Hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar. La familia Zapata
Salazar se mantenía precariamente de la venta y compra
de animales, y de la producción raquítica de sus
estériles tierras. Anenecuilco, dividido en dos por el
río del mismo nombre, cobijaba dos historias diferentes,
la de las tierras fértiles que beneficiaban a los propietarios
de la hacienda del Hospital, y la de las estériles sobre
las cuales se asentaba el caserío de Anenecuilco. Así,
ante la pobreza de tierras de qué disponer, la familia
Zapata diversificó sus actividades, encaminándolas
a la pequeña ganadería. Los animales les permitieron
autonomía de la hacienda azucarera vecina. Don Gabriel.
ZAPATA SALAZAR , Emiliano
(1879-1919). Nació en Anenecuilco, el 8 de agosto de
1879.
Zapata instruyó a sus hijos en
las labores del campo y en las del ranchero criador de ganado;
les enseñó que "para comer en la casa hay
que sudar en el surco y el cerro, pero no en la hacienda".
Por su parte, Emiliano Zapata recibía la educación
primaría en la escuela de corte lancasteriana de la
población. A los 16 años perdió a su
madre y 11 meses más tarde, a su padre. El patrimonio
que heredó fue reducido, pero suficiente para no tener
que prestar sus servicios como peón en alguna de las
ricas haciendas que rodeaban Anenecuilco.
Su máximo interés lo ocupaban
los caballos. Fue un gran conocedor de estos animales y se
le consideraba una autoridad en la materia. De 1902 a 1905
participó auxiliando a la comisión del pueblo
de Yautepec que tenía problemas con la hacienda Atlihuayán,
propiedad de Pablo Escandón; los acompañó
en sus viajes a la ciudad de México, donde acudían
ante las diferentes instancias para pedir se les hiciera justicia.
En 1909, al llevarse a cabo las elecciones
para gobernador del estado, Emiliano participó apoyando
al candidato independiente, Patricio Leyva, quien se enfrentó
al candidato oficialista Pablo Escandón, quien finalmente
ganó las elecciones. El 12 de septiembre de ese año,
en una asamblea realizada en Anenecuilco, fue elegido representante
de su pueblo para seguir la lucha por la restitución
de tierras. Al terminar la junta, los hombres más viejos
de la comunidad lo llamaron y le hicieron entrega de los documentos
de la comunidad.
El 11 de febrero de 1910 fue enrolado
por sorteo en el 9º (Noveno) Regimiento del ejército
con sede en Cuernavaca. El 18 de marzo fue dado de baja por
influencias del dueño de la hacienda de Tenextepango,
Ignacio de la Torre y Mier, quién además se
lo llevó como caballerango a la ciudad de México.
Emiliano no duró mucho en este puesto y decidió
regresar a su pueblo.
A mediados de ese año, ante la
indiferencia del gobierno por resolver los problemas de tierras
de la comunidad, repartió las tierras del llano de
Huajar, que los de Villa de Ayala ya iban a sembrar con el
permiso de la hacienda del Hospital. A fines de año
volvió a repartir tierras en Anenecuilco, Villa de
Ayala y Moyotepec.
Emiliano no participó de manera
activa en la campaña presidencial de Francisco I. Madero,
pero cuando éste promulgó el Plan de San Luis,
en cuyo contenido se manifestaba la restitución de
tierras a las comunidades despojadas, inmediatamente se aprestó
a apoyarlo.
Participó en una reunión
secreta a la que acudieron Pablo Torres Burgos, Margarito
Martínez, Catarino Perdomo y Gabriel Tepepa, entre
otros. Ahí decidieron enviar a Pablo Torres Burgos
a San Antonio, Texas, para que se entrevistara con Madero
y le pidiera instrucciones sobre los pasos a seguir. A su
regreso trajo las instrucciones de nombrar a Patricio Leyva
líder del movimiento y, en caso de no aceptar, el propio
Torres asumiría el nombramiento.
Se proclamaron en rebelión el
10 de marzo de 1911 en Villa de Ayala, y formaron la primera
guerrilla con 70 hombres, entre los cuales estaban Rafael
Merino, Próculo Capistrán, Catarino Perdomo,
Manuel Rojas, Juan Sánchez, Cristóbal Gutiérrez,
Julio Díaz, Zacarías y Refugio Torres, Jesús
Becerra, Viviano Cortés, Maurilio Mejía, Serafín
Plascencia y Celestino Benítez. Días más
tarde tomaron Jojutla; después fueron asesinados Pablo
Torres Burgos y sus hijos por las fuerzas federales que los
combatían en los linderos de Villa de Ayala.
El 29 de marzo, Emiliano Zapata asumió
el mando de las fuerzas maderistas y sus primeros hechos de
armas fueron la toma de Axochiapan, el asalto a la hacienda
de Chinameca, la toma de Jonacatepec en los primeros días
de mayo y el sitio de la ciudad de Cuautla, entonces defendida
por lo más selecto del ejército porfirista:
el 5º (Quinto) Regimiento de Oro que comandaba el Coronel
Eutiquio Munguía, así como el Cuerpo de Rurales
al mando del Comandante Gil Villegas y la policía municipal.
Estableció su cuartel general en Cuautlixco, desde
donde dirigió el ataque a Cuautla; el 13 de mayo se
inició el fuego y después de seis días
de furiosos combates cayó la ciudad, último
reducto porfirista, pues Cuernavaca había sido evacuada
por sus defensores el 20 de mayo.
Nombró a Teófano Jiménez
presidente del Concejo Municipal y a Frumencio Palacios como
inspector de policía. Siete días más
tarde, Porfirio Díaz se embarcaba en Veracruz en el
Ipiranga para dirigirse a Europa. El 27 de mayo, Emiliano
Zapata entró con cinco mil hombres a Cuernavaca, donde
ya estaba con tropas del General Manuel D. Asúnsolo,
y ordenó la reorganización de los servicios
públicos.
El 2 de junio, de acuerdo con los Tratados
de Ciudad Juárez y el gobierno federal, Juan Nepomuceno
Carreón, gerente del Banco de Morelos, fue designado
gobernador provisional del estado sin que Zapata estuviera
de acuerdo. Esto hizo que el día 6 se trasladara a
la ciudad de México con sus principales jefes para
entrevistarse con Madero, quien lo recibió en la estación
Colonia y posteriormente en su casa de las calles de Berlín.
Madero lo invitó a almorzar el día 8; a este
desayuno asistieron Emilio Vázquez Gómez y Venustiano
Carranza.
Madero y Zapata cambiaron impresiones,
el primero pidió el desarme de las fuerzas zapatistas
y el segundo la devolución de las tierras; el jefe
de la Revolución le aseguró que iría
a Morelos tan pronto le fuera posible. El 12 de junio inició
su viaje al sur, en ferrocarril, acompañado de su esposa
y una nutrida comitiva en la que venía el Ingeniero
Tomás Ruiz de Velasco, defensor de los hacendados.
A su llegada a Cuernavaca, Zapata le
preparó una gran recepción y lo acompañó
desde la estación hasta el Palacio de Cortés,
donde lo recibió el gobernador Juan N. Carreón.
Los hacendados de la entidad, al conocer la idea de Madero
referente a nombrar otro gobernador del estado, según
acordó con Zapata, tuvieron un gran disgusto y comenzaron
una campaña de desprestigio a través de la prensa
de la ciudad de México en contra del Caudillo del Sur,
a quien hacían aparecer como un bandido y rebelde que
debía desaparecer.
El Imparcial fue el más duro en
sus ataques. Mientras Zapata iniciaba el licenciamiento de
sus tropas y entregaba 3 500 armas, en la ciudad de México
le lanzaban acusaciones de haberse levantado nuevamente en
armas. Ante estos ataques, el 24 de junio se trasladó
a la capital del país en compañía de
su hermano Eufemio, de Abraham Martínez, jefe de su
Estado Mayor, y de los hermanos Magaña, para entrevistarse
con Madero y así informarle del licenciamiento de tropas,
y pedirle que ambos fueran a hablar con el presidente Francisco
León de la Barra.
El día 24, Zapata le expuso su
plan a Madero, y al día siguiente éste le informó
que su entrevista con León de la Barra había
sido satisfactoria y le pedía que regresara a Morelos
a seguir licenciando sus tropas. Zapata le respondió
que era urgente que procediera a restituir las tierras a los
pueblos despojados, así como designar al nuevo gobernador
estatal.
Por su parte, el gobernador Juan Carreón
y el presidente de la República, Francisco León
de la Barra, pusieron en marcha las elecciones para el Congreso
local, y el 9 de agosto el presidente dirigió instrucciones
al General Victoriano Huerta para que marchara al estado y
terminara por la fuerza con el licenciamiento de las tropas
zapatistas "porque no debían tratar con bandidos".
Al día siguiente Zapata envió
a Madero su demanda por escrito pidiendo respeto a la soberanía
del estado; la separación del gobernador Carreón,
por ser del Partido de los Científicos; que el gobernador
suplente se designara de acuerdo con las aspiraciones del
pueblo y con la aprobación de los principales jefes
de su ejército; que las tropas federales no fueran
las encargadas de la seguridad pública, y que estaba
dispuesto a licenciar sus tropas, pero antes pedía
se seleccionaran de entre ellos a los elementos para la seguridad
pública.
Solicitó también que las
autoridades y los empleados con quienes no estaban conformes
los pueblos fueran designados conforme a la voluntad de los
mismos. Dijo estar dispuesto a retirarse a la vida privada
pero que antes deseaba la paz del pueblo.
Los latifundistas hicieron cada día
más difícil la situación y el 17 de ese
mes Zapata le dirigió a Madero otro mensaje en el que
decía: "Causa mucha indignación en el pueblo
y el ejército, el amago de las fuerzas federales que
están en intención de ataque contra nosotros."
También le escribió otra carta al presidente
interino León de la Barra donde le decía: "La
presencia de las fuerzas federales ha venido a trastornar
el orden público. El pueblo se indigna más con
la presencia y el amago"; en este texto le ruega que
retire las fuerzas en bien de la patria y le ofrece que él
conseguirá la paz en 24 horas. "El pueblo -dice-
tiene entendido que un grupo de hacendados 'Científicos'
ha provocado este conflicto."
Madero, con el propósito de solucionar
el conflicto, se trasladó a la ciudad de Cuautla el
18 de agosto por la mañana, acompañado de su
Estado Mayor. Zapata lo esperó en la estación
y al descender le dio efusivo abrazo. Se encaminaron a la
plaza principal, donde Madero pronunció un discurso
en el que reprobaba la campaña emprendida contra Zapata,
y, ofreció que cumpliría las promesas hechas
por la Revolución; mencionó que llevaba la calma
y la tranquilidad y que no saldría de Morelos hasta
que no estuvieran tranquilas las conciencias.
Al terminar el mitin ambos dirigentes
sostuvieron prolongadas conferencias en el hotel Mora, después
de lo cual Madero envió un mensaje al presidente interino
León de la Barra, comunicándole que Zapata y
sus principales jefes estaban conformes en aceptar al Ingeniero
Eduardo Hay para que gobernara el estado; que igualmente aceptaban
como jefe de armas al Teniente Coronel Raúl Madero,
y que al día siguiente principiaría el licenciamiento
de las fuerzas zapatistas.
Cuando todo parecía estar en calma,
los terratenientes redoblaron esfuerzos para conseguir que
León de la Barra enviara tropas a batir a Zapata, movilización
que se inició el 19 de agosto. Después de cambiar
impresiones en Yautepec, Madero y Zapata reanudaron el licenciamiento
en esa ciudad, pero el día 21, ante la amenaza de las
fuerzas federales de Huerta, fue suspendido definitivamente.
Aunque el convenio era que las tropas
no avanzarían, sino que se reconcentrarían en
Cuernavaca y Jonacatepec, el día 23 marcharon sobre
Yautepec. Zapata preguntó a Madero dónde estaba
la autoridad del jefe de la Revolución, y añadió:
"acuérdese usted, señor Madero, que al
pueblo no se le engaña y si usted no cumple sus compromisos,
con las mismas armas que lo elevamos, lo derrocaremos".
Madero le contestó: "No,
General Zapata, voy a México y, arreglaré todo.
