideró a este militar como de su bando.
Siguió la expectación y se afirmó que seria sepultado el lunes siguiente en Tlaltizapán, en un mausoleo construido por el propio Zapata, para que guardara los restos de los firmantes del Plan de Ayala, bandera de los hombres del campo.
El mausoleo es una sencilla tumba que tiene numerosas gavetas, en cada una de las cuales podrá verse el nombre de cada uno de los firmantes; allí reposaban ya los restos de Otilio Montaño, Eufemio Zapata y algunos otros zapatistas. Se aseguró que en ese lugar debían quedar los restos de Emiliano Zapata.
Este día también se afirmaba que con la muerte de Emiliano Zapata quedaba desaparecido el zapatismo, y que muy pronto se restablecería la paz, pues ya quedaban muy pocas gavillas con las armas en la mano.
ACTA NOTARIAL DE LA
MUERTE DE ZAPATA.
Media hora después de la llegada del cadáver de Emiliano Zapata a Cuautla se levantó el acta siguiente: Al margen un sello que dice: Juzgado de Primera Instancia, del Estado de Morelos, No.13. En la ciudad de Cuautla, Morelos, a las diez de la noche del día 10 de abril de mil novecientos diez y nueve, yo, el Lic. Manuel Othón Ruiz Sandoval, Juez de Primera Instancia, encargado del protocolo, me constituí en las oficinas de la Inspección general de policía de esta ciudad con el objeto de dar fe del cadáver e identificarlo, del que en vida llevó el nombre de Emiliano Zapata. Comparecen al acto los señores Capitán Primero de Estado Mayor, Ignacio Barrera y Gaona, Alfonso G; Olivares, José Rico y Eusebio Jáuregui, este último que desempeñó algún puesto en el Zapatismo. Habiéndose mostrado al suscrito y comparecientes en una de las planchas de la sección médica de esta oficina, el cadáver de un hombre, al parecer por los signos característicos bien muerto, los comparecientes lo identificaron como el del que en vida llevó el nombre de Emiliano Zapata, con lo que se terminó el acto, dando fe el suscrito notario del referido cadáver. Actuaron como testigos de asistencia los señores Joaquín Flores G. y Javier del Rayo, y por sus generales todos dijeron ser: el Sr. Capitán Barrera y Gaona, casado, de veintiséis años de edad, militar; el Sr. Olivares, casado, de treinta años de edad, empleado; el Sr. Jáuregui, de veinticinco años, soltero, agricultor, y todos de esta vecindad, menos el señor Rico que vive en la hacienda de Tenango, distrito de Jonacatepec, estado de Morelos. El señor Flores G., casado, empleado, de treinta y tres años de edad, y el Sr. Rayo, soltero, de veintitrés años de edad, empleado, y ambos con domicilio en el hotel Providencia. Leída que les fue a los comparecientes y testigos la presente acta, y estando conformes con su contenido que se les explicó, así como su fuerza legal, firmaron hoy, día de su fecha, a las once y treinta minutos de la noche. Doy Fe, Ignacio Barrera y Gaona, Olivares, José Rico, E. Jáuregui, J. del Rayo, J. Flores G. -Rúbricas- autorizó esta acta en Cuautla, Morelos, a once de abril de 1911: Doy Fe, M.O. Ruiz Sandoval. -Rúbrica- El Sello de Autorizar.
Hoy he extendido en el protocolo que es a mi cargo la siguiente acta: IDENTIFICACIÓN DEL CADÁVER del que en vida llevó el nombre de Emiliano Zapata y Fe de que: -Con fundamento en la fracción 31, inciso segundo, artículo 14 de la Ley del Timbre en vigor, opino que debe causar estos timbres: Dos pesos por foja, en una foja $2.00- Cuautla, Morelos, 10 de abril de 1919. El Juez de primera instancia, M.O. Ruiz Sandoval. Rúbrica-El Sello de la notaría No.6.
