Estos son dos mitos acerca de la creación del mundo; uno proviene de la mitología persa de un libro sagrado y el otro pertenece a la cultura Azteca de México.
La creación del mundo
"Lo Eterno, el todo, emergió por emanación. La primera emanación es La Luz, y de la Luz se creó Ormuz a sí mismo. Ormuz es el principio del bien, la divinidad del conocimiento y de la inteligencia; quien creó al mundo, al cual preserva y emite sus leyes.
Ormuz, a su imagen y semejanza, luego creó a seis genios, los que rodean su trono y son sus mensajeros para con los espíritus inferiores y los hombres, siendo todos, también, a su semejanza, con luz de pureza y perfección.
El divino Ormuz, después creó a veintidós espíritus que velan por la inocencia, la felicidad y la conservación del mundo; ellos son los modelos de la virtud y los intérpretes de las plegarias de los hombres.
Luego hizo a los espíritus llamados farohars, que son los pensamientos y las ideas –están, desde el hombre santo hasta en los infantes inocentes-, y son la personificación de la sabiduría, de la razón y del verbo.
La segunda emanación, el segundo hijo de Lo Eterno, fue Ahrimán, quien también fue de gran pureza; pero por su ambición y soberbia concibió la pasión de la envidia. El Ser Supremo, para castigarle, lo condenó a vivir durante doce mil años en la región de las tinieblas.
Ahrimán, desde la oscuridad, creó un sinnúmero de espíritus malignos, los cuales cubren a la Tierra de miseria, malestar y pecado. Los malos espíritus son la impureza, la violencia, la codicia y la crueldad; los demonios son: del frío, del hambre, de la pobreza, de la esterilidad, de la ignorancia y el de la calumnia.
Ormuz, la divinidad bondadosa, después de un reinado de tres mil años, creó al mundo material en seis etapas, dando así existencia a la luz terrenal, al agua, la tierra, las plantas, los animales, y al hombre; de la primera pareja humana, fue llamado Meshia al varón y Meshiana a la hembra.
Pero a la pareja humana, el malvado Ahrimán procedió a quitarle su pureza, seduciendo primero a la mujer, luego al hombre, haciéndoles comer ciertos frutos que los llevó al mal. Con esto, no sólo pervirtió la naturaleza del hombre, sino también a animales como los insectos, las serpientes, los lobos y otros más, que pasaron de innocuos a nocivos. De este modo quedó establecida la perpetua lucha del bien y del mal.
Pero en este rudo combate, los hombres justos y prudentes no tienen nada que temer, porque el trabajo es exterminador del mal, y el hombre bueno obedece siempre a lo justo, cultiva asiduamente la tierra, extrae de la misma buenas cosechas y planta árboles frutales en abundancia.
Trascurridos los doce mil años, cuando la Tierra se vea libre de los espíritus malignos, aparecerán tres profetas que ayudarán al hombre con su poder y ciencia, devolviendo a la tierra su perdida belleza, juzgando el bien y el mal, y dando a cada uno lo que le corresponde.
Así, los espíritus buenos volarán a la región de los bienesn eternos e inmutables; y Ahrimán, con todos sus demonios y los hombres que le hayan seguido, serán echados a un mar de metal líquido.”
Ometéotl, el Dios Dual Creador
"El dios Ometéotl es el Dios creador que se hizo a sí mismo cuando inventó el fuego y la luz; por eso, el signo de la luz lo lleva en la frente, lo cual, a su vez, simboliza la inteligencia y la creación, creación que es el Ollin (movimiento) que provoca el suceder.
Ometéotl es el Dios de la dualidad (ome = dos; téotl= dios); y por lo mismo en él convergen todos los opuestos: orden y caos; espíritu-materia; lo negro y lo blanco; calor y frío; lo alto y bajo; la muerte y la vida. Por tanto, es lo masculino y lo femenino, y en esa transformación es: Ometecuhtli “Señor de la dualidad” (ome=dos; tecuhtli=señor) y Omecíhuatl “Señora de la dualidad” (ome=dos; cíhuatl=señora), y, como sus mismo nombres lo indican, van teniendo dualidades hasta el infinito.
En su dualidad con respecto a la muerte pasan a ser: Mictlantecuhtli “Señor de la muerte” y Mictlancíhuatl “Señora de la muerte”.
En su dualidad con respecto a la vida pasan a ser: Xiuhtecuthtli:: “Señor del fuego”, el que genera la luz, el calor y la vida. Coatlicue es la “Señora de la vida y de lo efímero” que es la tierra, la gestación y el alumbramiento.