Esta actitud de Huerta ni yo mismo me la explico". "Se
me hace que no va a haber más leyes que las muelles
-respondió Zapata, mostrándole su 30-30-; mientras
se siga desarmando a los elementos revolucionarios y se les
dé apoyo a las fuerzas federales, la revolución
y usted mismo están en peligro. Claro vemos que cada
día se entrega usted más en manos de los enemigos
de la revolución."
Eufemio Zapata sugirió la conveniencia
de aprehender a Madero, añadiendo que estaba "muy
tierno para jefe de la revolución, sería bueno
quebrarlo". Emiliano respondió: "No, Eufemio,
sería una grave responsabilidad para nosotros y no
debemos cargar con ella". Entonces se dirigió
a Madero diciéndole que se fuera a México. "y
déjenos aquí, nosotros nos entenderemos con
los federales, ya veremos cómo cumple usted cuando
suba al poder".
Zapata se reconcentró en Villa
de Ayala, y el 27 de ese mes lanzó un Manifiesto al
Pueblo de Morelos, donde exponía la gravedad del problema.
Como respuesta a esta proclama, el 29 de agosto el presidente
León de la Barra celebró un Consejo de Ministros
donde se acordó que Victoriano Huerta activara la persecución
de Zapata hasta lograr su exterminio.
Huerta ocupó con sus fuerzas la
plaza de Cuautla el 31 de agosto; el 12 de septiembre atacó
la hacienda de Chinameca, donde se encontraba Zapata invitado
a comer por el administrador de la hacienda. Tropas al mando
de Federico Morales rodearon el lugar y en seguida se entabló
nutrido tiroteo entre ambas fuerzas. Zapata pudo escapar dé
esta trampa gracias al conocimiento que tenía de la
zona y logró salir a pie entre los cañaverales
que minutos después incendiaban los federales.
Después de esto, Zapata tomó
una actitud ofensiva y el 22 de octubre de ese año
sus fuerzas ocuparon Topilejo, Tulyehualco, Nativitas y San
Mateo en el valle de México, y la noche del 23 avanzaron
sobre Milpa Alta. Estos ataques causaron alarma en la ciudad
de México, y la Cámara de Diputados los consideró
de importancia nacional.
En la sesión del 25 de octubre
de 1911, los diputados José María Lozano y Francisco
M. Olaguíbel reconocieron que la actitud del Caudillo
del Sur era reflejo de los anhelos del pueblo. En el pueblo
de Ayoxustla, municipio de Huehuetlán el Chico, Zapata
y Montaño redactaron el Plan de Ayala; posteriormente
los coroneles Severiano Gutiérrez y Santiago Aguilar
recorrieron los campamentos comunicando la orden de Zapata
para una reconcentración en el pueblo de Ayoxustla,
y el 28 de noviembre, ya reunidos, firmaron todos los jefes
el histórico plan.
Se nombraron comisiones y tomaron el
camino de Morelos, acampando en Ajuchitán y en el mineral
de Huautla; allí Emiliano ordenó a Bonifacio
García, Emigdio Marmolejo y Próculo Capistrán
que invitaran al cura de Huautla para que fuese al campamento
con una máquina de escribir. El sacerdote sacó
las copias necesarias y le dijo a Zapata: "era lo que
ustedes necesitaban". De las copias a máquina,
unas se enviaron a la ciudad de México y otras a los
jefes revolucionarios que operaban en diversas regiones del
país, como Pascual Orozco.
El Diario del Hogar de la ciudad de México
lo reprodujo, previa consulta hecha al presidente Madero,
quien opinó: "publíquenlo para que todos
conozcan a ese loco de Zapata". En cumplimiento con los
postulados del Plan de Ayala, el 30 de abril de 1912 Emiliano
Zapata hizo el primer acto de reivindicación agraria
en el pueblo de Ixcamilpa, Puebla
En enero de 1912, Madero nombró
al General Juvencio Robles jefe de la campaña en la
entidad, quien, hasta agosto incendió y devastó
el estado. Madero, queriendo enmendar sus errores, nombró
al General Felipe Ángeles en sustitución de
Juvencio Robles. Después de la Decena Trágica
que trajo como consecuencia el asesinato de Madero, Zapata
giró instrucciones de batir a las fuerzas usurpadoras
en cuantas ocasiones se presentara la oportunidad.
Huerta emprendió una campaña
en el sur, tendente a que los jefes zapatistas reconocieran
al gobierno implantado por el cuartelazo. Vázquez Gómez
le escribió a Zapata en marzo de 1913, diciéndole
que era conveniente la "cesación de la guerra".
El Caudillo del Sur le respondió que la revolución
que nació en el estado y proclamó el Plan de
Ayala, se había propagado en varias entidades federativas
con los ideales de Tierra y Libertad, y seguía luchando
a costa de mayores sacrificios para hacer realidad los principios
que sostenía.
Emiliano Zapata lanzó otro manifiesto
a la nación el 20 de octubre, donde justificaba su
actitud rebelde y hacía un llamado a todos los mexicanos
para que se unieran a la Revolución.
Este llamado fue secundado por grupos
como el de Maximiliano Castillo en Chihuahua, Calixto Contreras
en Durango, los hermanos Saturnino y Cleofas Cedillo en San
Luis Potosí, Eutimio Figueroa en Michoacán,
Roberto Martínez y Martínez en Hidalgo, Honorato
Teutle y Domingo Arenas en Tlaxcala, Marcial E. Hernández
y Pancracio Martínez en Veracruz, Teodimiro Rey, Miguel
Romero, Jerónimo Olarte, Miguel Salas y otros en Oaxaca.
Con anterioridad ya operaban bajo la bandera del Plan de Ayala
Jesús H. Salgado, Encarnación Díaz, Baltazar
Ocampo, Adrián Castrejón y J. Trinidad Deloya
en el estado de Guerrero; Pedro Saavedra, Francisco V. Pacheco,
Everardo González, Antonio Beltrán, Vicente
Navarro, Valentín Reyes, Antonio Barona, Julián
Primitivo y José Gallegos en el Estado de México;
Eufemio Zapata, Francisco Mendoza, Dolores Damián Flores,
Gabino Lozano, Marcelino Alamirra y Agustín Cortés
en Puebla; Maurilio Mejía, Francisco Alarcón,
Genovevo de la O, Zacarías y Refugio Torres, Felipe
Neri, Amador Salazar y otros en la entidad morelense.
Las fuerzas zapatistas tomaron Chiautla,
en el estado de Puebla; casi todo Guerrero, incluyendo Chilpancingo;
todo Morelos con su capital, Cuernavaca; parte de Hidalgo
incluyendo Pachuca; parte del Estado de México y el
sur del Distrito Federal. El 14 de julio de 1914 se reunieron
en San Pablo Oxtotepec, tomaron el acuerdo de ratificar el
Plan de Ayala, nombraron a Emiliano Zapata jefe de la revolución,
en sustitución del "ex general Pascual Orozco",
y pidieron que las peticiones en materia agraria de dicho
plan fueran elevadas a preceptos constitucionales. Victoriano
Huerta renunció el 15 de julio y se nombró en
su lugar a Francisco S. Carvajal.
Cuando se creía que la lucha iba
a terminar, pues se esperaba que Carranza hiciera suyos los
postulados del Plan de Ayala; después de ocupar la
ciudad de México el 14 de agosto declaró que
tenía 60 mil rifles para combatir a Zapata y que no
permitiría su entrada en la capital por ser bandido
sin bandera.
Manifestó además sus ideas
antiagraristas y dijo "que la paz sólo se hacía
con la sumisión incondicional de las fuerzas zapatistas
a las constitucionalistas", y que no podía reconocer
lo que los surianos habían "ofrecido" porque
los hacendados tenían sus derechos sancionados por
las leyes y no era posible quitarles sus propiedades para
darlas a quien no tenía derecho.
A pesar de esto, el 17 de agosto Zapata
escribió a Carranza y le dijo que no debía temer
por ninguna "cláusula del mencionado Plan de Ayala,
sino que con todo desinterés y patriotismo dejara que
la grandiosa obra del pueblo que sufre se realizara".
Más tarde trató de tener
arreglos con el general carrancista Lucio Blanco, pero conforme
al Plan de Ayala. Desde Milpa Alta lanzó un manifiesto
Al Pueblo Mexicano, donde reiteró la posición
del grupo suriano: que la Revolución no se había
hecho para satisfacer intereses de una persona, de un grupo
o de un partido, sino para cumplir fines más hondos
y nobles; que se había lanzado a la revuelta no para
conquistar ilusorios derechos políticos que no dan
de comer, sino para procurarse un pedazo de tierra que habría
de proporcionarle alimento y libertad, un hogar y un porvenir
independiente; que no se conformaría con la abolición
de la tienda de raya, si la explotación y el fraude
continuaban bajo otras formas; ni con las libertades municipales,
si no había base para la independencia económica
y no se resolvía el problema agrario.
Venustiano Carranza envió a la
entidad una comisión formada por el General Antonio
I. Villareal, el Licenciado Luis Cabrera y Juan Sarabia, la
cual conferenció el día 29 de agosto con el
Gral. Emiliano Zapata, Manuel Palafox y Alfredo Serratos,
por parte del Ejército Libertador del Sur. La comisión
carrancista regresó a la ciudad de México con
la propuesta de Emiliano Zapata de que Carranza hiciera suyos
los postulados del Plan de Ayala, a lo que éste se
negó.
Más tarde, con el objeto de acordar
las reformas sociales, fijar la fecha de las elecciones, formular
el programa de gobierno y discutir otros asuntos de interés
nacional, Carranza convocó a sus gobernadores y generales
a una Convención que se llevó a cabo en el recinto
de la Cámara de Diputados de la ciudad de México
el 1º (Primero) de octubre de 1914.
Cinco días después la Convención
suspendió sus trabajos al reconocer el grave error
cometido por haber menospreciado la participación de
zapatistas y villistas. El 13 del mismo mes, a iniciativa
del General Felipe Ángeles, la Convención acordó
invitar a Emiliano Zapata para que asistiera o enviara representantes
a participar en los trabajos.
El día 15 se designó una
comisión integrada por los generales Felipe Ángeles,
Rafael Buelna y Calixto Contreras, los coroneles Guillermo
Castillo Tapia y Antonio Galván, quienes se trasladaron
a Cuernavaca, a fin de poner en manos del Caudillo del Sur
la invitación dirigida a él -fechada el mismo
día 15 y firmada por el presidente de la Convención-.
El General Zapata, deseoso de que se
hiciera la paz en la República, así como de
que se implantaran los postulados contenidos en el Plan de
Ayala, aceptó la invitación de los convencionistas
y designó una comisión para que asistiera a
la Convención, que ahora sería en Aguascalientes,
con instrucciones precisas de luchar hasta conseguir que la
asamblea hiciera suyos los principios sostenidos por el Ejército
Libertador del Sur.
Los representantes zapatistas Paulino
Martínez y Antonio Díaz Soto y Gama lograron
que la Convención hiciera suyos los postulados del
Plan de Ayala en su sesión del 28 de octubre.
En la del 30 de octubre la Convención
acordó el "cese" de Carranza como Primer
jefe, designando a Eulalio Gutiérrez como presidente
provisional de la República. El 24 de noviembre por
la noche se apoderaron de la capital de la República
las fuerzas del Ejército Libertador del Sur, al mando
del General Antonio Barona, obligando al General Obregón
a abandonarla.
El 27 llegó a la metrópoli
el General Zapata acompañado de su hermano Eufemio,
alojándose en un hotel muy cercano a la estación
de San Lázaro. El viernes 4 de diciembre se reunieron
por primera vez los generales Emiliano Zapata y Francisco
Villa en Xochimilco, Distrito Federal, donde suscribieron
un pacto por el cual se comprometieron a luchar juntos en
contra de Carranza, y el día 6 de diciembre desfilaron
por las principales calles capitalinas, al frente del Ejército
Libertador del Sur y de la División del Norte, respectivamente.
Para dar cumplimiento a lo dispuesto
en los artículos 6º (Sexto) y 7º (Séptimo)
del Plan de Ayala, el General Zapata creó las primeras
Comisiones Agrarias, las cuales supervisaba a través
del secretario de Agricultura y Colonización, el general
zapatista Manuel Palafox; estableció el Crédito
Agrícola; fundó la Caja Rural de Préstamos
que funcionó con éxito en el estado de Morelos
durante 1915 y 1916; reorganizó la industria azucarera,
pues comprendía que era la única fuente de trabajo
de que se podía disponer, por lo que puso en marcha
los ingenios del Hospital y de Zacatepec a fines de 1914.
