
miércoles, 22 de septiembre de 2010
La lucha reivindicativa del pueblo Mapuche en Chile

LA NACION MAPUCHE

LOS MAPUCHE
Alrededor de 500 años d.C. se establecieron en la zona de los lagos precordilleranos del valle central de Chile los grupos considerados como antecesores de los mapuche. Constituyeron grupos reducidos que basaban su supervivencia en la caza, la recolección y el cultivo de papas en pequeños huertos ubicados en terrenos húmedos. Estas poblaciones se extendieron por el sur hasta el río Maullín en Chile y posiblemente hacia el oeste, ocupando el norte y centro de la actual Provincia de Neuquén. A la llegada del español, el pueblo Mapuche, la "gente de la tierra", habitaba la región ubicada entre los ríos Itata y Toltén. Compartía con los Picunche ("gente del norte") y los Huiliche ("gente del sur") una misma lengua, que se extendió desde del Río Choapa, al norte, hasta Chiloé, al sur.Los conquistadores llamaron Arauco o Araucanía estas tierras y araucanos a sus habitantes. Aún hoy sus descendientes se reconocen Mapuche. Empujados por la persecución española y atraídos por el ganado salvaje, los Mapuche comenzaron a ingresar en el actual territorio argentino a partir del siglo XVII.Progresivamente fueron ocupando la zona comprendida por las provincias de San Luis, sur de Córdoba, La Pampa, Neuquén y Buenos Aires, hasta que la avanzada militar de finales del siglo XIX, los llevó a instalarse al sur del Río Limay. El ingreso masivo del pueblo Mapuche en territorio argentino significó un cambio considerable, tanto para las culturas autóctonas como para ellos mismos y este largo proceso de mestizaje e intercambio cultural dio por resultado la actual población paisana de las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut.
ECONOMIALos ambientes en los que se desenvolvió la cultura Mapuche en Chile, permitieron el desarrollo de una agricultura en pequeña escala con cultivos de maíz, papa, quinoa, calabaza, habas y ají entre otros. La recolección de plantas silvestres, la caza y la cría de llamas y animales menores en el norte, y la pesca y recolección de mariscos en la costa, completaban los recursos alimenticios.Al trasladarse a la Argentina, el pueblo Mapuche siguió practicando la agricultura, principalmente en Neuquén, así como también sus manufacturas tradicionales. Emplearon la madera para la confección de elementos de uso cotidiano. Se destacaron como orfebres y en la talabartería y el tejido. Estas actividades junto con el tráfico de ganado fueron la base de su subsistencia. A fines del siglo XVIII, los Mapuche controlaban los arreos de ganado que, partiendo de la pampa húmeda, trasladaban por los pasos neuquinos, para comerciar en Chile. La desaparición de los animales sueltos y la expansión de la frontera blanca, obligaron a los indígenas a apropiarse por la fuerza del ganado de las estancias, convirtiendo estos "malones" en su principal fuente de recursos.
ORGANIZACION SOCIALLa cultura Mapuche basó su organización social en la familia. Varias familias se reunían en linajes vinculados por los varones emparentados. Se asentaban en una misma región, disponiendo de un territorio para la agricultura, la recolección y el pastoreo.Cuando el territorio se hacía estrecho, algunos varones con sus familias migraban, dando origen a un nuevo linaje. Con el tiempo se iban perdiendo así los vínculos de sangre con el linaje original. Sin embargo el recuerdo de un antepasado común seguía uniéndolos, pero ya no se trataba de un antepasado real sino de uno mítico: podía ser un animal (Nahuel: tigre, Filu: serpiente, Ñancu: aguilucho) o algún elemento de la naturaleza (Curá: piedra, Antu: sol) que daba su nombre a los linajes emparentados.El varón más anciano era considerado jefe (Toki) y estaba encargado de la redistribución de las riquezas durante los festejos ceremoniales y solo en época de guerra tenía poder de mando.La llegada de los Mapuche a la Argentina modificó la antigua organización social. La guerra con el blanco y los frecuentes malones hicieron que el poder de mando del Toki fuera acrecentándose y se hiciera permanente. En el siglo XIX se llegaron a constituir los llamados "Grandes Cacicatos", cuyo dominio se extendía sobre enormes territorios que controlaban con el apoyo de caciques menores y capitanejos.
FAMILIAAntiguamente la poligamia estaba permitida en la medida en que las condiciones económicas del hombre se lo hicieran posible, ya que debía "comprar" a la novia.El matrimonio Mapuche, según la costumbre, debe realizarse entre personas de distintos linajes y la nueva pareja se establece en el territorio del linaje del hombre.En la pareja, si bien la mujer ocupa una posición subalterna con respecto al hombre, goza de cierta independencia económica al disponer de su propia chacra y de sus propios animales, los que solo pueden ser vendidos con su consentimiento. Es propietaria además de las piezas de cerámica y de los tejidos que confecciona. Estas labores exclusivamente femeninas, se suman a sus tareas cotidianas en el hogar y a la crianza de los niños.La madre Mapuche da a luz en su vivienda, ayudada por comadronas. El padre que durante el parto se mantiene alejado, es el encargado de cumplir con la obligación tradicional de enterrar la placenta en algún lugar poco frecuentado.Poco después del nacimiento, los padres dan nombre al niño sin ninguna ceremonia, pero cuando este cumple cinco años, en un ritual llamado LAKUTUN, recibe el nombre dado por el abuelo paterno u otro anciano del linaje.
LA CUNA "La cuna con la guagua queda arrimada a la pared de la casa. El niño que está parado en su cuna puede ver a su madre y a todas las personas que trajinan por la casa, con eso se sosiega. Si tiene sueño se le pone en su cuna sobre el catre y luego duerme profundamente.En el caso que llore se le mece o se le tira por encima del suelo en su cuna, arrastrando la cuna sobre sus patas inferiores. Con eso suele callarse el niño, si no se tranquiliza lo toma la madre junto con la cuna y así le da el pecho. De esta manera se crían las guaguas indígenas." Memorias de un Cacique Mapuche. Pascual Coña.