El Administrador del Timbre en Cuautla, Morelos, certifica que con esta fecha, se pagaron dos pesos valor de las estampillas que fijaron y cancelaron en la presente nota firmada bajo la responsabilidad del Notario que la suscribe. Cuautla de Morelos, Abril 11 de 1919.El Administrador General del Timbre G. A. Baquedando. Rúbrica. El Sello de la administración federal del Timbre. Sacóse del registro de instrumentos públicos que es a mi cargo, como primer testimonio dejando agregada al apéndice del protocolo en el legajo correspondiente a esta acta bajo la letra A, la nota respectiva del timbre va en una foja y con los timbres de ley y se expide para la Secretaría General del Departamento de Administración Civil del Estado de Morelos. Corregido y copiado en prensa, Cuautla de Morelos, 11 de abril de 1919. Doy Fe. MO. RUIZ SANDOVAL.
Un sello que dice: Estado de Morelos. Juzgado de Primera Instancia, Secretario General del Departamento de Administración Civil del Estado de Morelos, Certifica que las firmas que calzan el documento anterior son del C. Licenciado Manuel Othón Ruiz Sandoval, Juez de Primera Instancia, encargado del protocolo de esta ciudad, y las que acostumbra usar en todos los documentos que autoriza.-Cuautla de Morelos, Abril 11 de 1919. El Secretario General del DEPARTAMENTO DE ADMINISTRACIÓN CIVIL DEL ESTADO, J. G. Aguilar. Rúbrica. Al fin un sello que dice: Gobierno Libre y Soberano de Morelos, Secretaría.
ACTA DE DEFUNCIÓN EXPEDIDA POR EL REGISTRO CIVIL DE LA CIUDAD DE CUAUTLA. En la heroica ciudad de Cuautla, Morelos a las 6 de la tarde del día 11 de abril de 1919, y ante mí el ciudadano Pedro Narváez Juez del Estado Civil de esta cabecera compareció el ciudadano Alberto Girela originario y vecino de esta ciudad, casado, comerciante, y artesano de cuarenta y cinco años de edad, manifiesta que el cadáver que se encuentra en el local de la inspección general de policía es el mismo del que en vida se llamó Emiliano Zapata, el que según parece falleció ayer a las 8 de la tarde a consecuencia de heridas producidas por arma de fuego, que lo conoce perfectamente porque era originario del pueblo de Anenecuilco municipalidad de Villa de Ayala, Estado de Morelos, casado, labrador, de 29 años de edad, hijo fue del difunto Gabriel Zapata y de la finada Cleofas Salazar, de Anenecuilco; se tuvo a la vista el certificado médico que se archivó con las anotaciones de ley, suscrito por el Dr. Miguel Loaiza, fueron testigos de esta acta el comparente y el Sr. Juan Bustamante, originario vecino de esta ciudad, casado, comerciante y mayor de edad. Se expidió la boleta para la inhumación del cadáver en fosa de primera clase (gratis) del panteón de (la) ciudad, y leída la presente acta a los que en ella intervinieron estuvieron conformes y firmando conmigo el suscrito Juez, Doy Fe E. R; a que (ilegible). El Juez del Registro Civil Pedro Narváez,(Rúbrica) Alberto Girela, (Rúbrica) Juan Bustamante, (Rúbrica) Luis de Alvarado, Secretario, (Rúbrica).
Casi 24 horas estuvo expuesto el cadáver de Emiliano Zapata y lo vieron no solamente los vecinos de Cuautla, sino los de los poblados inmediatos y muchas personas que se trasladaron a esa ciudad desde la capital. La tarde del sábado 12, la ciudad de Cuautla se animó en sus calles, pues todos los vecinos se dirigían a la plaza principal para presenciar el sepelio. La animación era callada; en los rostros se veía sorpresa en unos, y curiosidad en otros.
Ocho prisioneros rebeldes que militaban en las filas de Zapata, penetraron escoltados a la pequeña pieza donde el cuerpo, descompuesto ya, estaba listo para ser conducido al panteón municipal. Frente a la presidencia municipal, tres parientas del muerto llegadas de Anenecuilco, enlutadas, llorosas, visiblemente emocionadas; dudaban en presidir la fúnebre comitiva o en seguir separadamente al cortejo.
Con la presencia del General González y de otros jefes militares que hacían la campaña en contra del zapatismo en Morelos, se solucionó la incertidumbre, y aquellas mujeres, rodeadas por otras del pueblo, empezaron su callada marcha detrás del gentío que hacía imposible el tránsito por la ancha plazuela.
A esta comitiva la seguían fotógrafos llegados de la ciudad de México y se filmaban escenas de este acontecimiento para el primer noticiario cinematográfico de la capital.