En julio de 1915 el gobierno de la Convención
fue trasladado primero a la ciudad de Toluca; el 19 de octubre
a Cuernavaca, donde fue reorganizado; días después
partió a Jojutla, lugar donde se disolvió a
principios de mayo de 1916. Antes se expidió una Ley
Agraria con fecha de 22 de octubre de 1915, y el reglamento
de esa ley el 18 de abril de 1916.
El General Zapata lanzó un Manifiesto
al Pueblo Mexicano, en Quilamula el 10 de julio de 1916, donde
hace responsable a Carranza de la Expedición Punitiva
y llama a la unidad nacional para acabar con los traidores.
En 1917, el ejército agrarista finalmente logró
expulsar a las tropas carrancistas de los estados de Morelos
y Guerrero, reinstalando :su cuartel general en Tlaltizapán,
donde continuó trabajando por la implantación
de los postulados del Plan de Ayala.
Para continuar manteniendo el orden de
sus tropas, el General Emiliano Zapata redactó el 24
de febrero un documento en el cual nombró al Gral.
Brig. Prudencio Casals R. inspector general de la zona dominada
por las tropas revolucionarias, y en donde especificaba que
todo individuo sorprendido en delito de robo, violación,
allanamiento de morada o rapto con violencia sería
juzgado en consejo sumario y pasado por las armas.
El 20 de abril publicó una Ley
Orgánica Municipal, donde estableció que los
municipios serían administrados por los ayuntamientos
y los ayudantes electos popularmente; éstos no se mezclarían
en la política y no serían reelectos. En circular
número 2 de fecha 13 de abril de 1917, instruía
a los ayuntamientos para dar un "impulso generoso tendiente
a la educación de la niñez, que constituye la
generación del mañana".
En la circular número 12 del 17
del mismo mes en Tlaltizapán, giró instrucciones
para reactivar la apertura de las escuelas oficiales, llamado
que volvió a hacer mediante un oficio con fecha 22
de agosto, en el que insiste que nombren a una persona responsable
de sus zonas correspondientes, e instalen el mayor número
de escuelas.
El 20 de abril, también en Tlaltizapán,
lanzó un Manifiesto al Pueblo, donde señaló
los errores del gobierno carrancista y exhortó a los
revolucionarios y a los mexicanos en general a unirse a su
movimiento.
El 20 de mayo lanzó otro manifiesto
donde decía que la caída del gobierno carrancista
era una exigencia; reafirmaba la liberación de la tierra
y, la emancipación del campesino, sin capataces ni
amos. Calificó a los soldados carrancistas de aventureros
sin escrúpulos ni conciencia, de no hombres sino furiosos
adversarios sin bandera ni principios, que tenían como
programa el pillaje y como ideales el saqueo y el botín.
El 18 de agosto de 1918, los carrancistas
se apoderaron nuevamente de las plazas principales del estado,
con Pablo González en Cuautla, quien dirigió
encarnizada persecución contra el Caudillo del Sur
y sus hombres. Las actividades militares en forma de guerrillas
se redoblaron y gracias a eso los carrancistas no pudieron
expulsar al jefe de la revolución agraria, quien trasladó
su cuartel general a las estribaciones del Popocatépetl.
En ese año, el movimiento zapatista
atravesó por graves circunstancias; no solo tuvo que
enfrentar a las tropas de González, sino que en su
círculo director se suscitaron algunas divisiones y
disputas. Un año antes, el Profesor Otilio Montaño,
primer ideólogo del zapatismo, fue acusado de traicionar
la causa zapatista, por lo que fue fusilado.
En mayo de 1918 defeccionó Manuel
Palafox, hombre clave de la facción revolucionaria
del sur. Algunos jefes menores como Victoriano Bárcenas
y sus hombres aceptaron la amnistía que les ofrecía
el gobierno, e incluso llegaron a enfrentarse a sus ex compañeros
de lucha.
Pero si bien es cierto que ocurrieron
algunas separaciones de cierta importancia y que otros aceptaron
la amnistía, el caso de Bárcenas fue excepcional,
pues la mayoría de quienes aceptaron la rendición
se fueron a sus casas y no se convirtieron en apóstatas,
ya que siguieron prestando sus servicios al zapatismo de una
manera silenciosa, como informantes o proveedores de alimentos.
En los cuadros superiores se logró
una permanencia organizativa, y jefes vitales como Genovevo
de la O, Ayaquica, Mendoza, Capistrán, Francisco Alarcón,
Timoteo Sánchez, Pedro y Francisco Saavedra, Ceferino
Ortega y Mejía, mostraron su fidelidad a la causa.
No obstante su unidad y el apoyo que recibieron de las comunidades
y poblados morelenses, el zapatismo perdió terreno,
posiciones y hombres.
A pesar de su notoria debilidad, seguía
siendo uno de los principales problemas del gobierno de Venustiano
Carranza. A principios de 1919 la efervescencia política
en el país era evidente a causa de las elecciones presidenciales.
Hombres como el Gral. Pablo González;
el Gral. Álvaro Obregón Salido, carismático
y victorioso que para estas fechas había logrado doblegar
al villismo y se perfilaba como la primera figura del Ejército
Nacional, y los partidos políticos nacidos del carrancismo,
buscaban consolidar sus posiciones.
Para algunas de estas facciones el zapatismo
era un obstáculo. Se inició una serie de medidas
para vincular el zapatismo con hombres disidentes del carrancismo,
muchos de ellos en el exilio. Se realizaron contactos con
grupos que apoyaban al General Obregón.
La insolencia política mayor de
Emiliano Zapata al régimen carrancista la constituyó
su carta abierta del 17 de marzo de 1919, en la que acusaba
públicamente al Presidente de ser la causa de todos
los males que sufría el país. El tono agrio
y la crítica profunda de este documento exasperaron
a Venustiano Carranza, quien reafirmó su decisión
de aniquilar al movimiento del sur y a su caudillo.
El Primer Jefe Constitucionalista estaba
dispuesto a darle una última lección al zapatismo,
que se iniciaría con la muerte de su caudillo. Era
opinión común en los círculos militares
y políticos dominantes de México, que muerto
Emiliano Zapata el zapatismo por añadidura sería
sometido. Esta idea la compartían tanto el jefe del
Ejecutivo como el General Pablo González, y a este
propósito encaminaron sus esfuerzos, los cuales se
vieron concretados la tarde del 10 de abril de 1919.
Las secuelas de la muerte del caudillo
resultaron sorpresivas para quienes pensaban que muerto él
la pacificación del estado sería inmediata.
El zapatismo acéfalo se reorganizó y, si bien
muchos hombres dejaron las armas, jefes como Genovevo de la
O, Gabriel Mariaca, Francisco Mendoza y Fortino Ayaquica hicieron
público su afán de consumar los ideales por
los que tantos años habían luchado y vengar
la muerte de Zapata. En Tochimilco, sede del cuartel zapatista,
Gildardo Magaña, tras un corto proceso de lucha para
alcanzar la jefatura del movimiento, se convirtió en
el sucesor de Emiliano.
Así, ante la equivocada opinión
del General Pablo González, el movimiento agrario morelense
no fue finiquitado por la desaparición de su caudillo
y se mantuvo en rebeldía hasta 1920, en que estableció
una alianza con la facción revolucionaria obregonista,
la cual triunfó a través de la rebelión
de Agua Prieta.
ZAPATA, EMILIANO, muerte de. Se presentan a continuación una serie de documentos que muestran en conjunto cómo se sucedieron los acontecimientos que desembocarían con la muerte de Zapata.
La correspondencia que cruzaron Zapata
y Guajardo, así como la documentación oficial
sobre la muerte del primero y la ubicación histórica
de los documentos son los tópicos a tratar.
Comisionado para inspeccionar varios
destacamentos, el Coronel Jesús M. Guajardo se había
dedicado a cometer tropelías en cada pueblo por donde
pasaba. Los padres de las hijas atropelladas por el militar
elevaron sus quejas y la Secretaría de Guerra comunicó
al gobernador José G. Aguilar que ordenara a Guajardo
que se presentara en la ciudad de México a responder
de las acusaciones.
La situación de Guajardo se agravó
cuando el Licenciado José G. Aguilar y el General Pablo
González lo sorprendieron escandalizando en el interior
del hotel Providencia, frente al cual caminaban rumbo al teatro
Carlos Pacheco, después de observar las obras de reconstrucción
del Hospital Militar de Cuautla.
Visiblemente ebrio, a caballo y empuñando
una pistola, el Coronel Jesús M. Guajardo recorría
las instalaciones del hotel. Irrumpía en las habitaciones
y amenazaba a los huéspedes.
El Licenciado Aguilar le llamó
la atención a grito abierto y le advirtió que
el General Pablo González estaba afuera y que estaba
enterado de su escándalo. Guajardo frenó a su
animal a las puertas del comedor, pidió al Licenciado
Aguilar que le permitiera salir y hundiendo sus espuelas en
los ijares del caballo al tiempo que lanzaba un grito, abandonó
el establecimiento.
Para atenuar la falta del carrancista,
el gobernador de Morelos le dijo al General Pablo González
que Guajardo había cumplido sus órdenes antes
de embriagarse. Esto calmó al general en jefe, quien
sin decir palabra continuó su caminata hacia el teatro
Carlos Pacheco.
Dos días después, mientras
el Coronel Guajardo esperaba conocer el castigo que le impondría
el General Pablo González por su escándalo,
el gobernador José G. Aguilar recibió en su
casa a un fotógrafo ambulante convertido en uno de
los más activos espías de los federales en el
campo zapatista, quien le entregó una carta que le
dirigía Emiliano Zapata al Coronel Jesús M.
Guajardo.
En esa carta, que líneas adelante
transcribimos, Zapata invitaba a Guajardo a unirse al zapatismo,
argumentándole que sabía que el General González
lo había injuriado y lo iba a procesar por el incidente
en el hotel Providencia.
El gobernador llevó inmediatamente
la carta de Zapata al general en jefe, Pablo González,
quien, después de leerla, le ordenó que al día
siguiente a la hora de comer, le llevara a Guajardo, para
ver qué provecho se le podía sacar a la misiva.
González, que era hombre de costumbres
disciplinadas, se sentaba a la mesa a las 13 horas, y lo acompañaban
el Señor Sánchez Neira, su secretario particular,
Juan Sarabia y el gobernador José G. Aguilar.
El día que fue Guajardo, sólo
estuvieron en la mesa el General González y el gobernador
Aguilar. Durante la comida, el general, a través de
sus lentes oscuros, examinaba cuidadosamente a Guajardo y
platicaban de asuntos ajenos a los incidentes pasados.
A la hora de los postres, González
pidió al Coronel Guajardo le explicara por qué
causas lo citaban en la Secretaría de Guerra. Guajardo
contestó que se trataba de puras calumnias y de malas
voluntades que se había acarreado en el desempeño
de comisiones en los pueblos donde había muchos espías
zapatistas.
-¿Así que son calumnias
de los zapatistas?- dijo el general González...
- Sí, mi general; si usted me
deja que le explique todo el caso...
- Bueno coronel, ¿cómo
me explica usted, dijo socarronamente el General Pablo González,
sus relaciones con Emiliano Zapata?
-¿Con Emiliano Zapata? -preguntó
sorprendido Guajardo.
-Sí, mi coronel, con Emiliano
Zapata -insistió el Gral. González.
-No es posible, mi general,--contestó
Guajardo.
-Tan es posible, coronel, que aquí
tengo una carta que Zapata le dirige, añadió
don Pablo, y entregándosela al gobernador Aguilar agregó:
Léala licenciado, léala en voz alta para que
la reconozca el Cor. Guajardo...