PLATERIA La platería es una de las manifestaciones culturales que mejor representa al pueblo Mapuche, todo su mundo simbólico se expresa en las formas, en los grabados de las planchas de plata, en las figuraciones y en el uso que le dan a las joyas. Durante el período prehispánico los mapuche conocían el uso de los metales, y fabricaban adornos de cobre y muy probablemente de oro y plata.Después de la conquista española y hasta el siglo XIX, los Mapuche obtuvieron la plata del comercio con los españoles. A cambio de sus manufacturas o de ganado recibían monedas de plata que utilizaban como materia prima en la orfebrería. Su destacada labor en este arte sirvió al nutrido intercambio comercial con otros grupos indígenas y con el blanco. Cuando en el siglo XIX, la sociedad Mapuche de las pampas sufrió una notable diferenciación social y económica , la acumulación de objetos de plata fue signo de riqueza y prestigio."Los plateros hacían pequeños crisoles de piedra ücu y los templaban en el fuego. Adentro de esos vasos se echaban puñados de pesos y chauchas de plata y los asentaban sobre el carbón encendido de la forja. Además aplicaban el fuelle, por medio del cual atizaban las brazas alrededor del crisol lleno de plata.El vaso se acaloraba hasta ponerse candente y la plata del crisol se fundía. también arreglaban un cajoncito que contenía arena. Esa arena era el material para modelar. No se que ingrediente le agregarían para dar consistencia a la arena. en ella modelaban cualquier artefacto que querían fabricar. En la arena se imprimía la forma modelo, se tapaba el cajón y por un orificio vertían la plata derretida. Cuando calculaban que se hubiera enfriado, desmontaban el cajón y aparecía la plata cuajada, teniendo la misma forma que el modelo. Lo quitaban del molde y lo perfeccionaban con lima y martillo sobre el yunque."Pascual Coña "Memorias de un Cacique Mapuche" "Pero todos los hombres ponían su orgullo en el arreglo de sus cabalgaduras. Tenían espuelas y estribos de plata y adornos de plata en las acciones; además cabezadas ataviadas de plata, provistas de colgantes del mismo metal. También tenían incrustaciones de plata en las barbadas y adornados los bocados en ambos lados con unos discos de plata. Las riendas eran targeadas con plata. Así relumbraban sus caballos cuando se dirigían a sus reuniones festivas. Todos estos adornos eran obra de los joyeros indígenas.)"Pascual Coña "Memorias de un Cacique Mapuche" .
TEJIDOEl tejido es una tarea exclusivamente femenina que si bien está destinada al uso cotidiano, esconde en la elección de los colores y diseños una simbología solo conocida por las grandes tejedoras o DUWEKAFE. EL HILADO: Para tejer se utiliza lana de llama, guanaco o (desde la llegada del español) oveja. La lana, lavada y estacionada, se desenreda y peina estirando sus hebras para hilarla. Para el hilado la tejedora utiliza un huso (COLIU= varilla redondeada) en uno de cuyos extremos se calza un peso o tortero (CHINQUED= disco de piedra o de cerámica).
De Pie sobre la TierraEl nombre en lengua mapuche del telar vertical es HUICHA HUICHAHUE (de pie sobre la tierra). En su forma mas rústica consta de 4 palos de grosor variable, dos parantes y dos travesaños. El tamaño del marco es proporcionado a la pieza que se va a tejer. Una forma mas evolucionada del mismo telar está hecha con palos escuadrados. Los parantes tienen labrados orificios a una distancia de unos 20 cm uno de otro, en los cuales se calzan dos clavijas destinadas a sostener el separador. Tradicionalmente para el teñido de la lana se utilizan tinturas vegetales o en base a tierras de colores y antiguamente como fijador se usaba la orina fermentada.Los colores amarillo, verde y dorado, por ejemplo, se obtienen de las raíces y el tallo del MICHAY, el rojo encarnado del ROBLE PELLÍN, el rojo ladrillo del QUINTRAL, varios tonos de gris con el CHILCO y de violaceos con el MAQUI, el marrón oscuro con la corteza de RADAL. Existen técnicas "negativas" de teñido que se realizan ya tendida la urdimbre en el telar o luego de tejida la tela.El IKAT es la técnica mediante la cual se preserva la parte de los hilos de la urdimbre, que se quiere conservar en color natural, cubriéndola con una pasta de tierra arcillosa blanca (MOLLA-MOLLA) impermeable al tinte. EL PLANGI se realiza sobre la tela ya terminada, mediante fuertes ataduras que dejan anillos sin teñir.
El COSMOS MAPUCHEPara los Mapuche el cosmos se divide en siete niveles que se superponen verticalmente en el espacio. Las cuatro plataformas superiores están habitadas por divinidades, ancestros y espíritus benéficos. Existe una plataforma del mal entre la plataforma terrestre y las cuatro benéficas, en donde residen los WEKUFE o entidades maléficas. En la plataforma terrestre, donde viven los Mapuche, se manifiestan tanto las fuerzas del bien como las del mal afectando la conducta humana. La última plataforma, subterránea, es la residencia de los hombres enanos "CAFTRACHE", también malignos.
