(Seudónimo
literario de Lucila Godoy Alcayaga; Vicuña, Chile, 1889 - Nueva York, 1957) Poetisa y educadora chilena. Tras el declive del modernismo, parte de la lírica
hispanoamericana de los años de entreguerras siguió los pasos de las
vanguardias europeas: citando solamente ejemplos chilenos, éste sería el caso
de Vicente Huidobro, fundador del creacionismo, o de Pablo Neruda, deudor del
surrealismo en Residencia en la tierra.
Otros
poetas, en cambio, optaron por alejarse del modernismo orientándose hacia una
poesía más sencilla y humana. Gabriela Mistral es la figura capital de esta
última tendencia: tras unos inicios aún marcados por el modernismo, desarrolló
una expresividad propia basada en un estilo elemental de imágenes intensas, con
el que desnudó su intimidad dolorida y un corazón rebosante de amor, volcado
(tras el amor trágico de Desolación) sobre los niños, los desvalidos o su
propia tierra, en tonos hondamente religiosos. Su vida se movió sin pausas
entre la literatura, la docencia y la carrera diplomática, actividad esta
última por la que realizó numerosos viajes y pasó diversas temporadas en
ciudades europeas, norteamericanas y latinoamericanas, en las que publicó la
mayoría de sus obras.
Biografía
Hija
de un maestro de escuela, con dieciséis años decidió dedicarse ella también a
la enseñanza; trabajó como profesora de secundaria en su país y como directora
de escuela. Como poetisa, Gabriela Mistral se dio a conocer en los Juegos
Florales de Chile en 1914 con Los sonetos de la muerte, nacidos del dolor
causado por el suicidio de su prometido, el empleado ferroviario Romelio Ureta,
a quien había conocido en 1906. Firmados ya con el pseudónimo de Gabriela
Mistral (formado a partir de dos autores admirados, el italiano Gabriele D'Annunzio
y el poeta provenzal Frédéric Mistral), estos tres sonetos fueron incorporados
en 1922 a una colección más amplia de sus versos editada por el Instituto
Hispánico de Nueva York bajo el título de Desolación.
Ese
mismo año dejó Chile para trasladarse a México, a petición del gobierno de este
país, con el fin de que colaborara en la reforma de la educación iniciada por
José Vasconcelos. En México, Gabriela Mistral fundó la escuela que lleva su
nombre y colaboró en la organización de varias bibliotecas públicas, además de
componer poemas para niños (Rondas de niños, 1923) por encargo del ministro de
Instrucción Pública mexicano, y preparar textos didácticos como Lecturas para
mujeres (1924).
Terminada
su estancia en México, viajó a Europa y a Estados Unidos, y en 1926 fue
nombrada secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de
Naciones. Paralelamente, fue redactora de una revista de Bogotá, El Tiempo (sus
artículos fueron recogidos póstumamente en Recados: contando a Chile, en 1957).
Representó a Chile en un congreso universitario en Madrid y pronunció en
Estados Unidos una serie de conferencias sobre el desarrollo cultural
estadounidense (1930).
En
1945 Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura (fue la primera
concesión a una escritora en lengua española) y en 1951 el Premio Nacional de
Literatura de Chile. Siguió su carrera diplomática y con ella sus numerosos
viajes hasta su fallecimiento en Nueva York, en 1957. Por deseo de la propia
Mistral, sus restos fueron trasladados a Chile y fue enterrada en Montegrande:
dejaba tras de sí algunas obras inéditas, para su publicación póstuma.
La
poesía de Gabriela Mistral
De
tendencia modernista en sus inicios, su poesía derivó hacia un estilo personal,
con un lenguaje coloquial y simple, de gran musicalidad, y un simbolismo que
conecta con una imaginería de tradición folclórica. En sus obras expresó temas
como el sufrimiento o la maternidad frustrada, así como inquietudes religiosas
y sociales que responden a su ideología cristiana y socialista. Poetisa de
acento genuino y entrañable, parte de su no muy abundante producción está
dedicada a los niños (fue maestra rural durante quince años), y tal vez sea
éste el aspecto más conocido y celebrado de su obra. Sin embargo, su verdadera
personalidad se revela, sincera, poderosa y conmovedora, en versos por los que
circula una intimidad dolorida y una ternura en busca de sus propios cauces de
manifestación.
