"ABYA YALA: TIERRA EN PLENA MADUREZ"

sábado, 30 de abril de 2011

Ernesto Sábato



(Rojas, Argentina, 1911) Escritor argentino. Ernesto Sábato se doctoró en física en la Universidad de la Plata e inició una prometedora carrera como investigador científico en París, donde había ido becado para trabajar en el célebre Laboratorio Curie. Allí trabó amistad con los escritores y pintores del movimiento surrealista, en especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sábato. En París comenzó a escribir su primera novela, La fuente muda, de la que sólo publicaría un fragmento en la revista Sur.






En 1945, de regreso en Argentina, comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, pero se vio obligado a abandonar la enseñanza tras perder su cátedra a causa de unos artículos que escribió contra Perón. Aquel mismo año publicó su ensayo Uno y el Universo (1945), en el que criticaba el reduccionismo en el que desembocaba el enfoque científico. El ensayo prefiguraba buena parte de los rasgos fundamentales de su producción: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y cierta grandilocuencia retórica.



Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista. Así, El túnel (1948) ahonda en las contradicciones e imposibilidades del amor, mientras que Sobre héroes y tumbas (1962) presenta una estructura más compleja, en que los diversos niveles de la narración enlazan vivencias personales del autor y episodios de la historia argentina en una reflexión caracterizada por un creciente pesimismo. Ambas novelas tuvieron gran repercusión y situaron a Sábato entre los grandes novelistas latinoamericanos del siglo.




El Túnel fue rápidamente traducida a diversos idiomas y llevada al cine. La narración tiene indudable originalidad y valores psicológicos relevantes: la confesión de Castel, que ha cometido un crimen, enfrenta al hombre de hoy con una sociedad desquiciada y resalta los contrastes con pincel agudo y lleno de color. El estilo está en consonancia con el tema, dentro de un desequilibrado equilibrio.




Sobre héroes y tumbas (aunque publicada en 1962, la edición definitiva es de 1966) es su obra más ambiciosa. La compleja construcción de esta novela, y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella se alejan tanto del tecnicismo formal como de la dispersión. La pericia narrativa de Sábato consiste, justamente, en hacer pasar desapercibidas para el lector las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país. Destaca sobre todo el capítulo titulado "Informe sobre ciegos", que puede ser leído, como de hecho lo fue, con entera autonomía.




Sobre héroes y tumbas obtuvo un éxito de público impresionante, que acabó por convertir a su autor en una autoridad moral dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. Su tercera novela, Abaddón el exterminador (1974), se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición «babilónica» y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surreal, en que se funden realidad y ficción en una visión apocalíptica.




A partir de la década de 1970, más que un escritor, Sábato representó una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta frente a una época que él no dudó en calificar de "sombría". Esa identificación entre Sábato y la autoridad ética quedó muy reforzada por su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por el entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. Los años que dedicó a investigar "el infierno" de la represión durante el anterior gobierno militar, según sus propias palabras, no le dejaron aliento ni espacio para la literatura. La conclusiones de la comisión quedaron recogidas en el llamado Informe Sábato. En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.




La obra de Sábato, que ha sido prestigiada con numerosos premios internacionales y difundida en múltiples traducciones, incluye además multitud de ensayos como Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), El otro rostro del peronismo (1956), Tango: discusión y clave (1963), La cultura en la encrucijada nacional (1973), Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo (1974), Apologías y rechazos (1979), Antes del fin (1998) y La resistencia (2000). Aquejado de un grave problema de visión, se ha dedicado a la pintura, otra de sus pasiones.


Muere hoy a los 99 años en Buenos Aires.

viernes, 22 de abril de 2011

Los derechos del hombre y la tierra


Eduardo Galeano

Lamentablemente, no podré estar con ustedes. Ojalá se pueda hacer todo lo posible, y lo imposible también, para que la Cumbre de la Madre Tierra sea la primera etapa hacia la expresión colectiva de los pueblos que no dirigen la política mundial, pero la padecen.


Ojalá seamos capaces de llevar adelante estas dos iniciativas del compañero Evo [Morales, presidente de Bolivia], el Tribunal de la Justicia Climática y el Referéndum Mundial contra un sistema de poder fundado en la guerra y el derroche, que desprecia la vida humana y pone bandera de remate a nuestros bienes terrenales.




Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraria, que en América Latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.



Hay quienes dicen que la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud. Otros dicen que la hipocresía es la única prueba de la existencia del infinito. Y el discurserío de la llamada “comunidad internacional”, ese club de banqueros y guerreros, prueba que las dos definiciones son correctas.




Yo quiero celebrar, en cambio, la fuerza de verdad que irradian las palabras y los silencios que nacen de la comunión humana con la naturaleza. Y no es por casualidad que esta Cumbre de la Madre Tierra se realiza en Bolivia, esta nación de naciones que se está redescubriendo a sí misma al cabo de dos siglos de vida mentida.




Bolivia acaba de celebrar los diez años de la victoria popular en la guerra del agua, cuando el pueblo de Cochabamba fue capaz de derrotar a una todopoderosa empresa de California, dueña del agua por obra y gracia de un Gobierno que decía ser boliviano y era muy generoso con lo ajeno.