El Dios Ometecuhtli, luego creó trece cielos; seis superiores y siete inferiores. Los dos cielos más elevados estaban reservados al Creador y a sus dualidades divinas (El treceavo cielo se llamaba Omeyocan “Lugar de la dualidad”).
Mucho tiempo después, un día en la eternidad, el Dios de la Dualidad se dividió a sí mismo y de su imagen divina creó dos dioses, uno masculino y otro femenino, con los nombres de Tonacatecuhtli “Señor de la vida” y Tonacacíhuatl “Señora de la vida”. Esta pareja divina tuvo cuatro hijos que se encargarían de crear el mundo físico y material, y ellos fueron: Tezcatlipoca el negro; Tezcatlipoca el Rojo, Quetzatcóatl, y, Huitzilopchtli.
Seiscientos años posteriores al nacimiento de estos dioses, un día se reunieron para dialogar y crearon al mundo, pero éste, al estar cubierto de agua, hicieron un pez llamado Cipactli, al cual convirtieron en la Tierra (esta metáfora da a entender que la Tierra surgió de las aguas). Crearon también el fuego terrestre y con él hicieron un Medio Sol que alumbraba poco. Este medio sol era la Estrella de la Tarde, es decir, el mismo Quetzalcóatl.
Por último, crearon al hombre y a la mujer. El primer hombre se llamó Cipactonal y la primera mujer, Oxomoco, y les dieron las órdenes de: él cultivar la tierra, y ella hilar y tejer. De esta pareja humana nació Pilcintecuhtli, y no teniéndose una mujer con quien casarlo, los cuatro dioses hicieron una doncella de algunos de los cabellos de su diosa madre Tonacacíhuatl. Y así se pobló la tierra, teniendo cercanos a sus dioses creadores:
Tezcatlipoca el Negro, era el Dios que estaba en todo lugar sabiendo los pensamientos, conociendo los corazones y las actividades de todos los hombres.
Tezcatlipoca el Rojo, fue la divinidad principal de los de Tlaxcala y Huejotzingo, bajo el nombre divino de Camaxtle. Era el Dios de la Caza.
Huitzilopochtli, el de color azul, fue, con el tiempo, el Dios de la Guerra.
Quetzalcóatl era blanco porque era el Lucero de la Tarde. También era el Aire y el Viento.”
"Lo Eterno, el todo, emergió por emanación. La primera emanación es La Luz, y de la Luz se creó Ormuz a sí mismo. Ormuz es el principio del bien, la divinidad del conocimiento y de la inteligencia; quien creó al mundo, al cual preserva y emite sus leyes.
Ormuz, a su imagen y semejanza, luego creó a seis genios, los que rodean su trono y son sus mensajeros para con los espíritus inferiores y los hombres, siendo todos, también, a su semejanza, con luz de pureza y perfección.
El divino Ormuz, después creó a veintidós espíritus que velan por la inocencia, la felicidad y la conservación del mundo; ellos son los modelos de la virtud y los intérpretes de las plegarias de los hombres.
Luego hizo a los espíritus llamados farohars, que son los pensamientos y las ideas –están, desde el hombre santo hasta en los infantes inocentes-, y son la personificación de la sabiduría, de la razón y del verbo.
La segunda emanación, el segundo hijo de Lo Eterno, fue Ahrimán, quien también fue de gran pureza; pero por su ambición y soberbia concibió la pasión de la envidia. El Ser Supremo, para castigarle, lo condenó a vivir durante doce mil años en la región de las tinieblas.
Ahrimán, desde la oscuridad, creó un sinnúmero de espíritus malignos, los cuales cubren a la Tierra de miseria, malestar y pecado. Los malos espíritus son la impureza, la violencia, la codicia y la crueldad; los demonios son: del frío, del hambre, de la pobreza, de la esterilidad, de la ignorancia y el de la calumnia.
Ormuz, la divinidad bondadosa, después de un reinado de tres mil años, creó al mundo material en seis etapas, dando así existencia a la luz terrenal, al agua, la tierra, las plantas, los animales, y al hombre; de la primera pareja humana, fue llamado Meshia al varón y Meshiana a la hembra.
Pero a la pareja humana, el malvado Ahrimán procedió a quitarle su pureza, seduciendo primero a la mujer, luego al hombre, haciéndoles comer ciertos frutos que los llevó al mal. Con esto, no sólo pervirtió la naturaleza del hombre, sino también a animales como los insectos, las serpientes, los lobos y otros más, que pasaron de innocuos a nocivos. De este modo quedó establecida la perpetua lucha del bien y del mal.