La
obra de Gabriela Mistral pasó por distintas etapas; en un primer momento, con
la publicación de Desolación (México, 1922), existe un fuerte predomino del
sentimiento sobre el pensamiento, a la vez que una cercanía muy estrecha con lo
religioso. Los temas que aparecen en este libro, bajo una profunda
reivindicación del retorno a valores de una trascendente espiritualidad, giran
en torno a la frustración amorosa, al dolor por la pérdida, la muerte, la
infidelidad, la maternidad y el amor filial, todo ello envuelto en la reflexión
adulta de la poetisa, que vivió el suicidio de su amado como una pérdida
irreparable.
Pese
al lastre modernista, se aprecian ya en este primer poemario manifestaciones de
un lenguaje más sencillo, particularmente patente en las canciones de cuna que
contiene su última sección. También en México publicó Lecturas para mujeres
(1923), una selección de prosas y versos de diversos autores destinada al uso
escolar a la que incorporó textos propios, algunos ya incluidos en Desolación.
Las
composiciones "para niños" son el núcleo de su segundo libro, Ternura
(1924), en el que se advierte la pureza expresiva propia de aquella lírica
humana y sencilla que convivió con las vanguardias tras la liquidación del
modernismo; una lírica generalmente inspirada en la naturaleza y que de hecho
fue también abordada por algunos escritores vanguardistas, que con frecuencia
conciliaron la experimentación con su interés por la poesía popular. Dedicado a
su madre y hermana, está dividido en siete secciones: Canciones de Cuna,
Rondas, Jugarretas, Cuenta-Mundo, Casi Escolares, Cuento y Anejo. Para el
lector adulto, el conjunto viene a expresar la pérdida de la infancia, que es
restituida, en parte, a través del lenguaje.
Con
Tala (1938), considerada una de sus obras más importantes, Gabriela Mistral
inauguró una línea de expresión neorrealista que afirma valores del
indigenismo, del americanismo y de las materias y esencias fundamentales del
mundo. En los sesenta y cuatro poemas de este libro se produce una evolución
temática y formal que será definitiva. Aunque en el arranque del libro el poema
"Nocturno de los tejedores viejos" sólo insinuaba un renovado
tratamiento fantástico, la sección Historias de loca esbozaba ya un nuevo
acento que se consolidará en las siguientes, Materias y América, hasta alcanzar
la plenitud de su expresión en la sección titulada Saudade, donde se encuentran
piezas memorables como "Todas íbamos a ser reinas", en la que la
poetisa rememora la infancia junto a sus tres hermanas y evoca sus respectivos
sueños, eternizados pese el paso del tiempo mediante un lenguaje a la vez
humorístico y mágico, teñido también por momentos de un cierto tradicionalismo
folclórico.
En
Chile apareció su siguiente colección de poemas, Lagar (1954), la última que
publicó en vida. En esta obra estarían presentes todas las muertes, las
tristezas, las pérdidas y el sentimiento de su propio fin. Un profunda
originalidad convive con la carga de tristeza y trascendencia que ya había
impregnado parte de sus primeros escritos, culminando una temática presidida
por la resignación cristiana y el encuentro con la naturaleza.
Póstumamente
aparecieron el poemario Poema de Chile (1967), un recorrido por la geografía,
la naturaleza y las gentes de su país, y la primera edición de sus Poesías
Completas (1970), así como diversas antologías de sus versos y recopilaciones
de sus cartas y textos: Motivos de San Francisco (1965), serie de poemas en
prosa dedicados al admirado San Francisco de Asís, y Cartas de Amor de Gabriela
Mistral (1978).
Atenta
a los problemas de su tiempo, en el género de los "Recados" (un tipo
muy personal y elaborado de artículo periodístico, recogidos en Recados:
contando a Chile, 1957), Mistral analizó múltiples temas, como la condición de
la mujer en América Latina, la valoración del indigenismo, la educación de los
pueblos americanos, la necesidad de elevar la dignidad y condición social de
los niños en el continente, la religiosidad, el judaísmo y la maternidad. Sus
ensayos educacionales fueron reunidos en el libro Magisterio y niño (1982).
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