NGUILLATUN Es la principal ceremonia religiosa del pueblo Mapuche que los reúne anualmente para agradecer y pedir a dioses y antepasados por el bienestar común. En las comunidades agrícolas la celebración se realiza en época de cosechas durante la luna llena, cuando los dioses de la Luna dan fertilidad a los campos. En nuestro país, donde las comunidades actuales de Neuquén, Río Negro y Chubut basan su subsistencia en la ganadería ovina y caprina, las rogativas se realizan por lo general en el mes de marzo, pidiendo por la fertilidad de las majadas. Inundaciones, terremotos, prolongadas sequías u otras calamidades pueden convocar también a la celebración de un Nguillatun. La ceremonia dura cuatro días.Para su realización se elige un campo llano en el que se traza un espacio ritual en forma de "U" abierta hacia el Este (punto cardinal sagrado). En el centro del espacio sagrado se erige el REWE, altar formado por una serie de cañas colihue ubicadas en fila y adornadas con banderas blancas, celestes o amarillas y ramas de coihues, lengas, maitén y otros árboles de la zona. Un NGUEPIN o celebrante laico dirige en Argentina el desarrollo de la ceremonia, mientras que en Chile esta función la cumple la Machi. Durante la ceremonia se alternan danzas rituales, oraciones, cantos sagrados, giros a caballo alrededor del espacio sagrado (awün) y ofrendas en las que se esparce sobre la tierra mudai o chicha, yerba, tabaco y la sangre de animales ritualmente sacrificados. En la realización del Nguillatun cumplen un importante papel los instrumentos musicales tradicionales : El KULTRUN, la TRUTRUKA y la PIFILKA.
KULTRUNPara la confección de la caja de resonancia del Kultrun, se utiliza tradicionalmente la madera del canelo o del laurel, árboles sagrados para los Mapuche. El parche puede ser de cuero de potro, guanaco u oveja. La Machi "mete su canto" en el Kultrun, cantando hacia el interior de la caja antes de tensar el parche, para dejar parte de su alma en él. Introduce además pequeños objetos sagrados (piedras, plumas, hierbas medicinales), que al sacudirlo suenan como si se tratara de una sonaja. Sobre el parche se dibujan diferentes símbolos que representan el universo Mapuche. Una cruz divide el parche en cuatro cuadrantes, la línea vertical representa el cosmos y la horizontal la tierra. La intersección entre ambas marca el centro de la tierra, el espacio sagrado desde el cual la MACHI entra en comunicación con dioses y ancestros ayudada por el sonido del Kultrun.
LA CHUECA O PALIN La CHUECA es un juego de origen Mapuche. Su celebración ritual se acompañaba con rezos, bailes rituales y banquetes, que permitían reforzar tanto las relaciones individuales como las comunitarias. Podía realizarse entre dos comunidades amigas o, a veces para salvar diferencias entre comunidades enemistadas, evitando así el conflicto armado. 1647. Santiago de Chile: Se prohíbe el juego de los indios de Chile. El capitán general, don Martín de Mujica, proclama por caja y pendón la prohibición del juego de la chueca que los araucanos practican, según su tradición, golpeando una pelota con palos de punta corva, en cancha rodeada de ramajes verdes. Con cien azotes serán castigados los indios que no cumplan y con multa los demás, porque mucho se ha difundido la infame chueca entre la soldadesca criolla. Dice el bando del capitán general que se dicta la prohibición para que se eviten pecados tan contra la honra de Dios Nuestro Señor y porque corriendo la pelota los indios se entrenan para la guerra: del juego nacen alborotos y así después corre la flecha entre ellos. Es una indecencia, dice, que en la chueca se junten hombres y mujeres casi desnudos, vestidos apenas de plumas y pieles de animales en los que fundan la ventura de ganar. Al comienzo invocan a los dioses para que la bola sea favorable a sus proezas y carreras y al final, todos abrazados, beben chicha a mares.Eduardo Galeano. Memoria del Fuego. I. Los Nacimientos.
"Los juegos mas ordinarios son la Chueca: Que es al modo de del Mallo en España: de una bola que le dan con unos palos retorcidos por la punta (...) que naturalmente tienen una vuelta al extremo y sirve de mazo. Hazen dos cuadrillas, y la una pelea enfrente de la otra sobre llevar cada una la bola (que se pone en medio de un hoyo) a su vanda, hasta sacarla a una raya; que tienen hecha en los dos lados.(...) Hasta que alguna cuadrilla la saca de su raya: con que ganan una. Y a quatro o a seis rayas, se acabo el juego, que suele durar una tarde. (...) después de este juego se sientan a beber su chicha y tienen una gran borrachera. Y que de estos juegos de Chueca suelen salir concertados los alzamientos. porque para ellos se convocan de toda la tierra: y de noche se hablan, y se conciertan, para revelarse. Y así los gobernadores suelen prohibir este juego, y estas juntas, por los daños; que de ellas se han experimentado. Para estar mas ligeros, para correr, juegan a este juego desnudos, con solo una pampanilla, o un paño, que cubre la indecencia. Y aunque no tan desnudas, suelen jugar las mugeres a este juego: a que concurren todos por verlas jugar y correr."Historia general del reino de Chile, Flandes Indiano. Diego de Rosales. Escrito aproximadamente entre los años 1652 y 1673.
LOS PEHUENCHE "la gente de los bosques de araucarias"
Los Pehuenches habitaron el centro y norte de Neuquén, extendiéndose también hacia el lado oriental de la cordillera. Los bosques de Araucarias (pehuen) de la zona, dieron origen a su nombre en lengua Mapuche, y les procuraron su alimento básico, el piñón. Para abastecerse de los frutos, cada banda o parcialidad disponía de su propio bosque. La caza de ñandú, guanaco, huemul, la pesca y la recolección, completaban sus recursos económicos. La cultura Pehuenche recibió tempranas influencias de grupos Günnü-a-künna (Tehuelche septentrional) y de los Mapuche cuya lengua adoptaron hasta perder por completo la propia. La economía Pehuenche se transformó profundamente a partir de la incorporación del ganado europeo. En el siglo XVIII este pueblo cumplió una importante función en el circuito comercial del tráfico de hacienda ya que los principales pasos cordilleranos se encontraban en su territorio. La nueva fuente de recursos convirtió a los cazadores y recolectores en pastores ecuestres. Sin embargo no abandonaron las practicas anteriores de caza y recolección, ni la agricultura en pequeña escala.