Esa guerra del agua fue una de las batallas que esta tierra sigue librando en defensa de sus recursos naturales, o sea: en defensa de su identidad con la naturaleza. Bolivia es una de las naciones americanas donde las culturas indígenas han sabido sobrevivir, y esas voces resuenan ahora con más fuerza que nunca, a pesar del largo tiempo de la persecución y del desprecio.




El mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo, tendría que escuchar esas voces.




Ellas nos enseñan que nosotros, los humanitos, somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen piernas, patas, alas o raíces.




La conquista europea condenó por idolatría a los indígenas que vivían esa comunión, y por creer en ella fueron azotados, degollados o quemados vivos.




Obstáculo al progreso




Desde aquellos tiempos del Renacimiento europeo, la naturaleza se convirtió en mercancía o en obstáculo al progreso humano. Y hasta hoy, ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve por la pobre naturaleza, tan maltratada, tan lastimada, pero viéndola desde afuera. Las culturas indígenas la ven desde adentro.




Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda.




Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

jueves, 21 de abril de 2011

Francisco de Miranda

Conocido como "el primer criollo universal", Francisco de Miranda recorrió un periplo revolucionario de América a Europa que lo llevaría a participar directamente en los acontecimientos políticos universales de la época, para finalmente convertirse en precursor del sueño de Hispanoamerica libre.
Sus primeras luchas Francisco de Miranda, nacido en Caracas el 28 de Marzo de 1750, es el Precursor de la Independencia de Venezuela e Hispanoamérica. Hijo del canario Sebastián de Miranda Ravelo y de la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez. Es el primer venezolano universal. Sus armas las desplegó en tres continentes: África, Europa y América, y fue combatiente activo en los tres acontecimientos más importantes de su época: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de Hispanoamérica.
En 1762, inicia estudios de "clase de menores", en la que recibe clases de Latín, Gramática y Catecismo, en la Universidad de Caracas. Poco antes de cumplir los 21 años, se embarca rumbo a España, deseoso de servir en el ejército real, el 25 de enero de 1771.