"Cuenca, marzo 21 de 1919. Señor
Coronel Jesús M. Guajardo. Donde se encuentre. Muy
señor mío: Ha llegado a mi conocimiento que
por causas que ignoro ha tenido usted con Pablo González
algunas dificultades, y en las que ha sido usted amonestado
sin tener causa justa. Esto y la convicción serena
y firme que tengo del próximo triunfo de las armas
revolucionarias, me alientan para dirigirle la presente, haciéndole
formal y franca invitación para que si en usted hay
voluntad suficiente, se una a nuestras tropas entre las cuales
será recibido con las consideraciones merecidas. No
creo oportuno por ahora, ya que usted estará bien informado,
hablarle del gran incremento que la Revolución ha alcanzado
en todas las regiones del país, y bástele saber
a usted que contra lo que tanto se ha dicho, nuestro movimiento
está perfectamente unificado y persigue un gran fin,
el efectivo mejoramiento de la gran familia mexicana. En espera
de sus apreciables letras, quedo de Ud. atento y s.s. -El
General Emiliano Zapata".
Durante la lectura, don Pablo sonreía,
mientras que Guajardo, hosco y sorprendido, escuchaba con
atención.
-Buen servicio de espionaje nos tiene
Zapata, cuando ya ven, a unas horas del incidente en el hotel,
lo supo --comentó el General González y, dirigiéndose
a Guajardo, comentó: -Coronel, desde este momento tendrá
usted correspondencia con Emiliano Zapata. El Lic. Aguilar
escribirá las cartas y usted las firmará. Vamos
a ver para qué nos sirven estas se relaciones.
Horas después, el mismo espía
que había traído la carta, llevó la contestación
de Guajardo a Emiliano Zapata. que decía:
"C. Jefe de la Revolución
del Sur, don Emiliano Zapata, Donde se encuentre. Por su carta
fechada en Cuenca el 21 de los corrientes, quedo enterado
de la invitación que se ha servido hacerme para que
me una con sus tropas á fin de que ya á sus
órdenes trabaje por la Causa que tiene por objeto el
mejoramiento de la gran familia mexicana. Le manifiesto a
Ud. que en vista de las grandes dificultades que tenemos Pablo
González y yo, estoy dispuesto a colaborar a su lado
siempre que se me den garantías suficientes para mí
y mis compañeros, y a la vez mejorando mis circunstancias
de revolucionario que en esta ocasión como en otras
se trata de perjudicarme sin razón justificada. Cuento
con elementos suficientes de guerra, así como municiones,
armas u caballada, tengo en la actualidad otro Regimiento
á mis órdenes, así como otros elementos
que sólo esperan mi resolución para contribuir
á mi movimiento. En espera de sus letras y suplicándole
una reserva absoluta sobre este asunto tan delicado, quedo
su afmo. y s.s. J. M. Guajardo".
"Campamento revolucionario en el
Estado de Morelos, al primero de abril de 1919. Señor
Coronel Jesús M. Guajardo. San Juan Chinameca. Muy
señor mío: Con mucha satisfacción me
he enterado de su muy atento escrito fechado en San Juan Chinameca,
en el que me dice que está dispuesto a unirse á
la causa revolucionaria que tiene por objeto el mejoramiento
de la gran familia mexicana. Como le dije a usted en mi anterior,
tanto a usted, como a los jefes, oficiales y soldados que
lo acompañen, se les recibirá con los brazos
abiertos y gozarán de toda clase de garantías,
pues se les verá como compañeros. Jefes que
han llegado del Norte, y a los que tengo con mando de fuerzas
en Xochimilco, me han dado excelentes referencias de su gestión
revolucionaria en aquella región, y por ellos mismos
he sido informado de que es usted hombre de convicciones,
y que aun cuando distanciado de nosotros, sus ideas son firmes.
Aquí con nosotros contribuirá usted al triunfo
de la gran causa revolucionaria que lucha por el bien general
de la clase humilde, y cuando hayamos llegado al triunfo,
tendrá usted la satisfacción de haber cumplido
con un deber y su conciencia quedará tranquila por
haber obrado con justicia. La carta de usted deja ver que
es franco y sincero, y lo juzgo como hombre de palabra y caballero,
y tengo confianza en que cumplirá al pie de la letra
el asunto de que se trata; por mi parte, sólo sé
decirle que sé cumplir mi palabra, mientras no se dé
al pueblo lo que necesita. Una vez estando usted aquí
con nosotros, tendrá todo lo que desea, sus circunstancias
como revolucionario mejorarán y tengo la seguridad
de que estará satisfecho de estar a nuestro lado. El
regimiento de que habla, ya entiendo poco más menos
cuál es y exacto que ya está de acuerdo, así
como de que está cerca de esa. Creo conveniente decir
a usted que deseo haga su movimiento el jueves, y como Victoriano
Bárcenas es un mal elemento, es necesario que comience
usted con él, al fin está muy cerca. Prepárese
bien para dar ese golpe, que es por donde se debe comenzar;
al desarmar a Bárcenas y los suyos, dejará usted
la tropa desarmada en Chinameca hasta nueva orden y a Bárcenas
y todos los jefes que están con él, me los remitirá
al rancho de Tepehuaje, previo aviso; ya después acordaremos
los trabajos que debemos seguir haciendo. Advierto a usted
que se necesita obrar con mucha actividad. En Cuautla tengo
yo arreglados varios jefes, así como otros que están
destacamentados fuera de allí. Dichos Jefes sólo
esperan que se les diga el día en que deben salirse
para que se incorporen a nosotros, así es que el movimiento
va a ser de importancia y con satisfacción digo a usted
que una vez realizado el movimiento, habremos dado un gran
paso hacia el triunfo de la revolución. En la actualidad
me encuentro en esta región, debido, entre otros urgentes
asuntos, a que se me comunicó la presencia de unos
correos enviados por varios jefes, entre ellos del C. General
Cipriano Jaimes, que últimamente se unieron a la revolución
en el estado de Guerrero. Para terminar, juzgo conveniente
entrar en algunos detalles acerca de la situación,
por más que deben ser ya de su conocimiento: el Señor
Don Francisco Vázquez Gómez, a quien con placer
recordamos todos los revolucionarios, está haciendo
los últimos trabajos cerca de la Casa Blanca para cruzar
territorio nacional y ponerse frente de las columnas revolucionarias
que mandan los Generales Villa, Felipe Ángeles y Martín
López, que perfectamente organizados y con abundancia
de elementos, están atacando plazas importantes y atrayéndose
la atención de los compatriotas y extranjeros. En términos
generales, la revolución prepotente y arrolladora está
rápidamente dominando toda la extensión del
territorio nacional. En espera de sus apreciables letras y
de que me diga si hará el movimiento que le indico,
quedo de usted afmo. Atto. y S.S. El General Emiliano Zapata".
"Campamento revolucionario de San
Juan Chinameca, Morelos. C. Jefe de la Revolución del
Sur, don Emiliano Zapata. Muy estimado Jefe: Con satisfacción
me he enterado de su extensa carta fechada hoy, y en debida
contestación manifiesto a usted que, con relación
a sus instrucciones respecto a Bárcenas, no es posible
dar cumplimiento para el jueves, por encontrarse éste
en Cuautla, llamado por Pablo González, encontrándose
en ésta únicamente Ramón N. Gutiérrez,
uno de sus jefes, como con 40 hombres. Otro motivo principal
es el de tener en dicha ciudad provisión por valor
de diez mil pesos, la que nos haría mucha falta, si
ésta se perdiese, así como el Cuartel General
tiene un pedido de mi parte de 20 000 cartuchos, los que me
entregará del 6 al 10 del presente mes; la provisión
de referencia estará también para la misma fecha
en ésta. Motivo de satisfacción es para mí
fijarme a la gran causa revolucionaria por la que usted ha
luchado, así como los informes que ha tenido de distintos
jefes, de que soy hombre de convicciones y de ideas firmes,
lo cual demostraré a usted con hechos. Ya me encontraba
en antecedentes que el señor Doctor Francisco Vázquez
Gómez trabaja activamente por la unificación
de todos los elementos revolucionarios que se encuentran en
este país y en el extranjero, y que desea el mejoramiento
de nuestro suelo patrio. He tenido conocimiento que los cc.
Generales Francisco Villa y Felipe Ángeles, como otros,
han tenido brillantes triunfos en el Norte de nuestra Republica.
Una vez reunidos en nuestro poder los elementos a que hago
referencia y que hice en mi anterior, daremos el primer golpe
a Bárcenas y seguiremos trabajando con éxito.
Me permito ofrecer a usted, desde luego, víveres como
artículos de primera necesidad, u otros que pudieran
hacerle falta dejando a su respetable opinión la forma
más conveniente para que lleguen a su poder. Hago de
su conocimiento que diariamente mando mulada con arrieros
a Cuautla, por lo que suplico se sirva, si lo cree conveniente,
ordene a los jefes que operan por esa región, no obstruccionen
el paso a los individuos de referencia. Sin más asunto
que tratar por ahora, aprovecho la oportunidad para protestarle
mi adhesión y respeto. El Coronel J. M. Guajardo".
"Campamento Revolucionario en Morelos,
a 2 de abril de 1919. Señor Coronel J .M. Guajardo.
San Juan Chinameca. Muy estimado señor Coronel: Con
mucha satisfacción doy respuesta a su atenta fecha
el 1º (Primero) del actual, habiendo quedado enterado
de lo que en ella se sirve expresarse, recomendándole
especialmente el asunto de Bárcenas. Con relación
a los víveres y municiones que en la ciudad de Cuautla
tiene usted, juzgo pertinente los deje allá, aún
cuando bien comprendo que por de pronto pudieran hacernos
falta, pues creo firmemente que muy poco tiempo después
esos elementos se pueden recobrar y hay el inconveniente de
que el mismo individuo que le recomiendo, pudiera enterarse
del asunto, en cuyo desgraciado caso, esté usted seguro
que lo haría víctima. Además creo conveniente
que en la primera oportunidad que se le presente arregle de
una vez a Bárcenas, sin esperar la fecha del 6 al 10.
Su carta ha sido para mí la confirmación de
las referencias que sobre usted me habían sido proporcionadas
y no dudo que como usted me indica, sea sostenido con hechos
y sinceramente nos felicitamos por su patriótica actitud,
ofreciéndole en lo particular mi amistad franca y abierta.
Respecto a los víveres de que me habla, efectivamente
estamos escasos, yo le agradezco mucho su buena disposición
para proporcionármelos y esté seguro de que
recibiré con gusto todo aquello que sea su voluntad
mandarme. Ya ordeno a la gente que se encuentra entre esa
y Cuautla, no entorpezca el paso a sus arrieros. Sin más
por ahora y en espera de sus apreciables letras, quedo de
usted afmo. General Emiliano Zapata".
"Hacienda de San Juan Chinameca,
abril 3 de 1919. C. Jefe de la Revolución del Sur,
don Emiliano Zapata. Donde se encuentre. Muy estimado Jefe:
Con fecha de ayer noche me fue anunciada la presencia en ésta
de su enviado, el señor Feliciano Palacios, a quien
recibí gustoso y después de tener una larga
y franca entrevista, le expuse los motivos para alargar el
plazo de capturar a Bárcenas y los suyos, cosa que
estima prudente por ser de esencial importancia para el tiempo
futuro, tener en nuestro poder la cantidad de parque a que
ya le he hecho mención. No creo oportuno entrar en
otros detalles, pues entiendo que su enviado al escribirle
a usted le dará cuenta de ellos. Por su enviado quedo
enterado que usted ha acordado que este punto sea mi campamento,
cosa que es de mi agrado, me permito consultarle si las familias
puedo dejarlas en ésta o mandarlas a otro lugar. Le
mando un caballo que espero será de su agrado, así
como mercancías que le serán necesarias. Si
usted no puede darme sus instrucciones amplias y verbales,
las espero entonces por escrito, indicándome qué
plaza debo atacar después del golpe de Bárcenas.
Tengo en proyecto Jojutla, Tlaltizapán o Jonacatepec.
El trabajo que tengo que efectuar con su recomendado, será
el lunes y lo tendrá en su poder en el punto indicado.
Yo tengo que ir a Cuautla a recibir el parque y venir enseguida
con la gente que tengo en Santa Inés y algunos oficiales.
