Cuando los reyes castellanos conquistaban Al-Andalus no incorporaban
solamente a sus territorios un extenso y rico país, codiciado y deseado,
incluso antes de Tartessos por infinidad de pueblos, sino que
conseguían el mayor tesoro cultural existente en el mundo.
Abdfatah Checa
HOMBRES DE LUZ I
Y aunque las ignorancias y los primitivismos de sus conquistadores,
intentaron (consiguiéndolo en muchos casos), destruir sus costumbres,
lengua y cultura, no lograron destruir los sentimientos ni borrar las
influencias sociales y culturales; influencias que siguieron pesando
sobre los descendientes de ese pueblo, expoliados y oprimidos, que
mantuvieron viva la llama que los hacía distintos al resto de los
moradores de su tierra.
Fueron andaluces, los que para gloria del Imperio, brillaron en el
mundo artístico y literario, en un siglo que, por su riqueza en todos
los campos del arte fue llamado Siglo de Oro. Genios como Mateo Alemán,
Góngora, etc., revolucionaron el mundo de las letras, pintores como
Murillo, Velázquez, crearon una nueva escuela. Y en la música sacra,
Morales y Guerrero fueron astros luminosos que brillaron con luz propia
en la música polifónica, dentro y fuera de la península.
La desaparición de Al-Andalus no puede catalogarse meramente como un
hecho perteneciente al dominio de la geopolítica sino que es, con mucha
mayor profundidad, algo que afecta irreversiblemente, al mundo de la
cultura, Al-Andalus murió y eso es lo mismo que decir que murieron las
escuelas, el pensamiento, la ordenación del territorio, las técnicas...
La vida. Lo que nacería a partir de ahí tendrá indudablemente, una
herencia, una descendencia, pero será algo nuevo, algo que tiene que
pasar por la infancia, hacerse mozo y sufrir mil experiencias... algo
que tiene que vivir su vida, en definitiva.
Pero los andaluces, supieron sacar alegría de la tristeza, de la muerte
vida, y empezaron a descorrer velos de siglos a dar a conocer aunque
modestamente, que siempre ha estado vivo el recuerdo de Al-Andalus a
pesar que el invasor, nos negó todo, nos quiso borrar la historia, se
inventó invasiones, expulsiones y repoblaciones; cometieron el primer
gran genocidio de Europa con el pueblo andaluz; a pesar de todo, el
ingenio Andaluz supo vivir en ese tiempo de tinieblas para la cultura, y
fue capaz de dar hombres de Luz, en todos los campos de la vida, desde
los días de las barbaries de la invasión hasta nuestros días. Siempre
hubo andaluces que mantuvieron vivo el recuerdo, porque las causas de
los pueblos jamás prescriben. Y los andaluces influenciaron el mundo de
la cultura de los invasores, y así nos encontramos que El Lazarillo es
el pórtico de la novela picaresca escrita en castellano. Y señalamos
esto porque, aunque inexplicablemente, haya sido pasado por alto por la
mayoría de los escritores literatos, el relato picaresco existía desde
el Siglo XI en todos los países de Dar al-Islam y especialmente en
Al-Andalus, desde que Al-Harîrî escribió su Magâmât, en ella hay dos
protagonistas: Al-Hârith (¿Lazarillo?) y Abû Zayd, que engañan con toda
clase de trucos para poder sacar dinero. Diego Hurtado de Mendoza debía
conocer, sin duda, la obra de Al-Harîrî y también otra, como el Kitâb
al-Mâhâsîn, de Al-Bayhâqi, donde se encuentra un episodio que casi se
repite en la obra pórtico de la picaresca.
Luis de Góngora y Argote.
Poeta andaluz del Siglo de Oro nace en Córdoba el 11 de Julio de 1561 y
muere en la misma ciudad el 23 de Mayo de 1627, de origen andalusí
¿cómo podría interpretarse si no, la exigencia por la que debía
presentar pruebas de limpieza de sangre, para heredar legalmente los
beneficios que se derivaban del cargo de racionero de la catedral de
Córdoba? E incluso se puede advertir, a estos efectos, que la misma
profesión que observaba su padre D. Francisco de Argote, como corregidor
en Jaén y Madrid, y luego Juez de bienes confiscados por la Inquisición
en Córdoba, respondía de forma natural a la de converso o hijo de
conversos. Un tercer elemento más inmediato, era el papel fundamental
que jugaban estos conversos llamados de linaje en la administración del
nuevo aparato del Estado y los Inquisidores. Y más aún, todos los
biógrafos coinciden en que la casa paterna era el lugar de reuniones de
amigos cultos, y que su biblioteca era amplísima e invitaba a lecturas
interminables; cosa también común y frecuente entre los conversos
adinerados que gozaron, en algunos casos, de una proverbial situación.