En Madrid se dedica al estudio de las matemáticas, de los idiomas francés e inglés y de geografía. Empieza a constituir una biblioteca con obras de filósofos y enciclopedistas famosos de la época, varias de ellas prohibidas por la Inquisición. En 1772, solicita del Rey una plaza de oficial en el ejército, y la obtiene. Así empieza su carrera de militar como Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. Entre 1773 y 1775 presta servicios militares en Madrid, Granada,, Melilla (Norte de África) y Cádiz. Es cuando conoce al coronel Juan Manuel Cajigal, y en Cádiz conoce a quien sería su amigo de toda la vida, John Turnbull. En Cádiz se embarca el 28 de abril de 1780, en la expedición a La Habana. Allí es nombrado Capitán del Ejército de Aragón y Segundo Ayudante del General Cajigal.
En 1781, su conducta en la toma y capitulación de Pensacola, le vale ser ascendido a Teniente Coronel. Cajigal, nombrado gobernador de Cuba, lo envía a la colonia británica de Jamaica entre agosto y diciembre de 1781, para realizar un canje de prisioneros.
En abril de 1782, participa en la expedición naval española que sale de Cuba para conquistar las Bahamas, posesión británica. Como Edecán del general Cajigal, negocia la capitulación de esas islas con el almirante inglés el 8 de Mayo. Tiene que enfrentarse a las intrigas y denuncias: es acusado por el Tribunal Inquisitorial de Sevilla por retención de libros prohibidos y pinturas obscenas. También le acusan de que en junio de 1781, permitió visitar las fortificaciones de La Habana al general inglés John Campbell.
De América a Europa: un periplo revolucionario
Tiene que esconderse para evitar una injusta prisión y se embarca a los Estados Unidos. Aquí llega el 10 de julio de 1783, y su estadía durará casi 18 meses. Se dedica a estudiar el proceso de la Revolución Norteamericana y frecuenta a prominentes ciudadanos, entre ellos a Jorge Washington, Alexander Hamilton, Henry Knox, Samuel Adams y al marqués Gilbert de la Lafayette. Años más tarde escribió: "Aquí fue que, en la ciudad de New York, se formó el proyecto actual de la Independencia y libertad de todo el continente americano, con la cooperación de Inglaterra...".
En diciembre de 1784, se embarca para Inglaterra, siempre con el propósito de conseguir ayuda para independizar Hispanoamérica.
Es una época en que Miranda se dedica a perfeccionar su cultura, forma su personalidad metódica y disciplinadamente en las más variadas ramas del saber. Llega a conocer las principales lenguas de Occidente, traduce del latín y del griego, su curiosidad es insaciable. Se convierte así en la personalidad romántica y universal típica de la época de la Ilustración.
Durante 4 años (1785-1789), emprendió un largo viaje por Europa. Gracias al diario que lleva, dejó tal vez la más completa información sobre el Siglo de las Luces, hasta merecer ser considerado "el mejor memorialista de su tiempo". En ese recorrido visita Holanda, Sajonia, Bohemia, Hungría, casi toda Italia y Grecia, donde describe numerosos lugares de interés histórico, religioso, artístico o social. Pasa al Asia Menor y al Imperio Turco (Constantinopla) y, antes de fines de 1786, se encuentra en Rusia, donde hace amistad con el Príncipe Potemkin.
En Kiev, el 14 de febrero de 1787, es presentado a la Emperatriz Catalina, que hace de él uno de sus predilectos, y le autoriza a usar el uniforme del ejército ruso. Visita Moscú y San Petersburgo; pasa por Finlandia y llega a Estocolmo, donde es recibido por el Rey de Suecia, Gustavo III. Sigue a Oslo y Copenhague. Mientras tanto, el gobierno de Madrid hace vigilar a Miranda, cuya extradición se propone solicitar. Continúa su viaje por Hamburgo, Bremen y Holanda, donde se hace llamar el señor Meroff. Luego va a Bélgica, Alemania, Suiza y el Norte de Italia.
De Ginebra pasa a Lyon (Francia) y el 16 de febrero de 1789 se encuentra en Marsella. Sale para el centro y norte de Francia, hasta París, y regresa a Inglaterra el 18 de junio del mismo año. En Londres, reanuda sus conversaciones con el Primer Ministro William Pitt y Lord Grenville sobre la proyectada emancipación de Hispanoamérica, presentándoles planos y estudios de operaciones militares posibles.
Gloria y prisiones en Francia
Se dirige a Francia, en plena revolución. Llega a París el 23 de marzo de 1792, y entabla enseguida relaciones amistosas con el alcalde de la ciudad y los diputados girondinos. El Ministro de Guerra le ofrece un alto grado en el Ejército Revolucionario. El 1º de septiembre es nombrado Mariscal de Campo, pero explica que ha aceptado ese rango porque piensa promover así la causa de la Independencia de Hispanoamérica. Poco después es Segundo Jefe del Ejército del Norte, cuyo máximo jefe es el General Carlos Dumouriez.
En octubre es ascendido a general de los ejércitos de la República Francesa. El gobierno de París se propone enviarlo a Saint Domingue (Haití), a fin de someter a los esclavos y mulatos que luchan por su libertad y la de su patria, pero Miranda rechaza esa misión. Dumouriez, que ya está traicionando a sus jefes y piensa pasarse al campo monárquico, denuncia a Miranda como responsable de las recientes derrotas sufridas en el campo de batalla.
El 28 de marzo de 1793, está Miranda en París, listo para comparecer ante la Convención y denunciar al traidor Dumouriez. Las rivalidades entre los revolucionarios, sin embargo, lo conducen ante el Tribunal Criminal Revolucionario, cuyo acusador público es el terrible Antonio Fouquier Tinville, quien le dicta auto de detención. Aquí comienza su largo calvario en las prisiones de París: primero en la Conserjería, de donde salen todos los que van a la guillotina, luego La Force, y La Madelonette. Defendido por el abogado Claudio Chauveau-Lagarde, recobra Miranda su libertad el 16 de enero de 1795. Reanuda su vida social y conoce a Napoleón Bonaparte, quien dice de él: "Tiene el fuego mágico en el alma". Perseguido de nuevo por la Convención y el Directorio, es detenido, puesto en libertad, y tiene que vivir en la clandestinidad.
El sueño de Hispanoamérica libre
El 22 de diciembre de 1797 firma, con Pablo de Olavide, la llamada Acta de París, donde asume la representación de la América Meridional Independiente.
En enero de 1798, regresa a Londres, donde reanuda sus gestiones con el primer Ministro Pitt y el gabinete británico, en torno a las operaciones militares en Hispanoamérica. De su intensa actuación en Francia han quedado su nombre en el Arco de Triunfo de París, su retrato en el Palacio de Versalles, y su estatua en el campo de batalla de Valmy. A fines del 98, y comienzos de 1799, Miranda aprovecha el regreso al Nuevo Mundo de varios criollos americanos, para difundir el ideario de la emancipación. Hace imprimir en francés la Carta a los Españoles Americanos, del jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Aún sin el apoyo de Inglaterra y Estados Unidos, piensa viajar a la Isla de Trinidad, con el propósito de promover desde allí la lucha emancipadora. Pero el gobierno inglés le niega el pasaporte, mientras es traicionado por su secretario Luis Duperon.
A principios de 1800, vive en Londres con su ama de llaves, Sarah Andrews, que le dará dos hijos, Leandro y Francisco. Desde allí, le escribe dos cartas a Napoleón, y éste le concede el permiso tácito para que vaya a París, donde arriba el 28 de noviembre de 1800.
Es expulsado de París por algunas intrigas e intereses contrapuestos en el gobierno francés, y al regresar a Londres, en 1801, continúa sus gestiones en pro de la Independencia de Hispanoamérica. Prepara su famoso bosquejo de gobierno provisional y régimen federal, con sus Cabildos, Asambleas provinciales, la Dieta Imperial y la figura de los máximos gobernantes, los Incas. También prepara un reglamento militar, una proclama A los pueblos del Continente Colombiano alias Hispanoamérica y, finalmente, el plan de invasión del Continente.
En 1802, se traslada a la que iba a ser su residencia definitiva en Londres, la casa Nº 27 de Grafton Way, hoy en día propiedad del Estado venezolano. En 1803, a pesar de las promesas del gabinete británico, no puede realizar la expedición que quiere dirigir hacia Trinidad como base de sus operaciones en América.
Al fin, la acción invasora
En 1805, hace sus preparativos para marcharse. Redacta su testamento, nombrando por albaceas a sus amigos John Turnbull y Nicolás Vansittart. Ordena que su archivo Colombeia sea trasladado a Caracas, lega sus clásicos griegos y latinos a la Universidad de Caracas y sus demás bienes situados en Caracas, Londres y París a sus hermanas y sobrinos, para que sean aplicados a la educación de su hijo Leandro, y para su mujer Sarah Andrews.
Después se embarca rumbo a los Estados Unidos; visita al Presidente Thomas Jefferson y al Secretario de Estado James Madison, quienes lo oyen pero no se comprometen formalmente en la expedición que está preparando. Miranda, con la ayuda de algunos amigos, logra armar el bergantín "Leander" -el mismo nombre de su hijo-, y zarpa para Jacmel, Haití, el 2 de febrero de 1806. En el puerto haitiano, se le unen las goletas "Bee" y "Bacchus". El 12 de marzo ondea por primera vez la bandera tricolor (amarillo, azul y rojo) creada por él, en el mástil del "Leander" anclado en la Bahía de Jacmel, y se dispone a invadir tierra firme por Ocumare. El 28 de abril ocurre el combate naval frente a Ocumare: los navíos españoles obligan al "Leander" a retirarse y capturan a las goletas "Bee" y "Bacchus", con 60 prisioneros, 10 de los cuales son condenados a muerte.
Miranda no se da por vencido, y luego de reagruparse en Trinidad, desembarca en la Vela de Coro el 3 de agosto de 1806, toma el fortín, iza la bandera tricolor, y entra en Coro el 4 de mayo. La población reacciona con frialdad, muchos evitan comprometerse, y otros prefieren huir al campo. Luego de 10 días de inactividad, Miranda decide abandonar Coro: pasa a Aruba y vaga por algunas islas del Caribe, antes de regresar a Inglaterra, falto de apoyo.
El 31 de diciembre de 1807, regresa a Inglaterra y reinicia sus gestiones ante el gabinete británico durante los primeros meses de 1808. Logra que los ingleses armen una expedición americana al mando de quien será más tarde el duque de Wellington, pero la invasión de España por Napoleón altera los planes. A Miranda sólo le queda el recurso de redactar un periódico y escribir hojas de agitación a los Cabildos y a personajes criollos de Caracas, Buenos Aires y otras poblaciones incitándoles a formar Juntas de Gobierno Independientes.
Su aporte a la independencia de Venezuela
En este predicamento le sorprenden los sucesos de Caracas de abril de 1810. El 14 de julio de 1810, arriban a Londres los comisionados de la Junta Suprema de Gobierno de Caracas, Simón Bolívar, Luís López Méndez y Andrés Bello. Gracias a sus numerosos contactos con gobernantes y personalidades, la comisión venezolana despliega una gran actividad diplomática. Bolívar y López Méndez (que es familiar suyo) lo persuaden de regresar a su ciudad natal. El 10 de diciembre de 1810, después de hacer escala en Curazao, llega a La Guaira, donde es recibido personalmente por Simón Bolívar, en medio del júbilo de la población. Días después, Miranda es nombrado Teniente General de los Ejércitos de Venezuela. Figura entre los principales promotores de la Sociedad Patriótica y, en 1811, se incorpora al Congreso Constituyente.
En las sesiones del Congreso, Miranda está al lado de los sostenedores de la inmediata declaración de independencia, proclamada el 5 de julio de 1811. La nueva República adopta como pabellón nacional la bandera tricolor traída por Miranda en 1806.
La República vive días azarosos. Hay discordias internas, fracasan muchas medidas económicas como la del papel moneda, y comienzan las conspiraciones por el restablecimiento del dominio español. Coro se levanta, otro tanto lo hace Valencia en julio de 1811. Contra la sublevación valenciana, el Ejecutivo designa a Miranda como Jefe del Ejército. El alzamiento es aplastado.
Al suscribir la Constitución Federal, Miranda expresa algunas reservas porque la considera poco adecuada a las circunstancias de la República naciente.
La situación empeora. En 1812, a raíz del terremoto que destruye buena parte de Caracas y otras ciudades, aumenta la amenaza de insurrecciones de los descontentos españoles y de muchas cuadrillas de esclavos de las haciendas cercanas. Desde Occidente, un arrojado capitán español, Domingo Monteverde, logra levantar un ejército que avanza hacia la Capital. Miranda recibe, entonces, del Ejecutivo Federal poderes dictatoriales, como Generalísimo, Jefe de Tierra y Mar de la Confederación de Venezuela.
Miranda traza su plan de operaciones, confiando en que el tiempo le permitirá imponer la disciplina necesaria en las bisoñas tropas republicanas, y ver desgastarse al enemigo, falto de pertrechos y abastecimientos. Pero, las intrigas de buena parte del mantuanaje criollo, la oposición que encuentra hacia varias de sus actitudes políticas, el temor sembrado en la población por el fanatismo religioso, la desorganización e indisciplina entre las fuerzas armadas que le hacen perder principalísimas posiciones como la plaza de Puerto Cabello, lo llevan a la arriesgada decisión de proponer a su contendiente español Monteverde la suscripción de un armisticio y una eventual capitulación. Monteverde, en realidad, no cumple lo pactado, desata el terror, y un grupo de patriotas, entre los cuales se cuentan Simón Bolìvar y Miguel Peña, deciden aprehender a Miranda, cuando éste se proponía embarcarse para Curazao a fin de organizar la reconquista republicana desde Cartagena.
Las autoridades españolas lo remiten prisionero al castillo de Puerto Cabello. Resultan inútiles sus peticiones a la Real Audiencia de Caracas en solicitud del cumplimiento de los acuerdos de capitulación. Por el contrario, es llevado a la fortalzeza de El Morro en Puerto Rico, y a fines de 1813 conducido a España, donde es encerrado en un calobozo del arsenal de La Carraca, cerca de Cádiz.
Aislado totalmente del mundo exterior, Miranda sufre un ataque de apoplejía, que lo paraliza y termina por causarle la muerte en la madrugada del 14 de julio de 1816. Sus restos fueron sepultados en una fosa común.
Francisco de Miranda quedó para la eternidad como uno de los precursores más sobresalientes del concepto de América como unidad, vale decir, como motor de una unidad de lucha, como elemento nítido de una estrategia planetaria. Es el primero que logra la perspectiva justa, la visión exacta y propone un nombre cabal, Colombia, el continente Colombiano. La razón de su vida: "La Independencia y Libertad del Continente Colombiano"..

