Según datos del Banco Mundial, en 2023, alrededor de 1.300 millones de personas vivían en extrema pobreza, subsistiendo con menos de 1.90 dólares al día. Esta cifra representa el 16.25% de la población mundial y subraya la gravedad de la crisis alimentaria global, que afecta a aproximadamente 1.000 millones de individuos. La pobreza relativa, según la ONU, alcanza al 53% de la población mundial, revelando un panorama aún más sombrío. En el extremo opuesto, el 1% más rico del mundo concentra una porción desproporcionada de la riqueza global.
El papel protagónico de los monopolios
Los monopolios han desempeñado un papel crucial en la profundización de las desigualdades, especialmente en los países menos desarrollados. Al controlar mercados enteros o segmentos significativos de ellos, estas corporaciones pueden fijar precios arbitrariamente, suprimir la competencia y obtener ganancias exorbitantes a expensas de las poblaciones locales. Históricamente, los monopolios han sido objeto de críticas por sus prácticas anticompetitivas y su capacidad para influir en los procesos políticos.
En el contexto actual, los monopolios transnacionales han intensificado su poder, aprovechando la globalización para expandir sus operaciones y consolidar su dominio en diversos sectores. A través de la extracción intensiva de recursos naturales en países del Sur Global, estas corporaciones han generado externalidades negativas como la contaminación, la deforestación y la pérdida de biodiversidad, socavando la capacidad de las comunidades locales para sostenerse a sí mismas.
La extracción de recursos y la corrupción
La extracción de recursos naturales, como minerales
La historia está repleta de ejemplos de cómo los monopolios han utilizado su poder para influir en los gobiernos y las políticas públicas en beneficio propio. Desde los barones industriales del siglo XIX hasta las grandes corporaciones tecnológicas de la actualidad, las empresas dominantes han demostrado una capacidad notable para modelar el entorno económico y político a su favor.
La fuerza laboral y la clase media
La estructura de la fuerza laboral global refleja las profundas desigualdades existentes. En 2023, aproximadamente 2.050 millones de personas formaban parte de la clase trabajadora, ganando entre 5 y 400 dólares diarios. Sin embargo, este grupo, que representa el 25.63% de la población mundial, enfrenta desafíos significativos para mantener un nivel de vida estable en muchas partes del mundo.
Por otro lado, la llamada "clase media" global se estima en 1.268 millones de personas, o el 15.85% de la población mundial. Sin embargo, esta categoría puede variar significativamente según el contexto regional y los estándares de vida locales.
Es importante destacar que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 202 millones de personas se encontraban desempleadas en 2023, lo que representa el 2.53% de la población mundial. Esta cifra subraya los desafíos persistentes en la creación de empleo y oportunidades económicas a nivel global.
Desigualdad de género y raza
Es fundamental destacar que la desigualdad no es homogénea. Las mujeres y las minorías étnicas suelen enfrentar mayores barreras para acceder a recursos y oportunidades. La brecha salarial de género y la desigual distribución de las tareas domésticas son ejemplos claros de esta desigualdad interseccional. Del mismo modo, el racismo sistémico perpetúa las desigualdades económicas y sociales para las comunidades de color.
El cambio climático y la sostenibilidad
La lógica de maximización de beneficios a corto plazo, propia del capitalismo, choca con la necesidad de un desarrollo sostenible a largo plazo. El cambio climático, la degradación ambiental y el agotamiento de los recursos naturales son desafíos globales que agravan las desigualdades y ponen en riesgo el futuro de la humanidad.
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