EL PIÑONEntre los meses de marzo y mayo se realizaba la recolección de piñones. Los hacían caer golpeando la piña con largas varas o trepando al árbol envueltos en cueros o matras. Los Pehuenches trasandinos esperaban la caída espontanea de los piñones al madurar, ya que consideraban que de lo contrario ofendenderían a los espíritus dueños de las araucarias. Los piñones podían ser consumidos crudos (muy maduros), tostados o hervidos. Elaboraban con ellos varios tipos de harina para pan, empleando el molino plano que trabaja por fricción. Dejando fermentar los piñones, previamente hervidos, en recipientes especiales de madera o cerámica, se elaboraba la bebida llamada CHAVID. Para conservar los piñones, se enhebraban en largos collares MENKEÑ que se dejaban secar. Los silos DOLLINKO, consistían en grandes hoyos inundables, cuyo sistema de drenaje permitía conservar entre 400 y 500 kg de piñones limpios, durante 3 o 4 años. La deshidratación (KUNARKEN) era otra técnica de conservación empleada: En un hoyo se depositaban piedras calientes y sobre ellas los piñones que se tapaban con una rejilla de cañas cubriéndolas con tierra.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Miguel Hidalgo. Inicio de la Independencia mexicana.

En 1773 se graduó como bachiller en filosofía y teología, y obtuvo por oposición una cátedra en el mismo Colegio de San Nicolás. Durante los años siguientes realizó una brillante carrera académica que culminó en 1790, cuando fue nombrado rector del Colegio de San Nicolás. En 1778 fue ordenado sacerdote; al recibir las órdenes sagradas ocupó varias parroquias, hasta que a la muerte de su hermano Joaquín, en 1803, lo sustituyó como cura de Dolores, en Guanajuato.
En 1808, la invasión a España por las tropas napoleónicas y la consiguiente deposición de su monarca Carlos IV, y de su hijo Fernando VII, generaron gran oposición tanto en España como en América. Surgieron entonces numerosos grupos de intelectuales que discutían en torno a los problemas de la soberanía y la forma de gobernarse. En 1809 Hidalgo se unió a una de esas sociedades secretas, formada en Valladolid, cuyo fin era reunir un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España en nombre del rey Fernando VII, que en ese momento se encontraba preso de Napoleón, y en último caso lograr la independencia.
Los conjurados planeaban levantarse en armas contra el virrey de Nueva España el primero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos a mediados de septiembre. Hidalgo y algunos otros conspiradores lograron ponerse a salvo gracias al aviso de Josefa Ortiz de Domínguez y se trasladaron a Querétaro, donde Hidalgo se reunió con Ignacio Allende.
El 16 de septiembre de 1810, Hidalgo enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se podía leer: "Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Hidalgo lanzaba así el llamado Grito de Dolores, que supuso el inicio de la revuelta; junto con Allende, consiguió reunir un ejército formado por más de 40.000 miembros.
El 21 de septiembre, el ejército de Hidalgo y Allende capturó Celaya, por lo que Hidalgo fue nombrado capitán general del Ejército Libertador e Ignacio Allende fue ascendido a teniente general. El obispo electo de Michoacán publicó un edicto el 24 de septiembre en el que eran excomulgados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Seguidamente tomó las ciudades de Salamanca, Irapuato y Silao, hasta llegar a Guanajuato.
El 17 de noviembre Hidalgo se encaminó hacia Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados, entrando el 26 en Guadalajara, pero no logró llegar a la ciudad de México. En Guadalajara, Hidalgo expidió una declaración de independencia y formó un gobierno provisional; además decretó la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona y la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas. A finales de año había perdido ya Guanajuato y Valladolid.
El 11 de enero de 1811 fue derrotado cerca de Guadalajara por un contingente de soldados realistas. Hidalgo huyó hacia Aguascalientes y Zacatecas, con la intención de llegar a Estados Unidos para buscar apoyos a su causa, pero fue traicionado por Ignacio Elizondo y capturado en las Norias de Acatita de Baján el 21 de mayo de 1811. Conducido a Chihuahua, Hidalgo fue juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte. Lo degradaron como sacerdote y lo fusilaron en la mañana del 30 de julio de 1811. Su cabeza, junto con la de Allende y otros insurgentes, se exhibió como castigo en la alhóndiga de Granaditas de Guanajuato.
El gobierno virreinal estaba convencido de que con la muerte de los caudillos, fusilados en Chihuahua, acabaría el movimiento insurgente, pero no fue así; con la ayuda del pueblo, Ignacio López Rayón, lugarteniente de Hidalgo, retomó la lucha desde su refugio en Saltillo, al tiempo que en el sur del virreinato se había producido la sublevación de José María Morelos, seguidor de las ideas de Hidalgo. En 1821, el levantamiento obtuvo sus frutos y México logró su independencia de España.
Tras el establecimiento de la República Mexicana, en 1824, Hidalgo fue reconocido como primer insurgente y padre de la patria. El estado de Hidalgo lleva su nombre y la ciudad de Dolores pasó a llamarse Dolores Hidalgo en su honor. El 16 de septiembre, día en que proclamó su rebelión, se celebra en México el Día de la Independencia. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia, en la ciudad de México.