lunes, 18 de abril de 2011

Eduardo Galeano: La independencia es otro nombre de la dignidad


Quiero dedicar este homenaje a la memoria viva de dos Carlos: Carlos Lenkersdorf y Carlos Monsiváis, amigos muy queridos que ya no están, pero siguen estando.

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Y empiezo por decir gracias: Gracias, Marcelo, por este regalo, esta alegría. Te digo gracias en nombre propio y también en nombre de los muchos sureños que jamás olvidarán su gratitud a México, el país de su exilio, refugio de perseguidos en los años de mugre y miedo de nuestras dictaduras militares.


Y quiero subrayar que México merece, por eso y por muchos otros motivos, toda nuestra solidaridad, ahora que esta tierra entrañable está siendo víctima de la hipocresía del narcosistema universal, donde unos ponen la nariz y otros ponen los muertos, y unos declaran la guerra y otros reciben los tiros.


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Este acto generoso me honra por venir de quien viene. La ciudad de México está a la vanguardia en la lucha por los derechos humanos, en un amplio abanico que va desde la diversidad sexual hasta el derecho a respirar, que ya parecía perdido.


Y mucho me honra recibir esta ofrenda, porque mucho tiene de desafío: en nuestros países la independencia plena es todavía, en gran medida, una tarea por hacer, que nos convoca cada día.



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En la ciudad de Quito, al día siguiente de la independencia, una mano anónima escribió en una pared: Último día del despotismo y primero de lo mismo.


Y en Bogotá, poco después, Antonio Nariño advertía que el alzamiento patriótico se estaba convirtiendo en baile de máscaras, y que la independencia estaba en manos de caballeros de mucho almidón y mucho botón, y escribía: Hemos mudado de amos.


Y el chileno Santiago Arcos comprobaba, desde la cárcel:


-Los pobres han gozado de la gloriosa independencia tanto como los caballos que en Chacabuco y Maipú cargaron contra las tropas del rey.


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Todas nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia renegó de quienes, peleando por ella, se habían jugado la vida; y las mujeres, los analfabetos, los pobres, los indios y los negros no fueron invitados a la fiesta. Aconsejo echar un vistazo a nuestras primeras Constituciones, que dieron prestigio legal a esa mutilación. Las Cartas Magnas otorgaron el derecho de ciudadanía a los pocos que podían comprarlo. Los demás, y las demás, siguieron siendo invisibles.


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Simón Rodríguez tenía fama de loco, y así lo llamaban: El loco. Decía locuras, como éstas:


-Somos independientes, pero no somos libres. La sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son, en nuestra América, dos enemigos de la libertad de pensar. Nuestra América no debe imitar servilmente, sino ser original.


Y también:


-Enseñemos a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.


Don Simón decía locuras, y hacía locuras. Allá por mil ochocientos veinte y pico, sus escuelas mezclaban a los niños y a las niñas, a los pobres y a los ricos, a los indios y a los blancos, y también unían la cabeza y las manos, porque enseñaban a leer y a sumar, y también a trabajar la madera y la tierra. En sus aulas no se escuchaban los latines de sacristía y se desafiaba la tradición del desprecio por el trabajo manual. Poco duró la experiencia. Un clamor de indignadas voces exigía la expulsión de este sátiro que ha venido a corromper a la juventud, y el mariscal Sucre, presidente del país que ahora llamamos Bolivia, le exigió la renuncia.


A partir de entonces, anduvo a lomo de mula, peregrinando por las costas del Pacífico y las montañas de los Andes, fundando escuelas y formulando preguntas insoportables a los nuevos dueños del poder:


-Ustedes, que imitan todo lo que viene de Europa y de los Estados Unidos, ¿por qué no les imitan la originalidad, que es lo más importante?


Este viejo vagabundo, calvo, feo y barrigón, el más audaz y el más querible de los pensadores de América, estaba cada día más solo, y solo murió.


