"ABYA YALA: TIERRA EN PLENA MADUREZ"

miércoles, 5 de agosto de 2015

ALFREDO ZITARROSA. BIOGRAFÍA


Alfredo Zitarrosa nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936, trasladándose al interior de Uruguay y viviendo en diversos poblados hasta la edad de 12 años.
Se ha señalado que esta experiencia infantil lo marcó para siempre, notándose en su repertorio la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino, como las milongas.
En su juventud trabajó como vendedor de muebles, de suscripciones a una sociedad médica y de oficinista. Luego incursionó en labores de locución y en el teatro. Conjuntamente se inició en el periodismo, colaborando en diversas publicaciones, entre ellas el semanario "Marcha". Escribió sobre cibernética, enfermedades infantiles, física nuclear y una gran variedad de temas científicos y técnicos.
Al mismo tiempo desarrolló su vocación artística, produciendo canciones, cuentos y poemas. La culminación de estos esfuerzos llegó en 1959, al recibir el Premio Nacional de Poesía en Uruguay.
Encontrándose en Perú en 1961, enfrentado a serias dificultades económicas, fue llevado casi contra su voluntad a actuar en televisión. Zitarrosa relata así su experiencia: "No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de TV, y me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí que me permitió reunir algunos pesos…"
A partir de ese instante realizó varios programas de Radio Altiplano de La Paz, en Bolivia, debutando posteriormente en Montevideo, allá por 1964, en el Auditorio del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica). Su participación en este espacio le sirvió de peldaño para ser invitado al Festival Folclórico de Cosquín, en Argentina.
Ya en la cúspide, tuvo a su cargo el programa de televisión "Generación 55", donde difundió la labor de jóvenes artistas uruguayos. De ahí en adelante se inició la cosecha de premios. Premio Artigas de la Asociación Folclórica de Uruguay en 1965. Medalla de Oro por sus ventas de discos los años 1965, 1966, 1967 y 1968. Medalla de Plata en el Segundo Festival Latinoamericano de Folclore en 1966, en Salta. Plaqueta y Disco de Oro en el Festival Internacional de Montevideo, en 1969. Mención de Honor en 1972, en Lima. Condecoración Francisco de Miranda, otorgada por el Presidente de Venezuela, en 1978 y así sucesivamente.
Sus temas han sido grabados por intérpretes de la talla de Mercedes Sosa, Jorge Cafrune, Nacha Roldán, Los Andariegos, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Huerque Mapu, Cuarteto Zupay y otros, en Argentina; María Dolores Pradera, Nati Mistral y Maya, en España; María Teresa Chacín y Soledad Bravo, en Venezuela; Chabuca Granda y Tania Libertad, en Perú; Sanampay y Grupo Onta, en México; Miriam Ramos, Osvaldo Rodrigo, "Chango" Nieto, Marga y Betty, en otras naciones.
Zitarrosa consigue lo imposible: gustar a todo el mundo y en especial al público uruguayo que ve en él al cantor largamente esperado, el que canta con las voces de todos.
Es difícil determinar qué es lo más importante en la personalidad de Alfredo Zitarrosa: su condición de autor y compositor privilegiado o la fuerza de sus interpretaciones, la lucidez, la prodigalidad de sus imágenes poéticas, su raíz inmensamente popular y cálidamente universal expresadas en sus canciones, las que han hecho de él una figura señera de la Canción Popular Contemporánea Latinoamericana.
No es instrumentista, aunque a veces se acompaña con la guitarra, en cambio sí compone a favor de la guitarra que, según él, es la autora de sus canciones. Esto merece una consideración aparte, pues el acompañamiento elegido por Zitarrosa para sus canciones se basa en tres guitarras y un guitarrón, lo que le da a sus interpretaciones un original sonido, totalmente distinto al de otras regiones de América, lo que ha llevado a los especialistas a denominar "el sonido inconfundible y único de Zitarrosa".
Sus presentaciones en público siguen la vieja línea en cuanto al acompañamiento guitarrístico (los clásicos cuatro encordados de fondo, tres guitarras criollas y guitarrón) como en su vestimenta: terno oscuro con chaleco, camisa blanca y corbata, zapatos negros e impecablemente peinado con partitura al lado.
En 1976, Alfredo Zitarrosa abandonó su tierra natal, trasladándose a Argentina. A los pocos meses salió de ese país rumbo a España donde siguió componiendo y actuando esporádicamente. No resistió, sin embargo, estar lejos de su continente, de sus hombres y costumbres. Viajó a México en 1979 con su esposa y sus dos hijas, habitando en Prados de Coyoacán, al sur de Ciudad de México, hasta 1983, momento en el que regresó a Argentina.
La noche del primero de julio de 1983 se reencontró con el público porteño en el Estadio de Obras Sanitarias. Al comenzar su actuación pidió permiso para seguir cantando a nombre de su pueblo. Los asistentes lo acogieron con una ovación que, dice, nunca podrá olvidar.
A comienzos del año 1984 regresa a su país natal, Uruguay, donde pocos días después es recibido por una multitud en el Estadio Centenario de Montevideo.
Continuó escribiendo y componiendo hasta su muerte, el 17 de enero de 1989 en Montevideo.
El poeta Washington Benavídez, uno de los pilares del Canto Popular Uruguayo, dijo en cierta ocasión: "Siempre que pienso en Zitarrosa me vuelve a la memoria una imagen que el gran cantor me provocó, en un lejano recital, fervoroso de público, allá por Tacuarembó; dije entonces que toda canción cobraba, como tocada por una magia terrena, un algo, un no sé qué dorado y cordial, en el envión sombrío y generoso de su voz".