Sánchez Dragó incluye igualmente a nuestro lírico cordobés en su lista
de conversos e hijos de conversos. “”El soborno era moneda corriente en
aquella sociedad paupérrima donde a veces el almoracén de palacio
carecía de maravedies necesarios para mercarle una chuleta a su
monarca”“. De ahí la facilidad de comprar a buen precio la prueba de
pureza de sangre. Sarcásticamente Munibe (Conde de Peña Florida) llamaba
cristiano viejo a Aristóteles ¿Dónde mejor esconderse que en la misma
mazmorra del inquisidor con el correspondiente certificado de pureza de
sangre? Nadie busca al ladrón en la hacienda, ni al culpable en la
comisaría, ni al delincuente entre los magistrados. No había otra
máscara más eficaz y más barata.
Todo se vende este día
Todo el dinero lo iguala:
La corte vende su gala.
La guerra su valentía,
hasta la sabiduría,
vende la Universidad,
¡verdad!
Luis de Góngora, dignísimo heredero de la mejor tradición literaria andalusí.
Con el Siglo XVI se relanza en Andalucía un mundo artístico de
indudable trascendencia. De modo análogo al italiano, el Renacimiento
andaluz va a ser continuador de las huellas del río fabuloso y no
eclipsado de la mejor lírica y literatura de Al-Andalus. Para los
castellanos fue con Garcilaso; para los andaluces con Herrera El Divino y
el gran movimiento artístico andaluz del que supo rodearse.
Aquí se glorifica una renovada corriente que tiene como principal
objetivo revitalizar el lenguaje poético andalusí, aunque formalmente
apareciera cono la instauración de un nuevo lenguaje lírico. Vivir para
ver. El primer gran impulsor de este movimiento va a ser el andaluz
Fernando de Herrera, quien como señala Alfonso Berlanga, en la tertulia
de Juan de Mal Lara y con una serie de poetas que participan de su
misma ideología estética, abre nuevo rumbo para la poesía (¿española?)
andaluza. Se inicia así el camino, que continuando años más tarde por la
escuela antequerano-granadina llegará a Góngora y que será enormemente
fructífera para la poética futura.
Es así como Fernando de Herrera junto con otros sevillanos inician a
través de la famosa escuela de Gramática este importantísimo movimiento
lírico andaluz. Participan de este acontecimiento personajes tan
selectos como Francisco de Medina, Francisco Pacheco y Barahona de Soto;
más tarde serán los Jáuregui, Medrano, Rodrigo Cano o Fernández de
Andrada a los que preside Rioja y se reúnen en la tertulia del pintor
Pacheco. Dos renacimientos radicalmente distintos y enfrentados: el
andaluz y el castellano.
En la obra de Fernando de Herrera encontramos una serie de rasgos que,
en líneas generales, van a caracterizar a los poetas andaluces: la
riqueza y fluideces expresivas, el colorido y el dominio de las
sensaciones, la depuración estética del paisaje y el carácter bivalente
de su obra (propio de todos los poetas del sur).
En Góngora, todo ello va a llegar a una gran plenitud: el dominio de
las transparencias, la condensación de las imágenes, los epítetos
sugerentes para matizar las sensaciones, junto a esta bivalencia tan
andaluza que encontramos genialmente en Góngora por ejemplo en su
Politemo y Galatea junto a las letrillas y canciones. Góngora va a
suponer la más alta rima de esta importantísima fase de la lírica
andaluza heredera directísima de la literatura arábigo-andaluza.
El genial e intuitivo arabista, Emilio García Gómez, conforma nuestra
tesis cuando refiriéndose a Ibn Kuzmân manifiesta que “es uno de los
poetas más musicales en cualquier lengua del mundo, su métrica es
música. Y su música (La música exquisita de su lenguaje) es la métrica”.
Lo mismo podría decirse de Góngora. Ahora bien, dicha métrica musical
no es una sucesión de sonidos armoniosos pero huecos. Estos sonidos
transmiten una melodía intelectual y un mensaje intangible, compuestos
de gracias, de sal, de donaire, de picardía, de ternura, de civismo, en
dosis que no vetaron nunca los farmacólogos poéticos de ninguna cultura;
compuestos también de convencionalismos, de tópicos, de caídas, de
bajas pasiones, hasta de ocasionales blasfemias; pero todo interesante,
apasionante, a veces en el alto aire terreno del conocimiento de una
civilización abolida y de un determinado e histórico ambiente cultural.
Toso ello unido a la embriaguez que produce la luz y el color de
Andalucía.
Góngora enseña, a partir de su propia experiencia personal, el truco de
soltar amarras desde un lenguaje y conducta tan cultos y elitistas que
confundan cual Babel morisca, aderezando tan magnífica gimnasia con un
fin de paganismo desde cuyo otero arremete contra todo:
Andeme yo caliente
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequilla y pan tierno,
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente
Como en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados
como píldoras doradas;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Entre los primeros que elogian a nuestro cisne de Andalucía se
encuentra Cervantes que en el canto de Calíope de la Galatea, le dedica
estos reconocidos versos:
En don Luis de Góngora os ofrezco
un vivo raro ingenio sin segundo;
con sus obras me alegro y me enriquezco,
no sólo yo, más todo el ancho mundo.
Pero Cervantes al igual que otros hijos de conversos, como fueron
Francisco Rojas, Fray Luis de León, Mateo Alemán, Juan de la Encina,
Emilio Antonio de Nebrija, Diego Sánchez de Badajoz, Juan de la Cruz,
Teresa de Jesús. Tuvieron problemas con la inquisición y pasaron toda su
vida demostrando su limpieza de sangre y luchando por no ser marginados
por esa sociedad cristiana y única que había establecido la conquista
Castellana de Al-Andalus, a pesar que el común de la población de las
Andalucías son conversos e hijos de conversos.
De hay la famosa frase de Felipe II “No pienso ser señor de herejes”,
haciendo honor a la frase atribuida a su antepasado el rey Fernando el
Católico “Estos no serán nunca cristianos, pero sus hijos o nietos si
que lo serán”.
Si existe un momento en que la Andalucía yugulada culturalmente por la
conquista castellana, despierta, ese es en aquel en el Fernando de
Herrera escribe sus anotaciones cuyo título real es obra de Garcilaso de
la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera “Castilla y Andalucía
–dice Alfonso Berlanga- se enfrentan, por primera vez en una contienda
estética y singular ¿Por qué y cómo se produce este enfrentamiento?
Fernando de Herrera nació en Sevilla en 1534 y murió en esta misma
ciudad. Era hijo de un humilde corero, que es lo mismo que ser del
gremio con más fama de moro: el de los colmeneros, un oficio con leyes y
alcaldes propios que se enhebra con el de los hombres y mujeres, que a
pesar de que la ciudad hace ya siglos que ha cambiado de manos, sigue
haciendo pestiños, turrón, piñonate, torrijas y buñuelos todos son
moros, vaya, y por lo tanto, abocados a aprender lo que pueden y a
buscarse la vida por los más oscuros revicuetos.
Herrera tiene que cantar a Lepanto porque así es la vida, pero canta
siendo fiel a sus reglas, a que la expresión poética lo es en cuanto
expresión de una idea, la del poeta. Y ese poeta, que es el poeta de un
mísero barrio de la Imperial Sevilla, no puede omitir sus ideas sobre la
situación de la cristiandad y de los territorios de Felipe II, aunque
ponga los juicios en boca de los egipcios.
Su Roma, temerosa i humillada,
los cánticos en lágrimas convierte,
ella y sus hijos tristes mira esperan,
cuando vencidos mueran.
Francia esta con discordia quebrantada
i, España amenaza horrible muerte,
quien honra de la luna las banderas.
I aquellas en la guerra gente fieras
Ocupadas están en su defensa,
I aunque no, quien hacer me puede
ofensa?