A los ochenta años, escribió:


-Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí.


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Simón Rodríguez fue un perdedor. Según la escala de valores de este mundo, que sacraliza el éxito y no perdona el fracaso, los hombres como él no merecen memoria.


Pero, ¿acaso no está vivo don Simón en la energía de dignidad que hoy recorre nuestra América de norte a sur? ¿Cuántos hablan por su boca, aunque no lo sepan, como hablaba en prosa aquel personaje de Molière que no sabía que hablaba en prosa?


¿Acaso don Simón no nos sigue enseñando, un siglo y medio después de su muerte, que la independencia es otro nombre de la dignidad? Es verdad que todavía pesa, y mucho, la herencia colonial, que aplaude la copia y maldice la creación y admira, como denunciaba don Simón, las virtudes del mono y del papagayo. Pero también es verdad que son cada vez más los jóvenes que sienten que el miedo es una cárcel humillante y aburrida, y libremente se atreven a pensar con sus propias cabezas, sentir con sus propios corazones y caminar con sus propias piernas.


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Yo no creo en Dios, pero sí creo en el humano milagro de la resurrección. Porque quizás se equivocaban aquellos dolientes que se negaban a creer en la muerte de Emiliano Zapata, y creían que se había marchado a Arabia en un caballo blanco, pero sólo se equivocaban en el mapa. Porque a la vista está que Zapata sigue vivo, aunque no tan lejos, no en las arenas de Oriente: él anda cabalgando por aquí, aquí cerquita nomás, queriendo justicia y haciéndola.


Y fíjense ustedes lo que ha ocurrido con otro perdedor, José Artigas, el hombre que hizo la primera reforma agraria de América, antes que Lincoln y antes que Zapata.


Hace casi dos siglos, él fue vencido y condenado a la soledad y al exilio. En años recientes, la dictadura militar del Uruguay le erigió un ampuloso mausoleo, queriendo encerrarlo en cárcel de mármol. Pero cuando la dictadura intentó decorar el monumento con algunas de sus frases, no encontró ninguna que no fuera subversiva. Ahora el mausoleo tiene fechas y nombres de batallas, y ninguna frase. Involuntario homenaje, involuntaria confesión: Artigas no es mudo, Artigas sigue siendo peligroso.


Cosa curiosa: con tantos vivos que hablan sin decir, en nuestras tierras hay muertos que dicen callando.


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Bienaventurados sean los perdedores, porque ellos cometieron la insolencia de amar a su tierra, y por ella se jugaron la vida. Pero está visto que el patriotismo es el honorable privilegio de los países dominantes: sólo los que mandan tienen el derecho de ser patriotas. En cambio, los países dominados, condenados a obediencia perpetua, no pueden ejercer el patriotismo, so pena de ser llamados populistas, demagogos, delirantes: nuestro patriotismo se considera una peste, peste peligrosa, y los amos del mundo, que nos toman examen de Democracia, tienen la mala costumbre de conjurar esta amenaza a sangre y fuego.


Bienaventurados sean los perdedores, porque ellos se negaron a repetir la historia y quisieron cambiarla.


Bienaventurados sean los perdedores, y malditos sean quienes confunden el mundo con una pista de carreras y lanzados a las cumbres del éxito trepan lamiendo hacia arriba y escupiendo hacia abajo.


Bienaventurados sean los indignados, y malditos sean los indignos.


Maldita sea la exitosa dictadura del miedo, que nos obliga a creer que la realidad es intocable y que la solidaridad es una enfermedad mortal, porque el prójimo es siempre una amenaza y nunca una promesa.


Bienaventurado sea el abrazo, y maldito sea el codazo.


***


Sí, pero... Cuántos perdedores, ¿no?


Cuando algún periodista me pregunta si soy optimista, yo contesto, sinceramente:


-A veces. Depende de la hora.


Siempre me parecieron más bien inhumanos los optimistas full time.


Creo que el desaliento es un derecho humano, y de algún modo es también la prueba de que somos humanos, porque no sufriríamos el desaliento si no tuviéramos aliento.


Hay que reconocer que no es muy alentadora la realidad, que tiene la jodida costumbre de recompensar a los exprimidores del prójimo y a los exterminadores de la tierra, el agua y el aire. Y en cambio, las más apasionantes aventuras de transformación de la realidad suelen quedarse a mitad de camino, o se extravían y se pierden, y muchas veces terminan mal.


Hay que reconocerlo, digo, pero también cabe preguntar: Cuando esas lindas experiencias colectivas terminan mal, ¿de veras terminan? ¿No hay nada que hacer, sólo nos queda resignarnos y aceptar el mundo tal cual es, como si fuera destino? Hace pocos años, se puso de moda la teoría del fin de la historia. Más de uno se tragó ese sapo, a pesar de que el sentido común nos demuestra, con poderosa sencillez, que la historia nace de nuevo cada mañana.


Lo mejor de este asunto de vivir está en la capacidad de sorpresa que la vida tiene. ¿Quién podía presentir que los países árabes iban a vivir este huracán de libertad que están ahora viviendo? ¿Quién iba a creer que la plaza de Tahrir iba a dar al mundo esta lección de democracia? ¿Quién iba a creer lo que ahora puede creer ese muchachito plantado en la plaza durante días y noches, cuando dice: Nadie nos va a mentir nunca más?