Pero en este rudo combate, los hombres justos y prudentes no tienen nada que temer, porque el trabajo es exterminador del mal, y el hombre bueno obedece siempre a lo justo, cultiva asiduamente la tierra, extrae de la misma buenas cosechas y planta árboles frutales en abundancia.
Trascurridos los doce mil años, cuando la Tierra se vea libre de los espíritus malignos, aparecerán tres profetas que ayudarán al hombre con su poder y ciencia, devolviendo a la tierra su perdida belleza, juzgando el bien y el mal, y dando a cada uno lo que le corresponde.
Así, los espíritus buenos volarán a la región de los bienesn eternos e inmutables; y Ahrimán, con todos sus demonios y los hombres que le hayan seguido, serán echados a un mar de metal líquido.”
Ometéotl, el Dios Dual Creador
"El dios Ometéotl es el Dios creador que se hizo a sí mismo cuando inventó el fuego y la luz; por eso, el signo de la luz lo lleva en la frente, lo cual, a su vez, simboliza la inteligencia y la creación, creación que es el Ollin (movimiento) que provoca el suceder.
Ometéotl es el Dios de la dualidad (ome = dos; téotl= dios); y por lo mismo en él convergen todos los opuestos: orden y caos; espíritu-materia; lo negro y lo blanco; calor y frío; lo alto y bajo; la muerte y la vida. Por tanto, es lo masculino y lo femenino, y en esa transformación es: Ometecuhtli “Señor de la dualidad” (ome=dos; tecuhtli=señor) y Omecíhuatl “Señora de la dualidad” (ome=dos; cíhuatl=señora), y, como sus mismo nombres lo indican, van teniendo dualidades hasta el infinito.
En su dualidad con respecto a la muerte pasan a ser: Mictlantecuhtli “Señor de la muerte” y Mictlancíhuatl “Señora de la muerte”.
En su dualidad con respecto a la vida pasan a ser: Xiuhtecuthtli:: “Señor del fuego”, el que genera la luz, el calor y la vida. Coatlicue es la “Señora de la vida y de lo efímero” que es la tierra, la gestación y el alumbramiento.
El Dios Ometecuhtli, luego creó trece cielos; seis superiores y siete inferiores. Los dos cielos más elevados estaban reservados al Creador y a sus dualidades divinas (El treceavo cielo se llamaba Omeyocan “Lugar de la dualidad”).
Mucho tiempo después, un día en la eternidad, el Dios de la Dualidad se dividió a sí mismo y de su imagen divina creó dos dioses, uno masculino y otro femenino, con los nombres de Tonacatecuhtli “Señor de la vida” y Tonacacíhuatl “Señora de la vida”. Esta pareja divina tuvo cuatro hijos que se encargarían de crear el mundo físico y material, y ellos fueron: Tezcatlipoca el negro; Tezcatlipoca el Rojo, Quetzatcóatl, y, Huitzilopchtli.
Seiscientos años posteriores al nacimiento de estos dioses, un día se reunieron para dialogar y crearon al mundo, pero éste, al estar cubierto de agua, hicieron un pez llamado Cipactli, al cual convirtieron en la Tierra (esta metáfora da a entender que la Tierra surgió de las aguas). Crearon también el fuego terrestre y con él hicieron un Medio Sol que alumbraba poco. Este medio sol era la Estrella de la Tarde, es decir, el mismo Quetzalcóatl.
Por último, crearon al hombre y a la mujer. El primer hombre se llamó Cipactonal y la primera mujer, Oxomoco, y les dieron las órdenes de: él cultivar la tierra, y ella hilar y tejer. De esta pareja humana nació Pilcintecuhtli, y no teniéndose una mujer con quien casarlo, los cuatro dioses hicieron una doncella de algunos de los cabellos de su diosa madre Tonacacíhuatl. Y así se pobló la tierra, teniendo cercanos a sus dioses creadores:
Tezcatlipoca el Negro, era el Dios que estaba en todo lugar sabiendo los pensamientos, conociendo los corazones y las actividades de todos los hombres.
Tezcatlipoca el Rojo, fue la divinidad principal de los de Tlaxcala y Huejotzingo, bajo el nombre divino de Camaxtle. Era el Dios de la Caza.
Huitzilopochtli, el de color azul, fue, con el tiempo, el Dios de la Guerra.
Quetzalcóatl era blanco porque era el Lucero de la Tarde. También era el Aire y el Viento.”
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