Me es honroso protestarle mi subordinación. El Coronel
J. M. Guajardo".
"Campamento revolucionario en Morelos,
6 de abril de 1919. Señor Coronel J. M. Guajardo. San
Juan Chinameca. Muy estimado señor coronel: Por su
estimable, me he enterado de la entrevista que tuvo usted
con mi enviado, y en cuanto al movimiento, le manifiesto que
la base principal es ésta; que con las fuerzas de su
mando marche a Tlayecac, en donde están al mando del
capitán Salomé G. Salgado, cien hombres; que
el mismo capitán Salgado reunirá más
tropas en Tenextepango; una vez organizado allí marchará
sobre Jonacatepec, el que una vez tomado, regresará
a San Juan Chinameca a recibir instrucciones, y marchará
sobre Jojutla y Tlaltizapán; apoderándose de
esta plaza, ya se puede reorganizar la columna y, después
de reforzada, llevar a cabo trabajos de mayor importancia.
Este movimiento debe hacerse inmediatamente que usted reciba
la presente, al fin que Bárcenas pasó rumbo
a Cuautla y ya le pongo gente a retaguardia para ver si es
posible ayudarlo a combatir, pues por más que últimamente
he pretendido hacerle presentar combate, anda escabulléndose
para no tener encuentro. Como el movimiento de usted va a
ser por el rumbo opuesto al que lleva el mencionado Bárcenas,
puede prestar oportunidad para que al regresar a esa hacienda
lo capture usted, y para mayor éxito puede usted dejar
en ese punto un jefe con cien hombres y las respectivas instrucciones.
En cuanto a la impedimenta de las familias, pueden quedar,
por lo pronto, en ese lugar, y ya en vista de los movimientos
que haga el enemigo, se verá si es conveniente trasladarlas
a otro sitio; pero de antemano creo que habrá esa necesidad.
Con el fin de despistar al enemigo, voy a distribuir fuerzas
en guerrillas, por lugares más convenientes, cercanos
a Cuautla, aparte de una columna competente, formada con las
tropas que puedan reunirse, para el mejor éxito de
las operaciones. Adjunto a usted una orden para el C. Capitán
Salomé que, como le digo antes, se encuentra a mis
órdenes en Tlayecac, para que se incorpore a la columna
de usted llevando consigo a sus fuerzas y las de Tenextepango.
En el mismo caso del capitán Salgado, se encuentran
otros muchos jefes, que esperan la primera oportunidad para
hacer su movimiento; y por lo mismo, es necesario que desde
luego lo efectúe, sin esperar más tiempo los
pertrechos que ha de recibir, los que se compensan con los
elementos que se han de incorporar después. Sin más
asunto por ahora, y deseándole feliz éxito,
quedo de usted afectísimo amigo y atento y seguro servidor.
General Emiliano Zapata".
Al mismo tiempo Zapata recibió
una carta de Eusebio Jáuregui, en la que éste
daba amplias referencias de Guajardo, lo que sumado a las
anteriores, Emiliano Zapata creyó en la sinceridad
de Guajardo. Hablamos arriba de alguna intervención
de Jáuregui, ex zapatista que gozando de libertad,
y sin respetar su palabra de honor, reincidió en sus
simpatías hacia Zapata y hacia el zapatismo.
Eusebio Jáuregui perdonado de
la vida pues se le capturó con las armas en la mano,
no desperdicia ocasión para expresar a los espías
del enemigo algún dato o cierta información
que favoreciera a los suyos. Se sospechaba de su conducta,
pero no había testimonio que confirmara tal sospecha.
Guajardo, por otra parte, debía
también aprovechar la circunstancia y pide a Eusebio
una carta de presentación con Zapata; no se niega el
favor, y por el contrario, la carta sobre todo el final, expresa
claramente sus inclinaciones a la rebeldía. Expide,
pues, la carta que copiamos enseguida.
"Cuautla, abril 8 de 1919. C. General
Emiliano Zapata. Donde se encuentre. Muy estimado general:
He hablado con el coronel Jesús M. Guajardo, y me ha
manifestado todos los arreglos que usted y él tienen
para la fecha, relativos a que ha reconocido de una manera
incondicional los ideales que usted tiene la alta honra de
representar y como no dudo sea un hecho, me permito manifestar
a usted sepa apreciar los buenos elementos de este ameritado
jefe que ayudará e impulsará nuestra revolución.
Espero que mi recomendado le comunicará a usted lo
que yo tengo pensado, a fin de que la revolución obtenga
mayores elementos y con esto grandes triunfos. Debo manifestar
a usted, mi general, que el Coronel Guajardo no cumplió
con su orden el día citado, en vista de que tuvo que
atravesar por grandes dificultades. Protesto a Ud. mi general,
mi subordinación y respeto. Jáuregui".
Guajardo, conforme a las instrucciones
verbales que recibía del General González, seguía
ratificando su adhesión al General Zapata, encontrando
siempre algún pretexto para indicarle que debía
esperar varias semanas más aliado del gobierno. Pero
Zapata, ante la situación incolora de Guajardo, le
pidió de una vez por todas que definiera su actitud.
Ante la exigencia del caudillo suriano, el Coronel Guajardo
se presentó ante el General Pablo González,
pidiéndole órdenes y resolviendo don Pablo dar
el golpe final.
La oportunidad para realizar los planes
del Ejército Federal se presentaron cuando Zapata exigió
a Guajardo que se le incorporara; señalándole
la obligación de llevar al campo zapatista al General
Capistrán, que se había rendido al gobierno
y enseguida atacar y tomar la plaza de Jonacatepec. El cuartel
general federal interceptó una comunicación
del General Zapata dirigida a Eusebio Jáuregui, donde
le daba instrucciones para que aprehendiera al General González.
Eusebio Jáuregui se había
rendido hacía varias semanas, pero, según la
comunicación interceptada, la rendición había
sido preparada con el objeto de gestar un movimiento dentro
de Cuautla. Al descubrirse los planes de Zapata, el General
González ordenó al gobernador José G.
Aguilar que procediera a la aprehensión de Jáuregui,
que tenía la ciudad por cárcel. El General Pablo
González dio la orden de traer a Emiliano Zapata vivo
o muerto. González dijo a Guajardo:
-Por lo que respecta a las pruebas que
le pide Zapata, provea a su gente de parque de salva y ataque
la guarnición de Jonacatepec. Yo daré instrucciones
al General Daniel Ríos Zertuche para que también
provea a sus soldados de la misma clase de parque para que,
después de sostener un tiroteo con las tropas de usted,
se retire a un punto convenido en aparente desorden, y como
no es posible que se lleve a Capistrán, pues Zapata
le fusilaría inmediatamente, llévese a doce
zapatistas que están condenados a muerte y que si los
fusila su ex jefe pagarán bien pagados los crímenes
que han cometido.
Según el parte de Guajardo, el
día 8 de abril de 1919, después de recibir las
órdenes de Pablo González, salió con
su escolta a las 8:15 horas con rumbo a Chinameca. Llegó
a Moyotepec a las 11 horas de ese mismo día, donde
la esperaba una escolta de 50 hombres, y prosiguió
a Chinameca llegando a las 15 horas.
Con motivo de que varios grupos de campesinos
se presentaron ante Guajardo para quejarse de los desmanes
de la gente de Bárcenas, exigiendo pronta justicia,
Guajardo impuso como castigo el fusilamiento de 59 soldados
que militaban a las órdenes de Margarito Ocampo y del
Coronel Guillermo López. Esta orden se cumplió
en un lugar llamado Mancornader. De esta forma demostró
Guajardo su rectitud y lealtad a Emiliano Zapata.
Esto decidió a Emiliano Zapata
a concederle la entrevista, por lo que Palacios le comunicó
a Guajardo, que se encontraría en Tepalcingo. Guajardo,
al día siguiente a la 1 (Primera) hora, con su gente
montada y bien municionada dejó la hacienda de Chinameca
y salió rumbo a Huitzila, donde llegó a las
9 horas, dándole forraje a sus caballos, y recibió
las últimas instrucciones para atacar a Jonacatepec;
a las 12:45 horas estuvo frente a esa plaza, donde le esperaba
la gente que llevaba el Capitán Salgado, del 66 Regimiento.
Guajardo procedió al ataque de
la plaza donde se combatió media hora y, según
el parte oficial de Guajardo, se perdieron dos individuos
de tropa que murieron en el combate. No se explica cómo
pudo ser esto, pues iban a hacer sólo disparos de salva.
En el ataque a Jonacatepec, el General Ríos Zertuche
distribuyó a sus soldados, pues ya había recibido
la orden del cuartel general; simuló la defensa de
la plaza y después sus oficiales hicieron huir a la
gente en completo desorden. Abandonada la plaza, el Coronel
Guajardo, con la mayor parte de sus tropas -ya que algunos
se negaron a voltearse- entró victorioso a Jonacatepec
gritando "Viva el General Zapata".
El asalto simulado a Jonacatepec hizo
creer al caudillo suriano en la lealtad de Guajardo. Poco
después del asalto a Jonacatepec, recibió órdenes
de presentarse a Zapata. A las 16 horas salió del pueblo
y, por primera vez, frente a la estación del ferrocarril
denominada Pastor llevando un número aproximado de
600 hombres, se entrevistaron y Zapata le dijo:
-Mi General Guajardo, la felicito a usted
sinceramente y acordó el ascenso de él y de
la oficialidad. Zapata le manifestó el deseo de que
pasara a Tepalcingo. Guajardo fingió un dolor de estómago
y Zapata la llevó a medicinarse. Como a las 24 horas,
Guajardo recibió órdenes de Zapata para que
dejara a su gente en un lugar llamado Los Limones, mientras
que él, Guajardo, debería esperar nuevas órdenes
en la hacienda de Chinameca.
Éste, al día siguiente
acampó con su fuerza a tres kilómetros de la
hacienda y procedió a entrar a ella a las 6:30 horas
quedando toda la tropa acuartelada. A las 8 horas Emiliano
Zapata llegó frente a la hacienda con unos 400 hombres,
comandados por Pioquinto Galis, Gil Muñoz Zapata, Adrián
Castrejón, Timoteo Sánchez, Joaquín Camaño,
Jorge Méndez, Juan Lima, Jesús Chávez,
José Rodríguez, Feliciano Palacios, y los coroneles
Jesús Salgado, Clemente Acevedo, Salvador Reyes Avilés
y otros.
Algunos se habían disgregado en
algunas de las chocitas en busca de alimentos, otros en la
plaza platicaban. Zapata fue saludado por Guajardo en ese
lugar, y estaban en eso cuando corrió la noticia de
que se acercaban fuerzas federales. Emiliano Zapata dio orden
a Guajardo de que se mantuviera en la hacienda, y Zapata se
posesionó del lugar llamado Piedra Encimada para repeler
el ataque.
Desde ese lugar Emiliano Zapata observaba
con unos prismáticos. Después de cerciorarse,
ordenó a Feliciano Palacios que fuera a ver a Guajardo,
para que éste entregara el armamento y municiones que
había ofrecido a Zapata. Palacios salió acompañado
de Jorge Méndez y Juan Lima; los dos últimos
se quedaron en el puente de entrada de la hacienda, y sólo
Feliciano Palacios entró a la finca. Como Palacios
no regresaba, Zapata envió al Coronel Agustín
Carreón para que le sirvieran unas cervezas. Carreón
regresó sin haber visto a Feliciano Palacios.
Como a las dos de la tarde, Zapata se
retiró a la Piedra Encimada y se dirigió a la
tienda de raya de la hacienda, donde saludó al español
que la regenteaba, y en la bodega preguntó al General
Juan Lima por Feliciano Palacios, a lo que éste contestó
que se encontraba preso por órdenes de Guajardo, y
le participó que Guajardo lo invitaba a comer.
Contrariado el General Zapata por la
información que le dio Juan Lima, aceptó la
invitación pero dijo que iría a caballo, por
lo que su asistente, Agustín Cortés, le arregló
su montura y ordenó a Juan Lima y a Jorge Méndez
que escogieran diez hombres para que lo acompañaran
a la cita que le había hecho el Coronel Guajardo.
La comitiva fue compuesta por los generales
Juan Lima, Jorge Méndez, Miguel Zúñiga,
y el Coronel Clemente Acevedo, más los asistentes de
cada uno de ellos. Guajardo había dispuesto que en
el momento en que entrara Emiliano Zapata se le hicieran los
honores de general y después de la segunda llamada
de honor hicieran fuego, estando el resto de la tropa dispuesta
para combatir.