Al fin y al cabo, cuando la historia dice adiós, o eso parece decir, ella nos está diciendo, o al menos murmurando: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.


Y yo me despido de ustedes, ahora, que ya es hora, como la historia me enseñó, diciéndoles gracias, diciéndoles: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.


* Palabras pronunciadas el 22 de febrero de 2011, en la ceremonia de entrega de la Medalla 1808, que el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, otorgó al escritor Eduardo Galeano.

jueves, 14 de abril de 2011

La vergonzosa historia de la OEA


Surgimiento y trayectoria de la Organización de Estados Americanos. Contexto histórico de su aparición y fundamentos jurídicos, políticos e ideológicos en que se constituyó. Papel desempeñado en la región

Oscar Sánchez Serra


Desde su despegue como nación, los Estados Unidos de América contrapusieron siempre al ideario de unidad e integración latinoamericana su pretensión de dominación continental, ambición plasmada el 2 de diciembre de 1823 en la conocida Doctrina Monroe, sintetizada en la frase "América para los americanos".


La OEA nace con el sello de la represión contra los pueblos.


No fue hasta el último cuarto del siglo XIX, que esa filosofía pudo desplegarse, cuando la industria estadounidense creció como ninguna otra hasta alcanzar la condición de potencia en acelerado ascenso, con lo cual pretendía no solo la dominación del continente, sino que creaba las condiciones para lanzarse a la lucha por una nueva redistribución del mundo.


Ya a finales de 1889, el gobierno norteamericano convocó la Primera Conferencia Panamericana, que fue el punto de partida del "panamericanismo", visto como el dominio económico y político de América bajo la supuesta "unidad continental". Ello implicaba una actualización de la Doctrina Monroe en el momento en que el capitalismo norteamericano arribaba a su fase imperialista. José Martí, quien fue testigo excepcional del surgimiento del monstruo imperialista, se preguntaba a propósito de aquella Conferencia: ¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? Y tenía razón. Entre 1899 y 1945, durante ocho conferencias similares, tres reuniones de consulta y varias conferencias sobre temas especiales, se fue estableciendo el avance de la penetración económica, política y militar de EE.UU. en América Latina.


AUGE DEL PANAMERICANISMO MONROíSTA


A finales de la II Guerra Mundial, de la que EE.UU. salió beneficiado, se inicia una etapa de auge del Panamericanismo y del Sistema Interamericano que va desde la Conferencia de Chapultepec en 1945, pasando por la creación de la OEA en 1948, hasta la invasión a República Dominicana en 1965, consolidándose la subordinación de los gobiernos del continente a la política exterior de EE.UU.


Así, la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, de Chapultepec, en marzo de 1945, tuvo un objetivo político definido: alinear a los países de la región para enfrentar el proceso que vendría con la creación de la ONU.


Como resultado, en la conferencia de San Francisco, en abril de 1945, en la cual se funda la ONU, la diplomacia norteamericana, apoyada por los países latinoamericanos, defendió la "autonomía" para el Sistema Interamericano y logró que en el artículo 51 de la Carta de la organización mundial se preservara la solución de controversias mediante métodos y sistemas "americanos". La interpretación que le dio el Consejo Directivo de la Unión Panamericana es que dicha Carta nació compatible con el Sistema Interamericano y el Acta de Chapultepec.


En agosto de 1947, la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro aprobó una resolución que dio origen a la herramienta que daría vida a la cláusula de permisividad arrancada a la ONU: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que reafirmaba el principio de "solidaridad" continental esgrimido por Washington, en función de enfrentar cualquier situación que pusiera en peligro "su paz" en América y adoptar las medidas necesarias, incluida el uso de la fuerza. Con el TIAR se impone la voluntad yanki en el continente, constituyendo una amenaza permanente para la soberanía de los países latinoamericanos.


Como colofón, entre el 30 de marzo y 2 de mayo de 1948 la Conferencia Internacional Americana de Bogotá, da vida a la Organización de Estados Americanos (OEA). En medio de esa reunión es asesinado el líder liberal colombiano Jorge E. Gaitán, de gran arraigo popular, hecho que motivó una gran insurrección conocida como el Bogotazo, brutalmente reprimida y que sirvió para manipular el curso y los resultados de la Conferencia, al promover EE.UU. la amenaza que significaban para la democracia el "auge" de la Unión Soviética y el comunismo, al que culpaban por las muertes del Bogotazo.


Pero tanto la Conferencia de Río como la de Bogotá coincidieron con una agudización de los problemas económicos en América Latina, cuyos países —entusiasmados con el Plan Marshall para Europa—, empezaban a demandar uno de asistencia para la región. Mas el propio Secretario de Estado, George Marshall, se encargó de defraudarlos.


De la discusión y adopción de la Carta de la OEA surgió un extenso documento de 112 artículos, firmado sin reservas por los veintiún países participantes en Bogotá. La Carta hacía suyos algunos de los principios cardinales y justos del derecho internacional, sin embargo, a instancias de Washington, se le introdujeron disposiciones que trasladaron a la OEA los postulados principales del TIAR, por lo cual, desde su cuna, la OEA es el instrumento jurídico ideal para la dominación estadounidense en el continente.