Los versos subrayados indican, claramente, la importancia que concedía
el poeta a la sublevación de los moriscos granadinos y a todas sus
consecuencias. La misma idea de desastre que se avecina se advierte en
otra composición: la dedicada a la muerte de D. Sebastián, rey de
Portugal, en la batalla de Alcazaquivir. ¿Quién por lo tanto, podría ser
vencedor sino Dios?
Francisco Pacheco nos cuenta que en la muerte del poeta con el
murieron muchos libros y manuscritos pues desaparecieron. Quien y porqué
llevo a cabo esta amputación de la obra de Herrera permanecerá,
probablemente, para siempre en el incógnito. Con ellos se nos fue una
parte importante de ese resurgir de Andalucía.
La influencia de la cultura andaluz, se va a reflejar e influir con
más fuerza si cabe en la poesía de la mística cristiana, pues esta va a
ser herencia de la poesía sufí de Al-Andalus. Los saddhilís andalusíes
de los Siglos XVI y XVII van a proyectar la efervescencia mística a
través de la reforma carmelista y del movimiento quietista.
Efectivamente, van a coincidir en método, el contenido erótico-místico,
el léxico, la contemplación lírica e incluso las imágenes poéticas que
surgen en épocas diferentes entre los derviches de Al-Andalus y los
moriscos andalusíes como San Juan de la Cruz, Santa Teresa o Fray Luis
de León. Resumiendo a Asín Palacios y a Sánchez Dragó, encontramos que
conceptos e imágenes como “la anchura y la apretura del alma”, “su vacío
y desnudez”, los símbolos del “día” y de la “Noche oscura”, las
metáforas del “velo” y del “espejo”, del “súbito relámpago” de los “
átomos que floran sobre los rayos del sol y el agua extraída de las
entrañas de la tierra”, así como todo el ambicioso juego del “éxtasis” y
el “rapto”, “distinguiendo entre simple inconsciencia y genuina
aniquilación del espíritu de Dios”.
Por ejemplo, cuando Santa Teresa habla de “Las siete moradas” y un
“castillo interior”, hemos de encontrar su más insigne origen entre los
sufíes andaluces, que de forma simbólica se imaginaba atrincherados en
una madinat rodeada por seis alkazabas concéntricas, en la que
permanecían en actitud contemplativa, absteniéndose de todo, e incluso
“de la resistencia a las tentaciones”.
Adquirió tal proporción la influencia sufí en la mística cristiana que
introdujo en ésta un desarrollo tan opulento y rico en nuevos matices
ideológicos y formas de expresión inusitadas, que son los que
transfieren a los místicos del Siglo XVIII toda la fuerza morisca que
no desdeña en recoger. Será este eslabón y no otro, el que dé origen
tanto al Renacimiento Italiano, como al del Imperio español en las
letras, artes y ciencias a partir del pedigrí andaluz.
Asimismo, González Palencia, refiriéndose a las biografías de los
místicos andalusíes, los dibuja con sus propias formas “Ascetas,
místicos, videntes y taumaturgos de toda edad, sexo, profesión, oficio y
clases sociales” que se mueven en el escenario de “las ciudades y
aldeas andaluzas, como en una cinta cinematográfica, con sus
inconfundibles rasgos físicos y morales; aquellos andalusíes estaban
siempre a cuestas con el tema de la libertad, con la búsqueda de ALLAH
(Dios) propio de cada individuo, aunque a veces fuera personal y otras
transferible.
Conectando con los místicos del Siglo de Oro con la poesía
arábigo-andaluza ¿De qué forma digirieron los carmelitas y otros frailes
trinitarios las especulaciones de los sufíes, si ninguno de ellos, en
principio, conocía el idioma árabe?. La respuesta es sencilla, bien eran
moriscos conversos o hijos de moriscos recién convertidos, que
alimentaban en secreto el sagrado fuego de la más hermética tradición
andalusí. Aparte de que Felipe III pudiera decretar en el 1609 la
expulsión de gran número de andaluces, van a sobrevivir curiosamente
importantes núcleos moriscos en zonas precisamente como Arévalo, Medina
del Campo, Postrana, Salamanca, el reino de Granada, Alcalá, Segovia,
Avila, Toledo, Valencia, etc. es decir justamente las ciudades que
fueron lugar de origen y escenario de los moriscos andaluces hoy
conocidos por Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Fray Luis de León y
Miguel de Cervantes, además de un gran ejército de alumbrados.