sábado, 11 de septiembre de 2010
San Martín

José Martí
Álbum de El Porvenir, Nueva York, l89l
Un día, cuando saltaban las piedras en España al paso de los franceses, Napoleón clavó los ojos en un oficial seco, y tostado, que cargaba uniforme blanco y azul; se fue sobre él y le leyó en el botón de la casaca el nombre del cuerpo: «¡Murcia!». Era el niño pobre de la aldea jesuita de Yapeyú; criado al aire entre indios y mestizos, que después de veintidós años de guerra española empuñó en Buenos Aires la insurrección desmigajada, trabó por juramento a los criollos arremetedores, aventó en San Lorenzo la escuadrilla real, montó en Cuyo el ejército libertador, pasó Los Andes para amanecer en Chacabuco; de Chile, libro a su espalda, fue por Maipú a redimir el Perú; se alzó protector en Lima, con uniforme de Palmas de oro; salió, vencido por sí mismo, al paso de Bolívar avasallador; retrocedió; abdicó, pasó, solo por Buenos Aires; murió en Francia, con su hija de la mano, en una casita llena de luz y flores. Propuso reyes a
Su sangre era de un militar leonés y de una nieta de conquistadores; nació siendo el padre gobernador de Yapeyú a la orilla de uno de los ríos portentosos de América; aprendió a leer en la falda de los montes, criado en el pueblo como hijo del señor, a la sombra de las palmas y de los urundeyes. A España se lo llevaron, a aprender baile y latín en el seminario de los nobles; y a los doce años, el niño «que reía poco» era cadete. Cuando volvió, teniente coronel español de treinta y cuatro años, a pelear contra España, no era el hombre crecido al pampero y la lluvia, en las entrañas de su país americano, sino el militar que, al calor de los recuerdos nativos, crió en las sombras de las logias de Lautaro, entre condes de Madrid y patricios juveniles, la voluntad de trabajar con plan y sistema por la independencia de América; y a las órdenes de Daoiz y frente a Napoleón aprendió de España el modo de vencerla. Peleó contra el moro, astuto y original; contra el portugués aparatoso y el francés deslumbrante. Peleó al lado del español, cuando el español peleaba con los dientes, y del inglés, que muere saludando, con todos los botones en el casaquín, de modo que no rompa el cadáver la línea de batalla. Cuando desembarca en Buenos Aires, con el sable morisco que relampagueó en Arjonilla y en Bailén y en Albuera, ni trae consigo más que la fama de su arrojo, ni pide más que «unidad y dirección», «sistema que nos salve de la anarquía», «un hombre capaz de ponerse al frente del ejército». Iba la guerra como va cuando no la mueve un plan político seguro, que es correría más que guerra. y semillero de tiranos. «No hay ejército sin oficiales.» «El soldado, soldado de pies a cabeza.» Con Alvear, patriota ambicioso de familia influyente, llegó San Martín de España. A los ocho días le dieron a organizar el cuerpo de granaderos montados, con Alvear de sargento mayor. Deslumbra a los héroes desvalidos en las revoluciones, a los héroes incompletos que no saben poner la idea a caballo, la pericia del militar de profesión. Lo que es oficio parece genio; y el ignorante generoso confunde la práctica con la grandeza. Un capitán es general entre reclutas. San Martín estaba sobre la silla, y no había de apearse sino en el palacio de los virreyes del Perú; tomó los oficiales de entre sus amigos, y éstos de entre la gente de casta; los prácticos, no los pasaba de tenientes; los cadetes, fueron de casas próceres; los soldados, de talla y robustos; y todos, a toda hora, «¡alta la cabeza!» «¡El soldado, con la cabeza alta!» No los llamaba por sus nombres, sino por el nombre de guerra que ponía a cada uno. Con Alvear y con el peruano Monteagudo fundó la logia secreta de Lautaro, «para trabajar con plan y sistema en la independencia de América, y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia»; para que, «cuando un hermano desempeñe el supremo gobierno, no pueda nombrar por sí diplomáticos y generales, ni gobernadores, ni jueces, ni altos funcionarios eclesiásticos o militares»; «para trabajar por adquirir la opinión pública»; «para ayudarse entre si y cumplir sus juramentos, so pena de muerte». Su escuadrón lo fue haciendo hombre a hombre. Él mismo les enseñaba a manejar el sable: «Le partes la cabeza como una sandia al primer godo que se te ponga por delante». A los oficiales los reunió en cuerpo secreto; los habituó a acusarse entre si y a acatar la sentencia de la mayoría; trazaba con ellos sobre el campo el pentágono y los bastiones; echaba del escuadrón al que mostrase miedo en alguna celada, o pusiese la mano en una mujer; criaba en cada uno la condición saliente; daba trama y misterio de iglesia a la vida militar; tallaba a filo a sus hombres; fundía como una joya a cada soldado. Apareció con ellos en la plaza, para rebelarse con su logia de Lautaro contra el gobierno de los triunviros. Arremetió con ellos, caballero en magnífico bayo, contra el español que desembarcaba en San Lorenzo la escuadrilla; cerró sobre él sus dos alas; «a lanza y sable» los fue apeando de las monturas; preso bajo su caballo mandaba y blandía; muere un granadero, con la bandera española en el puño; cae muerto a sus pies el granadero que le quita de encima el animal; huye España, dejando atrás su artillería y sus cadáveres.
Pero Alvear tenía celos, y su partido en la logia de Lautaro, «que gobernaba al gobierno», pudo más que el partido de San Martín. Se carteaba mucho San Martín con los hombres políticos: «existir es lo primero, y después ver cómo existimos»; «se necesita un ejército, ejército de oficiales matemáticos»; «hay que echar de aquí al último maturrango»; «renunciaré mi grado militar cuando los americanos no tengan enemigos»; «háganse esfuerzos simultáneos, y somos libres»; «esta revolución no parece de hombres, sino de carneros»; «soy republicano por convicción, por principios, pero sacrifico esto mismo al bien de mi suelo». Alvear fue de general contra los españoles de Montevideo, y a San Martín lo mandaron de general al Alto Perú, donde no bastó el patriotismo salteño a levantar los ánimos; lo mandaron luego de intendente a Cuyo. ¡Y allá lo habían de mandar; porque aquél era su pueblo; de aquel destierro haría él su fortaleza; de aquella altura se derramaría él sobre los americanos! Allá, en aquel rincón, con los Andes de consejeros y testigos creó, solo, el ejército con que los había de atravesar; ideó, solo, una familia de pueblos cubiertos por su espada; vio, solo, el peligro que corría la libertad de cada nación de América mientras no fuesen todas ellas libres: ¡Mientras haya en América una nación esclava, la libertad de todas las demás corre peligro! Puso la mano sobre la región adicta con que ha de contar, como levadura de poder, quien tenga determinado influir por cuenta propia en los negocios públicos. En sí pensaba, y en América; porque es gloria suya, y como el oro puro de su carácter, que nunca en las cosas de América pensó en un pueblo u otro como entes diversos, sino que, en el fuego de su pasión, no veía en el continente más que una sola nación americana. Entreveía la verdad política local y el fin oculto de los actos, como todos estos hombres de instinto; pero fallaba, como todos ellos, por confundir su sagacidad primitiva, extraviada por el éxito, por la lisonja, y por la fe en sí, con aquel conocimiento y estrategia de los factores invisibles y determinantes de un país, que sólo alcanza, por la mezcla del don y la cultura, el genio supremo. Ese mismo concepto salvador de América, que lo llevaría a la unificación posible de sus naciones hermanas en espíritu, ocultó a sus ojos las diferencias, útiles a la libertad, de los países americanos, que hacen imposible su unidad de formas. No veía, como el político profundo, los pueblos hechos, según venían de atrás; sino los pueblos futuros que bullían, con la angustia de la gestación, en su cabeza; y disponía de ellos en su mente como el patriarca dispone de sus hijos. ¡Es formidable el choque de los hombres de voluntad con la obra acumulada de los siglos!