En el panteón todo estaba listo para dar sepultura al cadáver; los enterradores, soga o pala en mano, cariacontecidos, se les veía preparados para su faena. La negra caja de caprichosos dibujos blancos que guardaba los restos del cabecilla Emiliano Zapata, bajó a la fosa en presencia del gentío que pugnaba por ocupar la parte delantera del numeroso grupo; algunas personas trepaban a las tumbas inmediatas para satisfacer su curiosidad e impedían que los deudos pudieran ver el resto de la operación.
Una anciana, la madre de Emiliano Zapata, más decidida que los demás, con los ojos inyectados y llorosos, se abre paso, y cogiendo un puñado de tierra fue la primera en depositar su ofrenda; temblorosa, pero enérgica, cumplió los propósitos inspirados en la vieja tradición.
(Nota: El autor de la biografía, Valentín López González, menciona
en el párrafo anterior -al parecer erróneamente- que la madre
de Emiliano Zapata lo visitó cuando éste murió.
Sin embargo, al inicio de la biografía menciona también que la madre
de Zapata murió cuando él tenía 16 años de edad.)
Los golpes sordos del martillo que aseguraba los clavos, las paladas de tierra que caían sobre el ataúd se escuchaban en medio de un silencio profundo. Los hombres que condujeron a Zapata al panteón eran ex zapatistas y veían el acto con incredulidad, formados de dos en fondo.
El General Pablo González y sus más cercanos colaboradores presenciaron el acto con sendas bolas de naftalina en la nariz, porque el cadáver despedía ya pútridas emanaciones. Eran las 18 horas.
El sepulturero, con la boleta municipal en la mano, ratificó la localización de la fosa. Zapata quedó al extremo noroeste del panteón, en la segunda hilera de mausoleos en la primera clase; y se identificaba el lugar por un guayabo que erguía su frondosa ramazón en el costado izquierdo de la cabecera de la tumba. La gente regresa al centro de la población, unos iban silenciosos, los más comentando el triste fin de Emiliano, el inculto sembrador; el célebre Atila del Sur.
Aquel pueblo que tanto sufrió por la rebeldía zapatista parecía experimentar, dos horas después, no una indiferencia sino una calma que se confundía con la diversión en la plaza al escuchar la banda militar o jugando a la lotería de cartón, o tomando nieve para mitigar la sed y calmar el calor regional de la noche.
Emiliano Zapata, ese mismo día se convirtió en una leyenda. La historia del lunar de bola que se comentaba no tenía el cadáver de Zapata y que habría de servir para la identificación que hizo Jáuregui y que al principio negó caprichosamente, después, aquellos que negaban su existencia, la confirmaron: ¡Era Emiliano Zapata!
Las dudas no aparecían por ninguna parte; todos confirmaban la declaración de Jáuregui, general zapatista rendido, que reconoció a su antiguo jefe. Éste fue fusilado el día 14 en el panteón municipal por un pelotón de soldados carrancistas.
El mismo 10 de abril de 1919, el secretario particular de Emiliano Zapata; Salvador Reyes Avilés, desde el campo revolucionario en Los Sauces, daba a conocer el parte oficial de la tragedia al General Gildardo Magaña, y un día más tarde este mismo general desde su campamento en Tochimilco; estado de Puebla, hizo circular entre todos los sobrevivientes del zapatismo la carta que transcribimos:
Al C. General Francisco Mendoza, Su Campamento. Víctima de la más negra de todas las traiciones, cayó ayer, gloriosamente, atravesado por las cobardes balas enemigas, nuestro inolvidable y heroico General en Jefe, don Emiliano Zapata. Que las maldiciones de todos los buenos mexicanos, de los que hayan sabido comprender la grandiosa obra del más grande y desinteresado revolucionario mexicano, caigan sobre los nombres maldecidos y malditos de los cobardes asesinos.
Hoy, más que nunca, los que bajo las órdenes del ya glorioso Emiliano Zapata seguimos su ejemplo de patriotismo y de profundo amor al pueblo, tenemos la sagrada obligación, el ineludible deber de continuar la lucha, con mayores bríos, con más fe, con más grandes ardimientos en contra del enemigo carrancista que ya para siempre manchó su nombre con el lodo de la traición.