En este período de la historia y en esta época de retorno a la
filosofía platoniana y senequista, de recuperación de amor a la
naturaleza y el odio a la vida artificiosa y enfermiza, entre los dos
períodos del Renacimiento, va a nacer otro insigne andaluz Luis de
Sarría (Fray Luis de Granada), escritor místico andaluz, nacido en
Granada en 1504, el cual va a resaltar por ser uno de los primeros
acéticos y el más elocuente orador, el tiene conocimientos bastante
avanzados para la época, fue un gran naturalista, dominó la medicina, de
dominio casi exclusivo, por no decir total, de Andalusíes islámicos y
judíos hasta principios del Siglo XVI. La influencia de la cultura
andalusí se demuestra no sólo en sus estudios naturalistas, sino en su
forma de entender la doctrina ascético mística que enraíza claramente
con el ideario Saddhili de los sufíes, pues es muy curioso la
coincidencia existente entre ciertos hechos en la vida de Ibn Zaydûn,
que locamente enamorado y correspondido por la princesa Wallada, de gran
hermosura y amplio bagaje cultural, mostró atracción por una esclava
negra que servía a la princesa, hecho que dio lugar al enojo y despecho
de Wallada hacía el gran poeta cordobés, buscando nuevos amores. Veamos
ahora el alegato que para repudio de la sensualidad escribe Fray Luis
“Imaginemos que estuviese un hombre casado con una mujer en quien
cupiese toda la nobleza, hermosura y discreción que en una mujer pueda
caber, y que estando así muy bien casado, una mulata criada suya, y
grande hechicera, teniendo envidia de esto le diese algunos bebedizos,
con los males de tal manera que le trastocase el seso que, despreciada
la mujer y puesta en un rincón de casa, se entregase a todo a la mulata y
la hiciese asentar en el estrado de su mujer, y con ella comiese y
durmiese...”
Aparte de mostrarse como un moralista de elevado pensamiento, Fray Luis
parece conocer bien la vida de Ibn Zaydûn que, a nuestro entender, no
es una coincidencia casual.
Si se profundiza en la vida de Fray Luis de Granada, nos podemos
encontrar tanta semejanza con los místicos y poetas andalusíes que hacen
incluso pensar en la posibilidad de su origen morisco por vía materna.
A Fray Luis le censuraría su obra, incluiría sus libros en el índice de
libros prohibidos y lo acusaría de herético, siguiendo paralelamente el
proceso inquisitorial. En 1554 sale a la luz su devocionario Libro de
la oración y meditación, que llegó a ser tan popular que en 1559 se
habían hecho ya 23 ediciones. A instancias, principalmente del famoso
teólogo Melchor Cano. Se incluye esta obra en el índice de libros
prohibidos por considerar Cano que contenía herejía quietista, cercana a
los alumbrados, Fray Luis se marcha a Portugal cuando empieza el
proceso contra Carranza, Arzobispo de Toledo y contra su amigo Juan de
la Cruz, moría en Lisboa el 31 de Diciembre de 1588.
Más adelante Felipe III expulsaría a muchos moriscos, que no a todos, y
su hijo, Felipe IV, persiguió –aunque diga lo contrario Manolo Barrios-
a los gitanos y prohibió (a los descendientes de los andalusíes los
moriscos que se quedaron), sus cantes bajo pena de apaleamiento,
mutilación y destierro ¿qué si existe una interconexión entre los dos
hechos? ¡Vaya Vd. a saber! La Historia de Andalucía no oficial de todos
esos años es una enorme laguna que solo hoy comienza a desentrañarse, y
para intentar encontrar algo, tenemos que agarrarnos muchas veces a eso
que se llama “tradición oral” que es lo único que le queda a los
vencidos, porque ya sería pasarse el haberles cortado también la lengua.
Solo muy poca gente se ha puesto a pensar en la coincidencia que existe
entre la aparición pública de cante jondo y la abolición del Tribunal
de la Inquisición. ¿Coincidencia o hecho lógico? Cada cual puede pensar
lo que quiera, pero de todas formas es un mal método separar conceptos.