Pero el intendente de Cuyo sólo ve por ahora que tiene que hacer la independencia de América. Cree e impera. Y puesto, por quien pone, en una comarca sobria como él, la enamoró por sus mismas dotes, en que la comarca contenta se reconocía; y vino a ser sin corona en la cabeza, como su rey natural. Los gobiernos perfectos nacen de la identidad del país y el hombre que lo rige con cariño y fin noble, puesto que la misma identidad es insuficiente, por ser en todo pueblo innata la nobleza, si falta al gobernante el fin noble. Pudo algún día San Martín, confuso en las alturas, regir al Perú con fines turbados por el miedo de perder su gloria; pudo extremar, por el interés de su mundo vacilante, su creencia honrada en la necesidad de gobernar a América por reyes; pudo, desvanecido, pensar en sí alguna vez más que en América, cuando lo primero que ha de hacer el hombre público, en las épocas de creación o reforma, es renunciar a sí, sin valerse de su persona sino en lo que valga ella a la patria; pudo tantear desvalido, en país de más letras, sin la virtud de su originalidad libre, un gobierno retórico. Pero en Cuyo, vecino aún de la justicia y novedad de la naturaleza, triunfó sin obstáculo, por el imperio de lo real aquel hombre que se hacía el desayuno con sus propias manos, se sentaba al lado del trabajador, veía porque herrasen la mula con piedad, daba audiencia en la cocina –entre el puchero y el cigarro negro–, dormía al aire, en un cuero tendido. Allí la tierra trajinada parecía un jardín; blanqueaban las casas limpias entre el olivo y el viñedo; bataneaba el hombre el cuero que la mujer cosía; los picos mismos de la cordillera parecían bruñidos a fuerza de puño. Campeó entre aquellos trabajadores el que trabajaba más que ellos; entre aquellos tiradores, el que tiraba mejor que todos; entre aquellos madrugadores el que llamaba por las mañanas a sus puertas; el que en los conflictos de justicia sentenciaba conforme al criterio natural; el que sólo tenía burla y castigo para los perezosos y los hipócritas; el que callaba, como una nube negra, y hablaba como el rayo. Al cura: «Aquí no hay más obispo que yo; predíqueme que es santa la independencia de América». Al español: «Quiere que lo tenga por bueno?, pues que me lo certifiquen seis criollos». A la placera murmurona: «Diez zapatos para el ejército, por haber hablado mal de los patriotas». Al centinela que lo echa atrás porque entra a la fábrica de mixtos con espuelas: «¡Esa onza de oro!». Al soldado que dice tener las manos atadas por un juramento que empeñó a los españoles: «¡Se las desatará el último suplicio!» A una redención de cautivos le deja sin dinero «¡Para redimir a otros cautivos!» A una testamentaría le manda pagar tributo: «¡Más hubiera dado el difunto para la revolución¡» Derrúmbase a su alrededor, en el empuje de la reconquista, la revolución americana. Venía Morillo; caía el Cuzco; Chile huía; las catedrales entonaban, de México a Santiago, el Te Deum del triunfo; por los barrancos asomaban los regimientos deshechos, como jirones. Y en la catástrofe continental, decide San Martín alzar su ejército con el puñado de cuyanos, convida a sus oficiales a un banquete y brinda, con voz vibrante como el clarín, «¡por la primera bala que se dispare contra los opresores de Chile del otro lado de los Andes!».
Cuyo es de él, y se alza contra el dictador Alvear, el rival que bambolea, cuando acepta incautamente la renuncia que, en plena actividad, le envía San Martín. Cuyo sostiene en el mando a su gobernador, que parece ceder ante el que viene a reemplazarlo; que menudea ante el Cabildo sus renuncias de palabra; que permite a las milicias ir a la plaza, sin uniforme, a pedir la caída de Alvear. Cuyo echa, colérico, a quien osa venir a suceder, con un nombramiento de papel, al que tiene nombramiento de
En cuatro columnas se echan sobre los Andes los cuatro mil soldados de pelear, en piaras montadas, con un peón por cada veinte; los mil doscientos milicianos; los doscientos cincuenta de la artillería, con las dos mil balas de cañón, con los novecientos mil tiros de fusil. Dos columnas van por el medio y dos, de alas, a los flancos. Delante va Fray Beltrán, con sus ciento veinte barreteros, palanca al hombro; sus zorras y perchas, para que los veintiún cañones no se lastimen; sus puentes de cuerda, para pasar los ríos; sus anclas y cables, para rescatar a los que se derrisquen. Ladeados van unas veces por el borde del antro; otras van escalando, pecho a tierra. Cerca del rayo han de vivir los que van a caer, juntos todos, sobre el valle de Chacabuco, como el rayo. De la masa de nieve se levanta, resplandeciendo, el Aconcagua. A los pies, en las nubes, vuelan los cóndores. ¡Allá espera, aturdido, sin saber por dónde le viene la justicia, la tropa del español, que San Martín sagaz ha abierto, con su espionaje sutil y su política de zapa, para que no tenga qué oponer a su ejército reconcentrado! San Martín se apea de su mula, y duerme en el capote, con una piedra de cabecera, rodeado de los Andes.
