Esta denominación es
dada al continente americano por el pueblo Kuna, desde antes de la llegada de
los europeos. Este pueblo es originario de la serranía del Darien, al norte de
Colombia. Y que hoy en día habita la región al sur de Panamá y el norte de
Colombia. A los Kuna de la región Colombiana se les conoce como Kuna-Tule.
La cultura kuna sostiene
que ha habido cuatro etapas históricas en la tierra, y a cada etapa corresponde
un nombre distinto de la tierra conocida mucho después como América: Kualagum
Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, Abia Yala. El último nombre significa:
territorio salvado, preferido, querido por Paba y Nana, y en sentido extenso
también puede significar tierra madura, tierra de sangre”. Así esta tierra se llama “Abia Yala”, que se compone de
“Abe”, que quiere decir “sangre”, y “Ala”, que es como un espacio, un
territorio, que viene de la Madre Grande.
Es así como hoy en día,
diferentes organizaciones, comunidades e instituciones indígenas y
representantes de ellas de todo el continente, han adoptado su uso para
referirse al territorio continental, en vez del término “América”. Es por esto
que el nombre de ABYA YALA es
utilizado en sus documentos y declaraciones orales. Como símbolo de identidad y
de respeto por la tierra que habitamos.
Enrique Dussel (Dussel, 1993) ya nos había
advertido que el denominado "descubrimiento de América" fue, en
verdad, el encubrimiento de los pueblos que aquí habitaban. ABYA YALA es,
así, el verdadero descubrimiento de América.
En la lengua del pueblo Kuna, ABYA YALA significa "tierra madura", "tierra viva" o "tierra en florecimiento" y es sinónimo de América. El pueblo Kuna es originario de Sierra Nevada, en el norte de Colombia, habitó la región del Golfo de Urabá y las montañas de Darien, y actualmente vive en la costa caribeña de Panamá, en la Comarca de Kuna Yala (San Blas). ABYA YALA se viene usando como una autodesignación de los pueblos originarios del continente en contraposición a América, expresión que, aunque usada por primera vez en 1507 por el cosmólogo Martin Wakdseemüller, sólo se consagra desde fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX como un medio de las élites criollas para afirmarse en contraposición a los conquistadores europeos dentro del proceso de independencia. Aunque los diferentes pueblos originarios que habitan el continente atribuyeran nombres propios a las regiones que ocupaban ‑Tawantinsuyu, Anauhuac, Pindorama‑, la expresión ABYA YALA es cada vez más usada por los pueblos originarios del continente objetivando la construcción de un sentimiento de unidad y pertenencia. Pese a que algunos intelectuales, como el sociólogo catalán‑boliviano Xavier Albó, ya habían utilizado la expresión ABYA YALA en contraposición a la designación consagrada de América, la primera vez que la expresión fue explícitamente usada con ese sentido político fue en la II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de ABYA YALA, realizada en Quito en 2004. Nótese que en la I Cumbre, realizada en México en el año 2000, la expresión ABYA YALA aún no era invocada, como se puede leer en la Declaración de Teotihuacán, cuando se presentan como "los Pueblos Indígenas de América reafirmamos nuestros principios de espiritualidad comunitaria y el inalienable derecho a la Autodeterminación como Pueblos Originarios de este continente". A partir de 2007, sin embargo, en la III Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de ABYA YALA, realizada en Iximche, Guatemala, no sólo se autoconvocan como ABYA YALA, sino que también resuelven constituir una Coordinación Continental de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas de ABYA YALA "como espacio permanente de enlace e intercambio, donde converjan experiencias y propuestas, para que juntos enfrentemos las políticas de globalización neoliberal y luchar por la liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del territorio, del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien". Poco a poco, en los diferentes encuentros del movimiento de los pueblos originarios, el nombre América va siendo sustituido por ABYA YALA, indicando así no apenas otro nombre, sino también la presencia de otro sujeto enunciador del discurso, hasta aquí callado y subalternizado en términos políticos: los pueblos originarios.