Para tratar, pues, sobre la mejor manera de continuar cumpliendo con nuestros deberes de revolucionarios y de hombres, este Cuartel General ha acordado convocar a una junta de Generales, Jefes y Oficiales del Ejército Libertador, que tendrá verificativo en esta plaza, a la mayor brevedad posible, es decir, tan luego como estén reunidos los principales miembros del Ejército.
Estimando que usted comprenderá la urgencia de verificar dicha junta, he de merecerle que lo antes posible, se sirva pasar a este Cuartel General acompañado de sus jefes, subordinados y de los compañeros que operen por esa zona. Lo que comunico a usted para su inteligencia y efectos, reiterándole mis consideraciones y aprecio distinguido. Reforma; Libertad, Justicia y Ley. Tochimilco, a 11 de abril de 1919. El General Magaña.
El día 12 de abril se publicó en El Universal la felicitación de don Venustiano Carranza al General Pablo González.
Del Palacio Nacional de México, el 11 de abril de 1919. Señor General de División; don Pablo González. Cuautla, Morelos. Con satisfacción me enteré del parte que me rinde usted en su mensaje de anoche, comunicándome la muerte del cabecilla Emiliano Zapata, como resultado del plan que llevó a cabo con todo efecto el coronel Jesús M. Guajardo. Lo felicito por este importante triunfo que ha obtenido el Gobierno de la República con la caída del jefe de la revuelta en el sur, y por su conducto, al coronel Guajardo y a los demás jefes; oficiales y tropa que tomaron participación en ese combate; los felicito por el mismo hecho de armas; y atendiendo a la solicitud de usted, he dictado acuerdo a la Secretaría de Guerra y Marina para que sean ascendidos al grado inmediato el coronel Jesús M. Guajardo y los demás jefes y oficiales que a sus órdenes operaron en este encuentro, y cuya lista deberá usted remitir a la propia Secretaría del estado. Salúdolo afectuosamente. V. Carranza.
La tarde del 14 de abril, el General Juan Barragán, jefe del Estado Mayor Presidencial contestó por escrito las preguntas formuladas por los representantes de la prensa nacional. El interrogatorio versaba sobre diversos asuntos de carácter militar, fue publicado por los diarios capitalinos, el día 15. El General Juan Barragán entregó el siguiente boletín autorizado con su firma:
"- ¿Es verdad, señor general, que la situación militar reinante en Chihuahua ha empeorado durante los últimos días y que el tráfico ferrocarrilero está interrumpido desde el domingo último?
- No es exacto que la situación en Chihuahua sea delicada, pues al contrario está mejorando cada día más; el tráfico ferrocarrilero está al corriente y solo el telégrafo es interrumpido con frecuencia dada la extensa zona de aquel estado.
-¿Cuál es el resultado de la conferencia entre el señor Presidente de la República y el general Fortunato Zuazua? ¿Es verdad que el general Zuazua no regresará a Chihuahua?
-El general Zuazua todavía no habla con el señor Presidente y no sé si volverá a Chihuahua o se le dará otra comisión.
-Varios periódicos han afirmado que el señor Presidente ha recibido numerosas protestas de altos jefes del ejército por el ascenso acordado a favor del Coronel Jesús M. Guajardo. - ¿Qué hay de cierto?
-El señor Presidente de la República ha recibido muchas felicitaciones por la muerte del cabecilla Emiliano Zapata y en todo el ejército ha producido buena impresión el ascenso acordado en favor del valiente coronel Guajardo. Palacio Nacional, México, Distrito Federal. 15 de abril de 1919. El general en Jefe de Estado Mayor, J. Barragán.
EL PARTE OFICIAL DEL CORONEL GUAJARDO.
La confirmación de las noticias de EXCÉLSIOR se puede ver en el siguiente parte oficial, que el hoy general Guajardo rinde a la Jefatura de Operaciones: Al margen un sello que dice: Ejército Nacional Cincuenta Regimiento de Caballería, Comandancia: Tengo la honra de Informar de las operaciones llevadas a cabo durante los días del 8 al 10 de los corrientes:
Día 8.- Habiendo recibido las últimas instrucciones del ciudadano general en jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur, don Pablo González y salí de ésta con mi escolta rumbo a Chinameca, a las 8:15 A.M., llegando a Moyotepec a las 11 del mismo día; donde me esperaba una escolta de cincuenta hombres, al mando de un capitán 2o.(Segundo), saliendo de dicho punto y llegando a Chinameca a las 3 P.M. "Se procedió desde luego a comunicarme con Emiliano Zapata por conducto del llamado general y licenciado Feliciano Palacios, secretario del mencionado Zapata, quien tenía algunos días de estar en nuestro destacamento, ultimando los arreglos para que yo y mi gente desconociéramos al Supremo Gobierno, recibiendo más tarde instrucciones.