El alba era, veinticuatro días después, cuando el ala de O’Higgins, celosa de la de Soler, ganó, a son de tambor, la cumbre por donde podía huir el español acorralado. Desde su mente, en Cuyo, lo habla acorralado, colina a colina, San Martín. Las batallas se ganan entre ceja y ceja. El que pelea ha de tener el país en el bolsillo. Era el mediodía cuando, espantado el español, reculaba ante los piquetes del valle, para caer contra los caballos de la cumbre. Por entre los infantes del enemigo pasa como un remolino la caballería libertadora, y acaba a los artilleros sobre sus cañones. Cae todo San Martín sobre las tapias inútiles de la hacienda. Dispérsanse, por los mamelones y esteros, los últimos realistas. En la yerba, entre los quinientos muertos, brilla un fusil, rebanado de un tajo. Y ganada la pelea que redimió a Chile y aseguró a América la libertad, escribió San Martin una carta a la «admirable Cuyo » y mandó a dar vuelta al paño de su casaca.
Quiso Chile nombrarle gobernador omnímodo, y él no aceptó; a Buenos Aires devolvió el despacho de brigadier general, «porque tenía empeñada su palabra de no admitir grado ni empleo militar ni político»; coronó el Ayuntamiento su retrato, orlado de los trofeos de la batalla, y mandó su compatriota Belgrano alzar una pirámide en su honor. Pero lo que él quiere de Buenos Aires es tropa, hierro, dinero, barcos que ciñan por mar a Lima mientras la ciñe él por tierra. Con su edecán irlandés pasa de retorno por el campo de Chacabuco; llora por los «¡pobres negros!» que cayeron allí por la libertad americana; mueve en Buenos Aires el poder secreto de la logia de Lautaro; ampara a su amigo O’Higgins, a quien tiene en Chile de Director, contra los planes rivales de su enemigo Carrera; mina, desde su casa de triunfador en Santiago –donde no quiere «vasijas de plata», ni sueldos pingües– el poderío del virrey en el Perú; suspira, «en el disgusto que corroe su triste existencia», por «dos meses de tranquilidad en el virtuoso pueblo de Mendoza»; arenga a caballo, en la puerta del arzobispo, a los chilenos batidos en Cancharrayada, y surge triunfante camino de Lima, en el campo sangriento de Maipú.
Del caballo de batalla salta a la mula de los Andes; con la amenaza de su renuncia fuerza a Buenos Aires, azuzado por la logia, a que le envíe el empréstito para la expedición peruana; se cartea con su fiel amigo Pueyrredón, el Director argentino, sobre el plan que paró en mandar a uno de la logia a buscar rey a las cortes europeas –a tiempo que tomaba el mando de la escuadra de Chile, triunfante en el Pacífico, el inglés Cochrane, ausente de su pueblo «por no verlo oprimido sin misericordia» por la monarquía– a tiempo que Bolívar avanzaba clavando, de patria en patria, el pabellón republicano. Y cuando en las manos sagaces de San Martín, Chile y Buenos Aires han cedido a sus demandas de recursos ante la amenaza de repasar los Andes con su ejército, dejando a O’Higgins sin apoyo y al español entrándose por el Perú entre chilenos y argentinos; cuando Cochrane le había, con sus correrías hazañosas, abierto el mar a la expedición del Perú; cuando iba por fin a caer con su ejército reforzado sobre los palacios limeños, y a asegurar la independencia de América y su gloria, lo llamó Buenos Aires a rechazar la invasión española que creía ya en la mar, a defender al gobierno contra los federalistas rebeldes, a apoyar la monarquía que el mismo San Martín había recomendado. Desobedece. Se alza con el ejército que sin la ayuda de su patria no hubiese allegado jamás, y que lo proclama en Rancagua su cabeza única, y se va, capitán suelto, bajo la bandera chilena, a sacar al español del Perú, con su patria deshecha a las espaldas. «¡Mientras no estemos en Lima, la guerra no acabará!»; de esta campaña «penden las esperanzas de este vasto continente»; «voy a seguir el destino que me llama»...
¿Quién es aquel, de uniforme recamado de oro, que pasea por la blanda Lima en su carroza de seis caballos? Es el protector del Perú, que se proclamó por decreto propio gobernante omnímodo, fijo en el estatuto el poder de su persona y la ley política, redimió los vientres, suprimió los azotes, abolió los tormentos, erró y acertó, por boca de su apasionado ministro Monteagudo; el que el mismo día de la jura del estatuto creó la orden de nobles,
Se vio entonces en toda su hermosura, saneado ya de la tentación y ceguera del poder, aquel carácter que cumplió uno de los designios de
Carta a Manuel Mercado. José Martí.

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895
Sr. Manuel Mercado
Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber—puesto que lo entiendo y tengo ánimos con qué realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.
Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos—como ése de Ud. Y mío,—más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia,—les habían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.
Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas:—y mi honda es la de David. Ahora mismo, pues días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, que me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actitud anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante,—la masa mestiza, hábil y conmovedora del país,—la masa inteligente y creadora de blancos y de negros.
Y de más me habla el corresponsal del Herald, Eugenio Bryson:—de un sindicato yanqui—que no será—con garantía de las aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos, para que quede asidero a los del Norte;—incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra de gobierno. Y de más me habló Bryson,—aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución,—y la incapacidad de España para allegar en Cuba o fuera los recursos contra la guerra, que en la vez anterior sólo sacó de Cuba.—Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al final de la cual le dio a entender éste que sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con Estados Unidos a rendir la isla a los cubanos.—Y aun me habló Bryson más: de un conocido nuestro y de lo que en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, para cuando el actual Presidente desaparezca, a la presidencia de México.
Por acá yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas, a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aun contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana.