La idea de un nombre propio que abarcara
todo el continente se impuso a esos diferentes pueblos y nacionalidades cuando
comenzaron a superar el largo proceso de aislamiento político a que se vieron
sometidos tras la invasión de sus territorios en 1492, con la llegada de los
europeos. Junto con ABYA YALA hay todo un nuevo léxico político que también se
viene construyendo, donde la propia expresión "pueblos originarios"
gana sentido. Esa expresión afirmativa fue la que esos pueblos en lucha
encontraron para autodesignarse y superar la generalización eurocéntrica de
"pueblos indígenas". A fin de cuentas, antes de la llegada de los
invasores europeos, en el continente había una población estimada de entre 57 y
90 millones de habitantes que se distinguían como maya, kuna, chibcha, mixteca,
zapoteca, ashuar, huaraoni, guarani, tupinikin, kaiapó, aymara, ashaninka,
kaxinawa, tikuna, terena, quéchua, karajás, krenak, araucano/mapuche, yanomami,
xavante, entre tantos y tantas nacionalidades y pueblos originarios del continente.
La expresión "indígena" es, en ese sentido, una de las mayores
violencias simbólicas cometidas contra los pueblos originarios de ABYA YALA en
la medida en que es una designación que hace referencia a las Indias, o sea, a
la región buscada por los negociantes europeos a fines del siglo XV. La
expresión "indígena" ignora, así, que esos otros pueblos tenían sus
propios nombres y su propia designación para sus territorios. Paradójicamente,
la expresión "pueblos indígenas", en la misma medida en que ignora la
diferencia específica de esos pueblos, contribuyó a unificarlos no sólo desde
el punto de vista de los conquistadores/invasores, sino también como una
designación que, en principio, servirá para constituir la unidad política de
esos pueblos por sí mismos, cuando comienzan a percibir la historia común de
humillación, opresión y explotación de su población y la dilapidación y
devastación de sus recursos naturales.
ABYA YALA se configura, por lo tanto, como parte de un proceso de construcción político‑identitario en el que las prácticas discursivas cumplen un papel relevante de descolonización del pensamiento, y que ha caracterizado al nuevo ciclo del movimiento "indígena" cada vez más como un movimiento de los pueblos originarios. La comprensión de la riqueza de los pueblos que viven aquí hace miles de años y del papel que tuvieron y tienen en la constitución del sistema‑mundo ha alimentado la construcción de ese proceso político‑identitario.
Considérese, por ejemplo, que hasta la
invasión de ABYA YALA (América) Europa detentaba un papel marginal en los
grandes circuitos mercantiles, que tenían en Constantinopla uno de sus lugares
centrales. La toma de esa ciudad por los turcos, en 1453, propició la búsqueda
de caminos alternativos, sobre todo por parte de los grandes negociantes
genoveses, que encontraron apoyo político entre las monarquías ibéricas y en la
Iglesia Católica Romana. Desde entonces, circuitos mercantiles relativamente
independientes en el mundo pasan a estar integrados e incluso se constituye el
circuito Atlántico con la incorporación del Tawantinsuyu (región hoy ocupada
por Perú, Ecuador y Bolivia, principalmente), del Anahuac (hoy México y
Guatemala, principalmente), de las tierras guaraníes (envolviendo parte de
Argentina, Paraguay, sur de Brasil y Bolivia, principalmente) y Pindorama
(nombre con que los tupí designaban a Brasil). El carácter periférico y
marginal de Europa era tal que la expresión "orientarse" (ir hacia el
oriente) indicaba la relevancia de Oriente en la época. Así, es con la
incorporación de los pueblos de ABYA YALA y con su sometimiento político, junto
con el tráfico y la esclavización de los negros africanos traídos a este
continente, que se crea la oportunidad para la centralidad de Europa. En
resumen, el surgimiento del sistema mundo moderno se da junto con la
construcción de la colonialidad. Se trata, por lo tanto, de un sistema mundo
moderno‑colonial. Y ese carácter contradictorio inscrito en el sistema mundo
moderno, que busca olvidar su carácter también colonial, es lo que los pueblos
originarios de ABYA YALA vienen buscando explicitar en la lucha "por la
liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del
territorio, del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien".
