08 de enero 2011.-
Estados Unidos está al borde de la quiebra. Y si este término resulta muy poco claro o preciso para detallar la situación, lo purificamos nada menos que con las palabras de Timothy Geithner, el Secretario del Tesoro: “Estados Unidos está al borde de la insolvencia”.
Con esas palabras, Timothy Geithner, ha pedido al Congreso de Estados Unidos la urgencia de elevar el techo de la deuda, actualmente situado en 14.300.000 millones de dólares (14.300.000.000.000). Y es que Estados Unidos se encuentra a centímetros de ese techo, y necesita una nueva inyección de liquidez que le permita mirar cara a cara a los hechos. Mal que mal, el mundo se ve diferente cuando se tiene dinero en efectivo en los bolsillos y cuando no. Esto es lo que hace que Estados Unidos se enfrente a la más dura encrucijada de su historia. Un accidente del cual nadie saldrá tal cual llegó.
La insolvencia de Estados Unidos fue advertida el fin de semana en la cadena ABC por el asesor económico del presidente Obama, Austan Goolsbee. En esa entrevista, Goolsbee señaló que si el techo de la deuda no era modificado, “las consecuencias serían catastróficas para la economía de Estados Unidos, y mucho peores a lo visto desde el 2008″… ¿peores todavía?. Aunque mal lo parezca, Goolsbee tiene la razón. Durante 30 años Estados Unidos consumió más de la cuenta al vender a los estadounidenses la idea del crédito barato propugnado por Ronald Reagan en 1981. Desde esa fecha, Estados Unidos no hizo más que consumir, consumir y consumir… a costa de todo el mundo.
Como lo reseñé en El origen del caos financiero y el desempleo global y en Del desorden financiero a la quiebra de Estados Unidos, la primera economía mundial se dedicó al consumo indiscriminado a vista y paciencia de todos los defensores del libre mercado, en la fiel creencia, quizá, de que sería el propio mercado el encargado de reequilibrar ese gasto. Algo que no ocurrió. Porque justo cuando se esperaba la presencia de la mano invisible, esta brilló por su ausencia demostrando que no es más que un simple comodín de ramplones.
Y si de ramplones ya estamos exhaustos, resulta que estos vuelven a aparecer mostrándonos los peligros de cruzar la linea de sobregiro. Es la gran inconsitencia del sistema que muchos defienden, en la cual no se tuvo ningún recato para prestar y facilitar lineas de crédito para el desvarío del consumo, el alcohol y las drogas y después, tras el accidente fatal, se le niega todo al inculpado. Es decir que los que prestaron, nunca tuvieron en cuenta la probabilidad de que algo saliera mal.
Independientemente de estos juicios, la situación de Estados Unidos es muy complicada y está atravesada por dos grandes frentes: aquellos que ven que la única salida es endeudarse un poco más, y aquellos que ven que todo incremento de la deuda agravará aún más la probabilidad de incumplir con su pago, como lo ha declarado el director de Pimco, Bill Gross. Como vemos, Estados Unidos se encuentra en la situación de asfixia del adicto: por cada gramo o dólar que pida, más esclavo se hace del sistema y de todas sus fallas.
Asi como existe la advertencia de Austan Goolsbe sobre los peligros de no elevar el techo de la deuda, también está la de quienes niegan toda opción de crédito y dejan la prioridad de los ajustes a los recortes presupuestarios. Es el caso de aquellos que, como Bill Gross, ven en los recortes presupuestarios la única manera de restaurar una economía convalesciente. Para esta linea de pensamiento sólo los recortes o “política de shock” pueden restaurar una economía potencialmente enferma y causante de la mayor crisis financiera de la historia.
Con esas palabras, Timothy Geithner, ha pedido al Congreso de Estados Unidos la urgencia de elevar el techo de la deuda, actualmente situado en 14.300.000 millones de dólares (14.300.000.000.000). Y es que Estados Unidos se encuentra a centímetros de ese techo, y necesita una nueva inyección de liquidez que le permita mirar cara a cara a los hechos. Mal que mal, el mundo se ve diferente cuando se tiene dinero en efectivo en los bolsillos y cuando no. Esto es lo que hace que Estados Unidos se enfrente a la más dura encrucijada de su historia. Un accidente del cual nadie saldrá tal cual llegó.
La insolvencia de Estados Unidos fue advertida el fin de semana en la cadena ABC por el asesor económico del presidente Obama, Austan Goolsbee. En esa entrevista, Goolsbee señaló que si el techo de la deuda no era modificado, “las consecuencias serían catastróficas para la economía de Estados Unidos, y mucho peores a lo visto desde el 2008″… ¿peores todavía?. Aunque mal lo parezca, Goolsbee tiene la razón. Durante 30 años Estados Unidos consumió más de la cuenta al vender a los estadounidenses la idea del crédito barato propugnado por Ronald Reagan en 1981. Desde esa fecha, Estados Unidos no hizo más que consumir, consumir y consumir… a costa de todo el mundo.
Como lo reseñé en El origen del caos financiero y el desempleo global y en Del desorden financiero a la quiebra de Estados Unidos, la primera economía mundial se dedicó al consumo indiscriminado a vista y paciencia de todos los defensores del libre mercado, en la fiel creencia, quizá, de que sería el propio mercado el encargado de reequilibrar ese gasto. Algo que no ocurrió. Porque justo cuando se esperaba la presencia de la mano invisible, esta brilló por su ausencia demostrando que no es más que un simple comodín de ramplones.
Y si de ramplones ya estamos exhaustos, resulta que estos vuelven a aparecer mostrándonos los peligros de cruzar la linea de sobregiro. Es la gran inconsitencia del sistema que muchos defienden, en la cual no se tuvo ningún recato para prestar y facilitar lineas de crédito para el desvarío del consumo, el alcohol y las drogas y después, tras el accidente fatal, se le niega todo al inculpado. Es decir que los que prestaron, nunca tuvieron en cuenta la probabilidad de que algo saliera mal.
Independientemente de estos juicios, la situación de Estados Unidos es muy complicada y está atravesada por dos grandes frentes: aquellos que ven que la única salida es endeudarse un poco más, y aquellos que ven que todo incremento de la deuda agravará aún más la probabilidad de incumplir con su pago, como lo ha declarado el director de Pimco, Bill Gross. Como vemos, Estados Unidos se encuentra en la situación de asfixia del adicto: por cada gramo o dólar que pida, más esclavo se hace del sistema y de todas sus fallas.
Asi como existe la advertencia de Austan Goolsbe sobre los peligros de no elevar el techo de la deuda, también está la de quienes niegan toda opción de crédito y dejan la prioridad de los ajustes a los recortes presupuestarios. Es el caso de aquellos que, como Bill Gross, ven en los recortes presupuestarios la única manera de restaurar una economía convalesciente. Para esta linea de pensamiento sólo los recortes o “política de shock” pueden restaurar una economía potencialmente enferma y causante de la mayor crisis financiera de la historia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario