"ABYA YALA: TIERRA EN PLENA MADUREZ"

jueves, 26 de noviembre de 2009

Capitania General de Venezuela


El Rey.- Por cuanto teniendo presente lo que me han representado el actual Virrey, Gobernador y Capitán del Nuevo Reyno del Granada, y los Gobernadores de las Provincias de Guayana y Maracaibo acerca de los inconvenientes que produce el que las indicadas Provincias, tanto como las de Cumaná e islas de Margarita y Trinidad, sigan unidas como al presente lo están al Virreinato, y Capitanía General del indicado Nuevo Reyno de Granada, por la distancia que se hallan de su capital Santa Fe, siguiéndose por consecuencia el retardo en las providencias con graves perjuicios de mi real servicio. Por tanto, para evitar estos y los mayores que se ocasionarían en caso de una invasión; he tenido a bien resolver la absoluta separación de las mencionadas Provincias de Cumaná, Guayana y Maracaibo, e islas de
Trinidad y Margarita, del Virreinato y Capitanía General del Nuevo Reyno de Granada, y agregarlas en lo gubernativo y militar a la Capitanía General de Venezuela, del mismo modo que lo están, por lo respectivo al manejo de mi Real Hacienda, a la nueva Intendencia erigida en dicha Provincia, y ciudad de Caracas, su capital. Así mismo he resuelto separar en lo jurídico de la Audiencia de Santa Fe, y agregar a la primitiva de Santo Domingo, las dos expresadas Provincias de Maracaibo y Guayana, como lo está la de Cumaná y las islas de Margarita y Trinidad, para que hallándose estos territorios en una misma Audiencia, un Capitán General y un Intendente inmediatos, sean mejor regidos, y gobernados con mayor utilidad de mi Real Servicio. Y en su consecuencia mando al Virrey, y Audiencia de Santa Fe, se hayan por inhibidos y se abstengan del conocimiento de los respectivos asuntos que les tocaba antes de la separación que va insinuada, y a los Gobernadores de las Provincias de Cumaná, Guayana y Maracaibo, e islas de Margarita y Trinidad, que obedezcan, como a su Capitán General al que hoy es y en adelante lo fuere de la Provincia de Venezuela, y cumplan las órdenes que en asuntos de mi Real Servicio les comunicare en todo lo gubernativo y militar y que así mismo den cumplimiento los Gobernadores de las Provincias de Maracaibo, y Guayana a las Provisiones que en lo sucesivo despachare mi Real Audiencia de Santo Domingo, admitiendo para ante ella las apelaciones que se interpusieren según y en la forma que lo han hecho, o debido hacer por ante la de Santa Fe, que así es mi voluntad. Dada en San Ildefonso a ocho de septiembre de mil setecientos setenta y siete.- Yo el Rey.- Joseph de Galvez.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El Sur también existe. Mario Benedetti.

Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohibe
con su esperanza dura
el sur también existe

con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con sus gesta invasora
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el Sur también existe

con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos su misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el Sur también existe


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miércoles, 18 de noviembre de 2009

12 de octubre 1992: Nada que festejar. Eduardo Galeano.

El Descubrimiento: el 12 de octubre de 1492, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se equivocó.Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar ("que deprendan fablar"). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental ("mentally retarded") porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.El Paraguay habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de los indios, lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin embargo, la mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes no entienden español son como animales.De cada dos peruanos, uno es indio, y la Constitución de Perú dice que el quechua es un idioma tan oficial como el español. La Constitución lo dice, pero la realidad no lo oye. El Perú trata a los indios como África del Sur trata a los negros. El español es el único idioma que se enseña en las escuelas y el único que entienden los jueces y los policías y los funcionarios. (El español no es el único idioma de la televisión, porque la televisión también habla inglés.) Hace cinco años, los funcionarios del Registro Civil de las Personas, en la ciudad de Buenos Aires, se negaron a inscribir ek nacimiento de un niño. Los padres, indígenas de la provincia de Jujuy, querían que su hijo se llamara Qori Wamancha, un nombre de su lengua. El Registro argentino no lo aceptó por ser nombre extranjero.Los indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o empieza a suicidarse?
Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.El problema indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de América, son un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma, aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio.En diciembre de 1976, el ministro del Interior del Brasil anunció, triunfal, que el problema indígena quedará completamente resuelto al final del siglo veinte: todos los indios estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad brasileña, y ya no serán indios. El ministro explicó que el organismo oficialmente destinado a su protección (FUNAI, Fundacao Nacional do Indio) se encargará de civilizarlos, o sea: se encargará de desaparecerlos. Las balas, la dinamita, las ofrendas de comida envenenada, la contaminación de los ríos, la devastación de los bosques y la difusión de virus y bacterias desconocidos por los indios, han acompañado la invasión de la Amazonia por las empresas ansiosas de minerales y madera y todo lo demás. Pero la larga y feroz embestida no ha bastado. La domesticación de los indios sobrevivientes, que los rescata de la barbarie, es también un arma imprescindible para despejar de obstáculos el camino de la conquista.Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.La salvación condena a los indios a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones, a cambio de jornales que no alcanzan para comprar una lata de comida para perros. Salvar a los indios también consiste en romper sus refugiso comunitarios y arrojarlos a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de las ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan siendo mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios consiste en ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a otros indios o a morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al cabo, los indios son buena carne de cañón: de los 25 mil indios norteamericanos enviados a la segunda guerra mundial, murieron 10 mil.El 16 de diciembre de 1492, Colón lo había anunciado en su diario: los indios sirven para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres. Secuestro de los brazos, robo del alma: para nombrar esta operación, en toda América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo reducir. El indio salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer: vaciado de sí, es un no-indio, y es nadie.El shamán de los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el martín pescador:-No sufras hambre, no sufras sed. Súbete a mis alas y comeremos peces del río y beberemos el viento.Y canta lo que le cuenta la neblina:-Vengo a cortar la helada, para que tu pueblo no sufra frío.Y canta lo que le cuentan los caballos del cielo:-Ensíllanos y vamos en busca de la lluvia.Pero los misioneros de una secta evangélica han obligado al chamán a dejar sus plumas y sus sonajas y sus cánticos, por ser cosas del Diablo; y él ya no puede curar las mordeduras de víboras, ni traer la lluvia en tiempos de sequía, ni volar sobre la tierra para cantar lo que ve. En una entrevista con Ticio Escobar, el shamán dice: Dejo de cantar y me enfermo. Mis sueños no saben adónde ir y me atormentan. Estoy viejo, estoy lastimado. Al final, ¿de qué me sirve renegar de lo mío? El shamán lo dice en 1986. En 1614, el arzobispo de Lima había mandado quemar todas las quenas y demas instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas sus danzas y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños. Y en 1625, el oidor de la Real Audiencia de Guatemala había prohibido las danzas y cantos y ceremonias de los indios, bajo pena de cien azotes, porque en ellas tienen pacto con los demonios.Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.Los doctores del Estado moderno, en cambio, prefieren la coartada de la ilustración: para salvarlos de las tinieblas, hay que civilizar a los bárbaros ignorantes. Antes y ahora, el racismo convierte al despojo colonial en un acto de justicia. El colonizado es un sub-hombre, capaz de superstición pero incapaz de religión, capaz de folclore pero incapaz de cultura: el sub-hombre merece trato subhumano, y su escaso valor corresponde al bajo precio de los frutos de su trabajo. El racismo legitima la rapiña colonial y neocolonial, todo a lo largo de los siglos y de los diversos niveles de sus humillaciones sucesivas.América Latina trata a sus indios como las grandes potencias tratan a América Latina.Gabriel René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado. Una de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando se cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces de concebir la libertad republicana.El peruano Ricardo Palma, contemporáneo y colega de Gabriel René-Moreno, escribió que los indios son una raza abyecta y degenerada. Y el argentino Domingo Faustino Sarmiento elogiaba así la larga lucha de kis indios araucanos por su libertad: Son más indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios, menos aptos para la Civilización y la asimilación europea.El más feroz racismo de la historia latinoamericana se encuentra en las palabras de los intelectuales más célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los actos de los políticos liberales que fundaron el Estado moderno. A veces, ellos eran indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización capitalista de México, que prohibió a los indios caminar por las calles principales y sentarse en las plazas públicas si no cambiaban los calzones de algodón por el pantalón europeo y los huaraches por zapatos.Eran los tiempos de la articulación al mercado mundial regido por el Imperio Británico, y el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus tierras y de sus brazos.El mercado exigía café, pongamos el caso, y el café exigía más tierras y más brazos. Entonces, pongamos por caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo Rufino Barrios, hombre de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época colonial y regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.El racismo se expresa con más ciega ferocidad en países como Guatemala, donde los indios siguen siendo porfiada mayoría a pesar de las frecuentes oleadas exterminadoras.En nuestros días, no hay mano de obra peor pagada: los indios mayas reciben 65 centavos de dólar por cortar un quintal de café o de algodón o una tonelada de caña. Los indios no pueden ni plantar maíz sin permiso militar y no pueden moverse sin permiso de trabajo. El ejército organiza el reclutamiento masivo de brazos para las siembras y cosechas de exportación. En las plantaciones, se usan pesticidas cincuenta veces más tóxicos que el máximo tolerable; la leche de las madres es la más contaminada del mundo occidental. Rigoberta Menchú: su hermano menor, Felipe, y su mejor amiga, María, murieron en la infancia, por causa de los pesticidas rociados desde las avionetas. Felipe murió trabajando en el café. María, en el algodón. A machete y bala, el ejército acabó después con todo el resto de la familia de Rigoberta y con todos los demás miembros de su comunidad. Ella sobrevivió para contarlo.Con alegre impunidad, se reconoce oficialmente que han sido borradas del mapa 440 aldeas indígenas entre 1981 y 1983, a lo largo de una campaña de aniquilación más extensa, que asesinó o desapareció a muchos miles de hombres y de mujeres. La limpieza de la sierra, plan de tierra arrasada, cobró también las vidas de una incontable cantidad de niños. Los militares guatemaltecos tienen la certeza de que el vivio de la rebelión se transmite por los genes.Una raza inferior, condenada al vicio y a la holgazanería, incapaz de orden y progreso, ¿merece mejor suerte? La violencia institucional, el terrorismo de Estado, se ocupa de despejar las dudas. Los conquistadores ya no usan caparazones de hierro, sino que visten uniformes de la guerra de Vietnam. Y no tienen piel blanca: son mestizos avergonzados de su sangre o indios enrolados a la fuerza y obligados a cometer crímenes que los suicidan. Guatemala desprecia a los indios, Guatemala se autodesprecia.Esta raza inferior había descubierto la cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos supieran que existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo.Los mayas siguen siendo viajeros del tiempo: ¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo.Ellos ignoraban que el tiempo es dinero, como nos reveló Henry Ford. El tiempo, fundador del espacio, les parece sagrado, como sagrados son su hija, la tierra, y su hijo, el ser humano: como la tierra, como la gente, el tiempo no se puede comprar ni vender. La Civilización sigue haciendo lo posible por sacarlos del error.¿Civilización? La historia cambia según la voz que la cuenta. En América, en Europa o en cualquier otra parte. Lo que para los romanos fue la invasión de los bárbaros, para los alemanes fue la emigración al sur.No es la voz de los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de América. En las vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue boca de los dioses, había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el punto de vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista único, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la vida colonial:¿Se suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque son holgazanes.¿Andan desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza.¿Ignoran el derecho de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de rqueza? Porque son más parientes del mono que del hombre.¿Se bañan con sospechosa frecuencia? Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en los fuegos de la Inquisición.¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni doctrina.¿Creen en los sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar sus instintos.¿Aman cuando sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original.¿Es libre la homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del infierno.En 1523, el cacique Nicaragua preguntó a los conquistadores:-Y al rey de ustedes, ¿quién lo eligió? El cacique había sido elegido por los ancianos de las comunidades. ¿Había sido el rey de Castilla elegido por los ancianos de sus comunidades? La América precolombina era vasta y diversa, y contenía modos de democracia que Europa no supo ver, y que el mundo ignora todavía. Reducir la realidad indígena americana al despotismo de los emperadores incas, o a las prácticas sanguinarias de la dinastía azteca, equivale a reducir la realidad de la Europa renacentista a la tiranía de sus monarcas o a las siniestras ceremonias de la Inquisición.En la tradición guaraní, por ejemplo, los caciques se eligen en asambleas de hombres y mujeres -y las asambleas los destituyen si no cumplen el mandato colectivo. En la tradición iroquesa, hombres y mujeres gobiernan en pie de igualdad. Los jefes son hombres; pero son las mujeres quienes los ponen y deponen y ellas tienen poder de decisión, desde el Consejo de Matronas, sobre muchos asuntos fundamentales de la confederación entera. Allá por el año 1600, cuando los hombres iroqueses se lanzaron a guerrear por su cuenta, las mujeres hicieron huelga de amores. Y al poco tiempo los hombres, obligados a dormir solos, se sometieron al gobierno compartido.En 1919, el jefe militar de Panamá en las islas de San Blas, anunció su triunfo:-Las indias kunas ya no vestirán molas, sino vestidos civilizados.Y anunció que las indias nunca se pintarían la nariz sino las mejillas, como debe ser, y que nunca más llevarían aros en la nariz, sino en las orejas. Como debe ser.Setenta años después de aquel canto de gallo, las indias kunas de nuestros días siguen luciendo sus aros de oro en la nariz pintada, y siguen vistiendo sus molas, hechas de muchas telas de colores que se cruzan con siempre asombrosa capacidad de imaginación y de belleza: visten sus molas en la vida y con ella se hunden en la tierra, cuando llega la muerte.En 1989, en vísperas de la invasión norteamericana, el general Manuel Noriega aseguró que Panamá era un país respetuosos de los derechos humanos:-No somos una tribu -aseguró el general.Las técnicas arcaicas, en manos de las comunidades, habían hecho fértiles los desiertos en la cordillera de los Andes. Las tecnologías modernas, en manos del latifundio privado de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras fértiles en los Andes y en todas partes.Resultaría absurdo retroceder cinco siglos en las técnicas de producción; pero no menos absurdo es ignorar las catástrofes de un sistema que exprime a los hombre y arrasa los bosques y viola la tierra y envenena los ríos para arrancar la mayor ganancia en el plazo menos. ¿No es absurdo sacrificar a la naturaleza y a la gente en los altares del mercado internacional? En ese absurdo vivimos; y lo aceptamos como si fuera nuestro único destino posible.Las llamadas culturas primitivas resultan todavía peligrosas porque no han perdido el sentido común. Sentido común es también, por extensión natural, sentido comunitarios. Si pertenece a todos el aire, ¿por qué ha de tener dueño la tierra? Si desde la tierra venimos, y hacia la tierra vamos, ¿acaso no nos mata cualquier crimen que contra la tierra se comete? La tierra es cuna y sepultura, madre y compañera. Se le ofrece el primer trago y el primer bocado; se le da descanso, se la protege de la erosión.Es sistema desprecia lo que ignora, porque ignora lo que teme conocer. El racismo es también una máscara del miedo.¿Qué sabemos de las culturas indígenas? Lo que nos han contado las películas del Fas West. Y de las culturas africanas, ¿qué sabemos? Lo que nos ha contado el profesor Tarzán, que nunca estuvo.Dice un poeta del interior de Bahía: Primero me robaron del África. Después robaron el África de mi.La memoria de América ha sido mutilada por el racismo. Seguimos actuando como si fuéramos hijos de Europa, y de nadie más.A fines del siglo pasado, un médico inglés, John Down, identificó el síndrome que hoy lleva su nombre. Él creyó que la alteración de los cromosomas implicaba un regreso a las razas inferiores, que generaba mongolian idiots, negroid idiots y aztec idiots.Simultáneamente, un médico italiano, Cesare Lombrosos, atribuyó al criminal nato los rasgos físicos de los negros y de los indios.Por entonces, cobró base científica la sospecha de que los indios y los negros son proclives, por naturaleza, al crimen y a la debilidad mental. Los indios y los negros, tradicionales instrumentos de trabajo, vienen siendo también desde entonces, objetos de ciencia.En la misma época de Lombroso y Down, un médico brasileño, Raimundo Nina Rodrigues, se puso a estudiar el problema negro. Nina Rodrigues, que era mulato, llegó a la conclusión de que la mezcla de sangres perpetúa los caracteres de las razas inferiores, y que por tanto la raza negra en el Brasil ha de constituir siempre uno de los factores de nuestra inferioridad como pueblo. Este médico psiquiatra fue el primer investigador de la cultura brasileña de origen africano. La estudió como caso clínico: las religiones negras, como patología; los trances, como manifestaciones de histeria.Poco después, un médico argentino, el socialista José Ingenieros, escribió que los negros, oprobiosa escoria de la raza humana, están más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados. Y para demostrar su irremediable inferioridad, Ingenieros comprobaba: Los negros no tienen ideas religiosas.En realidad, las ideas religiosas habían atravesado la mar, junto a los esclavos, en los navíos negreros. Una prueba de obstinación de la dignidad humana: a las costas americanas solamente llegaron los dioses del amor y de la guerra. En cambio, los dioses de la fecundidad, que hubieran multiplicado las cosechas y los esclavos del amo, se cayeron al agua.Los dioses peleones y enamorados que completaron la travesía, tuvieron que disfrazarse de santos blancos, para sobrevivir y ayudar a sobrevivir a los millones de hombres y mujeres violentamente arrancados del África y vendidos como cosas. Ogum, dios del hierro, se hizo pasar por san Jorge o san Antonio o san Miguel, Shangó, con todos sus truenos y sus fuegos, se convirtió en santa Bárbara. Obatalá fue Jesucristo y Oshún, la divinidad de las agus dulces, fue la Virgen de la Candelaria...Dioses prohibidos. En las colonias españolas y portuguesas y en todas ls demás: en las islas inglesas del Caribe, después de la abolición de la esclavitud se siguió prohibiendo tocar tambores o sonar vientos al modo africano, y se siguió penando con cárcel la simple tenencia de una imagen de cualquier dios africano. Dioses prohibidos, porque peligrosamente exaltan las pasiones humanas, y en ellas encarnan. Friedrich Nietzsche dijo una vez:-Yo sólo podría creer en un dios que sepa danzar.Como José Ingenieros, Nietzsche no conocía a los dioses africanos. Si los hubiera conocido, quizá hubiera creído en ellos. Y quizá hubiera cambiado algunas de sus ideas. José Ingenieros, quién sabe.La piel oscura delata incorregibles defectos de fábrica. Así, la tremenda desigualdad social, que es también racial, encuentra su coartada en las taras hereditarias.Lo había observado Humboldt hace doscientos años, y en toda América sigue siendo así: la pirámide de las clases sociales es oscura en la base y clara en la cúspide. En el Brasil, por ejemplo, la democracia raciasl consiste en que los más blancos están arriba y los más negros abajo. James Baldwin, sobre los negros en Estados Unidos:-Cuando dejamos Mississipi y vinimos al Norte, no encontramos la libertad.Encontramos los peores lugares en el mercado de trabajo; y en ellos estamos todavía.Un indio del Norte argentino, Asunción Ontíveros Yulquila, evoca hoy el trauma que marcó su infancia:-Las personas buenas y lindas eran las que se parecían a Jesús y a la Virgen.Pero mi padre y mi madre no se parecían para nada a las imágenes de Jesús y la Virgen María que yo veía en la iglesia de Abra Pampa.La cara propia es un error de la naturaleza. La cultura propia, una prueba de ignorancia o una culpa que expiar. Civilizar es corregir.El fatalismo biológico, estigma de las razas inferiores congénitmente condenadas a la indolencia y a la violencia y a la miseria, no sólo nos impide ver las causas reales de nuestra desventura histórica. Además, el racismo nos impide conocer, o reconocer, ciertos valores fundamentales que las culturas despreciadas han podido milagrosamente perpetuar y que en ellas encarnan todavía, mal que bien, a pesar de los siglos de persecución, humillación y degradación. Esos valores fundamentales no son objetos de museo. Son factores de historia, imprescindibles para nuestra imprescindible invención de una América sin mandones ni mandados. Esos valores acusan al sistema que los niega.Hace algun tiempo, el sacerdote español Ignacio Ellacuría me dijo que le resultaba absurdo eso del Descubrimiento de América. El opresor es incapaz de descubrir, me dijo:-Es el oprimido el que descubre al opresor.Él creía que el opresor ni siquiera puede descubrirse a sí mismo. La verdadera realidad del opresor sólo se puede ver desde el oprimido.Ignacio Ellacuría fue acribillado a balazos, por creer en esa imperdonable capacidad de revelación y por compartir los riesgos de la fe en su poder de profecía.¿Lo asesinaron los militares de El Salvador, o lo asesinó un sistema que no puede tolerar la mirada que lo delata?

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"EL LIBRO DE TEXTO COMO MECANISMO IDEOLÓGICO" en Representación del Caribe en libros de texto de primaria venezolanos


Dentro del contexto antes descrito, el libro de texto es un instrumento clave por ser el recurso alrededor del cual gira la dinámica enseñanza-aprendizaje desde mediados del siglo XIX (Ramírez, 2004). Por libro de texto entendemos aquí una obra escrita cuyo contenido se ajusta a los dictámenes oficiales explicitados sobre el currículo escolar por las autoridades educativas de una nación, tanto en objetivos como en temáticas tratadas, y que es diseñado para funcionar como herramienta de trabajo diario del docente para la adquisición y reforzamiento de conocimientos por parte del alumno. Esta definición coincide con la que Choppin (1992) ofrece de «manual escolar», por lo cual, para efectos del análisis pueden considerarse ambas como sinónimos. Respecto a la importancia del texto escolar para la transmisión de determinadas cosmovisiones, Ramírez (2004) destaca lo siguiente:
…la escuela fragua permanentemente en los estudiantes determinados modos de racionalidad y pensamiento, jugando importante papel en este proceso los textos escolares ya que a través de sus significados se transmiten, además de un conjunto de informaciones sobre los saberes producidos por la ciencia, concepciones ideológicas, morales religiosas, políticas, éticas, psicológicas, antropológicas y filosóficas que hacen ingenuo pensar en ellos como un instrumento pedagógico neutro (pp. 38-39).
En virtud de lo anterior, podemos suponer que los contenidos (y las omisiones) vertidos en los libros de texto coinciden con lo que la burocracia educativa, o bien grupos de interés insertos en el proceso educativo, consideran pertinente y adecuado. Concretamente, en Venezuela, a partir de mediados del siglo XX el Estado tuvo un papel protagónico en el diseño, desarrollo y establecimiento del sistema educativo nacional y de todos los procesos y actividades asociados a éste (Albornoz, 1986; Portillo y Bustamante, 1999), entre los cuales se incluye, por supuesto, la elaboración de lineamientos para libros de texto y otras obras escolares.
Puede derivarse entonces que el tratamiento dado a las referencias geográficas, las referencias identitarias, tanto nacionales como regionales, y los acontecimientos nodales en la historia patria venezolana, así como sus lugares de ocurrencia, se ajusten a la visión que los sectores antes mencionados asuman. Resulta interesante, por ser Venezuela una nación bañada por las aguas del Mar Caribe, analizar discursivamente cómo es representado este espacio en los libros de texto, y cómo encaja en el dibujo que de la identidad venezolana se realiza en ellos.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Aborígenes: Los olvidados de la historia de Venezuela





EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA VENEZOLANA


Prof. Patricia Moreno

Primera etapa: Desde la post-independencia hasta 1902El fin de la guerra de independencia trajo como consecuencias, entre otras, la ampliación de la dirigencia criolla. Dentro de la misma lograron insertarse algunos blancos, antes marginados y unos pocos pardos, antes excluidos, cuyos flamantes pergaminos probatorios de su ascenso social fueron obtenidos como premio de sus actuaciones en la milicia. Ganar vastas posesiones de tierras confería señorío a la gesta guerrera. José Antonio Páez y los hermanos Monagas fueron terrófagos, no salteadores de arcas. El período de los gobiernos liberales, sin contar el breve período de los gobiernos conservadores de Julián Castro y Páez (de 1858 a 1863), puede ser mejor comprendido si se distinguen en él dos momentos desde el punto de vista de la economía: el primero, de consolidación del latifundio y la guerra federal, entre 1848 y 1864, aproximadamente, el segundo, de modernización con deudas, que se extiende hasta 1928, en el cual se destacan los problemas relacionados con el financiamiento externo y el cobro compulsivo de la deuda.Consolidación del latifundioEn el proceso de constitución de nuevos latifundios (1830 - 1858) hay una línea divisoria: el 10 de abril de 1848, cuando se aprobó la Ley sobre enajenación de Tierras Nacionales. En los catorce años anteriores la concentración de tierras había favorecido especialmente a los militares combatientes afortunados en la guerra de independencia. Después de 1848, durante diez años, la gestión personalista de los Monagas y su precaria alianza con el Partido Liberal le sirvió para convertirse -ellos y sus fieles- en grandes latifundistas.La aprobación de la Ley tenía dos objetivos principales: uno de orden fiscal y agrícola: aportar recursos al fisco con la venta de las tierras y favorecer el crecimiento agrícola; el segundo: aumentar el número de empresarios rurales. Ninguno de los objetivos se cumplió; no se benefició el erario porque, sorprendentemente, los remates no tenían como base un precio mínimo. Además los ingresos en efectivo fueron magros, ya que se podía cancelar la compra de las tierras con vales de la deuda pública que se cotizaban muy por debajo de su valor nominal. No se amplió el número de empresarios agrícolas porque la inmensa cantidad de tierras se repartió entre muy pocos beneficiarios, entre ellos íntimos colaboradores del régimen.

12 de noviembre de 1648.Nace Sor Juana Inés de la Cruz, carmelita y poetisa mexicana.


Hija natural de la criolla Isabel Ramírez Santillana y del capitán español Pedro Manuel de Asbaje y Vargas, Juana Inés de Asbaje y Ramírez nace el 12 de noviembre de 1648 en San Miguel Neplanta; y muere víctima de la peste, el 17 de abril de 1965 en el convento de San Jerónimo. Junto a su contemporáneo Carlos de Sigüenza y Góngora, Sor Juana es quizá la figura más descollante de la literatura y del barroco de la llamada Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVII. Observadora infatigable de las leyes naturales en todos los niveles, desde su cotidianidad (freír huevos, guisar, hacer unas vainicas), y preocupada por la máxima abstracción científica a la que le era dado llegar en su época –las metáforas de El Sueño- , Sor Juana interioriza admirablemente las reglas más estrictas y definitivas de su sociedad, acepta y amenaza el orden establecido para la mujer, con la misma tranquilidad con que asimila a la perfección las métricas, los ritmos, las retóricas, en fin, el estilo de su tiempo. Dentro de esas normas se mueve con la cautela de quien sabe que está en el filo de la navaja, y cuya existencia depende de una estricta vigilancia sobre el hilo que hilvana su vida y la define. Su fama fue creciendo a medida que sus proezas intelectuales provocaban el “pasmo” en la corte virreinal, primer espacio “cultural” en el que se desenvuelve su vida y su obra. Desde muy joven, como doncella de honor de la Marquesa de Mancera, es causa de atracción general. Ese joven prodigio comienza su carrera con un examen público, idéntico en su teatralidad grandilocuente a los frecuentes y fastuosos espectáculos característicos de la época barroca con que se deslumbraba—espantaba- a los espectadores y se afirmaba el poderío de la monarquía. Mientras vivió, su fama alcanzó los límites del mundo hispánico y perduró todavía muchos años, como puede comprobarse en las sucesivas ediciones, las reimpresiones numerosas y la recepción de sus obras. De Sor Juana Inés de la Cruz, la Biblioteca Ayacucho ha publicado Obra selecta, volúmenes 197 y 198 de la Colección Clásica.

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¿Quo vadis latifundio?


por Mario Sanoja* Iraida Vargas-Arenas***

Los venezolanos vivimos hoy día la conclusión de nuestra batalla contra el latifundio. Ésta es una de las formas de propiedad más aberrantes que haya conocido la historia de la humanidad, cuya existencia ha permitido a una minoría privilegiada amasar fabulosas fortunas, condenando a la muerte y la desgracia a millones de seres humanos en todo el orbe.
Las guerras campesinas por el control y la propiedad de la tierra agraria comenzaron desde el mismo inicio de la sociedad clasista y la propiedad privada en los estados neolíticos, cuando los sectores privilegiados de la sociedad comenzaron a apropiarse, para su beneficio particular, la tierra agraria que había sido parte de la heredad colectiva de los pueblos igualitarios.
La apropiación de la tierra no era un fin en sí mismo, sino el medio de apropiarse tanto de la renta que aquella producía y de lo que pagaban al dueño o señor los aparceros o siervos que la explotaban, como del producto de la venta de la mercancía.
El Latifundio y Civilización Occidental
El desarrollo de las ciudades fue una de las principales características de la civilización en la Antigüedad Clásica, Grecia y Roma, en el marco de una economía predominantemente rural. La posibilidad del crecimiento metropolitano sólo era posible en la medida que existiesen esclavos que trabajasen la agricultura y la cría, única forma de liberar los miembros de la clase terrateniente dueña de los latifundios de sus raíces rurales y convertirlos en ciudadanos urbanos.
El latifundio esclavista de la antigüedad clásica, era el medio que tenía el terrateniente para separar la renta de la tierra de su residencia obligada en el campo. El excedente económico que obtenía el latifundista mediante el trabajo forzado exigido a los esclavos, le permitía entonces amasar grandes fortunas sin necesidad de tomar parte en la explotación del agro.
La esclavitud en los latifundios representaba la forma más degradante de la explotación del trabajo humano, ya que convertía a las personas en un simple medio de producción, desprovistas de todo tipo de derechos: humanos, sociales, económicos o políticos. Los esclavos representaban algo más que una bestia de carga; eran un instrumentum vocale, una herramienta que habla, una mercancía móvil que podía ser comprada y vendida en el mercado sin ninguna consideración por los afectos o sentimientos que pudiesen tener las personas sujetas al régimen esclavista.
En la antigüedad clásica se realizaron algunos avances tecnológicos, pero nunca se produjo una gama de invenciones suficientemente transformadoras que diera lugar a cambios cualitativos importantes en las fuerzas productivas de la sociedad antigua. Contrastando con la carencia estructural de creatividad tecnológica, la clase dominante, cuya riqueza se apoyaba en el latifundio esclavista, fue capaz de crear una superestructura cultural muy vigorosa expresada en la arquitectura, la escultura, los frescos la filosofía, la literatura, el derecho… y la guerra.
Ello justificaba que la democracia y la ciudadanía fuesen el privilegio de aquellos que podían dedicarse a crear, hacer la guerra y poseer riqueza sin que tuviesen que realizar trabajos manuales.
El régimen económico basado en el latifundio impuso una separación absoluta entre la esfera del trabajo material y la esfera de la libertad del individuo, devaluando la importancia social del trabajo. De esta manera la expansión cuantitativa del modo de producción esclavista, como lo denominó Marx, no podía producirse vía el desarrollo económico, vía el desarrollo de las propias fuerzas productivas, sino mediante el imperialismo, la guerra, el pillaje y la expansión territorial, medios que le proporcionaba los tributos materiales exigidos a los pueblos vencidos, los campos de cereales y los esclavos necesarios para aumentar la fuerza de trabajo forzado. Por esas razones, el desarrollo del poderío militar y la guerra se convirtieron en un importante medio de producción que era el necesario feed back , la necesaria retroalimentación que permitía mantener la reproducción del sistema imperial de dominación de los pueblos.
Cualquier similitud con el actual proceso neocolonial de globalización emprendido por los países del primer mundo, salvando la distancia temporal, no es mera coincidencia. La crisis del modo de producción esclavista y el colapso de la civilización urbana del Imperio Romano se debió, en buena parte, a la carencia de un desarrollo efectivo de las fuerzas productivas que permitiese estabilizar homeostáticamente la fuerza de trabajo [4].
Después de haber saqueado todo el Mediterráneo y la Europa Central, disminuyó el flujo de cautivos de guerra que se podían convertir en esclavos para trabajar en los latifundios. A partir de los siglos I y II de la era cristiana, el costo de la inversión en esclavos aumentó, determinando también la inflación de los precios de las mercancías y la devaluación de la moneda. Paralelamente, esta situación contribuyó también a frenar el desarrollo manufacturero y comercial urbano, a empobrecer la población, a reducir drásticamente la escala del mercado de consumo.
La crisis del modo de producción esclavista produjo una reestructuración de la tenencia de la tierra. Para paliar el costo creciente de esclavos, los dueños de latifundios decidieron conservar sólo una reserva señorial trabajada por esclavos y arrendar el resto de la tierra a propietarios libres o colonos que pagaban al señor una renta anual en dinero o en especies –generalmente la mitad del producto obtenido- por el uso de su tierra. Se formó así una nueva clase social integrada por los esclavistas, dueños efectivos de la tierra, los arrendatarios o colonos y los propietarios libres.
El desarrollo de las fuerzas productivas, sin embargo, permaneció estancado. Por el contrario, en el siglo IV de la era cristiana el patriciado latifundista del imperio romano de occidente había quintuplicado el excedente económico extraído de sus esclavos, colonos y propietarios libres, determinando así insurrecciones campesinas que tuvieron como objetivo la expropiación de los terratenientes y sus latifundios.
Desde el siglo II de la era cristiana, las tribus germanas se convirtieron en la fuente de soldados mercenarios que necesitaba el imperio romano para mantener tanto el orden interno como el externo en sus provincias. Al producirse en colapso del imperio en el siglo IV de la era, los jefes guerreros germanos simplemente tomaron el relevo de la aristocracia latifundista. Crearon así un nuevo sistema de tenencia de la tierra fundamentado en extensos dominios señoriales parcelados en grandes fincas. El cuido y explotación de cada una de ellas era confiado a vasallos que entregaban a su señor terrateniente productos en especie. Dentro de este sistema señorial, los campesinos "libres" eran otorgados por el señor en encomienda como siervos, a los principales guerreros de sus clanes.
En el año 800 de la era cristiana, uno de los propietarios señoriales, Carlomagno asumió el título de Emperador de Occidente, exigiendo un juramento de fidelidad personal y concediendo tierras reales a sus servidores o vasallos. Las guerras continuaron siendo el medio de ampliación material del territorio del imperio, soportadas en una creciente explotación de la población rural encuadrada en los latifundios o dominios señoriales. Al igual que bajo el imperio romano, el rendimiento económico de aquellas enormes extensiones de tierra era sumamente escaso, motivado al bajo desarrollo general de las fuerzas productivas y a la naturaleza del trabajo servil, sin ningún aliciente para los campesinos.
Surgió así el Modo de Producción Feudal caracterizado por la explotación de la tierra dentro de una forma de economía natural, dominada por la explotación del trabajo campesino dentro de un sistema de coerción extraeconómica. Las ciudades que habían florecido bajo el imperio romano, nunca llegaron a desaparecer. Por el contrario, hacia el siglo XII de la era florecieron en ella diversas corporaciones mercantiles y artesanales cuyo poder político y económico comenzó a imponerse a los señores feudales.
Un siglo antes de la coronación de Carlomagno, los pueblos islámicos habían logrado conquistar gran parte del territorio de la España cristiana. Los monarcas de los diversos reinos cristianos, las órdenes militares y cofradías religiosas se unieron para reconquistar los territorios ocupados por las taifas o reinos islámicos del sur de España, lo cual ocurrió hacia finales del siglo XV. El triunfo del feudalismo castellano vino de la mano con la imposición del catolicismo como religión de Estado, proporcionando un duro golpe a la agricultura islámica de El Andalous, la Sefarad de los judíos, que estaba conformada principalmente por pequeños propietarios, liquidando igualmente el avanzado sistema financiero y comercial que habían desarrollado los judíos sefardíes, causando el éxodo o la desaparición de buena parte de dichas poblaciones y la reconversión de la tierras agrarias en tierras de pastoreo.
La mayor parte de los soldados castellanos que participaron en la reconquista del sur de España regresaron a sus provincias del norte. Surgió una nobleza terrateniente muy poderosa, fiel a su rey, apoyada sobre la explotación de una clase social de campesinos siervos o villanos. De esta última habrían de salir los individuos que migraron a América a partir de 1492, buscando las oportunidades económicas y sociales que el férreo sistema feudal español les negaba. El colapso del Feudalismo en Europa occidental durante el siglo XV, determinó que la antigua burguesía urbana se transformase en el sujeto histórico hegemónico de la nueva sociedad capitalista. La tesis del Fisiocratismo que dominó el pensamiento económico hasta la aparición del liberalismo, sostenía que la tierra era la base de la riqueza. Contrariamente, el pensamiento liberal que animaba a la burguesia consideraba que la base de la riqueza de las naciones era la división del trabajo, la manufactura y el comercio.
Ya consumada la Revolución Francesa, la presión constante de las masas campesinas liberadas logró que la Asamblea Nacional aboliese en 1789 las cargas y métodos feudales que había mantenido el poder político y económico de oligarquía nobiliaria del ancien regime. De esta manera, se logró mediante el reparto de las tierras de los latifundios entre los campesinos sin tierra, que el número de propietarios privados aumentase de 30.000 a 1.200.000, abriendo la puerta para la formación de una clase media campesina que balanceó con éxito el poder de los propietarios de los grandes latifundios restantes.

Alberto Monteagudo, Quirincho (Arca perdida)
La decadencia del latifundio en los nuevos países capitalistas de la Europa Occidental en el siglo XVIII, no evitó, sin embargo que reapareciesen en su periferia, tal como ocurrió en la Europa Oriental, formas de propiedad de la tierra que sometieron a los campesinos a una nueva forma de servilismo o "refeudalización". No se trataba de regresar al feudalismo, sino de resemantizar viejos métodos para explotar a la masa campesina como parte de la ampliación del sistema capitalista.
Los latifundios de la oligarquía nobiliaria europea oriental, muchas veces contenían también aldeas donde existía producción industrial de ladrillos, alfarería, aguardientes y cervezas, textiles, fundiciones de hierro, etc., donde se utilizaba igualmente mano de obra forzada, sistema que como hemos expuesto en otros trabajos existió igualmente en nuestra Provincia de Guayana entre 1700 y 1814. [5].
El Latifundio Colonial Venezolano
A partir del siglo XVI, las tierras que durante milenios habían sido poseídas por nuestros pueblos originarios, fueron usurpadas por los colonizadores españoles. El Estado metropolitano ciertamente promulgó cédulas como las del 6 de Abril de 1588 y 11 de Junio de 1594 donde se reconocía tanto el derecho de los grupos indígenas al uso y posesión de la tierra, como la necesidad de resguardar los terrenos comunales y ejidales de la arbitrariedad de los españoles. Pero la naciente oligarquía agraria siempre encontró recursos legales como la llamada composición de tierras para desposeer a los indígenas y legalizar la posesión de las tierras apropiadas de manera fraudulenta.
En el siglo XVIII, la usurpación y la consiguiente composición, constituyeron un sistema muy eficaz para acrecentar las extensiones de tierra agrícola apropiadas por la oligarquía desde mediados del siglo XVI, las cuales fueron transformadas en formas de explotación y tenencia de la tierra que sólo podrían ser denominadas como latifundio en razón de la extensión poseída, las relaciones de producción de tipo servil o esclavista, la precariedad de la tecnología agraria utilizada, la baja productividad y las limitadas áreas sometidas a cultivo. La renta de los grupos familiares propietarios de la tierra dependía del mercado exterior.
El dinero, el crédito, el comercio y el intercambio económico vinculaban a esta clase de latifundistas con la economía de las metrópolis europeas de la costa atlántica oriental, de manera que todo era finalmente manejado por control remoto desde las Casas de Contratación de Sevilla y Cádiz y de las Bolsas de Comercio de Cádiz, Burdeos, Ámsterdam y Liverpool [6] . Los dueños de plantaciones, fuesen de azúcar, café, cacao, algodón o añil vendían ciertamente su producción a precios altos en Europa, pero puesto que sólo podían tener una cosecha al año completaban el faltante de su renta tanto con el comercio legal como con el contrabando de bienes de consumo tales como vajillas de semi porcelana europea o de porcelana china, vinos, ginebras, cerveza, licores, telas, etc.… y esclavos.
El Latifundio Republicano
La conquista de nuestra Independencia de España no solucionó el problema del latifundio en Venezuela, por el contrario, lo agravó. La mayor parte de los latifundios que habían pertenecido a la oligarquía colonial criolla pasaron a manos de la nueva oligarquía constituida por los caudillos militares republicanos. Durante el siglo XIX, los indio(a)s, negro(a)s, mulato(a)s y blanco(a)s pobres, continuaron desposeído(a)s de su derecho a poseer tierra, sujetos a la más despiadada servidumbre, siempre dispuestos a lanzarse a la rebelión para lograr una vida mejor, engañados por el discurso demagógico de los caudillos locales.
El saqueo de los ejidos y tierras nacionales por los nuevos latifundistas que había creado la República, particularmente en el Estado Barinas, aumento notablemente la pobreza de la población, situación que estimuló en 1859 el pronunciamiento justiciero de Ezequiel Zamora, el General de Hombres Libres, convirtiendo la Guerra Federal que se iniciaba entonces en una lucha por la democratización del derecho a la posesión de la tierra, por la libertad y la democracia social y contra el centralismo de la sociedad caraqueña.
Aumentó considerablemente el número de medianeros, colonos y pisatarios obligados a cultivar la tierra con sus propios medios de trabajo y a pagar tributo al señor latifundista en trabajo o en especie. La mayoría de los esclavos emancipados por el decreto del 23 de Marzo de 1854, durante la presidencia de José Gregorio Monagas, se convirtieron en peones o siervos de sus antiguos amos o en peones urbanos, relaciones de dependencia y servidumbre que se prolongaron hasta 1937, fecha en la cual comienza a predominar propiamente la cultura venezolana del petróleo [7].
El latifundismo llegó a su máxima expresión bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez. La extensión de las tierras acaparadas por el dictador y su mafia de familiares, políticos, militares y empresarios durante 27 años de gobierno todavía no es totalmente conocida, ya que sus haciendas no fueron inventariadas en el catastro de tierras agrícolas de 1932. Sin embargo, para 1937 el censo nos muestra que de los 69.800 propietarios territoriales existentes para entonces en Venezuela, 3333 eran dueños del 90% de las tierras, de los cuales 412 poseían 7.666.804,85 hectáreas y 13 disponían de 2.057.431 hectáreas.
Mientras tanto, 2.500.000 campesinos solo eran dueños de su fuerza de trabajo y no poseían sino su miseria. Hasta 1998, cuando se inicia el Proceso Revolucionario Bolivariano, el coeficiente de concentración de las tierras agrarias era extremadamente alto ya que la llamada Reforma Agraria, iniciada bajo el gobierno de Rómulo Betancourt, tuvo muy baja incidencia sobre la exagerada extensión de propiedad latifundista. Para darnos una idea de cómo progresaba la Reforma Agraria de la IV República, podríamos citar las palabras del investigador de la Universidad Central de Venezuela, Ramón Losada Aldana, quien asevera que en ocho años de promulgada, dicha reforma sólo había llegado a afectar el 1.76% de las tierras concentradas en manos de los latifundistas. A ese ritmo –decía- ¡se necesitarán 454 años para resolver la cuestión agraria en Venezuela!
Para controlar el malestar de la masa campesina, defraudada por la mascarada reformista que burlaba al pueblo y le ocultaba la concesión de privilegios y concesiones económicas a los políticos y y latifundistas de viejo y nuevo cuño, la IV Republica fundó en 1959 la Federación Campesina. A la par de la Confederación de Trabajadores de Venezuela y la Unión Nacional de Empleados Públicos, constituía el aparato de control político de la fuerza de trabajo venezolana [8].
La tierra agraria, por otra parte, se ha tornado improductiva en Venezuela por causas sociales y políticas: los grandes propietarios no buscan amasar enormes fortunas mediante la puesta en valor de la explotación rural, sino utilizando la apropiación ilegal de tierras baldías y ejidos, de grandes extensiones de tierra inculta para obtener subsidios, como garantía de créditos bancarios, de tratos y contratos que tienen como objeto depredar la propiedad y el presupuesto públicos [9].
El Ruleteo de los Latifundios Reformados
Durante la década de los años sesenta, iniciamos un proyecto de investigación arqueológica en el sur del lago de Maracaibo, el cual tenía como finalidad estudiar las características de la colonización prehispánica de dicha región, científicamente desconocida para la época. Ello nos llevó a recorrer extensivamente las cuencas de grandes ríos como el Zulia, el Escalante, el Tarra, el Onia, los que descienden desde la sierra de Mérida hasta el lago de Maracaibo, regiones como Gibraltar y La Seiba al sur del Lago y los ríos Carrasquero y Socuy al noroeste del Lago.
Aparte de la localización de sitios arqueológicos, entramos en contacto con la realidad social que se vivía en las grandes y pequeñas fincas productoras de ganado, leche, queso y plátanos, así como con la realidad social de los llamados "campesinos reformados". Estos últimos eran poseedores de parcelas recubiertas de extensas selvas tropicales lluviosas, ciénagas y lagunas, donde la capa superficial de humus vegetal llegaba a tener a veces el espesor de un metro, pero sin contar con ayuda técnica, ni créditos para desarrollar la parcela que les había asignado la pomposa Reforma Agraria de la IV República.
Durante el tiempo que estuvimos conviviendo con los campesinos, familias extensas cargadas de hijos, de hambre y de perros esqueléticos, viviendo en rústicos bohíos de techo de palma, sin paredes, sin letrinas, sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin escuelas, sin servicios de salud, sobreviviendo con los topochos y la yuca cultivada en el conuco familiar, cazando eventualmente monos, dantas o lapas, pescando en las ciénagas, lagunas o ríos, o compartiendo nuestras humildes raciones universitarias de sardinas, diablito, sopa continental, espaghettis, carne enlatada y papelón, bajo la luz de nuestra lámpara de kerosén pudimos permanecer conversando y tomando notas hasta altas horas de la noche.
Cuando volvimos, años más tarde, las antiguas tierras reformadas habían sido adquiridas a precio de gallina flaca por empresarios merideños afectos a Acción Democrática, reconstituyendo así el antiguo latifundio que la Reforma Agraria de la IV República supuestamente debía combatir.
En los latifundios consolidados, miles de hectáreas de tierras agrarias desforestadas, de primera calidad, se dedicaban a la ganadería extensiva. Muy pocos ganaderos invertían en tecnología moderna; la mayoría, alimentaba principalmente el ganado con el gamelote que crecía espontáneamente en los potreros; la mano de obra estaba compuesta por campesinos colombianos sobreexplotados y por medianeros o pisatarios que escasamente podían sobrevivir con la magra renta de las fincas.
La escasa productividad de los latifundios permitía a sus dueños tener siempre una producción deficitaria, lo cual se traducía en altos precios de la mercancía en el mercado: leche, carne, quesos, plátanos, etc. La rentabilidad del latifundio varia en proporción a la ausencia de inversión reproductiva y del pago de salarios, regla económica que ha sido puesta en práctica por los latifundistas desde la antigüedad clásica hasta hoy.
Mientras la renta extraída del latifundio en aquellas condiciones permitía a sus dueños llevar una vida holgada en Maracaibo o en Miami, el desarrollo regional de las fuerzas productivas, salvo la inversión pública, era extremadamente bajo. No sabemos en cuál grado la calidad de vida, vista en el terreno, se habrá desarrollado verdaderamente luego de 1970 con la irrupción de las transnacionales de productos lácteos. Pero sí es cierto que la conciencia social de los latifundistas no parece haber mejorado.
Durante el odioso paro empresarial y el sabotaje petrolero de 2002-2003, prefirieron castigar a los venezolanos botando la leche en los ríos, acaparando los quesos, la mantequilla y los plátanos para privarnos de dichos alimentos e intentar obligarnos –por hambre- a derrocar el Presidente Chávez. La firmeza democrática y revolucionaria del pueblo venezolano, como todos sabemos, derrotó la contrarevolución fascista.
Precaria conciencia histórica, nacional, social y política manifiestan aquellos latifundistas venezolanos que prefieren pactar con grupos de narco-asesinos paramilitares colombianos para liquidar físicamente el liderazgo campesino y desestabilizar el actual proceso de cambio histórico. El latifundio está condenado por la historia a desaparecer, porque representa un factor de injusticia social y una traba para el desarrollo de la moderna sociedad venezolana y del socialismo del siglo XXI, una de cuyas metas será redistribuir la tierra agraria entre quienes de verdad la trabajan.
Así como el imperio deberá en algún momento negociar su colapso histórico, los latifundistas deberán negociar la liquidación de una forma de propiedad tan aberrante cuyo mantenimiento le ha costado a la humanidad desde la antigüedad clásica, hace 2500 años, la vida de millones de hombres, mujeres y niño(a)s que han muerto en todos los continentes por el derecho a tener tierra y vivir un presente y un futuro mejor. El latifundio en Venezuela ya no tiene ni presente ni mañana.
Mario Sanoja* Iraida Vargas-Arenas**
(*)Mario Sanoja. Doctor en Antropología. Profesor Titular Jubilado, UCV. Individuo de Número y Segundo Vicepresidente de la Academia Nacional de la Historia. Investigador Nacional Nivel IV Fonacit-Fvpi. Premio Nacional de Humanidades. (**) Iraida Vargas-Arenas. Doctora Cum Laude en Historia. Profesora Titular Jubilada UCV. Investigadora Nacional Nivel IV Fonacit-Fvpi. Premio Municipal de Literatura


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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sucesos del 24 de enero de 1848.


REPÚBLICA DE VENEZUELA

Secretaría del Interior. Sección Segunda

Caracas, 25 de enero de 1848.

Dígase en circular a los señores gobernadores de Provincia.

Ayer ha tenido lugar en esta ciudad un suceso escandaloso y lamentable. Reunida la honorable Cámara de Representantes, el que suscribe se presentó en ella con el mensaje que a su apertura le dirige anualmente el Poder Ejecutivo, y cuando se retiraba para cumplir con el mismo deber en la honorable Cámara del Senado, se le detuvo para que, en unión de los otros dos señores secretarios, a quienes se mandó llamar, informase sobre el estado de agitación en que se encontraba el pueblo, y las medidas de seguridad que se habían tomado. Semejante paso circuló inmediatamente en el mismo pueblo, y fue interpretado por él como un acto de prisión y aun de muerte de un ministro de Estado; y la idea que él tenía de que la honorable Cámara, dominada por un partido, tratab a a todo trance de echar abajo la Administración, nacida de los escritos y de otras demostraciones públicas de ese mismo partido, y corroborada con la medida de traslación de sus sesiones y de desconfianza del gobierno de dicha honorable Cámara al poner una guardia numerosa, cuyos jefes e individuos escogió ella misma fuera de la fuerza armada y de personas abiertamente hostiles al Poder Ejecutivo, llevó la efervescencia a tales términos, que un grupo de ciudadanos trató de entrar al local con el fin de libertar al ministro, y habiéndose disparado dos tiros de la gente de dicha guardia, que estaba a la puerta, se trabó un combate de que resultaron siete desgraciadas víctimas de entre los que estaba afuera y de los que se hallaban adentro y pretendieron salir en el momento


A la primera noticia que tuvo el gobierno de semejante atentado, voló el mismo excelentísimo señor Presidente de la República al lugar del suceso; y corriendo mil peligros, logró, auxiliado del señor gobernador de la provincia y de algunos jefes y tropas que iban corriendo, dispersar a los combatientes de afuera, que nunca llegaron a entrar en el local.


Mientras tanto, pasaban escenas no menos escandalosas en el salón de las sesiones de la honorable Cámara de Representantes. El ministro, que había sido detenido allí, fue insultado y amenazada su vida con puñales y pistolas, ya por los individuos de la barra que invadieron dicho salón, ya por algunos representantes, salvándose a favor de la intervención de otros honorables que impidieron la consumación del hecho.


Cuando esto sucedía, la honorable Cámara del Senado permanecía tranquila en el segundo cuerpo del mismo edificio y salió inmediatamente de él, formada en cuerpo, respetada y vitoreada por el pueblo que se había reunido.


Los honorables representantes, a medida que iban saliendo del local, eran recibidos por ciudadanos respetables que les acompañaban seguros a sus casas o a las que elegían de otras personas de su confianza.


Pasados los primeros instantes después de tan lamentables sucesos, la tranquilidad pública fue restablecida; el gobierno ha dictado y continúa dictando cuantas medidas están a su alcance para impedir que pueda volver a ser turbada y ha dispuesto que se proceda contra los que resulten culpables; las honorables Cámaras continúan tranquilas, y siguen en sus importantes trabajos, y todo ha vuelto al carril de la ley.


Tengo el honor de comunicarlo a U.S. de orden de S.E. el Presidente de la República, para que estando en conocimiento del verdadero estado de las cosas, no causen alarma a U.S. ni a los habitantes de esa provincia, los informes exagerados que el temor o la malevolencia esparcen sobre lo ocurrido en esta capital, a cuyo fin se servirá U.S. circularlo a todas las autoridades y hacer que tenga la mayor publicidad posible.


S.E. me ordena recomendar a U.S., muy particularmente, la conservación del orden y la tranquilidad pública en todos los lugares de esa provincia, haciendo, al efecto, uso de cuantas facultades le conceden las leyes.


Por S.E.,


Sanavria




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martes, 3 de noviembre de 2009

ABORÍGENES VENEZOLANOS


La historia cultural de los aborígenes que ocuparon el territorio venezolano durante la época prehispánica, está basada en la reconstrucción arqueológica. Hubo migraciones desde el continente asiático que penetraron en el Nuevo Mundo por el estrecho de Behring y llegaron hasta Alaska, dirigiéndose luego al E y al S, hacia las llanuras centrales de Norteamérica. De ahí se dispersaron a México, Centroamérica y Suramérica, y se ha podido establecer que las primeras poblaciones que ocuparon el territorio venezolano datan de la época paleoindia, 15.000 años a. C. En un clima frío y templado, los aborígenes paleoindios subsistieron de la cacería de enormes mamíferos y de la recolección de frutos silvestres. Los paleoindios habitaban en cuevas o en campamentos no permanentes y sus instrumentos eran de hueso y piedra. Puntas de proyectil lanceoladas, artefactos cortantes o lascas obtenidas al golpear trozos de cuarcita, raspadores, hojas bifaciales usadas como hachas y hojas con pedúnculo, han sido encontrados en los principales yacimientos de esa época: Muaco y Taima-Taima y El Jobo en el estado Falcón, Manzanillo en la península de la Guajira y Rancho Peludo en el río Guasare al NO de Maracaibo. En esos yacimientos el material arqueológico ha aparecido conjuntamente con los restos de osamentas de mastodontes y megaterios y la determinación de las fechas ha sido posible gracias al radiocarbono. La época paleoindia terminó cuando se modificaron las condiciones del clima alrededor de 5.000 años a. C. A partir de ese momento, la temperatura se volvió cálida, se fueron extinguiendo hasta desaparecer los enormes mamíferos que servían de fuente de alimentación a los paleoindios y tuvo su inicio la época mesoindia. La subsistencia de los mesoindios dependió entonces de la pesca y de la explotación de recursos del ecosistema del manglar. Restos de esta época son los concheros o depósitos de desperdicios de comida de los estados Falcón y Sucre. Conchas, restos de equinodermos y huesos de animales han sido encontrados en esos yacimientos, conjuntamente con puntas óseas que fueron utilizadas como anzuelos o flechas, y con puntas de proyectil, raspadores o gubias hechos con conchas. Los mesoindios eran expertos navegantes, construían embarcaciones con las que recorrían las costas y las islas vecinas. La recolección de plantas silvestres y la práctica de una agricultura incipiente complementaban la dieta de esa época.

En el año 1000 a. C. el clima era similar al actual y los aborígenes comenzaron a practicar una agricultura intensiva y a fabricar cerámica iniciándose así la época neoindia. Ésta terminó alrededor de 1500 con la Conquista. Si bien para ese entonces persistían en el territorio núcleos de población paleoindia y mesoindia, la mayor parte de los aborígenes neoindios cultivaban especies comestibles. Los asentamientos humanos fueron más estables y además de la cerámica de uso práctico, fabricaron instrumentos líticos pulidos y objetos ceremoniales. Los neoindios dieron origen a una dicotomía cultural basada en el cultivo del maíz en occidente y de la yuca en oriente. La cerámica occidental estuvo caracterizada por vasijas multípodas y bases anulares altas, incisiones sin modelado y pintura negra sobre blanco. Los diseños fueron hechos con líneas gruesas. Metates y manos de moler para pilar el maíz, mintoyes y urnas acompañadas de objetos votivos y ceremoniales tales como figurinas de barro, incensarios y amuletos, sugieren un desarrollo cultural específico para el occidente. En contraste, en el oriente del país han sido encontrados budares para la preparación del casabe de yuca amarga, y una cerámica de bases anulares simples, boles abiertos, bordes de pestaña, asas acintadas e incisiones pintadas en blanco sobre rojo. Los hallazgos neoindios sugieren que el maíz y la yuca fueron fuentes básicas de alimentación en occidente y en oriente respectivamente, y que alrededor de ambos cultivos se formaron 2 centros extremos de desarrollo cultural, mientras que en el centro del país hubo una zona de transición en la que coincidieron rasgos occidentales y orientales. Con el contacto europeo a partir del 1500 se inició la época indohispana la cual aún perdura. Comenzó así el registro en crónicas y otras fuentes etnohistóricas de las poblaciones aborígenes que encontraban a su paso los colonizadores europeos y la consecuente identificación de los diferentes grupos indígenas. Durante la conquista, las poblaciones aborígenes que habitaban el territorio venezolano, pertenecían en su mayor parte a los grupos caribe y arawak. Los caribes estaban localizados en la costa, entre Paria y Borburata y en los alrededores del lago de Maracaibo; también ocuparon las islas vecinas al N de la isla de Trinidad y las márgenes del Orinoco y sus afluentes. Los caribes eran temidos por su destreza en la guerra, por la práctica del canibalismo y por el comercio de esclavos. Los arawak estaban localizados en el golfo de Paria y se concentraban desde el S del delta del Orinoco, hasta la desembocadura del Amazonas. Estos indígenas conocidos por su mansedumbre y docilidad con los conquistadores españoles, fueron aguerridos enemigos de los caribes: «…los aruacas [arawak] es gente muy amiga de los cristianos y de otros indios siempre que no coman carne humana, y son enemigos mortales de otros indios que se llaman caribes, y los odian…» Los arawak tenían sus asentamientos en las riberas de los ríos. «…Dicen que vinieron de donde sale el sol en unos navíos y costearon aquella costa, y porque hallaron aquellos ríos tan fértiles (...) se metieron en ellos e hicieron amistad con los caribes que los poseían. Que viendo las costumbres de los caribes que eran malos y comían a otros indios, se alzaron contra ellos y en grandes guerras los echaron de los dichos ríos, y se quedaron ellos como posesores y poblados en ellos», escribía Rodrigo de Navarrete en 1750.
Otros grupos aborígenes que también ocupaban el territorio venezolano cuando se produjo la conquista fueron, entre otros, los sálivas, los maipures, los guamos, los otomacos, los guahíbos, los yaruros y los guaraúnos. Las lenguas de estas poblaciones, junto a las caribe y arawak, fueron identificadas por Felipe Salvador Gilij en 1780-1784, como matrices de la región orinoquense. José Gumilla en 1741 se refirió a estos indígenas destacando sus rasgos etnográficos. Así, los sálivas, localizados en el Orinoco medio entre los ríos Sinaruco y Guaviare, creían que eran hijos de la tierra y que un enviado del cielo venció y mató una serpiente horrible que devoraba seres humanos. Ellos contaban que de las entrañas corrompidas de este animal surgieron gusanos que se fueron convirtiendo en caribes «bravos, inhumanos y crueles». Fueron perseguidos y esclavizados por caribes y españoles hasta su extinción definitiva. Los maipures: localizados en los alrededores de Cabruta, se destacaban por «…la afabilidad y amorosidad con que tratan a los extranjeros. De aquí el amor que les tienen todos los europeos que los conocen». A comienzos del siglo XIX, los maipures eran entre los indígenas del Orinoco «…los más racionales (...) su color mixturado, morenos y blancos (...) el pelo ellos y ellas tejidos en clinejas, los hombres con calzón y camisa, y las mujeres fustán terciado, hablan unos y otros el castellano claro y ellas muy afectas a los españoles…» Los guamos: localizados también en los alrededores de Cabruta, son conocidos por las deformaciones corporales que se practicaban, por sus laboriosas artesanías de algodón y por fiestas que hacían de ellos «…juglares bailarines (...) desnudos de rubor y vergüenza de cuantos hemos visto desde las bocas del Orinoco hasta éstas de Apure». Los otomacos: eran vecinos de los guamos, se casaban con ellos y entre sus rasgos etnográficos destacaban el llanto ritual en honor a los difuntos y el juego de pelota. Los otomacos, «…quinta esencia de la misma barbaridad, barbarísimos entre todos los bárbaros de Orinoco (...) de un valor brutal y temerario: salían a pelear con los caribes a campaña rasa, y jamás volvieron pie atrás hasta que los aterraron las armas de fuego; antes de la batalla se excitaban y enfurecían cada uno contra sí mismo, hiriéndose con puntas de hueso el cuerpo», para luego decir: «cuenta que si no eres valiente, te han de comer los caribes». En Venezuela, los maipures, guamos y otomacos, al igual que los sálivas, se han extinguido. Los guahíbos, cuya lengua según Gilij era semejante a la de sus vecinos chiricoas, estaban localizados en los márgenes del Meta: «…bien musculados de talla abultada (...) el carácter de estos indígenas es guerrero y sanguinario (...) prefieren la vida errante (...) y no cultivan la tierra». Guahíbos y chiricoas eran grupos que practicaban el nomadismo y la recolección de alimentos. Los yaruros, localizados también en las márgenes del Meta, fueron conocidos como apáticos, sociables y hospitalarios, pero además «…esta nación (...) gusta de la vida sedentaria, y se aplica a las artes, su industria se halla ceñida a algunos tejidos de esteros y hamacas (...) fabrican flechas, y canjean estos artículos con las tribus inmediatas. Las personas adultas de ambos sexos usan del colorido, y se pintan de encarnado y negro (...) su talla es corpulenta y bien constitucionada (...) en suma estos indios son guerreros y valientes, sin ser sanguinarios…» Los guaraúnos: tenían viviendas palafíticas en los márgenes de los caños del delta del Orinoco y explotaban la palma del moriche (Mauritia flexuosa), que era fundamento de la subsistencia: «…todo su vivir, comer, vestir a su modo, pan, vianda, casas, aperos de ellas y todo los menesteres para sus piraguas y pesquerías (...) sale de las palmas que Dios les ha dado en aquellas islas, con una abundancia increíble de ellas; que llaman en su lengua murichi». Otros grupos aborígenes de la cuenca del Orinoco que igualmente Gumilla describe, fueron los achaguas, anabalis, atabacas, betoyes, guaybas, guayquiris, jiraras, mapoyes y tunebos.
En lo que respecta a las poblaciones aborígenes del occidente de Venezuela los grupos más importantes fueron los motilones, los guajiros y los caquetíos. Los motilones, de los valles de Machiques, del río Catatumbo, y de la sierra de Perijá, realizaban continuas invasiones en los siglos XVII y XVIII a los asentamientos españoles de las costas del lago de Maracaibo y aterrorizaban a la población perturbando las labores agrícolas en las fértiles haciendas de cacao situadas en las riberas de los ríos. Sometidos a las misiones capuchinas en el siglo XVIII fueron descritos por fray Andrés de los Arcos como una «…nación fiera e implacable contra los españoles, que lo mismo es verles que disparar contra ellos una infinidad de flechas». Los guajiros: fueron descritos por fray Pedro Simón como «gente desnuda del todo, hasta las partes de la honestidad, que también traían descubiertas hombres y mujeres, salteadores, vagabundos (...) pues siempre andan a noche y mesón, estando 4 días debaxo de un árbol y 2 a la sombra de otro, y desta suerte pasan su vida, tan holgazanes que no cultivan tierras, ni les siembran cosa alguna, por bastarles para su sustento los frutos de los árboles (...) desde Bahía Honda y El Portete, hasta el Cabo de la Vela y de éste hasta el río de La Hacha, que son 12 leguas, es toda tierra despoblada y sin agua; y algunos indios que en ella hay, que se llaman los goajiros, no tienen casas ni sitios ciertos ni labranzas, se sustentan de pesquerías y de la casa de venados y conejos». Entre los aborígenes que habitaban las riberas del lago de Maracaibo, los onotos fueron descritos por Juan Pérez de Tolosa como «señores de la laguna y pescan con redes y anzuelos mucho género de pescado (...) muy excelente, y lo venden en sus mercados a los indios bubures (...) a trueque de maíz, y otras cosas. Y de esta manera, los unos y los otros tienen pescado y maíz. Estos indios onotos tienen sus casas dentro de la misma laguna. Son hombres valientes, y pelean con arcos y flechas y macanas». Otras poblaciones vecinas de los onotos, según Juan Pacheco Maldonado fueron los zaparos, aliles, ambaes, toas y quiriquires, indios «alzados, que no se han podido reducir a servidumbre, ni a verdadera paz, a costa de muchas vidas de españoles que ha costado el dicho alzamiento, y [de] muchas haciendas que han consumido, robándolas en la barra de esta laguna, en la cual impedían que no (se pudiera entrar ni salir por ella) [sic]». Los caquetíos: estaban localizados en la costa entre Coro y el lago de Maracaibo: «Esta costa, a sotavento y barlovento, solía estar poblada de indios de nación caquetíos, y tenían pueblos medianos y mucha caza y pesca, y ropa de hamacas. Es gente muy pulida y limpia, y muy amiga de los españoles (...) sustentan a los españoles que residen en Coro, de caza y pesca, porque son indios muy domésticos», según el recuento de Juan Pérez de Tolosa. Por esa mansedumbre característica, la extinción de estos indígenas fue una de las más rápidas.
En la cordillera andina había, para la época de la Conquista, 20 o más grupos independientes de toponimia Mucu y en el valle del río Chama estaban ubicados: los mucuchíes, mucurubaes, mucujunes, mucaquetaes, mucarias, mucusiríes, mucutucúas, mucumbaes, mucusquis, mucuunes, mucutíes, mucuñoques, mucubaches, mucurandaes, tabayes, tateyes, escaqueyes, chichuyes, guaques y jajíes. Chamas y giros con sus respectivos subgrupos, estuvieron localizados en Mérida mientras que en Trujillo predominaron los cuicas y los timotes. Los indígenas andinos eran agricultores sedentarios y fueron conocidos por la construcción de andenes, terrazas y sistemas de riego para prevenir la erosión en los campos de cultivo.
Las evidencias etnohistóricas han demostrado que los aborígenes prehispánicos mantuvieron estrechas relaciones interétnicas gracias al comercio. Los llanos de Barinas, Portuguesa, Cojedes y Apure fueron una encrucijada estratégica entre la cordillera andina, la costa caribe y la cuenca del Orinoco. Allí se produjeron contactos culturales y comerciales en los que se utilizaba como medio de canje monedas de conchas de caracoles de agua dulce o quiripa. Estos intercambios tenían lugar a través del establecimiento de redes comerciales, como fue el caso de las playas de tortugas y el mercado de pescado del Orinoco medio, las playas de tortugas del río Guaviare y el mercado de curare del alto Orinoco.
A partir de 1545, las poblaciones aborígenes fueron sometidas al régimen de encomiendas y los caribes en particular, fueron sujetos de cautiverio y esclavitud por real cédula de agosto de 1503. Durante el siglo XVIII era frecuente que los aborígenes huyeran de los conquistadores buscando la protección de la selva y que la población decreciera, entre otras causas, por las enfermedades, las guerras, los maltratos o los servicios personales prestados en las encomiendas.
Durante la Independencia, la población aborigen que sobrevivió al mestizaje y a la destrucción cultural permaneció en su mayor parte en las regiones selváticas del país, al margen de los principales acontecimientos históricos que condujeron a la emancipación. En 1815, Simón Bolívar, al afirmar la nacionalidad y el destino de la patria, en la Carta de Jamaica, reconoció que para ese entonces la población venezolana ya no era ni indígena ni europea sino fundamentalmente americana: «…mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles». En una sociedad colonial en la que predominaba una élite criolla que tomaba en cuenta la «limpieza de sangre» y el color de la piel, los negros esclavos ocupaban la posición más baja en la jerarquía social y fueron ellos y no los indígenas quienes, llamados a combatir, dejaron el trabajo esclavo en las haciendas para formar filas en el ejército patriota.
Durante el siglo XIX, las poblaciones aborígenes, aisladas del resto del país, fueron visitadas por viajeros naturalistas, tales como Humboldt, Michelena y Rojas, Codazzi o Schomburgk, entre otros, quienes dejaron registros en sus informes de las costumbres que encontraban a su paso. Desde el comienzo del siglo XX y hasta 1950, un grupo de precursores de los estudios antropológicos modernos se dedicó a revisar, compilar e interpretar, según las orientaciones evolucionistas y positivistas, el conocimiento que existía sobre las poblaciones aborígenes en crónicas y obras dispersas escritas hasta ese momento. Arístides Rojas se refirió a los caribes; Gaspar Marcano hizo una reconstrucción cultural de los indígenas de los valles de Aragua y Caracas, de los guahíbos, de los guajiros y de los timotes y cuicas; Lisandro Alvarado presentó una compilación para la mayor parte de los grupos indígenas, en cuanto a la cultura material, la organización social y política y los rituales religiosos; Julio César Salas y Tulio Febres Cordero describieron a los aborígenes andinos, Theodor Koch-Grünberg a los indígenas del Orinoco y Vicenzo Petrullo estudió exhaustivamente a los yaruros. Estos trabajos, junto a la obra de Alfredo Jahn, Tulio López Ramírez, Gilberto Antolínez y Walter Dupouy, sirvieron de antecedente a los estudios, que basados en trabajos de campo y en las orientaciones teóricas y metodológicas de la antropología moderna, fueron ejecutados a partir de 1950 por profesionales de esta disciplina. El censo indígena de 1992 estimó la población aborigen en 315.815 individuos (1,5% de la población total del país). En lo que se refiere a su distribución en el territorio, las mayores proporciones están localizadas en Zulia (63%), Amazonas (12%), Bolívar (11,2%) y Delta Amacuro (6,6%). De un total de 28 grupos indígenas ubicados en el territorio nacional, los mayores volúmenes de población corresponden a los wayuu (guajiros) 53,7%; waraos (guaraúnos) 7,6; pemones, 6; añús (paraujanos) 5,5; yanomamis, 4,7; guajibos, 3,6 y piaroas, 3,6%. Estas etnias agrupan el 84,4% del total de la población indígena del país y de ese total, un 48% está ubicado en áreas urbanas. Durante los últimos 30 años, a raíz de los profundos cambios económicos y sociales ocurridos en el país con la transformación económica y la consecuente expansión urbana provocada por las migraciones internas los procesos de aculturación han sido más intensos entre los indígenas. Asimismo, el mestizaje, cuyas raíces históricas se remontan a la conquista, ha contribuido a acelerar aún más en el presente la pérdida del modo de vida tradicional de los grupos todavía existentes.
La población aborigen actual está distribuida en 4 familias lingüísticas: caribe: akawaio, mapoyo, yabarana, yekuana, eñepa (panare), pemón, kariña y yukpa; arawak: aruaco, wayuu (guajiro), añú (paraujano) y los arawak del río Negro (curripaco, guarekena, baré, piapoco y baniva). Independientes: guahíbo, warao (guaraúno), cuiva, yanomami, hoti y yaruro; y chibcha: barí.

Lengua caribe: Los akawaios: son apenas unos 800 individuos llegados a Venezuela del Esequibo, a raíz de la rebelión de Rupununi en 1969 y actualmente están ubicados en San Martín de Turumbán, frente a Anacoco y en caseríos dispersos a lo largo del eje carretero El Dorado-Santa Elena de Uairén. Sumamente aculturados, los akawaio han desarrollado cultivos comerciales con formas de organización introducidas por el Estado.
Los mapoyos: son un grupo muy reducido y también muy aculturado, que no llega a 200 individuos. Localizados en las cercanías de los panares, en un caserío ubicado en las sabanas entre los ríos Caripo y Villacoa en el distrito Cedeño del estado Bolívar, estos indígenas han tenido en lo que va de siglo una brusca aculturación a raíz del establecimiento en la zona de empresas extractivas de sarrapia, balatá y chicle. Los mapoyos hablan castellano, y sus cosechas de arroz, maíz, yuca, caraota, ñame y batata son comerciales. Los yabaranas: localizados en las cercanías de San Juan de Manapiare en el estado Amazonas, conforman un grupo de unos 300 individuos en vías de extinción.
Los yekuanas (maquiritares): localizados en las riberas de los ríos Caura y Paragua y sus afluentes, en el estado Bolívar, y en las márgenes del Ventuari, Cunucunuma, Padamo y Cuntinamo y sus afluentes, en el estado Amazonas, con un total de población que en 1974 no llegaba a los 4.500 individuos. Maquiritare es una designación de los misioneros, mientras que yekuana es una autodenominación que expresa un origen común; estos indígenas creen que sus antepasados provenían de un cerro de los alrededores que tenía ese mismo nombre. Los pueblos de las cabeceras de los ríos han estado más alejados del contacto con la población criolla que los pueblos ribereños. La economía combina la recolección de especies comestibles, la horticultura, la caza y la pesca siendo además artesanos de una cestería de gran valor estético. El pueblo es una unidad política que reúne unas 60 personas bajo el control de un jefe con un liderazgo que «…es legítimo pero carente de coerción». En otras palabras, el jefe no puede cumplir su voluntad si encuentra oposición entre los pobladores. Su sabiduría consiste en dar el ejemplo y persuadir a los demás para lograr decisiones equilibradas en beneficio del bien común y de la armonía. En la sociedad yekuana las divergencias y conflictos son superados mediante estrategias definidas, tales como poner a circular rumores o chismes; efectuar monólogos en los que el agraviado, de madrugada y cuando sus familiares permanecen en sus hamacas, expone en voz alta sus quejas para que todos le escuchen o, en casos extremos, recurrir al aislamiento temporal emprendiendo viajes imprevistos a buscar alimentos. En la actualidad y a raíz del contacto, han surgido entre estos indígenas grupos evangélicos y católicos.
Los eñepas (panares): están localizados al S de Caicara del Orinoco en un área de 18.000 km2 entre los ríos Cuchivero y Suapure en el estado Bolívar; la población, dispersa entre los asentamientos criollos de la zona, alcanza unos 3.000 individuos. Estos indígenas son agricultores de tala y quema, pescan, cazan y recolectan frutos silvestres, y mantienen con los criollos desde comienzos de siglo relaciones comerciales muy estrechas. La fabricación de cestos, realizada por los hombres, es la actividad comercial por excelencia. Los ingresos que de ella derivan les ha permitido adquirir productos industriales, sin alterar sus formas de organización económica tradicional. Al incrementarse la demanda de esta artesanía las técnicas de elaboración se diversificaron y los motivos decorativos aumentaron su riqueza estilística. La cestería representa así, para estos indígenas, el principal vehículo para establecer sus relaciones sociales y comerciales con las poblaciones criollas de los alrededores.
Los pemones: localizados en la región SE del estado Bolívar en la Gran Sabana, abarcan aproximadamente 20.000 individuos. Desde 1930 los capuchinos han adelantado entre ellos un programa misional muy intenso y han fundado 4 centros de importancia: Santa Elena (1931), Kavanayén (1942), Kamarata (1945) y Uonkén (1959). A la influencia del catolicismo se suma la influencia protestante en el S de su territorio, y con ella, la formación de comunidades pemón típicamente adventistas que difieren radicalmente del resto de la población. Entre los pemones han surgido movimientos religiosos tales como el Aleluya, el Chochimuh y el San Miguel, los cuales han dado origen a un sincretismo en el que se combinan elementos éticos, espirituales, cosmológicos y prácticas rituales de la cultura pemón y de las nuevas religiones. No obstante los cambios ocurridos a raíz de los programas misionales, el parentesco y las relaciones comerciales siguen siendo entre los pemones fuentes de integración social.
Los kariñas: localizados en los llanos orientales en la zona central, tienen una población que alcanza los 11.000 individuos. A raíz de la explotación petrolera y la extracción del hierro, estos indígenas han sobrevivido a uno de los más drásticos procesos de cambio sociocultural, ocurridos entre las sociedades aborígenes venezolanas en lo que va de este siglo. Los yukpas: conocidos en la literatura como los «motilones mansos», abarcan unos 4.000 individuos y habitan en la sierra de Perijá, en el estado Zulia. Integrados por los subgrupos irapa, japreria, macoíta, parirí, shaporú, viaski, wasana y el pueblo de la misión del Tukuko, este es el grupo caribe localizado más al O del país, por lo que se supone que sus antepasados migraron desde el Amazonas al hábitat actual. Los subgrupos, integrados por familias extensas, forman unidades políticas independientes presididas por un jefe. Los hombres son excelentes artesanos de cestos y cerámicas y las mujeres hilan y tejen el algodón en telares verticales. La economía de los yukpas está basada en el «cultivo rotativo» según el cual, alternan períodos cortos de cultivo con largos períodos de descanso en los que la tierra permanece en barbecho. Los cultivos de cambur, yuca, maíz, ocumo, caraotas y legumbres son realizados de acuerdo con un ciclo que cubre las fases de selección del conuco, tala, quema, cosecha y terreno baldío. La agricultura, fundamento de la subsistencia, es practicada conjuntamente con la caza, la pesca y la recolección de plantas silvestres.

Lengua arawaka: En lo que se refiere a los grupos de lengua arawak, todavía sobrevive un pequeño grupo de aruacos, localizados en la frontera con Guyana conocidos como los jokonos en el Delta Amacuro; estos indígenas, cuyo número no llega al centenar de individuos, se encuentran sumamente aculturados. Además de hablar el castellano, conocen algún vocabulario de inglés y se han integrado lingüística y culturalmente a sus vecinos los waraos.
Los wayuu (guajiros): localizados entre Paraguaipoa y Castilletes en la estrecha franja que corresponde a Venezuela en la península del mismo nombre, tienen una población cercana a los 170.000 individuos. Los guajiros se autodenominan wayuu y designan como kusina a otros grupos indígenas de los alrededores (motilón, yucpa) y usan el término alijuna para referirse a cualquier otra persona que no sea ni guajiro, ni indio. Wayuu quiere decir «persona» o «gente». Los guajiros están organizados socialmente en grupos exogámicos de descendencia matrilineal (linajes y clanes), llamados por la población criolla «castas». Existen en la actualidad 25 clanes, cada uno de los cuales tiene un ancestro animal común. Estas unidades de parentesco no son iguales entre sí, puesto que unas tienen, como es el caso de los clanes del tigre o del perro, mayor preponderancia económica y social que las demás. Se pertenece a estas unidades de parentesco por nacimiento. El guajiro no ha escapado tampoco a la transformación urbana y la tradición cultural de aquellos que han estado expuestos a la influencia de las ciudades ha recibido profundos cambios que cada día les integran más y más a sus vecinos, los alijunas de Maracaibo. Las mujeres guajiras han tenido una posición preponderante en su contexto social, en razón del criterio de descendencia matrilineal que rige el parentesco, y de la norma de matrimonio matrilocal o uxorilocal, según la cual el esposo viene a residir en la casa de la esposa o en las cercanías de la suegra. Es necesario notar que los mitos y cuentos guajiros, de una gran riqueza, se refieren al camino que sigue a la muerte, evocan la sexualidad, la adolescencia y las frustraciones de una realidad social, en la que también existen fantasmas.
Los añús (paraujanos): cercanos a los 17.000 individuos, habitan viviendas palafíticas en la laguna de Sinamaica, al NO de Maracaibo, en el estado Zulia; hablan el castellano, se han casado con los criollos y no se distinguen de las poblaciones vecinas.
Los arawak: localizados en el estado Amazonas, están integrados por los kurripakos, ubicados en las riberas de los ríos Isana y Guainía y sus tributarios. Estos indígenas constituyen un subgrupo dialectal de los wakuénai. Sumamente apegados a sus ritos, poseen un sistema de expresión musical en el que los símbolos son códigos para interpretar la conducta social. La cosmología, las curaciones de enfermos, la conceptualización de lo crudo y lo cocido, el mundo espiritual, el intercambio ceremonial de comida entre grupos, persisten en el presente a pesar de la traducción al kurripako del Nuevo Testamento por los misioneros protestantes, y a pesar de todos los agentes de cambio sociocultural que existen en la zona. Los guarekenas, localizados en el Casiquiare en la población Guzmán Blanco, en el río Guainía, estado Amazonas, no pasan de 150 individuos. Anteriormente ocuparon asentamientos densamente poblados en el caño San Miguel o Itinivini, tributario del río Negro, pero de estos poblados hoy sólo quedan huellas y una abundante toponimia que en guarekena designa sitios, vueltas del río, lajas, flora y accidentes topográficos. Los guarekenas son plurilingües: hablan castellano, portugués y otras lenguas arawak de los grupos vecinos. Además, poseen un pensamiento mítico caracterizado por la presencia de un movimiento circular entre los puntos cardinales, el cual se pone de manifiesto en la práctica ritual. Los barés: sumamente aculturados, alcanzan un millar de individuos localizados en su mayor parte en Santa Rosa de Amanadona, un pequeño pueblo a orillas del río Negro, en el estado Amazonas. La lengua baré conocida todavía por un reducido grupo de indígenas, se encuentra en vías de extinción. Los piapocos, cercanos también al millar de individuos y en vías de desaparición, están a unos 30 km al S de Puerto Ayacucho; en territorio colombiano persisten todavía algunos núcleos de esta población. Los piapocos tienen conucos para la subsistencia, visten ropas adquiridas a los comerciantes criollos y hablan castellano. Forman familias extensas, practican la poligamia y la residencia postmatrimonial es patrilocal. Los banivas alcanzan igualmente el millar de individuos y, localizados en el pueblo de Maroa y en el alto Isana, se han integrado a la población criolla.

Independientes: En lo que se refiere a los grupos independientes, los guahíbos están repartidos entre los llanos de Apure, los llanos orientales de Colombia, el valle del Manapiare y las riberas del Orinoco entre Santa Rosa y la desembocadura del Meta. Los guahíbos tienen una población aproximada de 11.500 individuos, los cuales son sobrevivientes de poblaciones aborígenes que en los llanos mantenían importantes redes comerciales. Estos indígenas se han adaptado al hábitat llanero de acuerdo con 3 estrategias de subsistencia: la caza y la recolección en las zonas interfluviales, el cultivo estacional en los ríos tributarios y los cultivos cíclicos en las riberas de los ríos Meta y Orinoco. Organizados en bandas locales de cazadores y recolectores, estos grupos llegan a tener entre 20 y 50 individuos cuando son nómadas y seminómadas, y pueden pasar de 100 cuando son agricultores sedentarios. La banda local es un grupo basado en nexos de parentesco y en relaciones sociales informales y flexibles, presidido por un jefe que bien puede ser el más anciano o el más capaz del grupo. Las bandas locales se forman alrededor de un núcleo básico de parientes al cual se van agregando otras familias emparentadas por nexos consanguíneos o de matrimonio. La descendencia en estos grupos de parientes es bilateral puesto que se toma en cuenta tanto la línea materna como la paterna. Varias bandas locales integran bandas regionales las cuales, circunscritas en un territorio específico, aumentan el contexto de las relaciones sociales. Gracias a esta modalidad de organización social tan particular, pudieron sobrevivir hasta el presente. Los waraos (guaraúnos), cuya población ha sido estimada en 24.000 individuos, ocupan en el delta del Orinoco la zona intermedia de baja salinidad y la franja costera. Pescadores y recolectores, los waraos en la actualidad habitan todavía viviendas palafíticas en las márgenes de los ríos. La organización económica, basada tradicionalmente en la recolección de los productos del árbol del moriche, pudo adaptarse a los cultivos recientes de ocumo chino (Colocasia antiquorum) para la subsistencia y de arroz para la comercialización, pero no pudo soportar sin disgregarse la introducción del trabajo asalariado y de los créditos agrícolas. Ambos factores al individualizar el trabajo del warao, no sólo debilitaron los vínculos de solidaridad y ayuda mutua que basados en el parentesco, eran fundamento de la cohesión social y económica de la familia extensa, sino que afectaron también la jerarquía tradicional entre jefes y trabajadores, las creencias mágico-religiosas y la importancia social de los curanderos. Los yaruros, localizados en un número aproximado de 5.000 individuos en los llanos del Apure en las márgenes de los ríos Capanaparo y Sinaruco, se autodenominan pumé (seres humanos). Nómadas, cazadores, pescadores y recolectores, la rusticidad de los yaruros contrasta con la riqueza de sus recuentos míticos y con la profundidad religiosa de sus creencias cosmológicas. No obstante, los cantos ceremoniales han comenzado a extinguirse y con ellos el mundo de los chamanes mediante el cual habían podido hasta ahora enfrentarse a la muerte y a las enfermedades. Los hotis, cuya población no llega a los 700 individuos, están localizados en el río Kaima y en los caños Majagua e Iguana en la serranía de Maigualida en la zona limítrofe de los estados Bolívar y Amazonas. La subsistencia de estos indígenas está basada en el cultivo de conucos en los que siembran plátano y maíz, en la cacería de animales pequeños, y sobre todo, en la recolección de «miel, larvas, frutas de palma y cangrejos». Organizados en bandas locales, la familia nuclear es «la unidad económica básica». Las mayores presiones aculturativas que en el presente perciben los hotis, provienen de las misiones protestantes establecidas en la zona desde hace más de una década. Los yanomamis, cuya población ha sido estimada en unos 15.000 individuos, están localizados en los ríos Mavaca, Manaviche, Orinoco, Ocamo y en el alto Siapa y alto Matacuni en el estado Amazonas. Este es uno de los grupos aborígenes venezolanos que ha permanecido más aislado de las presiones aculturativas que ejerce la sociedad nacional. Hasta hace apenas unos 50 años, los yanomamis utilizaban hachas de piedra para desbrozar los conucos y sus cultivos de tala y quema tenían una importancia fundamental en la economía. Los nexos de parentesco aún tienen particular relevancia. Así, la comunidad de los parientes es indispensable para ellos, hablan continuamente de su familia, de lo que hacen o dejan de hacer, cada pariente resulta insustituible en este marco de relaciones. Los conflictos entre los grupos locales son violentos porque se producen entre parientes tan ligados entre sí, que no puede haber entre ellos sentimientos neutros: o son solidarios en la amistad o tienen conflictos matizados por el odio. Los yanomamis tienen además una sabiduría que se vuelca en los mitos. Los chamanes conocen largos repertorios míticos que relatan en forma dramática, bajo el efecto de alucinógenos y con la influencia que ejercen sobre ellos, los espíritus animales, vegetales o naturales llamados hekura. Los piaroas, localizados en el Orinoco medio y sus tributarios, también en el Sipapo y en los márgenes del Ventuari, tienen una población estimada en 11.500 individuos. Estos indígenas poseen entre 12 y 15 unidades políticas o territorios, cada uno de los cuales está integrado por unos 5 o 6 grupos locales separados por senderos en la selva que son recorridos por jornadas a pie que duran hasta medio día. El grupo local o unidad residencial, alcanza unos 50 individuos en una gran vivienda de forma cónica, conocida comúnmente como la «churuata». Este grupo local, integrado por familias emparentadas, desempeña en la sociedad piaroa, diversas funciones puesto que constituye no sólo una unidad de parentesco, sino también una unidad económica, política y ceremonial. Los conucos, distribuidos alrededor de la vivienda comunal y principal fuente de subsistencia son sujetos de derecho de propiedad individual. La caza, la pesca y la recolección de alimentos como un complemento, varían con las estaciones a lo largo del año. El intercambio matrimonial es la institución más importante en el logro de la cohesión social y la perpetuación del grupo.

Lengua chibcha: Los barís, localizados en la sierra de Perijá, en el estado Zulia en la frontera colombo-venezolana, son conocidos también como los motilones «bravos»; la designación de motilón aparece por primera vez en fuentes históricas del siglo XVIII y tiene por significado «cortarse el pelo» en clara alusión a la costumbre de estos indígenas de llevar el cabello muy corto. Los barís han sido objeto de un largo proceso de contacto y pacificación desde que la zona fue colonizada entre 1529 y 1622. Las primeras referencias a los motilones datan de esa época. La pacificación tuvo lugar entre 1772 y 1818 y, con la explotación petrolera, entre 1913 y 1960. En la actualidad, la población barí alcanza unos 1.500 individuos. La vivienda, centro de la vida social, es el resultado de una laboriosa construcción en la que se compromete el trabajo colectivo de los hombres. La disposición de las puertas de acceso y la distribución del espacio entre hamacas, los fogones y utensilios, reflejan los fundamentos de la organización social. El jefe de la vivienda barí ha sido el intermediario en las relaciones extraétnicas con misioneros y visitantes. Los conucos, en los que siembran yuca, cambures, papas, piñas, aguacates y caña de azúcar para la subsistencia, operan de acuerdo con ciclos de cultivo y están localizados alrededor de las viviendas colectivas. La cosmovisión de estos indígenas en la que destacan el origen del universo y de todo lo que los rodea, es expresada en sus recuentos míticos. El ritual, por su parte, tiene gran importancia en la vida social, puesto que la mayor parte de los acontecimientos diarios tales como matrimonios, el fin de la construcción de las viviendas, la pesca, la cacería, la fabricación de hamacas y guayucos, o la fabricación de flechas, son realizados efectuando cantos rituales para la ocasión. Además de los aborígenes descritos, existen 2 grupos de filiación lingüística desconocida en el alto Paragua del estado Bolívar: los arutanis y los sapés. Asimismo, todavía existen en la isla de Margarita, en los alrededores de Porlamar, vestigios étnicos de poblaciones guaiqueríes. Ahora bien, en lo que se refiere a las relaciones entre los indígenas y la sociedad venezolana, el artículo 77 de la Constitución señala que «…la ley establecerá el régimen de excepción que requiere la protección de las comunidades indígenas y su incorporación progresiva a la vida de la Nación…»
Es por tanto, responsabilidad del Estado velar por la protección de las poblaciones aborígenes con miras a su integración. El proceso de aculturación ha transformado a las comunidades aborígenes en poblaciones rurales y urbanas, y los cambios socioculturales han sido de tal magnitud, que pareciera que la desaparición étnica y cultural es inevitable. Los aborígenes pertenecen a una historia que se remonta a 15.000 años a. C. y como están localizados en regiones fronterizas de gran valor estratégico en términos de seguridad y defensa, o en núcleos urbanos y rurales donde se encuentran en pleno proceso de «criollización», es indudable que, ahora más que nunca, la intervención del Estado, de acuerdo con el mandato constitucional que así lo establece, deberá abocarse en los próximos años a lograr una síntesis armoniosa y profundamente humana entre el deber de proteger y el deber de integrar. M.M.S.

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