A las 14:10 horas, Emiliano Zapata se
presentó en la puerta de la hacienda, en una de cuyas
piezas tenían a Feliciano Palacios. Al aproximarse
Zapata a la hacienda, una banda de guerra formada tocó
llamada de honor y, sin terminar ésta, una trompeta
tocó a fuego. Como los soldados presentaban armas al
pasar el General Zapata, el primero en disparar fue el centinela
y a continuación siguieron las descargas que hacían
en su contra.
Zapata quiso sacar la pistola en los
últimos momentos que le quedaban de vida y, tratando
de dar media vuelta, el caballo arrojó su cadáver
al suelo. A su lado quedó su fiel asistente Agustín
Cortés, y dentro de las habitaciones de la hacienda
quedó el infortunado Feliciano Palacios que fue asesinado
también en el momento en que caía Zapata.
Las descargas de fusilería se
convirtieron en mortífero fuego general contra los
zapatistas desde los puestos en que los federales se encontraban
apostados. Bajo el cerrado fuego de fusilería, ametralladoras
y bombas que simultáneamente estallaban, las despavoridas
fuerzas zapatistas huían sin saber lo que había
pasado y tratando de ponerse a salvo del furioso ataque de
que fueron víctimas.
Una vez fuera del alcance de los proyectiles,
comenzaron a reunirse para conocer las causas del ataque.
Los mismos que iban atrás de Zapata informaron la funesta
noticia de la muerte de su jefe.
El parte oficial de Guajardo dice que
quedaron muertos Emiliano Zapata, Zeferino Ortega y otros
generales habiendo causado bajas, entre muertos y heridos,
como 30 hombres, que no fue posible identificar. Guajardo
aseguró que él personalmente hizo fuego en contra
de Palacios, Bastida y Castrejón, a los que mató
en el acto. Posteriormente, se ha podido comprobar que ni
Zeferino Ortega ni Gil Muñoz Zapata fueron sacrificados
en aquella ocasión.
Después de este artero ataque
se procedió a levantar los cadáveres y se dispuso
que se persiguiera al enemigo por todos los rumbos hasta dispersarlo
completamente, haciendo gran número de bajas entre
muertos y heridos.
Con el objeto de conducir el cadáver
de Zapata, se tocó botasilla y, media hora más
tarde, a las 16 horas del jueves 10 de abril de 1919, Guajardo
salió de la hacienda de Chinameca con la fuerza a su
mando, rumbo a Cuautla, a donde llegó a las 21:10 horas,
haciendo entrega del cadáver al General Pablo González.
Mientras la tragedia sucedía en
San Juan de Chinameca, el General Pablo González estaba
muy inquieto porque no sabía si Guajardo ya había
matado a Zapata. Como a las ocho de la noche llegó
un propio desde Villa de Ayala con el lacónico mensaje
"sigo para ésa con Zapata".
Aunque Pablo González tenía
una gran confianza en su coronel, la ciudad fue puesta en
estado de alerta y don Pablo González salió
rumbo al camino de Villa de Ayala para esperar a Guajardo.
El cadáver de Zapata lo llevaban
amarrado al lomo de una mula, y cuando llegaron a las puertas
de Cuautla, adelantándose Guajardo adonde estaba Pablo
González, le informó: -Mi general, sus órdenes
han sido cumplidas.
Los despojos de Emiliano Zapata fueron
llevados a los bajos de la presidencia municipal de Cuautla.
Para identificar el cadáver, se hizo traer a Eusebio
Jáuregui, que había sido jefe del Estado Mayor
de Zapata, quien declaró ante el notario Ruiz Sandoval.
El cadáver de Emiliano Zapata
fue expuesto al público, colocándosele sobre
una caja en la inspección de policía: Allí
empezaron a acudir centenares de curiosos y vecinos del lugar.
Para evitar la descomposición del cadáver se
ordenó que el Doctor Loera y varios practicantes lo
inyectaran, realizado lo cual, se ordenó que fuera
puesto en exhibición.
Previamente se le practicó la
autopsia y se comprobó que solamente había ingerido
alimentos líquidos, y el cuerpo presentaba siete perforaciones
correspondientes a siete tiros que le debieron haber causado
la muerte casi instantánea. El cadáver no presentaba
ni una herida en el rostro.
Al cadáver de Emiliano Zapata
le fue cambiada la ropa; se le quitó el traje de charro
que llevaba y se le puso ropa limpia. Todos los curiosos que
acudieron a ver el cadáver de Zapata, lo primero que
le buscaban era el lunar que tenía arriba de un ojo.
El General Pablo González envió
a la ciudad de México al coronel y licenciado Miguel
Cid Ricoy para que comunicara los hechos al presidente Carranza.
Inmediatamente se dio el boletín a la prensa nacional.
La noticia produjo verdaderas peregrinaciones
rumbo a Cuautla con el objeto de ver el cadáver de
Zapata. Se especuló en la ciudad de México que
el cuerpo iba a ser trasladado a esa ciudad, pero al ser entrevistado
por los periodistas, el señor Ricoy declaró
que no creía que hubiera necesidad de trasladarlo a
la capital, salvo que hubiera una orden en contrario dictada
por la Secretaría de Guerra.
En la prensa nacional se dieron algunos
datos sobre Guajardo, diciendo que se había incorporado
a las fuerzas revolucionarias el año de 1913, que había
empezado su carrera como soldado raso y que sus ascensos se
debían a su singular valor. Aseguraron que en Saltillo,
Puebla, Guerrero y el Estado de México tuvo participación
en importantes combates y que siguió a la Revolución
en todo su formidable avance desde el norte.
Dentro de sus datos biográficos
señalaban que su abuelo había dado muerte a
un famoso bandido apellidado Villegas, cuyas hazañas
se consignaban en los anales del bandolerismo de aquella época.
Villegas fue apodado El Endiablado.
Se citó también en la prensa
nacional, que Guajardo había empleado cuatro días
en la realización del ardid que dio como resultado
la muerte del cabecilla morelense. Se consignó como
dato original el de que Zapata le había regalado un
caballo al Coronel Guajardo cuando consideró a este
militar como de su bando.
Siguió la expectación y
se afirmó que seria sepultado el lunes siguiente en
Tlaltizapán, en un mausoleo construido por el propio
Zapata, para que guardara los restos de los firmantes del
Plan de Ayala, bandera de los hombres del campo.
El mausoleo es una sencilla tumba que
tiene numerosas gavetas, en cada una de las cuales podrá
verse el nombre de cada uno de los firmantes; allí
reposaban ya los restos de Otilio Montaño, Eufemio
Zapata y algunos otros zapatistas. Se aseguró que en
ese lugar debían quedar los restos de Emiliano Zapata.
Este día también se afirmaba
que con la muerte de Emiliano Zapata quedaba desaparecido
el zapatismo, y que muy pronto se restablecería la
paz, pues ya quedaban muy pocas gavillas con las armas en
la mano.
ACTA NOTARIAL DE LA
MUERTE DE ZAPATA.
MUERTE DE ZAPATA.
Media hora después de la llegada
del cadáver de Emiliano Zapata a Cuautla se levantó
el acta siguiente: Al margen un sello que dice: Juzgado de
Primera Instancia, del Estado de Morelos, No.13. En la ciudad
de Cuautla, Morelos, a las diez de la noche del día
10 de abril de mil novecientos diez y nueve, yo, el Lic. Manuel
Othón Ruiz Sandoval, Juez de Primera Instancia, encargado
del protocolo, me constituí en las oficinas de la Inspección
general de policía de esta ciudad con el objeto de
dar fe del cadáver e identificarlo, del que en vida
llevó el nombre de Emiliano Zapata. Comparecen al acto
los señores Capitán Primero de Estado Mayor,
Ignacio Barrera y Gaona, Alfonso G; Olivares, José
Rico y Eusebio Jáuregui, este último que desempeñó
algún puesto en el Zapatismo. Habiéndose mostrado
al suscrito y comparecientes en una de las planchas de la
sección médica de esta oficina, el cadáver
de un hombre, al parecer por los signos característicos
bien muerto, los comparecientes lo identificaron como el del
que en vida llevó el nombre de Emiliano Zapata, con
lo que se terminó el acto, dando fe el suscrito notario
del referido cadáver. Actuaron como testigos de asistencia
los señores Joaquín Flores G. y Javier del Rayo,
y por sus generales todos dijeron ser: el Sr. Capitán
Barrera y Gaona, casado, de veintiséis años
de edad, militar; el Sr. Olivares, casado, de treinta años
de edad, empleado; el Sr. Jáuregui, de veinticinco
años, soltero, agricultor, y todos de esta vecindad,
menos el señor Rico que vive en la hacienda de Tenango,
distrito de Jonacatepec, estado de Morelos. El señor
Flores G., casado, empleado, de treinta y tres años
de edad, y el Sr. Rayo, soltero, de veintitrés años
de edad, empleado, y ambos con domicilio en el hotel Providencia.
Leída que les fue a los comparecientes y testigos la
presente acta, y estando conformes con su contenido que se
les explicó, así como su fuerza legal, firmaron
hoy, día de su fecha, a las once y treinta minutos
de la noche. Doy Fe, Ignacio Barrera y Gaona, Olivares, José
Rico, E. Jáuregui, J. del Rayo, J. Flores G. -Rúbricas-
autorizó esta acta en Cuautla, Morelos, a once de abril
de 1911: Doy Fe, M.O. Ruiz Sandoval. -Rúbrica- El Sello
de Autorizar.
Hoy he extendido en el protocolo que
es a mi cargo la siguiente acta: IDENTIFICACIÓN DEL
CADÁVER del que en vida llevó el nombre de Emiliano
Zapata y Fe de que: -Con fundamento en la fracción
31, inciso segundo, artículo 14 de la Ley del Timbre
en vigor, opino que debe causar estos timbres: Dos pesos por
foja, en una foja $2.00- Cuautla, Morelos, 10 de abril de
1919. El Juez de primera instancia, M.O. Ruiz Sandoval. Rúbrica-El
Sello de la notaría No.6.
El Administrador del Timbre en Cuautla,
Morelos, certifica que con esta fecha, se pagaron dos pesos
valor de las estampillas que fijaron y cancelaron en la presente
nota firmada bajo la responsabilidad del Notario que la suscribe.
Cuautla de Morelos, Abril 11 de 1919.El Administrador General
del Timbre G. A. Baquedando. Rúbrica. El Sello de la
administración federal del Timbre. Sacóse del
registro de instrumentos públicos que es a mi cargo,
como primer testimonio dejando agregada al apéndice
del protocolo en el legajo correspondiente a esta acta bajo
la letra A, la nota respectiva del timbre va en una foja y
con los timbres de ley y se expide para la Secretaría
General del Departamento de Administración Civil del
Estado de Morelos. Corregido y copiado en prensa, Cuautla
de Morelos, 11 de abril de 1919. Doy Fe. MO. RUIZ SANDOVAL.
Un sello que dice: Estado de Morelos.
Juzgado de Primera Instancia, Secretario General del Departamento
de Administración Civil del Estado de Morelos, Certifica
que las firmas que calzan el documento anterior son del C.
Licenciado Manuel Othón Ruiz Sandoval, Juez de Primera
Instancia, encargado del protocolo de esta ciudad, y las
que
acostumbra usar en todos los documentos que autoriza.-Cuautla
de Morelos, Abril 11 de 1919. El Secretario General del DEPARTAMENTO
DE ADMINISTRACIÓN CIVIL DEL ESTADO, J. G. Aguilar.
Rúbrica. Al fin un sello que dice: Gobierno Libre
y
Soberano de Morelos, Secretaría.