El concepto, por ejemplo, de cante flamenco como canto de proscritos
está muy aceptado, en primer lugar, porque sigue siendo así, en parte,
todavía hoy, pero raramente se lo coloca en concordancia con las
vicisitudes por las que pasa Andalucía en esos mismos siglos de
represión, ni con las que pasan en ella las minorías o mayorías
marginadas.
En esos tiempos de persecución se va a dar en Andalucía un encuentro
entre los descendientes de los andalusíes, los moriscos y los gitanos,
dando lugar a lo que podríamos llamar el “gitanismo andaluz”. Aparecen
personajes que reflejan muy bien ese encuentro y mezcla en muchos casos
de esas dos comunidades como fue, el cantaor Silverio Franconetti y
Aguilar, que nació en Sevilla en 1831.
Las letras de Silverio son todo un mundo. Abarcan un universo de
emociones, sentimiento y aspiraciones. Comprende toda la cosmovisión de
esa raza, forzada a ser raza (como los judíos de Sefaral, como los
moriscos de Al-Andalus), por lo que no quieren dejar de ser señores, y
tienen que tener siempre debajo de ellos carne morena a la que pisar.
Dice una siguiriya de Silverio:
La malina lengua
que de mí murmura
yo la cogiera por en medio, en medio,
la dejara muda.
Para este mundo del cante oculto y que empieza a emerger para el gitano
no hay cambio ni transiciones. Está –porque ha sido- acostumbrado a
vivir indiferente a lo que venga que, de cualquier forma, será algo que
no es suyo. El gitano andaluz, como los andaluces que pueblan Tetuán,
Túnez o Fez desde 1610, es un exiliado; aunque goce de un exilio
interior. Pero así como el que está fuera no puede aparecer y se ve por
tanto, forzado a reducir drásticamente su mundo.
Corre y pregúntale a un sabio
cual de los dos perdió más:
Er que comió de sus carnes
O er que publico su mal.
Er que publico su mal
por el pronto siente alivio.
Er que comío de sus carnes
se da tormento a sí mismo.
A lo largo de los siglos siempre hubo andaluces que conscientes de su
pasado histórico mantuvieron de un modo u otro la llama del recuerdo de
una cultura que quería volver a ser lo que fue. Poetas andaluces como
Juan Ramón Jiménez el lírico y teósofo, recordara y revela su naturaleza
en la niñez de esta forma: “De estos dulces años recuerdo bien que
jugaba muy poco y que era gran amigo de la soledad; las solemnidades,
las visitas, las iglesias, me daban miedo...”
Este genio literario andaluz tiene sus raíces en la línea andalusí o
arábigo-andaluza, que tras la invasión de Andalucía por las tropas
feudales y el artillero desarrollo del Imperio españolista, toma sus
primeras formas en el andaluz Herrera y tiene su cumbre en Bécquer,
cultivándose por los sucesivos poetas andaluces y adquiriendo su forma
definitiva en el Siglo XX. Aunque, bien es verdad que este magnetismo
indígena es matizado y ampliado por las nuevas corrientes literarias.
Juan Ramón de forma más o menos consciente sostuvo y defendió la tesis
del Origen Andaluz del simbolismo “El simbolismo francés viene de los
místicos del Siglo de Oro, lo que hay de místico en los simbolistas
procede de nuestros místicos y de la poesía arábigo-andaluza... He leído
desde niño a Juan de la Cruz, tanto el cómo Bécquer son simbolistas;
son dos casos líricos semejantes a Verlaine”.
Tiempo después dirá Federico García Lorca, el gran poeta andaluz:
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo
¡Ay amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene barbas granates.
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.
Comienza en Federico una profundización del poeta en su historia, en la
historia de su pueblo, de ese pueblo en el que algunos sólo ven
borrachos, pero que, sin embargo, tuvo un pasado distinto. En una
entrevista, Federico dirá refiriéndose a la expulsión de los andalusíes
reducidos en las Alpujarras, pero extendiendo su visión a todo
Al-Andalus.
“Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en la escuela. Se
perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una
arquitectura y una delicadeza única en el mundo, para dar paso a una
ciudad pobre, acobardada; a una tierra “de chavico” donde se agita
actualmente la peor burguesía de España”.