Su retórica diplomática relativa a los postulados sobre la independencia y soberanía de las naciones y los derechos del hombre y de los pueblos, han quedado como letra muerta.


PÁGINAS DE UN EXPEDIENTE SANGRIENTO


En 1954 Guatemala fue invadida por tropas mercenarias organizadas por la CIA, que derrocaron al gobierno de Jacobo Arbenz. La OEA se había prestado antes para aprobar una resolución que introducía la variante de intervención colectiva regional, en expresa violación de su propia Carta y la de la ONU. Ante el hecho consumado, el organismo se limitó a "dejar hacer" a EE.UU. y dilató el examen de la situación, ignorando los intereses del país agredido.


La actuación respecto a Cuba a partir del triunfo de la Revolución, el apoyo a la invasión de Playa Girón en 1961, las acciones que desplegó en el orden político-diplomático para aislarnos, que concluyeron con la expulsión de nuestro país en enero de 1962 y la ruptura de relaciones diplomáticas de los países de la región con la Mayor de las Antillas, significaron un nivel de ensañamiento tal, que puso más en entredicho a la organización.


En abril de 1965 desembarcaron los marines yankis en Santo Domingo para impedir la inminente victoria del movimiento popular constitucionalista sobre las fuerzas de la reacción militarista. La OEA envió a la capital dominicana a su Secretario General, el uruguayo José A. Mora, con el aparente propósito de obtener una tregua entre los beligerantes, mientras el Órgano de Consulta dilataba una decisión para facilitar que las fuerzas militares yankis tomaran el control de la situación. Luego de múltiples gestiones, Estados Unidos logró por el estrecho margen de un voto la aprobación de una resolución que dispuso la creación de una Fuerza Interamericana de Paz, produciéndose, por primera vez bajo el sello de la OEA, una intervención colectiva en un país del área.


La OEA, que tenía entre sus postulados básicos el principio de no intervención de ningún Estado en los asuntos internos de otros, continuaba en crisis de credibilidad.


Marzo de 1982 trajo la intervención británica que dio inicio a la Guerra de las Malvinas y a la primera agresión de una potencia extra continental a un país del Sistema Interamericano, lo que, según el TIAR, debía convocar la solidaridad continental con el agredido. ¿Y... ? los Estados Unidos apoyaron política y militarmente a Gran Bretaña e impusieron sanciones económicas contra Argentina. ¿Y la OEA qué? demoró su reacción, adoptó una tibia resolución llamando al cese del conflicto y solo un mes más tarde condenó el ataque armado e instó a los EE.UU. a que levantara de inmediato las medidas aplicadas a Argentina".


Y más, en octubre de 1983 un golpe militar derrocó al primer ministro granadino, Maurice Bishop, quien murió asesinado a manos de los golpistas. A Granada también EE.UU. envió una fuerza invasora de 1900 infantes de marina que tomaron el control de la isla. El principio de no intervención volvía a carecer de validez. En la OEA, la mayoría aprobó esa acción como "medida preventiva", mientras otros la rechazaron. Finalmente se condenó la invasión por catalogarla como violatoria de la Carta de Bogotá.


LA BANCARROTA DEL PANAMERICANISMO


El fin de la llamada Guerra Fría y la desintegración de la URSS cambiaron la geopolítica mundial y la OEA, exigida por Estados Unidos, intentó reacomodarse con el objetivo de serle más fiel a las oligarquías, por lo que comienza en 1991 a promover los preceptos de la democracia representativa burguesa y del neoliberalismo. Bajo esas banderas nacen las Cumbres de las Américas, a iniciativa de EE.UU., las que otorgaron renovados mandatos a la organización.


En este momento sobresale la creación de la Carta Democrática Interamericana en 1992, que llevó a nivel de tratado la imposición del unipolarismo a la región, es decir la OEA no cambió su cara, tanto que frente al golpe militar en Haití, que depuso al presidente Jean Bertrand Aristide, exhibió el mismo grado de incapacidad y putrefacción. Delegó el tema en el Consejo de Seguridad de la ONU, que aprobó una fuerza militar multinacional ¿liderada por quién? por EE.UU.


Ya en pleno siglo XXI, a nadie le quedan dudas de la irrelevancia, obsolescencia y descrédito de una organización que ha sido cómplice de los principales crímenes de Estado ocurridos en América Latina y el Caribe en la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que en ocasiones Estados Unidos la relegó, nunca la descartó. La necesita viva para influir y dividir a la región y frenar la consagración de su único, inevitable y verdadero destino histórico: la integración martiana y bolivariana de sus pueblos.

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Al ser Caral una civilización significa que también es una alta cultura, en muchos aspectos más desarrollada que las otras civilizaciones del mundo. Por ejemplo, Caral inventó los anfiteatros 2,000 años antes que la civilización griega, las momias de la civilización peruana son 3,000 años más antiguas que las de Egipto, la orfebrería del Perú fue la más adelantada del mundo antiguo, la agricultura del Perú es 3,000 años más antigua que la de Egipto y las redes de pescar de Perú son las más antiguas del mundo, entre otros aportes de la civilización peruana”.
Víctor Colán Ormeño, historiador.

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