Y México, ¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará,—o yo se lo hallaré.— Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quién la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pero estas cosas son siempre obra de relación, momento y acomodos. Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote en el que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle;—alzamos gente a nuestro paso;—siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto, que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana,—la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios. Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí o a otros.
Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que sólo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se lo vea, mejor lo conoce y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Ud. Lo enorgullece.
Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto que le dimos, de toda nuestra alma; y callado él! ¡Qué engaño es éste y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que llena al día!
Hay afectos de tan delicada honestidad...
Jose Gervasio Artigas

Autor: Felipe Pigna
José Gervasio Artigas nació en Montevideo el 19 de junio de 1764. Fueron sus padres Don Martín José Artigas y Doña Francisca Antonia Arnal. Su abuelo paterno, Juan Antonio, figuró entre los primeros pobladores de Montevideo. Después estudiar en el colegio franciscano de San Bernardino, se dedicó a las tareas rurales en las estancias de su padre. Años más tarde comenzó a ganarse la vida comprando cueros en la campaña para venderlos a los exportadores de Montevideo. En 1791 nació su primer hijo, Manuel, fruto de su unión con Isabel Sánchez.
Primeras armas
En 1797 ingresó como soldado de caballería en el regimiento de Blandengues, creado para combatir el robo de ganado y el contrabando en
En febrero de 1811, el Gobernador español de Montevideo, Javier de Elío, nombrado ahora Virrey del Río de
Del triunfo a la decepción
Artigas fue reclutando un verdadero ejército popular formado por los gauchos orientales, empobrecidos por la administración de Elío. Repartió entre sus paisanos las tierras y los ganados que les iba tomando a los españoles. Con estas fuerzas, el 18 de mayo de 1811 derrotó a los realistas en el combate de Las Piedras y, puso sitio a Montevideo hasta que, sorpresivamente y sin consultarlo, el Primer Triunvirato firmó el 20 de octubre un armisticio con Elío por el cual se comprometía a retirar las tropas patriotas.
El éxodo del pueblo oriental
Disgustado con este desenlace, seguido por sus milicianos y la mayoría de la población oriental Artigas se retiró hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha. De todos lados llegaban familias huyendo de la persecución española a colocarse bajo su protección y a ofrecerse para luchar contra los españoles y los portugueses, que habían comenzado a penetrar desde el norte de
Instrucciones revolucionarias
Al inaugurarse
Argumentando pretextos formales,
¿Por qué rechazaron a los diputados de Artigas?
Los
La clase alta porteña temía que la influencia del caudillo oriental y su enorme popularidad se extendieran al resto de las provincias. Veía en la acción de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba un serio cambio social. El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos concretado por Artigas en
El precursor del federalismo en el Río de
José Artigas fue el primero en plantear claramente en el Río de
José María Paz, Memorias, Buenos Aires, CEAL, 1982
Para 1814, la popularidad de Artigas se había extendido a varias de las actuales provincias argentinas, afectadas, al igual que
El Congreso de los Pueblos Libres
En 1815 Artigas recuperó Montevideo, ocupada hasta entonces por las tropas porteñas y convocó en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1815 al Congreso de los Pueblos Libres. Allí estaban los diputados por
Mientras se reunía el Congreso de Tucumán, Artigas y su gente defienden el territorio contra una nueva Invasión de los portugueses, que tomaron Montevideo en 1817.
El principio del fin
A fines de 1819
Aprovechando esta situación de debilidad de su antiguo jefe, los caudillos firmaron a espaldas de Artigas el Tratado del Pilar, abandonando a su suerte al caudillo oriental. Ante la traición, Artigas decidió unir sus escasas fuerzas con las de Corrientes y Misiones. Entró en Entre Ríos dispuesto a someter a Ramírez, pero fue derrotado definitivamente en Las Huachas y debió marchar hacia el exilio en el Paraguay.
El padre de los pobres
En el Paraguay vive humildemente, bajo la protección de los sucesivos gobernantes paraguayos, Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López. Vive en una modesta chacra rodeado de indios y campesinos que lo llamen en guaraní Caraí Marangatú (Padre de los pobres) Después de tres décadas de exilio paraguayo, Artigas murió, a los 86 años, el 23 de setiembre de 1850. Sus restos fueron repatriados al Uruguay en 1855.
Artigas según Artigas
"Yo no hice otra cose que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del realismo (la monarquía). Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de
El éxodo
"Cada día veo con más admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia. Unos quemando sus casas y los muebles que no pueden conducir; otros caminando leguas y leguas a pie por falta de auxilios o por haber consumido sus cabalgaduras en el servicio. Mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes, acompañan esta marcha manifestando todos la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones. Yo llegaré muy en breve a mi destino con este pueblo de héroes, y al frente de seis mil de ellos que obran como soldados de la patria trabajaré gustoso en propender a la realización de sus grandes votos".
"Aquí, donde el río se enoja y se revuelve en hervores y remolinos, sobre la meseta purpúrea rodeada de fosas y cañones, gobierna el general Artigas. Estos mil fogones de criollos pobres, estos ranchos de barro y paja y ventanas de cuero, son la capital de la confederación de pueblos del interior del Río de
Fuente: www.elhistoriador.com.ar.
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LA FACHADA DEL SUEÑO AMERICANO
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CARAL. LA CIVILIZACIÓN MAS ANTIGUA
LA IMPORTANCIA DE CARAL-SUPE
Al ser Caral una civilización significa que también es una alta cultura, en muchos aspectos más desarrollada que las otras civilizaciones del mundo. Por ejemplo, Caral inventó los anfiteatros 2,000 años antes que la civilización griega, las momias de la civilización peruana son 3,000 años más antiguas que las de Egipto, la orfebrería del Perú fue la más adelantada del mundo antiguo, la agricultura del Perú es 3,000 años más antigua que la de Egipto y las redes de pescar de Perú son las más antiguas del mundo, entre otros aportes de la civilización peruana”.
Víctor Colán Ormeño, historiador.