ACTA DE DEFUNCIÓN EXPEDIDA POR
EL REGISTRO CIVIL DE LA CIUDAD DE CUAUTLA. En la heroica ciudad
de Cuautla, Morelos a las 6 de la tarde del día 11
de abril de 1919, y ante mí el ciudadano Pedro Narváez
Juez del Estado Civil de esta cabecera compareció el
ciudadano Alberto Girela originario y vecino de esta ciudad,
casado, comerciante, y artesano de cuarenta y cinco años
de edad, manifiesta que el cadáver que se encuentra
en el local de la inspección general de policía
es el mismo del que en vida se llamó Emiliano Zapata,
el que según parece falleció ayer a las 8 de
la tarde a consecuencia de heridas producidas por arma de
fuego, que lo conoce perfectamente porque era originario del
pueblo de Anenecuilco municipalidad de Villa de Ayala, Estado
de Morelos, casado, labrador, de 29 años de edad, hijo
fue del difunto Gabriel Zapata y de la finada Cleofas Salazar,
de Anenecuilco; se tuvo a la vista el certificado médico
que se archivó con las anotaciones de ley, suscrito
por el Dr. Miguel Loaiza, fueron testigos de esta acta el
comparente y el Sr. Juan Bustamante, originario vecino de
esta ciudad, casado, comerciante y mayor de edad. Se expidió
la boleta para la inhumación del cadáver en
fosa de primera clase (gratis) del panteón de (la)
ciudad, y leída la presente acta a los que en ella
intervinieron estuvieron conformes y firmando conmigo el suscrito
Juez, Doy Fe E. R; a que (ilegible). El Juez del Registro
Civil Pedro Narváez,(Rúbrica) Alberto Girela,
(Rúbrica) Juan Bustamante, (Rúbrica) Luis de
Alvarado, Secretario, (Rúbrica).
Casi 24 horas estuvo expuesto el cadáver
de Emiliano Zapata y lo vieron no solamente los vecinos de
Cuautla, sino los de los poblados inmediatos y muchas personas
que se trasladaron a esa ciudad desde la capital. La tarde
del sábado 12, la ciudad de Cuautla se animó
en sus calles, pues todos los vecinos se dirigían a
la plaza principal para presenciar el sepelio. La animación
era callada; en los rostros se veía sorpresa en unos,
y curiosidad en otros.
Ocho prisioneros rebeldes que militaban
en las filas de Zapata, penetraron escoltados a la pequeña
pieza donde el cuerpo, descompuesto ya, estaba listo para
ser conducido al panteón municipal. Frente a la presidencia
municipal, tres parientas del muerto llegadas de Anenecuilco,
enlutadas, llorosas, visiblemente emocionadas; dudaban en
presidir la fúnebre comitiva o en seguir separadamente
al cortejo.
Con la presencia del General González
y de otros jefes militares que hacían la campaña
en contra del zapatismo en Morelos, se solucionó la
incertidumbre, y aquellas mujeres, rodeadas por otras del
pueblo, empezaron su callada marcha detrás del gentío
que hacía imposible el tránsito por la ancha
plazuela.
A esta comitiva la seguían fotógrafos
llegados de la ciudad de México y se filmaban escenas
de este acontecimiento para el primer noticiario cinematográfico
de la capital.
En el panteón todo estaba listo
para dar sepultura al cadáver; los enterradores, soga
o pala en mano, cariacontecidos, se les veía preparados
para su faena. La negra caja de caprichosos dibujos blancos
que guardaba los restos del cabecilla Emiliano Zapata, bajó
a la fosa en presencia del gentío que pugnaba por ocupar
la parte delantera del numeroso grupo; algunas personas trepaban
a las tumbas inmediatas para satisfacer su curiosidad e impedían
que los deudos pudieran ver el resto de la operación.
Una anciana, la madre de Emiliano Zapata,
más decidida que los demás, con los ojos inyectados
y llorosos, se abre paso, y cogiendo un puñado de tierra
fue la primera en depositar su ofrenda; temblorosa, pero enérgica,
cumplió los propósitos inspirados en la vieja
tradición.
(Nota: El autor
de la biografía, Valentín López González,
menciona
en el párrafo anterior -al parecer erróneamente- que la madre
de Emiliano Zapata lo visitó cuando éste murió.
Sin embargo, al inicio de la biografía menciona también que la madre
de Zapata murió cuando él tenía 16 años de edad.)
en el párrafo anterior -al parecer erróneamente- que la madre
de Emiliano Zapata lo visitó cuando éste murió.
Sin embargo, al inicio de la biografía menciona también que la madre
de Zapata murió cuando él tenía 16 años de edad.)
Los golpes sordos del martillo que aseguraba
los clavos, las paladas de tierra que caían sobre el
ataúd se escuchaban en medio de un silencio profundo.
Los hombres que condujeron a Zapata al panteón eran
ex zapatistas y veían el acto con incredulidad, formados
de dos en fondo.
El General Pablo González y sus
más cercanos colaboradores presenciaron el acto con
sendas bolas de naftalina en la nariz, porque el cadáver
despedía ya pútridas emanaciones. Eran las 18
horas.
El sepulturero, con la boleta municipal
en la mano, ratificó la localización de la fosa.
Zapata quedó al extremo noroeste del panteón,
en la segunda hilera de mausoleos en la primera clase; y se
identificaba el lugar por un guayabo que erguía su
frondosa ramazón en el costado izquierdo de la cabecera
de la tumba. La gente regresa al centro de la población,
unos iban silenciosos, los más comentando el triste
fin de Emiliano, el inculto sembrador; el célebre Atila
del Sur.
Aquel pueblo que tanto sufrió
por la rebeldía zapatista parecía experimentar,
dos horas después, no una indiferencia sino una calma
que se confundía con la diversión en la plaza
al escuchar la banda militar o jugando a la lotería
de cartón, o tomando nieve para mitigar la sed y calmar
el calor regional de la noche.
Emiliano Zapata, ese mismo día
se convirtió en una leyenda. La historia del lunar
de bola que se comentaba no tenía el cadáver
de Zapata y que habría de servir para la identificación
que hizo Jáuregui y que al principio negó caprichosamente,
después, aquellos que negaban su existencia, la confirmaron:
¡Era Emiliano Zapata!
Las dudas no aparecían por ninguna
parte; todos confirmaban la declaración de Jáuregui,
general zapatista rendido, que reconoció a su antiguo
jefe. Éste fue fusilado el día 14 en el panteón
municipal por un pelotón de soldados carrancistas.
El mismo 10 de abril de 1919, el secretario
particular de Emiliano Zapata; Salvador Reyes Avilés,
desde el campo revolucionario en Los Sauces, daba a conocer
el parte oficial de la tragedia al General Gildardo Magaña,
y un día más tarde este mismo general desde
su campamento en Tochimilco; estado de Puebla, hizo circular
entre todos los sobrevivientes del zapatismo la carta que
transcribimos:
Al C. General Francisco Mendoza, Su Campamento.
Víctima de la más negra de todas las traiciones,
cayó ayer, gloriosamente, atravesado por las cobardes
balas enemigas, nuestro inolvidable y heroico General en Jefe,
don Emiliano Zapata. Que las maldiciones de todos los buenos
mexicanos, de los que hayan sabido comprender la grandiosa
obra del más grande y desinteresado revolucionario
mexicano, caigan sobre los nombres maldecidos y malditos de
los cobardes asesinos.
Hoy, más que nunca, los que bajo
las órdenes del ya glorioso Emiliano Zapata seguimos
su ejemplo de patriotismo y de profundo amor al pueblo, tenemos
la sagrada obligación, el ineludible deber de continuar
la lucha, con mayores bríos, con más fe, con
más grandes ardimientos en contra del enemigo carrancista
que ya para siempre manchó su nombre con el lodo de
la traición.
Para tratar, pues, sobre la mejor manera
de continuar cumpliendo con nuestros deberes de revolucionarios
y de hombres, este Cuartel General ha acordado convocar a
una junta de Generales, Jefes y Oficiales del Ejército
Libertador, que tendrá verificativo en esta plaza,
a la mayor brevedad posible, es decir, tan luego como estén
reunidos los principales miembros del Ejército.
Estimando que usted comprenderá
la urgencia de verificar dicha junta, he de merecerle que
lo antes posible, se sirva pasar a este Cuartel General acompañado
de sus jefes, subordinados y de los compañeros que
operen por esa zona. Lo que comunico a usted para su inteligencia
y efectos, reiterándole mis consideraciones y aprecio
distinguido. Reforma; Libertad, Justicia y Ley. Tochimilco,
a 11 de abril de 1919. El General Magaña.
El día 12 de abril se publicó
en El Universal la felicitación de don Venustiano Carranza
al General Pablo González.
Del Palacio Nacional de México,
el 11 de abril de 1919. Señor General de División;
don Pablo González. Cuautla, Morelos. Con satisfacción
me enteré del parte que me rinde usted en su mensaje
de anoche, comunicándome la muerte del cabecilla Emiliano
Zapata, como resultado del plan que llevó a cabo con
todo efecto el coronel Jesús M. Guajardo. Lo felicito
por este importante triunfo que ha obtenido el Gobierno de
la República con la caída del jefe de la revuelta
en el sur, y por su conducto, al coronel Guajardo y a los
demás jefes; oficiales y tropa que tomaron participación
en ese combate; los felicito por el mismo hecho de armas;
y atendiendo a la solicitud de usted, he dictado acuerdo a
la Secretaría de Guerra y Marina para que sean ascendidos
al grado inmediato el coronel Jesús M. Guajardo y los
demás jefes y oficiales que a sus órdenes operaron
en este encuentro, y cuya lista deberá usted remitir
a la propia Secretaría del estado. Salúdolo
afectuosamente. V. Carranza.
La tarde del 14 de abril, el General
Juan Barragán, jefe del Estado Mayor Presidencial contestó
por escrito las preguntas formuladas por los representantes
de la prensa nacional. El interrogatorio versaba sobre diversos
asuntos de carácter militar, fue publicado por los
diarios capitalinos, el día 15. El General Juan Barragán
entregó el siguiente boletín autorizado con
su firma:
"- ¿Es verdad, señor
general, que la situación militar reinante en Chihuahua
ha empeorado durante los últimos días y que
el tráfico ferrocarrilero está interrumpido
desde el domingo último?
- No es exacto que la situación
en Chihuahua sea delicada, pues al contrario está mejorando
cada día más; el tráfico ferrocarrilero
está al corriente y solo el telégrafo es interrumpido
con frecuencia dada la extensa zona de aquel estado.
-¿Cuál es el resultado
de la conferencia entre el señor Presidente de la República
y el general Fortunato Zuazua? ¿Es verdad que el general
Zuazua no regresará a Chihuahua?
-El general Zuazua todavía no
habla con el señor Presidente y no sé si volverá
a Chihuahua o se le dará otra comisión.
-Varios periódicos han afirmado
que el señor Presidente ha recibido numerosas protestas
de altos jefes del ejército por el ascenso acordado
a favor del Coronel Jesús M. Guajardo. - ¿Qué
hay de cierto?
-El señor Presidente de la República
ha recibido muchas felicitaciones por la muerte del cabecilla
Emiliano Zapata y en todo el ejército ha producido
buena impresión el ascenso acordado en favor del valiente
coronel Guajardo. Palacio Nacional, México, Distrito
Federal. 15 de abril de 1919. El general en Jefe de Estado
Mayor, J. Barragán.
EL PARTE OFICIAL DEL CORONEL GUAJARDO.
La confirmación de las noticias
de EXCÉLSIOR se puede ver en el siguiente parte oficial,
que el hoy general Guajardo rinde a la Jefatura de Operaciones:
Al margen un sello que dice: Ejército Nacional Cincuenta
Regimiento de Caballería, Comandancia: Tengo la honra
de Informar de las operaciones llevadas a cabo durante los
días del 8 al 10 de los corrientes:
Día 8.- Habiendo recibido las
últimas instrucciones del ciudadano general en jefe
del Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur, don
Pablo González y salí de ésta con mi
escolta rumbo a Chinameca, a las 8:15 A.M., llegando a Moyotepec
a las 11 del mismo día; donde me esperaba una escolta
de cincuenta hombres, al mando de un capitán 2o.(Segundo),
saliendo de dicho punto y llegando a Chinameca a las 3 P.M.
"Se procedió desde luego a comunicarme con Emiliano
Zapata por conducto del llamado general y licenciado Feliciano
Palacios, secretario del mencionado Zapata, quien tenía
algunos días de estar en nuestro destacamento, ultimando
los arreglos para que yo y mi gente desconociéramos
al Supremo Gobierno, recibiendo más tarde instrucciones.
Día 9.- A la una de la mañana
de este día, y al frente de mi gente montada, armada
y perfectamente municionada, dejamos la hacienda de Chinameca
saliendo rumbo a la Estación de Huichila, estando en
aquel lugar a las 7 A.M., dándose forraje a la caballada
y recibiendo las últimas instrucciones para el ataque
a Jonacatepec, tomando ese rumbo a las 9 y llegando a un kilómetro
antes de dicha plaza a las 12:45 P.M., donde me esperaba la
gente que, de acuerdo conmigo, llevaba el ciudadano capitán
1o. (Primero) Salgado, del 66 regimiento. Desde luego se procedió
al ataque y toma de dicha plaza, combatiendo media hora, lugar
en que perdimos dos individuos de tropa que murieron en el
combate que se libró.
A las,4 P.M., salí de Jonacatepec
encontrándome Emiliano Zapata por primera vez, adelante
de la Estación Pastor, llevando éste número
aproximado de 600 hombres. Fui recibido perfectamente por
el cabecilla suriano, quien manifestó deseos de conocer
a mi oficialidad la que en seguida le fue presentada; a continuación
de esto fui, invitado para pasar a Tepalcingo, lo que acepté
llevando mis fuerzas, pernoctando en ese lugar, donde existía
un número de zapatistas aproximado a mil trescientos.
A las 8 A.M. Zapata, con sus fuerzas
compuestas aproximadamente de cuatrocientos hombres, entró
a este punto comunicándome que fuerzas constitucionalistas
en número de tres mil avanzaban con objeto de atacarnos;
a la vez, daba órdenes a otras fuerzas de él
para que salieran a combatirlas y dándome órdenes
a mí para que permaneciera en mi lugar, posesionándose
Emiliano con su escolta en la Piedra Encimada, para repeler
un ataque.
A partir de esta hora llegaron los llamados
generales Castrejón, Zeferino Ortega, Lucio Bastida,
Gil Muñoz y Jesús Capistrán, llevando
consigo un número de fuerzas aproximada a dos mil quinientos
hombres.
A la 1 :30 P.M. me encontraba en la hacienda
con Castrejón, Palacios, Bastida y otro general cuyo
nombre no recuerdo, el cual salió a llamar a Emiliano
Zapata, llegando el ciudadano capitán Salgado en ese
momento.
A las 2 P.M., Zapata venía acompañado
de cien hombres para entrar a la hacienda. Estando preparada
de antemano la guardia para que a la entrada de éste
hicieran honores y a la vez la orden para que a la segunda
llamada de honor hicieran fuego sobre el cabecilla, estando
el resto de la fuerza arreglada y dispuesta a combatir, dando
por resultado que a las dos y diez minutos de la tarde se
presentó ante el cuerpo de guardia ejecutándose
lo dispuesto y quedando muertos el propio Emiliano Zapata,
Zeferino Ortega, Gil Muñoz y otros generales y tropa
que no se pudo identificar, habiéndose hecho bajas
entre muertos y heridos en número aproximado de 30
hombres.
En los mismos momentos yo en persona
hacía fuego a Palacios, Castrejón y Bastida
quedando muertos en el acto. A la vez hago constar que el
ciudadano capitán 1o. (Primero) Salgado, que había
permanecido a mi lado salió en el preciso momento de
las descargas, regresando instantes después. Ya dispuesta
una fuerza montada, se procedió a hacer la persecución
del enemigo por distintos rumbos hasta dispersarlos completamente,
haciéndole gran número de bajas entre muertos
y heridos, contándose entre estos últimos el
llamado general Capistrán.
Una hora después, con objeto de
conducir el cadáver de Zapata se tocó Bota Silla
y media hora más tarde, 4 P.M., salí de la hacienda
con la fuerza de mi mando, rumbo a Cuautla, lugar donde llegamos
a las 9:10 PM, haciendo entrega de dicho cadáver al
ciudadano general en jefe del Cuerpo de Ejército de
operaciones del Sur, como prueba de haber cumplido la orden
en comisión que hacía sesenta horas me había
confiado.
En el transcurso de este día a
los anteriores, hubo por nuestra parte 16 dispersos. Tengo
el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación
y respeto. Constitución y Reformas. Cuautla, Morelos,
abril 15 de 1919. El coronel jefe del regimiento, Jesús
M. Guajardo. Al C. general jefe del Cuerpo de Ejército
de Operaciones del Sur.-Presente.
PARTE OFICIAL DE LA MUERTE DE ZAPATA
DEL EJERCITO LIBERTADOR DEL SUR. Al margen: Ejército
Libertador. Secretaría particular del ciudadano General
en Jefe.- Al centro: Al G. Gral. Gildardo Magaña.-Cuartel
General. Tengo la profunda pena de poner en el superior conocimiento
de usted, que hoy, como a la una y media de la tarde, fue
asesinado el C. General en jefe, Emiliano Zapata, por tropas
del llamado coronel Jesús M. Guajardo, quien con toda
premeditación, alevosía y ventaja, consumó
la cobarde acción en San Juan Chinameca.-
Para que usted quede debidamente enterado
del trágico suceso voy a relatar los siguientes detalles:
Tal como se lo comunicó a usted oportunamente, en virtud
de haber llegado hasta nosotros informes sobre la existencia
de hondos disgustos entre Pablo González y Jesús
Guajardo, el C. General Zapata se dirigió a éste
último, invitándolo a que se uniera al movimiento
revolucionario.
A esta carta contestó Guajardo
manifestando estar dispuesto a colaborar al lado del jefe
siempre que se le dieran garantías suficientes a él
ya sus soldados. Con los mismos correos que pusieron esa carta
en manos del jefe, éste contestó a Guajardo
ofreciéndole toda clase de seguridades y felicitándolo
por su actitud, ya que lo juzgaba hombre de palabra y caballero
y tenía confianza en que cumpliría al pie de
la letra sus ofrecimientos. Las negociaciones siguieron todavía
en esa forma, es decir, llevadas por correspondencia y de
toda la documentación adjunto a usted copias debidamente
autorizadas. El día dos del actual, el ciudadano general
en jefe dispuso, que para arreglar definitivamente el asunto
pasara al cuartel de Guajardo, en San Juan Chinameca, el C.
coronel Feliciano Palacios, quien permaneció aliado
de Guajardo hasta ayer, a las cuatro de, la mañana,
hora en que se nos incorporó y misma a la que, según
nos dijo, marchaba Guajardo rumbo a Jonacatepec.
Aquí debo hacer mención
de un hecho que hizo que el ciudadano general en jefe acabara
de tener confianza en la sinceridad de Guajardo. Las versiones
que circulaban en público, asegurando que Guajardo
estaba en tratos para rendirse al ciudadano general Zapata,
se acentuaron a tal grado, que varios vecinos de algunos pueblos
que en esos días visitamos, pidieron al ciudadano general
en jefe, que fuesen castigados los responsables de saqueos,
violaciones, asesinatos y robos cometidos en dichos pueblos
por gente de Victoriano Bárcenas, a la sazón
bajo las órdenes de Guajardo.
En vista de esta justa petición,
el ciudadano general Zapata se dirigió a Guajardo,
por conducto de Palacios, pidiéndole hiciera la debida
averiguación y procediera al castigo de los culpables.
Guajardo, entonces, separó de entre los soldados de
Bárcenas, a cincuenta y nueve hombres, que eran al
mando del "general" Margarito Ocampo y del "coronel"
Guillermo López, todos los cuales fueron pasados por
las armas, por órdenes expresas de Guajardo, en un
lugar llamado Mancornadero.
Esto sucedió ayer. Guajardo se
encontraba en Jonacatepec, plaza que dijo había capturado
al enemigo. Al saberlo nosotros nos dirigimos a Estación
Pastor, y de allí, Palacios, por orden del jefe, escribió
a Guajardo diciéndole que nos veríamos en Tepalcingo,
lugar a donde iría el general Zapata con treinta hombres
solamente, y recomendándole él hiciera otro
tanto. El jefe mandó retirar su gente y con treinta
hombres marchamos a Tepalcingo, donde esperamos a Guajardo.
Éste se presentó como a
las cuatro de la tarde, pero no con treinta soldados, sino
con seiscientos hombres de caballería y una ametralladora.
Al llegar a Tepalcingo la columna, salimos a encontrarla.
Allí nos vimos por primera vez con el que, al día
siguiente, habría de ser el asesino de nuestro general
en jefe, quien, con toda nobleza del alma, lo recibió
con los brazos abiertos: Mi coronel Guajardo, lo felicito
a usted sinceramente, le dijo sonriendo.
A las 10 P.M. salimos de Tepalcingo rumbo
a Chinameca, a donde llegó Guajardo con su columna,
mientras que nosotros pernoctamos en Agua de los Patos. Cerca
de las ocho de la mañana bajamos a Chinameca. Ya allí,
el jefe ordenó que su gente (ciento cincuenta hombres
que se nos habían incorporado en Tepalcingo), formara
en la plaza del lugar; mientras él, Guajardo; los generales
Castrejón, Casales y Camaño, el coronel Palacios
y el suscrito, nos dirigimos a lugar apartado para discutir
planes de la futura campaña. Pocos momentos después
empezaron a circular rumores de que el enemigo se aproximaba.
El jefe ordenó que el Cor. José
Rodríguez (de su escolta), saliera con la gente a explorar
rumbo a Santa Rita, cumpliéndose luego con esa orden.
Después Guajardo dijo al jefe: Es conveniente, mi general,
que salga usted por la 'Piedra Encimada', yo iré por
el llano. El jefe aprobó, y con treinta hombres salimos
al punto indicado.
Ya al marchar Guajardo, que había
ido a ordenar a su gente, regresó diciendo: Mi general,
usted ordena; ¿salgo con infantería o con caballería?
El llano tiene muchos alambrados; salga usted con infantería,
replicó el Gral. Zapata, y nos retiramos. En Piedra
Encimada exploramos el campo y viendo que por ningún
lado se notaba movimiento del enemigo, regresamos a Chinameca.
Eran las doce y media de la tarde, aproximadamente.
El jefe había enviado al coronel
Palacios a hablar con Guajardo, quien iba a hacer entrega
de cinco mil cartuchos y llegando a Chinameca, inmediatamente
preguntó por él. Se presentaron, entonces, el
capitán Ignacio Castillo y un sargento y a nombre de
Guajardo invitó Castillo al jefe para que pasara al
interior de la hacienda, donde Guajardo estaba con Palacios
arreglando la cuestión del parque.
Todavía departimos cerca de media
hora con Castillo, y después de reiteradas invitaciones,
el jefe accedió: Vamos a ver al coronel, que vengan
nada más diez hombres conmigo, ordenó, y montando
su caballo -un alazán que le obsequiara Guajardo el
día anterior- se dirigió a la puerta de la hacienda.
Lo seguimos diez, tal como él ordenara, quedando el
resto de la gente, muy confiada, sombreándose debajo
de los árboles y con las carabinas enfundadas.
La guardia parecía preparada a
hacerle los honores. El clarín tocó tres veces
llamada de honor y al apagarse la última nota, al llegar
el general en jefe al dintel de la puerta, de tal manera más
alevosa, más cobarde, más villana, a quemarropa,
sin dar tiempo para empuñar ni las pistolas, los soldados
que presentaban armas descargaron dos veces sus fusiles, y
nuestro general Zapata cayó para no levantarse más.
Su fiel asistente, Agustín Cortés, moría
al mismo tiempo. Palacios debe haber sido asesinado también,
en el interior de la hacienda.
La sorpresa fue terrible. Los soldados
del traidor Guajardo, parapetados en las alturas, en el llano,
en la barranca, en todas partes, (cerca de mil hombres), descargaban
sus fusiles sobre nosotros. Bien pronto la resistencia fue
inútil; de un lado éramos un puñado de
hombres consternados por la pérdida del jefe, y del
otro, un millar de enemigos que aprovechaban nuestro natural
desconcierto para batimos encarnizadamente. Así fue
la tragedia.
Así correspondió Guajardo,
el alevoso, a la hidalguía de nuestro general en Jefe.
Así murió Emiliano Zapata; así mueren
los valientes, los hombres de pundonor, cuando los enemigos
para enfrentarse con ellos, recurren a la traición
y al crimen. Como antes digo a usted, mi general, adjunto
copias debidamente autorizadas de todos los documentos relativos.
y haciéndole presente mi honda y sincera condolencia,
por la que nunca será bien sentida la muerte de nuestro
ciudadano general en jefe, reitero a usted, mi general, las
seguridades de mi subordinación y respeto. Reforma,
Libertad, Justicia y Ley. Campamento revolucionario en Sauces,
Estado de Morelos.-10 de abril de 1919.El secretario particular
mayor, Salvador Reyes Avilés. (IMEZ).
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