Alfredo Zitarrosa
«El canto me sale, como aprendido, desde el nacer peleando contra el olvido»

Alfredo Zitarrosa fue El Cantor, por el mandato de su voz, extraordinaria, conmovedora e irrepetible; pero también fue un ser excepcional, profundamente humano –y humanista-, un hombre bueno y tierno, ingenuo y solidario, generoso y sensible, contradictorio en sus facetas oscuras, que -tras una apariencia circunspecta y severa- era un tozudo optimista que le cantó al amor bajo todas sus formas: El amor de pareja, el amor a los desposeídos, a sus semejantes; el amor a la vida, en suma, a la que celebró y en la que siempre tuvo la certeza de que hacía falta, como persona que era. Fue capaz de cantar su amor por un pájaro o por una mariposa, y hasta por una planta, y supo, como expresara Juan Carlos Onetti, llegar al público y hacerlo sentir.
Fue un defensor acérrimo de sus convicciones, que partían de la base de que toda persona, por el sólo hecho de nacer, tiene derecho a una existencia digna. Asumió un compromiso ineludible con su tiempo, su clase y su pertenencia social, a través de sus ideas, llevadas a la acción política como militante activo y sostenido en el tiempo, con una congruencia entre la proclama y los hechos, que es muy difícil de encontrar en figuras de raigambre popular.
Su talento como creador le permitió llegar instancias de inspiración tales que dieron como resultado canciones plenas de valores poéticos y musicales, con una rara correspondencia entre texto y melodía, cargadas de belleza, que reconfortan y agradan al espíritu de quien las escucha, sirviéndole de consolación.
Cantó como todos quisiéramos cantar. Y lo hizo de una manera definida e inconfundible, creando un estilo, lo que lo transformó en el símbolo, no sólo de su país sino de toda una región, la América Morena como solía llamarla, y, como consecuencia de ello, se constituyó en una figura de trascendencia universal.
Recibido con una imponente manifestación popular al regreso de su forzado exilio; desaparecido prematuramente a la edad de 52 años; transformado en referente insustituible para sus contemporáneos y las generaciones venideras de músicos y otros artistas populares; respetado por todas las corrientes de opinión; venerado por quienes lo acompañaron en su labor artística y por los que siguen su legado; constituido en uno de los más altos exponentes del patrimonio musical y cultural de su tierra; su canto, su ejemplo de vida, su actitud militante irrenunciable, perduran en el tiempo y proyectan una luz cada vez más intensa y abarcadora.

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