
Otros
poetas, en cambio, optaron por alejarse del modernismo orientándose hacia una
poesía más sencilla y humana. Gabriela Mistral es la figura capital de esta
última tendencia: tras unos inicios aún marcados por el modernismo, desarrolló
una expresividad propia basada en un estilo elemental de imágenes intensas, con
el que desnudó su intimidad dolorida y un corazón rebosante de amor, volcado
(tras el amor trágico de Desolación) sobre los niños, los desvalidos o su
propia tierra, en tonos hondamente religiosos. Su vida se movió sin pausas
entre la literatura, la docencia y la carrera diplomática, actividad esta
última por la que realizó numerosos viajes y pasó diversas temporadas en
ciudades europeas, norteamericanas y latinoamericanas, en las que publicó la
mayoría de sus obras.