Día 9.- A la una de la mañana de este día, y al frente de mi gente montada, armada y perfectamente municionada, dejamos la hacienda de Chinameca saliendo rumbo a la Estación de Huichila, estando en aquel lugar a las 7 A.M., dándose forraje a la caballada y recibiendo las últimas instrucciones para el ataque a Jonacatepec, tomando ese rumbo a las 9 y llegando a un kilómetro antes de dicha plaza a las 12:45 P.M., donde me esperaba la gente que, de acuerdo conmigo, llevaba el ciudadano capitán 1o. (Primero) Salgado, del 66 regimiento. Desde luego se procedió al ataque y toma de dicha plaza, combatiendo media hora, lugar en que perdimos dos individuos de tropa que murieron en el combate que se libró.
A las,4 P.M., salí de Jonacatepec encontrándome Emiliano Zapata por primera vez, adelante de la Estación Pastor, llevando éste número aproximado de 600 hombres. Fui recibido perfectamente por el cabecilla suriano, quien manifestó deseos de conocer a mi oficialidad la que en seguida le fue presentada; a continuación de esto fui, invitado para pasar a Tepalcingo, lo que acepté llevando mis fuerzas, pernoctando en ese lugar, donde existía un número de zapatistas aproximado a mil trescientos.
A las 8 A.M. Zapata, con sus fuerzas compuestas aproximadamente de cuatrocientos hombres, entró a este punto comunicándome que fuerzas constitucionalistas en número de tres mil avanzaban con objeto de atacarnos; a la vez, daba órdenes a otras fuerzas de él para que salieran a combatirlas y dándome órdenes a mí para que permaneciera en mi lugar, posesionándose Emiliano con su escolta en la Piedra Encimada, para repeler un ataque.
A partir de esta hora llegaron los llamados generales Castrejón, Zeferino Ortega, Lucio Bastida, Gil Muñoz y Jesús Capistrán, llevando consigo un número de fuerzas aproximada a dos mil quinientos hombres.
A la 1 :30 P.M. me encontraba en la hacienda con Castrejón, Palacios, Bastida y otro general cuyo nombre no recuerdo, el cual salió a llamar a Emiliano Zapata, llegando el ciudadano capitán Salgado en ese momento.
A las 2 P.M., Zapata venía acompañado de cien hombres para entrar a la hacienda. Estando preparada de antemano la guardia para que a la entrada de éste hicieran honores y a la vez la orden para que a la segunda llamada de honor hicieran fuego sobre el cabecilla, estando el resto de la fuerza arreglada y dispuesta a combatir, dando por resultado que a las dos y diez minutos de la tarde se presentó ante el cuerpo de guardia ejecutándose lo dispuesto y quedando muertos el propio Emiliano Zapata, Zeferino Ortega, Gil Muñoz y otros generales y tropa que no se pudo identificar, habiéndose hecho bajas entre muertos y heridos en número aproximado de 30 hombres.
En los mismos momentos yo en persona hacía fuego a Palacios, Castrejón y Bastida quedando muertos en el acto. A la vez hago constar que el ciudadano capitán 1o. (Primero) Salgado, que había permanecido a mi lado salió en el preciso momento de las descargas, regresando instantes después. Ya dispuesta una fuerza montada, se procedió a hacer la persecución del enemigo por distintos rumbos hasta dispersarlos completamente, haciéndole gran número de bajas entre muertos y heridos, contándose entre estos últimos el llamado general Capistrán.
Una hora después, con objeto de conducir el cadáver de Zapata se tocó Bota Silla y media hora más tarde, 4 P.M., salí de la hacienda con la fuerza de mi mando, rumbo a Cuautla, lugar donde llegamos a las 9:10 PM, haciendo entrega de dicho cadáver al ciudadano general en jefe del Cuerpo de Ejército de operaciones del Sur, como prueba de haber cumplido la orden en comisión que hacía sesenta horas me había confiado.