También encontraremos una gran simbiosis entre Federico y el cante
jondo, ese cante que de alguna manera, nos encontramos con el problema,
varias veces planteado en la historia de la cultura andaluza –de que
será anterior, si los signos de los poetas o las expresiones populares.
Poco importa. Con esa profunda intuición que le caracterizo siempre, el
poeta miro desde lo alto la siguiriya y adivino en ella las esencias más
puras de la civilización perdida, y los más hermosos restos de la
cultura, y canta con palabras:
¿adónde vas, siguiriya,
con un ritmo sin cabeza?
¿qué luna recogerá
tu dolor de cal y adelfa?
Federico García Lorca heredó a fondo el mejor y más resplandeciente
caudal lírico de conocimiento aportado por el Islam andaluz, y la
cábala, el esoterismo y otras corrientes, como todos los poetas
orientales, posee Federico la exquisita oportunidad del momento presente
y las tradiciones y la identidad.
Este es el gran secreto de Federico García Lorca. No tiene que reñir
con la tradición ni romper mal de alguno. Siente en sí y tiene frente a
sí un pueblo magnifico, y se pone a cantar como el pueblo canta en su
Andalucía, y se pone a poetizar, redondo Universo absoluto, a su
Andalucía, sierra, cielo, hombre y fantasma. No los copia, los canta,
los sueña, los reinventa, en una palabra, los poetiza.
Federico muestra su solidaridad y humanismo romántico evidenciando una
profunda conciencia social y visión certera y lúcida del proceso
histórico vivido, dice Federico:
“Yo creo que ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de
los perseguidos, del gitano, del negro, del judío, del morisco, que
todos llevamos dentro”.
Pero todo este sentir del pueblo Andaluz lo va a definir con acierto un
hombre sabio, un espíritu universal, musulmán y andaluz; y nadie mejor
que el propio Blas Infante:
”Yo, criado entre jornaleros por excelencia MORISCO y andaluz, había
vivido la tragedia de la Andalucía secularmente martirizada, de un
pueblo que soportaba con MUSULMANA resignación y aristocrática
mansedumbre”.
La idea del sufrimiento y la conquista castellana y represión de los moriscos está recogida en su obra:
“Cuando yo era niño, los chiquillos... precedidos por el lienzo
amarillo y rojo íbamos a despedir a los que partían para Cuba, al son de
melodía de aire guerrero, que el maestro, en virtud de órdenes
superiores, nos había hecho aprender. Cantábamos que ‘aquel hermoso
pabellón era el de la nación sin par que en valentía y en hidalguía la
primera fue, que aquella bandera, victoriosa en Santa Fe, conquistó
Granada. Mientras tanto, se ponía a los cubanos de ingratos... Pero ni
la bandera, que apenas contaba un siglo, había ondeando en Santa Fe, ni
nosotros, los hijos de aquel pueblo morisco, habíamos conquistado
Granada, sino al contrario, habíamos sido conquistados con ella...”
(Manusc. AAX).
Sirvan, estas páginas para crear conciencia, salvando el boicot que
tanto en épocas pasadas como en la actual, únicamente pretende ocultar y
borrar de nuestra memoria de andaluces, el recuerdo de lo que fuimos
hombres de luz que a los hombres alma de hombres les dimos.
ABELLAN, JOSE LUIS. Historia crítica del Pensamiento Español (La Edad
de Oro. Siglo XVI) Vol. II. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1979.
ACOSTA SÁNCHEZ, JOSE. Andalucía: Reconstrucción de una identidad y la
lucha contra el centralismo. Ed. Anagrama. Barcelona, 1978.
BERLANGA, ALFONSO. Los Andaluces. Ed. Ktmo. Madrid 1980.
BLANCO AGUINAGA. C. Historia social de la literatura española. Vol. III. Ed. Castalia. Madrid, 1979.
COUFON, CLAUDE. Granda y García Lorca. Ed. Losada.
GAOS, V. Antología poética de Juan Ramón Jiménez. Madrid 1980.
GARCIA LORCA, FEDERICO. Obras Completas. Ed. Aguilar. Madrid 1960.
INGENIEROS, JOE. La cultura filosófica en España. Madrid 1916.
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