De este modo, la descolonización del
pensamiento se vuelve central para los pueblos originarios de ABYA YALA. Como
bien señaló Luis Macas, de la Coordinadora de las Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE), "nuestra lucha es epistémica y política", donde
cumple un papel fundamental el poder de designar lo que es el mundo. Varios
intelectuales vinculados a las luchas de los pueblos de ABYA YALA han señalado
el carácter etnocéntrico inscrito en las propias instituciones, incluso en el
Estado Territorial, cuyo eje estructurante está en la propiedad privada y cuyo
fundamento se encuentra en el Derecho Romano. A pesar de su origen regional
europeo, los fundamentos del Estado Territorial, incluso la idea de espacios
mutuamente excluyentes, como la propiedad privada, han sido impuestos al resto
del mundo como si fueran universales, ignorando las diferentes formas de
apropiación de los recursos naturales que predominaban en las mayores partes
del mundo, casi siempre comunitarias y no mutuamente excluyentes. En América
Latina, el fin del colonialismo no significó el fin de la colonialidad, como
afirmó el sociólogo peruano Aníbal Quijano, explicitando el carácter colonial
de las instituciones que sobrevivieron tras la independencia y que ilumina la
declaración de Evo Morales Ayma al asumir la presidencia de la República de
Bolivia, en 2006, cuando afirmó que era "preciso descolonizar el
Estado". Para que no se piense que se trata de una afirmación abstracta,
debe recordarse que los concursos de oposición para funcionarios públicos en
ese país eran realizados exclusivamente en lengua española, cuando
aproximadamente el 62 por ciento de la población piensa en quechua, aymara y
guaraní, las lenguas que hablan predominantemente en su vida cotidiana. En
países como Guatemala, Bolivia, Perú, México, Ecuador y Paraguay, así como en
ciertas regiones de Chile (en el sur, donde viven aproximadamente un millón de
araucanos/mapuches), de Argentina (el Chaco norteño) y de la Amazonia
(brasileña, colombiana y venezolana), el carácter colonial del Estado se hace
presente con todo su peso. El "colonialismo interno", expresión
consagrada por Pablo González Casanova, se muestra actual, en tanto historia de
larga duración actualizada. No es raro que esas regiones sean objeto de programas
de desarrollo, casi siempre para (des)arrollar, de modernización, casi siempre
de colonización (de hecho, esas expresiones casi siempre son sinónimos).
La elección del nombre ABYA YALA por los
kuna recupera la lucha por la afirmación de sus territorios, de la que ellos
fueron pioneros con su revolución de 1925, consagrada en 1930 en el derecho de
autonomía de la Comarca de Kuna Yala, con sus 320.600 hectáreas de tierras, más
las aguas vecinas del archipiélago de San Blas. La lucha por el territorio se
configura como una de las más relevantes en el nuevo ciclo de luchas del
movimiento de los pueblos originarios que se delinea a partir de los años '80
del siglo pasado (Myskitos en Nicaragua) y que logra su mayor expresión en los
años '90 y a comienzos del nuevo siglo, revelando cambios profundos tanto del
punto de vista epistémico como político.
Abya Yala se posiciona así como un atractor
(Prigogine) en torno al que otro sistema puede configurarse. Eso es lo que los
pueblos originarios están proponiendo con ese otro léxico político. No
olvidemos que dar nombre propio es apropiarse. Es hacer propio un espacio a
través de los nombres que se atribuyen a ríos, montañas, bosques, lagos,
animales y plantas; por ese medio, un grupo social se constituye como tal,
constituyendo sus mundos de vida, sus mundos de significación y convirtiendo un
espacio en su espacio: un territorio. El lenguaje territorializa y, de esa
manera, se revela una tensión de territorialidades entre América y ABYA YALA.
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(Traducción Javier Lorca y Jorge Montenegro).
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