En el transcurso de este día a los anteriores, hubo por nuestra parte 16 dispersos. Tengo el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto. Constitución y Reformas. Cuautla, Morelos, abril 15 de 1919. El coronel jefe del regimiento, Jesús M. Guajardo. Al C. general jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur.-Presente.
PARTE OFICIAL DE LA MUERTE DE ZAPATA DEL EJERCITO LIBERTADOR DEL SUR. Al margen: Ejército Libertador. Secretaría particular del ciudadano General en Jefe.- Al centro: Al G. Gral. Gildardo Magaña.-Cuartel General. Tengo la profunda pena de poner en el superior conocimiento de usted, que hoy, como a la una y media de la tarde, fue asesinado el C. General en jefe, Emiliano Zapata, por tropas del llamado coronel Jesús M. Guajardo, quien con toda premeditación, alevosía y ventaja, consumó la cobarde acción en San Juan Chinameca.-
Para que usted quede debidamente enterado del trágico suceso voy a relatar los siguientes detalles: Tal como se lo comunicó a usted oportunamente, en virtud de haber llegado hasta nosotros informes sobre la existencia de hondos disgustos entre Pablo González y Jesús Guajardo, el C. General Zapata se dirigió a éste último, invitándolo a que se uniera al movimiento revolucionario.
A esta carta contestó Guajardo manifestando estar dispuesto a colaborar al lado del jefe siempre que se le dieran garantías suficientes a él ya sus soldados. Con los mismos correos que pusieron esa carta en manos del jefe, éste contestó a Guajardo ofreciéndole toda clase de seguridades y felicitándolo por su actitud, ya que lo juzgaba hombre de palabra y caballero y tenía confianza en que cumpliría al pie de la letra sus ofrecimientos. Las negociaciones siguieron todavía en esa forma, es decir, llevadas por correspondencia y de toda la documentación adjunto a usted copias debidamente autorizadas. El día dos del actual, el ciudadano general en jefe dispuso, que para arreglar definitivamente el asunto pasara al cuartel de Guajardo, en San Juan Chinameca, el C. coronel Feliciano Palacios, quien permaneció aliado de Guajardo hasta ayer, a las cuatro de, la mañana, hora en que se nos incorporó y misma a la que, según nos dijo, marchaba Guajardo rumbo a Jonacatepec.
Aquí debo hacer mención de un hecho que hizo que el ciudadano general en jefe acabara de tener confianza en la sinceridad de Guajardo. Las versiones que circulaban en público, asegurando que Guajardo estaba en tratos para rendirse al ciudadano general Zapata, se acentuaron a tal grado, que varios vecinos de algunos pueblos que en esos días visitamos, pidieron al ciudadano general en jefe, que fuesen castigados los responsables de saqueos, violaciones, asesinatos y robos cometidos en dichos pueblos por gente de Victoriano Bárcenas, a la sazón bajo las órdenes de Guajardo.
En vista de esta justa petición, el ciudadano general Zapata se dirigió a Guajardo, por conducto de Palacios, pidiéndole hiciera la debida averiguación y procediera al castigo de los culpables. Guajardo, entonces, separó de entre los soldados de Bárcenas, a cincuenta y nueve hombres, que eran al mando del "general" Margarito Ocampo y del "coronel" Guillermo López, todos los cuales fueron pasados por las armas, por órdenes expresas de Guajardo, en un lugar llamado Mancornadero.
Esto sucedió ayer. Guajardo se encontraba en Jonacatepec, plaza que dijo había capturado al enemigo. Al saberlo nosotros nos dirigimos a Estación Pastor, y de allí, Palacios, por orden del jefe, escribió a Guajardo diciéndole que nos veríamos en Tepalcingo, lugar a donde iría el general Zapata con treinta hombres solamente, y recomendándole él hiciera otro tanto. El jefe mandó retirar su gente y con treinta hombres marchamos a Tepalcingo, donde esperamos a Guajardo.
Éste se presentó como a las cuatro de la tarde, pero no con treinta soldados, sino con seiscientos hombres de caballería y una ametralladora. Al llegar a Tepalcingo la columna, salimos a encontrarla. Allí nos vimos por primera vez con el que, al día siguiente, habría de ser el asesino de nuestro general en jefe, quien, con toda nobleza del alma, lo recibió con los brazos abiertos: Mi coronel Guajardo, lo felicito a usted sinceramente, le dijo sonriendo.
A las 10 P.M. salimos de Tepalcingo rumbo a Chinameca, a donde llegó Guajardo con su columna, mientras que nosotros pernoctamos en Agua de los Patos. Cerca de las ocho de la mañana bajamos a Chinameca. Ya allí, el jefe ordenó que su gente (ciento cincuenta hombres que se nos habían incorporado en Tepalcingo), formara en la plaza del lugar; mientras él, Guajardo; los generales Castrejón, Casales y Camaño, el coronel Palacios y el suscrito, nos dirigimos a lugar apartado para discutir planes de la futura campaña. Pocos momentos después empezaron a circular rumores de que el enemigo se aproximaba.
El jefe ordenó que el Cor. José Rodríguez (de su escolta), saliera con la gente a explorar rumbo a Santa Rita, cumpliéndose luego con esa orden. Después Guajardo dijo al jefe: Es conveniente, mi general, que salga usted por la 'Piedra Encimada', yo iré por el llano. El jefe aprobó, y con treinta hombres salimos al punto indicado.
Ya al marchar Guajardo, que había ido a ordenar a su gente, regresó diciendo: Mi general, usted ordena; ¿salgo con infantería o con caballería? El llano tiene muchos alambrados; salga usted con infantería, replicó el Gral. Zapata, y nos retiramos. En Piedra Encimada exploramos el campo y viendo que por ningún lado se notaba movimiento del enemigo, regresamos a Chinameca. Eran las doce y media de la tarde, aproximadamente.
El jefe había enviado al coronel Palacios a hablar con Guajardo, quien iba a hacer entrega de cinco mil cartuchos y llegando a Chinameca, inmediatamente preguntó por él. Se presentaron, entonces, el capitán Ignacio Castillo y un sargento y a nombre de Guajardo invitó Castillo al jefe para que pasara al interior de la hacienda, donde Guajardo estaba con Palacios arreglando la cuestión del parque.
Todavía departimos cerca de media hora con Castillo, y después de reiteradas invitaciones, el jefe accedió: Vamos a ver al coronel, que vengan nada más diez hombres conmigo, ordenó, y montando su caballo -un alazán que le obsequiara Guajardo el día anterior- se dirigió a la puerta de la hacienda. Lo seguimos diez, tal como él ordenara, quedando el resto de la gente, muy confiada, sombreándose debajo de los árboles y con las carabinas enfundadas.
La guardia parecía preparada a hacerle los honores. El clarín tocó tres veces llamada de honor y al apagarse la última nota, al llegar el general en jefe al dintel de la puerta, de tal manera más alevosa, más cobarde, más villana, a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar ni las pistolas, los soldados que presentaban armas descargaron dos veces sus fusiles, y nuestro general Zapata cayó para no levantarse más. Su fiel asistente, Agustín Cortés, moría al mismo tiempo. Palacios debe haber sido asesinado también, en el interior de la hacienda.
La sorpresa fue terrible. Los soldados del traidor Guajardo, parapetados en las alturas, en el llano, en la barranca, en todas partes, (cerca de mil hombres), descargaban sus fusiles sobre nosotros. Bien pronto la resistencia fue inútil; de un lado éramos un puñado de hombres consternados por la pérdida del jefe, y del otro, un millar de enemigos que aprovechaban nuestro natural desconcierto para batimos encarnizadamente. Así fue la tragedia.
Así correspondió Guajardo, el alevoso, a la hidalguía de nuestro general en Jefe. Así murió Emiliano Zapata; así mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando los enemigos para enfrentarse con ellos, recurren a la traición y al crimen. Como antes digo a usted, mi general, adjunto copias debidamente autorizadas de todos los documentos relativos. y haciéndole presente mi honda y sincera condolencia, por la que nunca será bien sentida la muerte de nuestro ciudadano general en jefe, reitero a usted, mi general, las seguridades de mi subordinación y respeto. Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Campamento revolucionario en Sauces, Estado de Morelos.-10 de abril de 1919.El secretario particular mayor, Salvador Reyes Avilés. (IMEZ). 

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